FRANCES HA, de Noah Baumbach

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Los cuatro protagonistas de Kicking and Screaming (Noah Baumbach, 1995) sufrían una especie de crisis existencial justo después de graduarse en la universidad que les impedía cortar por completo el cordón umbilical de la juventud. La incertidumbre que generaba el fin de una etapa vital y la obligación de comenzar una nueva impulsaba a los cuatro amigos recién graduados a pasarse medio año no haciendo nada por el campus. Estos adolecentes salinguerianos -Grover (Josh Hamilton), Skippy (Jason Wiles), Max (Chris Eigeman), Otis (Carlos Jacott)- parecían incapacitados y paralizados para dar el siguiente paso a la edad adulta. En Greenberg (Noah Baumbach, 2010), el depresivo carpintero Roger Greenberg (Ben Stiller) había sufrido algún tipo de crisis nerviosa que lo había obligado a pasar una temporada internado en el psiquiátrico. Greenberg dice que sufrió una gran ansiedad y que se le paralizaron las piernas. Pero su parálisis no es tanto física como vital. Roger cambió el ruido y la horizontalidad de Los Ángeles por la verticalidad y la tranquilidad de Nueva York en la casa de su hermano para no hacer nada. Algo valiente a su edad: 40 años, le dice una vieja amiga. Tanto los jóvenes de Kicking and Screaming como Greenberg padecen el mismo diagnóstico: inmadurez y malestar con el propio tiempo. Grover, Skippy, Max, Otis, están paralizados por el miedo al futuro próximo, por lo que vendrá ahora. Greenberg, podría entonar el himno de LCD Soundsytem y gritar “I’m losing my edge”. Incapaz de conectar con el presente, a Roger solo le quedaba recordar el pasado frustrado de su antiguo grupo de música con su amigo Iván (Rhys Ifans) y escuchar Duran Duran.

La vida de Frances (Greta Gerwig), al inicio de la película, parece idílica al lado de su inseparable mejor amiga Sophie (Mickey Summer): “Ella y yo somos la misma persona solo que con diferente pelo”, dice. Pero desde el momento en el que Sophie le comunica que va a mudarse del apartamento que ambas comparten en Brooklyn a uno más caro en Tribeca con su amiga Lisa, la burbuja vital de Frances se desmorona. A sus 27 años, Frances debería ser una persona madura e independiente, sin embargo su trabajo como bailarina no le permite ni pagarse el piso. Y cuando le preguntan a qué se dedica contesta que es difícil de explicar porque ni tan siquiera ella lo sabe. Como los jóvenes de Kicking and Screaming o Greenberg, Frances no parece estar haciendo mucho con su vida. La inactividad y la falta de madurez de los personajes de Baumbach no funcionan como una resistencia contra las imposiciones sociales y la impostura al estilo Ferdydurke, de Wiltold Gombrowicz (1937), y alguna nueva comedia norteamericana. Todo lo contrario: es la causa de sus ansiedades y sus neurosis. Frances debería ser adulta porque tiene 27 años. La gente con la que se relaciona espera que se comporte como tal, por eso se produce un desajuste. Frances está desincronizada con su propio tiempo, con su edad. Frances actúa como una adolescente en un mundo de adultos. Aunque tiene la misma edad que Sophie, ella parece más inmadura que su amiga. Si la madurez tiene que ver con la independencia: ¿Cómo ser independiente dedicándose al baile en una ciudad con alquileres astronómicos? En Frances Ha, Baumbach realiza una velada crítica a la gentrificación urbanística ocasionada por los hipster en la ciudad de Nueva York y que ya había sido denunciada por Mark Grief en su artículo “Epitafio por el hipster blanco” (en ¿Qué fue de lo hipster?). Sus nuevos compañeros Lev (Adam Driver) y Benji (Michael Zeguen) son artistas, escultor y guionista. Y los únicos que pueden ser artistas en Nueva York son los niños ricos, le dice su amiga. Es fácil ser independiente cuando tienes respaldo económico aunque no hagas nada más que comprar gafas por ebay como Benji.

Pero Frances Ha también es un drama amoroso. Pero de amor en la amistad y no en la pareja. Frances dice que ella y Sophie son como una pareja lésbica que ya no se acuesta. Y lo cierto es que su separación de Sophie le duele más que el final de su relación con el novio Dan. Aunque Blanchot afirmaba que en la amistad no existe el flechazo porque es un construirse día a día, Baumbach nos muestra a Frances algo despechada y celosa después de que su amiga le comunique que se va con su novio a Japón y que se van a casar. Sin embargo, todos sabemos que lo bueno de la amistad es que, al contrario del amor, uno puede separase. Y cuando ambas vuelvan a Nueva York, podrán ser “como dos viejas divorciadas”. Frances encuentra en Sophie lo que busca en una relación y en la vida: un mundo secreto de complicidad que los demás no pueden percibir. Al final de su crisis, el inolvidable personaje creado por Greta Gerwig acaba teniendo algo de heroína rohmeriana en busca del rayo verde después de una desilusión vital (amorosa) en la eterna ciudad de Woody Allen. Si el cine francés resuena en la música de la película (Theme de Camille, de George Delerue) y en algún travelling callejero a lo Leos Carax con David Bowie de fondo (Mauvais sang, 1986), los rastros del cineasta norteamericano -influencia confesa de Baumbach- los encontraríamos en el uso del blanco y negro y la construcción de un personaje en crisis consigo mismo y el mundo que le rodea. Como todas las obras que comentábamos de Baumbach, Frances Ha también es una comedia trágica de una mujer confundida y en modo standby, intentando hacer algo con su vida y obligada a madurar para ajustarse con su propio tiempo vital y encontrar su hueco en el mundo. Al final, podríamos ver Frances Ha como la cara opuesta de Inside Llewyn Davis (Joel y Ethan Coen, 2013), el loser que, cual Sisifo, parece incapaz de cambiar su aciaga rueda de la fortuna. Y es que la cosecha del pasado año ha estado polarizada entre los que triunfan y los que pierden; los que buscan el triunfo y acaban perdiéndolo todo. Una de las preguntas del 2013 aparecía formulada de manera muy gráfica en Pain & Gain (Michael Bay, 2013): “Are you doer or don’t-er?” ¿Eres un emprendedor o un perdedor? ¿Un triunfador o un fracasado? En este sentido, Frances Ha sería un buen chute cinematográfico de optimismo.

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