FRANKENSTEIN 04155, de Aitor Rei

FRANKENSTEIN

Dos años después del accidente de Angrois, la verdad sobre lo sucedido en la tarde del 24 de julio sigue siendo una incógnita. Al silencio y las medias verdades del poder político, se une la lentitud de la burocracia, que parece querer ahogar en largos lapsos temporales de espera el deseo de justicia. Es aquí donde surge el cine. Es aquí donde surge Frankenstein 04155. En el cine no existen largos períodos de espera; en el cine la justicia encuentra el alivio que hoy más que nunca, en una sociedad cada día más amordazada, es necesario como revulsivo para despertar de esta larga pesadilla.

Su nombre es una clara referencia a la obra de Mary Shelley, metáfora que sirve aquí para situarnos ante el engendro mecánico creado a partir de pedazos de otros trenes. No estamos pues ante una máquina perfecta y testada, sino ante una creación fruto de las prisas y de los sueños de gloria de unos políticos obsesionados con llevar la supuesta Alta Velocidad a Galicia. Los mismos sueños de gloria que hacen que políticos como José Blanco, uno de los principales señalados por el documental, denomine “tren híbrido” a esta máquina forma de otras máquinas. Llegados a este punto, culpamos a la criatura del daño cometido o a su creador?

Sobre esta reflexión parece pivotar al inicio el documental, pero pronto se aclara que, si bien el maquinista es culpable de su distracción, existen muchos otros componentes que hace que este accidente ocurra. Es aquí donde comienza la parte dura de la película ya que, durante casi una hora y media, se dispone ante el espectador una serie de pruebas que demuestran un destino que parecía ya decidido. Diferentes advertencias del peligro tanto del tren como del trazado, deconexiones de sistemas de seguridad para cumplir plazos de tiempo, y prisas por sacar la foto, tijeras en mano, del político de turno, acabaron por provocar una imagen que aún hoy permanece en las retinas. Por eso, no podemos culpar al monstruo, hijo de diferentes trenes, pero si a sus creadores; a todos aquellos que conociendo el peligro, miraron hacia otro lado para ponerse con el perfil bueno para los flashes de la cámara.

La película avanza y las pruebas se van disponiendo sobre la mesa. Una, y otra, y otra, y otra… A medida que vamos conociendo nuevas evidencias, escuchamos como algunos nombres comienzan a escalar posiciones en el poder. Es el caso de Rafael Catalá, de aquella Secretario de Infraestructuras, Transporte y Vivienda, hoy Ministro de Justicia. La imagen que se va creando con el documental es la de un sistema político de cremallera , donde el turnismo y el corporativismo priman sobre conceptos como la justicia o la transparencia que tan solo suenan a cosa del pasado. Destacable es el papel que juegan los técnicos, ingenieros y maquinistas aportando la parte más técnica de los hechos. Persoas que, probablemente, se están jugando su futuro laboral en pos de una verdad que no todos están interesados en dar a conocer. Los testimonios van situando las bases de una hipótesis que se va transformando en una realidad maquillada a medida que los diferentes gráficos y documentos relatan lo sucedido. Así mismo, también la desesperación y frustración de los familiares encuentran aquí un lugar donde expresarse. Lejos de un acercamiento morboso o sensacionalista, Aitor Rei los filma como filma a un técnico o a un ingeniero. Nada prima sobre la verdad, todo está supeditado a un único fin: sacar a la luz los hechos que otros tratan de ocultar.

Pero, una vez más, donde están los políticos? Escondidos en sus búnkeres de mesas de caoba y sillas con ruedas, solo los encontramos la representación del poder a través de las diferentes declaraciones vía hemeroteca. Esclavos de sus palabras y de sus silencios, los políticos no caben en un suceso en el que no hay lugar para el perdón. No existe perdón para hechos como lo sucedido en la Cidade da Cultura cuando se le impidió entrar a las víctimas en la celebración de las Medallas de Galicia; no hay perdón para muchas carreras políticas infladas a golpe de obras faraónicas sin sentido; no hay perdón para un poder, de un u otro color, que dio y da la espalda a un colectivo víctima de sus acciones. Aquí acierta el documental en recordarnos el Yak-42, o el accidente de Spanair o el accidente del Metro de Valencia, todos sucesos donde el poder político jugo un pésimo papel. Pero, podemos culpar al engendro por los daños causados? Podemos culpar a un gobierno que la ciudadanía parece seguir apoyando en las urnas o tenemos que reflexionar sobre la importancia de nuestro voto?

FRANKENSTEIN2

Frankenstein 04155 es un trabajo de investigación extraordinario. Es capaz de reunir y condensar en menos de hora y media el abanico humano y técnico de una catástrofe que marco a Galicia. Pero es precisamente eso: un trabajo de investigación. En ocasiones, la propia película tropieza consigo misma en secuencias que son extrañas al espectador, es el caso del montaje del graffiti que parece sacada de un formato más próximo a la televisión que al cine. Tropiezos que a veces despistan y desconcentran de un bombardeo incesante de información que, quizás por el escaso desconocimiento sobre el sistema ferroviario, da la sensación de abrumar. Errores a un lado, Frankenstein 04155 responde a una necesidad y no a criterios estéticos: ahí reside su capital importancia. Responde a una necesidad por conocer la verdad y ver que, tras la cabeza de turno que el poder nos intenta vender (el maquinista), existe toda una red de errores y decisiones incorrectas que salpican a todo el sistema. Verdad incómoda que hace que ésta sea una película de corte casi independiente, que tiene que procurar su financiación a través de crowdfunding y ver como su vida comercial se limita a salas de independientes y festivales de cine. Algo similar a lo que le sucedió a David Ilundaín con B (Bárcenas).

Quizá no sea el momento para hacer películas de este corte si uno quiere labrarse un futuro en un mundo, el audiovisual, que a veces vive a base de subvenciones, que deciden los mismos que activan o desactivan los ERTMS atendiendo a criterios propios. Pero tampoco es el momento de quedarse callado y de tragar con la versión “oficial” de los hechos, sino de levantarse y demostrar que quizá no es todo como nos quieren hacer ver.

 

Comments are closed.