GIRLS, de Lena Dunham

UNA CHICA ES UNA CHICA

No hace tantos años Pilar Aguilar, en su estudio Mujer, amor y sexo en el cine español de los 90, llamaba la atención sobre que “la manera femenina de ver y de interesarse por las cosas aparece infrarrepresentada e infravalorada en ese espejo público que es la ficción audiovisual”i. Esta falta no era exclusiva del ámbito español sino que, como señalaba la feminista Laura Mulvey, se debía a que el cine convertía a la mujer en objeto de deseo pasivo para el disfrute y goce de la mirada masculina. Esta deficiencia se ha ido corrigiendo a medida que la mujer ha encontrado visibilidad en la sociedad y han surgido mujeres cineastas que han intentado corregir esa desviación “falocéntrica” que se escondía detrás de la cámara y que Michael Powell desveló de una manera tan acertada como sorprendente en esa obra de culto que es El fotógrafo del pánico (Peeping Tom, 1960).

Muchas series de televisión de la última década se presentaban como una contestación a esa situación de subordinación e intentaban corregir los estereotipos en la representación que históricamente había tenido la mujer. No solo porque en muchas de estas series la(s) protagonista(s) fuese femenina sino porque por primera vez parecía que una ficción audiovisual daba voz a sus problemas e inquietudes, que ahondaban en sus preocupaciones, que tocaban su sexualidad de manera desacomplejada y directa, que las presentaba emancipadas y libres. Por desgracia, este discurso aparentemente subversivo del que hacían gala estas series, era el complemento audiovisual perfecto a los contenidos de la Vogue y la Cosmopolitan. Sexo en Nueva York o Gossip Girl confirman la tesis de que algunos discursos feministas se han convertido en el mejor aliado del mercado (Paglia).

Lo que hace que Girls no sea otra serie cómica que gira sobre las desventuras sexuales y amorosas de un grupo de amigas es el marcado acento personal que posee, y que consigue apartarse y oponerse, en gran medida, a esos dañinos discursos pseudofeministas de los que hablábamos. Lena Dunham es la creadora, guionista, directora (de la mayoría de los capítulos) y actriz de una de las últimas series de la sacrosanta HBO. Tal atesoramiento de funciones creativas por una sola persona en una serie de televisión posiblemente solo sea equiparable a la que realiza Louie C.K. en su serie Louie. Pero aparte de Leham, habría que destacar la presencia de Judd Apatow (uno de los padres de la nueva comedia norteamericana) como productor ejecutivo en la serie (5 capítulos). Donde quizás la influencia y el peso de Apatow se haga más palpable sea en la construcción del estrambótico personaje de Adam Sakler (el chico de Hannah) y la creación de los gags más atrevidos (la escena de la paja del capítulos 5) y las frases más procaces como “por qué las vírgenes se encariñan cuando sangran”.

Se compara a Dunham con una versión femenina de Woody Allen por su fragilidad corporal y el estatuto cohibido que, a través del humor, crea un personaje que se confunde con la propia figura del creador; un difícil estatuto entre realidad y ficción, lo público y lo privado. ¿Dónde acaba Lena y comienza Hannah?

Desde su anterior película Tiny Furniture (2010), Lena Dunham ha comenzado a ser vista como una joven versión femenina de Woody Allen. Lo que no quiere decir que Duham muestre a las mujeres carcomidas por la neurosis con grandes problemas existenciales o lleve gafas de pasta. Duham se aproxima a Allen en que sus cuerpos transmiten la misma fragilidad y su estatuto acomplejado, que termina por crear una dimensión compartida entre el personaje que interpretan y ellos mismos; lo que provoca una cierta disolución entre lo público y lo privado; la ficción y la realidad: ¿Cuánto Woody Allen hay en Alvy Singer? ¿Cuánto hay de Lena Duham en Hanna Horvath? Y si ahondamos en esta relación, también es posible encontrar el tono confesional, autocrítico y paródico de Allen de forma característica en la serie de Duham a través de su personaje Hanna Horvath, que como ella misma confiesa, es una gorda que se hizo los tatuajes para tener el control sobre su cuerpo. Duham tiene una forma desacomplejada y muy humorística de tocar los temas sexuales que contrasta forzosamente con el intelectualismo judío de Allen y, no obstante, está lejos de mostrar una visión frívola o gratuita. Como señalaba Rilke, el sexo y el amor son cosas difícilesii. En el segundo capítulo, cuando Hannah termina de follar con el estrafalario personaje de Adam, la escuchamos decir: “Casi me corro”. Una frase tan sincera como infrecuente que desmitifica el imaginario masculino y representa el placer femenino como algo más que un juego de niños. El póster de Sexo en Nueva York ocupa una posición central en la habitación de la tímida Shoshanna Shapiro (Zosia Mamet), sin embargo, ella es una chica sin ninguna experiencia que se pregunta: “¿por qué todo el mundo practica el sexo por aquí menos yo?” La crítica a los modelos y estereotipos femeninos, que se fomentan desde series como en Sexo en Nueva York, está implícita en gran parte de la serie. Es a través del personaje de Jessa (Jemmina Kirke) como se pone en evidencia ese modelo de feminidad y sus contradicciones. Jessa, con su pasión por la moda y el estilismo, transmite la misma imagen de altiva sofisticación que Carrie, Samanta o Charlotte en Sexo y Nueva York; su actitud indiferente, frívola y atrevida en las relaciones con los hombres debe mucho a esos personajes High Class. Con todo, el desinterés y la independencia son los vestidos con los que acuden al baile las nuevas cenicientas.

Pero más allá de las desventuras amorosas y sexuales de un grupo de chicas, Girls trata otros temas tópicos si se quiere de manera bastante notable, principalmente a través del personaje de Dunham, que ya aparecían retratados en su anterior película: el proceso de maduración, encontrar un sitio en la sociedad y la aceptación de uno mismo. Seguramente Marnie tenga razón cuando le espete a Hannah en plena discusión que es como una herida abierta y que piensa que todo el mundo está para humillarla. Su relación con los hombres y con Adam la resumía perfectamente Bernard Henry-Levy en una conversación con Françoise Giroud: “la fea está tan perturbada por ser fea. Tan estupefacta por lo que le pasa… Al principio desconfía y piensa que tiene que haber algo debajo, pero cuando ha comprendido que la cosa es seria y que el chico va en serio descubre que no conoce ni las reglas ni las consignas”.iii

Algunos/as despacharán pronto la serie porque pensarán que es una serie HBO menor, o verán un narcisismo invertido en Lena Dunham o una versión más del patito feo, pero acordaos de aquella frase de Godard cuando, en referencia al cine de papá, decía: “no podemos perdonaros por no haber filmado nunca a las chicas como nos gustan y como son”. Porque, en parte, el acierto de Girls y de Lena Dunham está en eso.

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iAguilar, Pilar: Mujer, amor, sexo en el cine español de los 90. Madrid, Fundamentos, 1998, p. 54

ii Rilke Maria, Rainer: Sobre el amor. Alianza, Madrid, 2009.

iii Lévy Bernard-Henri/ Giroud Françoise: Hombres y mujeres. Madrid, Temas de Hoy, 1993,p. 48

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