NOS DÉFAITES, de Jean-Gabriel Périot

PEDAGOGÍA FÍLMICA REVOLUCIONARIA

Hay quienes pensamos que algo no va bien en la Quinta República Francesa. Un régimen un poco caduco con un tablero político que se tambalea a menudo: un día son los chalecos amarillos, otro la cíclica insurrección de banlieu, o el baile de apoyos a nuevos o renovados partidos en cada elección (véase ahora los Verdes, antes Macron, por momentos el Frente – perdón, Agrupación – Nacional de Marine Le Pen). Con todo, los franceses todavía pueden presumir de varias cosas. Una de ellas es el gran paradigma político y cultural que supuso Mayo del 68, en el que seguramente sea el acto de contestación política más relevante de toda la historia europea en el siglo XX. Han pasado más de cincuenta años y sigue siendo un episodio que prende la llama de la revolución en los chicos más comprometidos. Sin duda, quizás por esa marca fundacional de la república, las huelgas en Francia siguen siendo deporte nacional. Hacen más los galos la huelga que nosotros vamos de cañas, que ya es decir…

Una segunda cuestión en la que nuestros vecinos pueden mostrar galones es en su desorbitada cinefilia. 213 millones de entradas vendidas el pasado año, una cifra récord, en la que destaca ese 35% de cuota de pantalla para el cine nacional. Solo el día de la reapertura de las salas tras el confinamiento por la COVID-19, asistieron a los cines de Francia un millón de espectadores. Este año el CNC tiene un presupuesto para invertir en cine patrio de 675 millones de euros. Como las comparaciones son odiosas, vamos a obviar en este artículo las cifras de España… ¿Cómo llegan los franceses a estos datos? ¿Por qué su cine es tan relevante cultural y económicamente en todo o mundo? Porque desde la fundación de esa Quinta República llevan invirtiendo en políticas de potenciación del séptimo arte. Uno de los ejes vertebradores de esta estrategia son los planes educativos, en los que el cine es materia casi transversal. ¡En Francia hay un bachillerato de cine! Sí, no de artes, específicamente de cine.

Y toda esta introducción en la que no ahorro loas al hexágono viene a contextualizar el momento y lugar en que Jean-Gabriel Périot, cineasta político por excelencia, realiza su última película, Nos défaites (2019). Al realizador le encargaron llevar a cabo un taller de cine en un aula de estos bachilleratos y se le ocurrió compartir con los chicos extractos de filmes de Mayo del 68. Hablamos de esto con un concepto amplio, no estrictamente de los documentales realizados durante las protestas, sino de todo aquel cine que se nutre ideológicamente de ese movimiento, que retrata sus consecuencias inmediatas o que anticipa la revuelta. Es el caso de La chinoise (1967) de Jean-Luc Godard, filmada en el alumbramiento de esa revolución, de la que los chicos reproducen un fragmento de la famosa lectura por parte de Jean-Pierre Léaud del libro rojo de Mao Tse-Tung ante la cámara. La idea es reinterpretar esas escenas, que ellos mismos escogieron de una selección de un total de 30 presentadas por el cineasta. Junto a esta, muy obvia – debe ser la escena más homenajeada de la historia del cine francés –, vemos otras más personales y muy diversas como La salamandre (Alain Tanner, 1971), Camarades (Marin Karmitz, 1969) o À bientôt, j’espère (Chris Marker, Mario Marret, 1968). Périot monta en el filme esta puesta en escena con los chicos seguida de un conjunto de entrevistas en las que les pregunta sus opiniones sobre los personajes que interpretan y les pone encima de la mesa conceptos como los de la huelga, la revolución o el socialismo, para que reflexionen sobre ellos partiendo de estos fragmentos como inspiración.

El resultado que se produce es el de un intercambio generacional de ideas, en el que Périot actúa como el maestro que hace las preguntas, pero no ofrece respuesta alguna. No hay en su aproximación nada de aleccionador, lo que confiere a la cinta una pureza pedagógica impresionante, sana y deseable. Uno ve que, por un lado, los estudiantes han interiorizado muy bien sus diálogos, los repiten con una seguridad de convencidos revolucionarios, pero cuando saltamos de la ficción al documental, su dialéctica se muestra dubitativa y en muchas ocasiones no son capaces de articular ni los conceptos más básicos que se arremolinan en su mente. Aún así, hay algo de ese espíritu contestatario de la juventud que está ahí. Lo que les está ofreciendo Périot son unas herramientas de las que no disponen, que pueden ser tan válidas como otras, que no impone sobre las demás, y que desde luego son útiles (como se mostrará al final de la obra). Uno puede intuir en el rostro nunca mostrado del cineasta una cierta frustración, pues es obvio que ni Mayo del 68 llega de todo vivo a 2018 (fecha de filmación de la película). Pero su actitud es ante todo la del respeto, la del intercambio cariñoso. Nos défaites es un filme en el que se aprecian, está claro, muchas derrotas políticas de la izquierda en la actitud de los chicos, a los que por lo general les cuesta concebir nada fuera del sistema capitalista. Pero también muestra cómo, con un nuevo lenguaje, están reivindicando los mismos principios de libertad, igualdad y fraternidad (palabra aquí sustituida por la solidaridad) que debieran regir a su país. Se dicen lejos de la política, algo que no les afecta o que no saben definir con exactitud, pero sus opiniones y acciones acaban por ser profundamente políticas. Y, algo que podría llamar la atención, renuncian mayoritariamente a la violencia como herramienta de cambio y reivindican en todo momento la paz, porque, sí, hasta de un asunto tan polémico como este es capaz de hacerlos hablar Périot.

Supone Nos défaites además casi que un tratado lingüístico de cómo ha evolucionado el modo de expresarse de la juventud en Francia en el último medio siglo. Al contraponer de una manera tan frontal las dos épocas, todas estas sutilezas se hacen muy evidentes. También juega Périot con esta traslación de las épocas a través de los formatos en los que filma; o, deberíamos decir, filman los alumnos, pues esta es una cinta colectiva, muy en línea con los preceptos ideológicos que aquí se defienden. Esto quiere decir que si la secuencia original se filmó en un blanco y negro muy granulado, en 1:33, así lo veremos en la reproducción que nos presentan los alumnos. Esto se monta en paralelo durante todo el metraje con el formato de vídeo “maestro” en que se realizan las entrevistas. No es una cuestión secundaria, pues Nos défaites cuenta con un epílogo filmado en vertical con un móvil que claramente remite a un episodio contemporáneo. Pronto descubrimos que se trata de la detención de un aula entera por realizar una pintada en el centro escolar, con la desmesurada respuesta por parte de las fuerzas de seguridad de retenerlos durante horas, hasta obligarlos a arrodillarse en el suelo con las manos en la cabeza. Los estudiantes de Périot imitan esa filmación que han recibido a través de redes sociales y ante la cámara ya se muestran mucho más espabilados que en los anteriores extractos. Entre una filmación y otra distan seis meses y la diferencia es que han pasado de la reproducción a la acción, organizando un movimiento para bloquear el centro en protesta por el trato dado a sus colegas. De nuevo aquí el principio de solidaridad, puesto en práctica. Lo que les está demostrando Périot es que cuentan con las herramientas dialécticas y cinematográficas para, de querer, protagonizar otro Mayo del 68. En el medio año de creación del filme estos chicos han crecido personal e intelectualmente un universo. El espectador no puede ser tan naïf de concederle al cine de Périot todo el mérito, pero no cabe duda de que ha jugado un enorme papel en la vida de estos chicos. Con suerte, los veremos pronto en las calles, protagonizando los filmes y revoluciones que consideren justos. À bientôt, j’espère.

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