Play-Doc 2023: Competición Internacional

Al amparo del cielo, de Diego Acosta

Al amparo del cielo, de Diego Acosta

El Festival Internacional de Cine de Tui, Play-Doc, abrió un año más sus puertas para enseñarnos la profundidad humana; desde la perspectiva fragmentada de la acción del trabajo, hasta el punto de vista de los sentimientos adolescentes. Del día 26 de abril al 1 de junio, la 19.ª edición del festival nos acercó nuevamente las miradas documentales con su Competición Internacional, reafirmando la importancia como medio de expresión mucho más allá de la investigación académica. En esta edición se realzaron las expresiones de la juventud, no solo retratada a través de la mirada juvenil de Mourir à Ibiza (un film en trois ètès) (2022), sino también en las jóvenes manos de sus propios creadores: Anton Balekdjian, Léo Couture e Mattéo Eustachon. Mientras tanto, el ganador del premio de la Competición Internacional fue Diego Acosta con Al amparo del cielo (2022), capaz de retratar el trabajo de los arrieros chilenos reflejando más allá de la pura acción de manejar el ganado ovino por las montañas de su país. La sensación general de las nueve piezas presentadas en esta sección nos demuestra que la mirada documental puede ir más allá de la inspección del objeto, pudiendo acercar la intangibilidad de los sentimientos a las espectadoras.

La máxima expresión de esta intangibilidad la tiene la propia Al amparo del cielo, documental centrado en las sensaciones de los arrieros de ganado ovino en las montañas de Chile; Diego Acosta toma la decisión de mostrarnos no solo la realidad y la dureza de un trabajo que pide toda la energía del cuerpo humano, sino de la propia sensación de inmensidad de la montaña y del oficio centenario, reafirmado por la decisión estética de una cuidada imagen en blanco y negro. Curiosamente, su apartado documental se centra mucho más en las sensaciones y vivencias de las personas que están trabajando que en la posible investigación o mirada curiosa ante sus acciones. Transmite las emociones no solo documentando las tareas del trabajo, sino haciendo que sintamos la presión de la montaña, cómo las ovejas pasan de individuos a convertirse en una masa única y las conversaciones pierden su significado exacto para trasladar ecos momentáneos. Se desdibuja la sensación de realidad, tenemos miedo de las bestias nocturnas y nos perdemos como arena en la inmensidad de las montañas y en la longitud de los ríos.

Quizás sentirnos pequeños en un escenario hostil haga que ganen valor todas las pequeñas acciones, por lo que tomarse el mate caliente en el merecido momento de descanso, rodeado de una complicada cordillera, tiene tanto valor como el angosto camino hasta llegar a esa parada.

Krutxalteanik Uronarat, de Marina Lameiro

Krutxalteanik Uronarat, de Marina Lameiro

Con esta sensación de identidad, Marina Lameiro nos lleva por el Pirineo Navarro en Krutxalteanik Uronarat (2022). Mientras que en la cordillera chilena sentíamos la emoción distante, en esta pieza los propios habitantes de Uztarroz nos traen el calor humano a través de la perspectiva de un día de verano en un pueblo de cerca de 150 vecinas. La mirada de Marina hace que visitemos el lugar a través de la niebla matinal que desciende desde las montañas de pastoreo hasta la piscina fluvial, todo el transcurso de un día que hace que nos sintamos en una jornada estival con su gente. En menos de media hora, la cineasta nos muestra estampas familiares, trabajos artesanales y festividades que hacen que un pueblo aparentemente perdido, se llene de vida y de una realidad social inundada por la sencillez del momento. De igual forma, camuflándose con su entorno y renegando de los ambientes hostiles de las urbes, la velocidad y el distanciamiento social, desde Japón, el director Tetsuichiro Tsuta presenta una idea similar a la revalorización de Uztarroz con La canción de la lluvia (2022), un filme centrado en la vida de dos hombres que viven alejados del ajetreo de la ciudad, en una casa sostenible de campo. Quizás la decisión estética de grabarla en blanco y negro con una cámara de 16 mm nos acerque a un mundo pasado calmado, donde las conversaciones sobre el tiempo no son circunstanciales y las relaciones personales pueden construirse en torno a la idea comunitaria. Aun así, refleja fielmente la dificultad de adaptación a un nuevo entorno de uno de sus protagonistas que, buscando un proceso intelectual a través de la tranquilidad, anhela alguna de las comodidades del mundo urbano.

Esta representación de la importancia del hogar como medio en el que nos formamos también la demuestra The Fruit Tree (2022), un corto documental que vuelve a la dicotomía de no explicarnos la acción, sino los sentimientos ligados a la misma, en este caso cambiar la vivienda de la infancia, escupiéndonos las sensaciones de olvido de lo que, en algún momento, fue tu hogar. De manera ordenada, la directora Isabelle Tollenaere divide el corto en tres partes: primeramente, la entrada en una vivienda de alquiler en California de dos mujeres, el recuerdo narrado de un hogar pasado a través de la ventana de la nueva casa y la visión poética final de ese recuerdo desde una estancia que se llena de arena, representando el olvido de lo que sentimos nuestro, meciendo la pieza entre el realismo y la inquietud poética. No es la única obra de esta Competición Internacional en mostrarnos a través de los ojos de nuestras viviendas. Welcome (2022) decide ponernos frente a una ventana que nos enseña solamente el bloque de apartamentos de un barrio de Nueva York, mezclando un diálogo entre pintura, fotografía y cine. La composición estética de un plano sencillo hace que la pieza de Jean-Claude Rousseau gane fuerza visual a través de la retirada de elementos de la repisa, un cartón batiendo contra el vidrio o el reflejo indirecto de la persona que vive en el apartamento. Todo esto, mezclado con un sonido cuidado, hace que nos sintamos inmersos en el momento y podamos vivir esa visión esquiva de los tiempos modernos, de las vidas vecinas que sentimos lejos, pero tenemos físicamente cerca. El mismo Rousseau presenta en esta sección Souvenir d’Athènes (2020), una propuesta semejante a la anterior con un plano fijo con diferentes perspectivas de la Acrópolis de Atenas, como si vigilásemos los pasos de un turista que intenta retener una postal mental de su viaje.

A canción da choiva, de Tetsuichiro Tsuta

A canción da choiva, de Tetsuichiro Tsuta

A veces estas dos ideas se mezclan, desde el distanciamiento social de las ciudades hasta el tiempo pausado del campo. La vida contemplativa en el confinamiento del coronavirus llega de la mano de John Gianvito y su obra The Grave’s Sky (2023), filmada poco a poco en tiempos de aislamiento en una finca privada de un bosque estadounidense. Mientras el mundo creado por el ser humano colapsaba, la fauna y flora seguía su curso. Gianvito nos muestra a sus vecinos: zorros, serpientes y ciervos que visitan la finca, mientras intercala imágenes de los informativos del momento, así como fragmentos del filme Vampyr (1932), de Carl Dreyer. Esta peculiar pieza nos hace revivir un momento congelado en el tiempo donde el concepto de vida y muerte era complejo y difuso, una obra documental íntima e individual de un momento de histeria colectiva.

La pieza que más nos aleja temporalmente es I morti rimangono con la bocca aperta (2022), una obra italiana firmada por Fabrizio Ferraro que nos lleva a las montañas del norte de la península del Mediterráneo, donde cuatro partisanos huyen de la ocupación fascista. Un apartado estético de contrastes que genera en su imagen en blanco y negro un pulso paisajístico donde la nieve y los árboles crean espacios desoladores; conseguir escapar parece tan lejano como mirar hacia el último pico montañoso que aparece en plano. Entre tanto, los cuatro fugitivos encuentran a una mujer que se une a ellos. El juego de planos con diagonales de los terrenos y la horizontalidad de los bosques generan la tensión necesaria en las escenas de acción y tiroteos. Una obra que nos habla de la injusticia, de la pérdida y de los duros años de las guerras y los bandos opositores a los regímenes fascistas de la Segunda Guerra Mundial.

Con todo, como filme revelación debemos destacar Mourir à Ibiza (un film en trois étés), loada por el director de la pieza ganadora, Diego Acosta, que se consolida como una obra que rompe con muchos de los preceptos del cine académico, dejando volar la imaginación en una pieza colaborativa de varias estudiantes de una escuela de cine francés. Uno de sus directores, Mattéo Eustachon, pudo asistir a su proyección en Tui, expresando al final de esta sus inquietudes artísticas y abriéndose a responder las preguntas de las espectadoras. Esta pieza, la más larga de la sección de la Competición Internacional, comenzó como proyecto entre amigos para grabar un primer corto en el verano de 2019 sobre la amistad, los amores complicados y la sensación del verano en Eivissa. Según el propio Mattéo, a raíz del primer corto, siguieron quedando durante dos veranos más hasta poder juntar las piezas y conseguir este largometraje de tres actos. Otorgándonos no solo una historia despreocupada sobre la juventud, sino una pieza documental sobre la propia evolución técnica de las creadoras. Se respira aprendizaje desde la primera toma, con actuaciones tímidas, hasta la última escena, con complicidad entre todo el equipo. El conjunto se constituye como un trabajo emotivo y de gran valor sentimental, sin olvidar el contundente trabajo técnico y de guion que tiene detrás, gracias al cual sentimos y viajamos con las protagonistas.

Mourir à Ibiza (un film en trois étés), de Anton Balekdjian, Léo Couture & Mattéo Eustachon

Mourir à Ibiza (un film en trois étés), de Anton Balekdjian, Léo Couture & Mattéo Eustachon

Comments are closed.