POLÍTICO, POÉTICO, CRIMINAL

Se abrió oficialmente esta séptima edición de Punto de Vista, Festival Internacional de Cine Documental de Navarra, con la presencia del cineasta francés Nicolas Philibert arropando la presentación en España de su último filme, Nénette. Durante su introducción, Philibert nos dejó una observación que nos va a acompañar como un mantra a lo largo de estas líneas (crónica desigual y subjetiva, irremediablemente incompleta, de lo visto, oído y sentido durante poco más o menos tres días de estancia en Pamplona).

Un filme puede ser como un crimen: premeditado o no-premeditado”, afirmó Philibert. Los programadores de Punto de Vista vienen demostrando con sus elecciones desde hace siete ediciones ya, una total determinación y premeditación en su apuesta por coordinar una muestra heterogénea y caleidoscópica (más aún si cabe dentro de la limitación habitualmente asociada al término ‘documental’) y que en su seno ofrece cobijo a las más diversas propuestas y experiencias audiovisuales.

Punto de Vista 2011

'Nénette', de Nicolas Philibert

Tras la proyección, Philibert recalcaba con orgullo y esperanza que un festival como el navarro era un modo de hacer política, de intervenir activamente en el entorno a través de las imágenes en movimiento, algo que sin duda merece ser apoyado y celebrado. A este respecto, la presente edición de Punto de Vista, por más que este año se haya visto obligada a reducir y concentrar su oferta debido a los inevitables recortes presupuestarios, ha conseguido salir airosa sin que se apreciase merma alguna en la calidad de su propuesta cinematográfica.

Si a lo criminal y lo político añadimos también lo poético (concepto caprichoso e inaprensible pero que en modo alguno resulta ajeno a gran parte de los filmes vistos y premiados durante el festival) concluiremos una vez más, que la cita con Punto de Vista es una de las más exigentes y satisfactorias dentro del panorama nacional de festivales.

No-premeditación

La pertinente observación del autor de Ser y tener (Être et avoir, 2002) sobre la ‘premeditación’ o ‘no-premeditación’ a la hora de encarar un proyecto fílmico llegaba en relación a Nénette. Aquí, Philibert se acerca a un viejo zoo parisino para filmar los pausados movimientos y melancólicas expresiones de un grupo de orangutanes entre los que se encuentra la Nénette del título, una de las más veteranas inquilinas de aquel lugar (llegada desde Borneo en 1972). A través de la minuciosa observación de los primates al otro lado del cristal, y ocultando sistemáticamente la presencia física de los visitantes del zoo, Philibert nos habla de la condición humana, de la caprichosa individualidad de nuestra visión o de asuntos políticos, haciendo hincapié particularmente en el trabajo de interrelación entre la banda de imagen y la de sonido (a través de la selección y montaje de las impresiones de los visitantes sustitutas aquí de la tradicional voice over de los documentales de animales) que se erige en verdadero comentarista indirecto y articulador de sentido último del filme. Philibert comenzó a filmar a Nénette y sus compañeros de celda de modo ‘no-premeditado’, sin una concepción previa más allá que la resultante de una primera impresión recibida durante una visita de unas pocas horas al zoo del Jardin des Plantes de Paris. En su filme todo está a la vista, en primer plano, y quizá precisamente por este motivo su alcance sea menor, su recorrido más limitado, pero esto no debería importar demasiado si estamos dispuestos a recibir la obra con la misma falta de pretensiones y generosidad de las que hace gala el cineasta francés.

Será pues entre estos dos polos (premeditación/no-premeditación) entre los que gravite la tensión dialéctica establecida en la mayor parte de filmes vistos en esta edición de Punto de Vista. Y si atendemos a dos de las Sesiones Especiales que este año pudimos disfrutar en el festival, podremos llegar a valorar con mayor exactitud esta idea.

La sesión comandada por Gabe Klinger bajo el título Young Filmmakers Rediscovered, se erigió por méritos propios como una de esas veladas mágicas, bastiones de resistencia underground, a las que nos viene acostumbrando Punto de Vista (como el pasado año, sin ir más lejos, la dedicada a la figura de Chick Strand). A través de la invocación de Rodger Larson (autor del libro Young Filmmakers (1969), “híbrido de manual técnico de filmación en super 8 y 16 mm, libro de memorias, historia de la filmografía1, en el que se basa esta retrospectiva), Klinger puso al alcance de los allí presentes una selección de filmes realizados por cineastas amateurs (Alfonso Sánchez Jr., Michael Jacobsohn, etc.) agrupados en torno a la creación de Film Clubs para jóvenes en el conflictivo Lower East Side de Nueva York de finales de los sesenta. En los variopintos cortometrajes, filmados e interpretados por no profesionales, no advertimos ápice alguno de ‘premeditación’, más bien al contrario, una constante y sana celebración de lo caótico y lo pasajero (Alfonso Sánchez Jr. rodó la fundacional The Potheads in Let’s Get Nice en 1968, con 18 años, apenas unas horas después de haber entrado en la asociación) y que pese a ello deviene un eficaz retrato de la vida e inquietudes de aquellos jóvenes de los suburbios, en los que las drogas, la violencia, la guerra de Vietnam y el delirio pop de regusto warholiano se hacen presentes en unas imágenes que conmueven por su inmediatez e irreverencia naïf.

Punto de Vista 2011

Un fotograma de 'Correspondencia Mekas/Guerín'

Por su parte, la esperada presentación de la todavía inconclusa Correspondencia Mekas/Guerin (iniciada bajo el auspicio del CCCB, al modo de las precedentes entre Erice/Kiarostami o Lacuesta/Kawase) daba otra muestra de cine ‘no-premeditado’, hallando en el formato de la carta-filmada el vehículo ideal para recoger impresiones, dudas y devaneos (filmando pensamientosen marcha’). Como sucede también con las propuestas anteriores, más interesante por el ‘quién’ que por el ‘qué’, Mekas y Guerín, Guerín y Mekas, nos muestran en cada intercambio de misivas tanto sus puntos de encuentro como sus diferencias: la naturalidad con la que el veterano cineasta-poeta lituano encara el proceso de registro visual (¡video-taping!, exclama en más de una ocasión con su marcado acento lituano, como si de un Bela Lugosi del underground se tratase), en el que cualquier concepción previa o demostración teórica sobre la construcción de imágenes parece diluirse sin esfuerzo alguno; o, por el contrario, la necesidad de recurrir siempre a cierta formalización, de establecer normas y pautas por pequeñas que éstas sean (utilización del blanco y negro, rigidez del encuadre, etc.) en la obra de José Luis Guerín.

Pero más allá de filias y fobias si hay algo que demuestra esta correspondencia es la certeza, tantas veces intuida, de que el cine, de que todas esas imágenes proyectadas en las que nos sumergimos con voracidad e inquietud, no tienen la mas mínima importancia o, lo que es lo mismo, tienen toda la importancia del mundo. Y que como Bresson recordaba (quizá en otro sentido, lo acepto) es necesario fijar una y otra vez su limite, su marco: sábana blanca, pared vertical, bi-dimensionalidad. Porque al fin y al cabo, ya sea en el gesto irónicamente despreocupado de Mekas registrando con su videocámara a sus asistentes bailando desenfrenadamente o en la gravedad algo excesiva del gesto de Guerín buscando su propio reflejo en la pupila agrandada de una mujer, todo se reduce a efectuar movimientos de despiste sobre el tiempo y la muerte, tratar de escapar de la soledad mediante el contacto con el otro ya sea mediante una carta filmada, como espectador en una sala oscura, o charlando, poco después, en una acera a las puertas de un cine de Pamplona.

Otros dos hallazgos a celebrar en esta edición (que se suman a la irrupción el pasado año del colectivo Los Hijos) fueron la inclusión en la Selección Oficial de sendos filmes españoles y que suman una muesca más en la lista de la ‘no-premeditación’. Por un lado, Ion de Sosa con su estimable True Love juega a acercar el registro del diario filmado y los ritos de la no-ficción a una concepción que por norma habitual pareciera relegada a la música popular: el desamor como punto de partida para la recolección de imágenes. Los mismos espacios vistos una y otra vez, con y sin la persona amada; presencias y ausencias, que configuran una obra peculiar y necesaria (tanto como errática e irónica) dentro del panorama nacional. “En un filme puede caber de todo”, decía alguien y tanto De Sosa como Andrés Duque en su Color perro que huye, parece que pudieran suscribirlo. El filme del venezolano afincado en Barcelona (realizador del retrato del cineasta Iván Zulueta en Ivan Z. [2004]) bucea también en el archivo personal, compuesto por fragmentos de video en quicktime, inasibles unos y ceros, como declara él mismo al inicio del filme, para configurar un recorrido poético por el imaginario privado de sus grabaciones. Una propuesta que resultó agraciada con el Premio del Público.

Premeditación

Pero también del lado de la premeditación quedan algunas de las películas más celebradas de esta edición. Más allá de las destacadas por el palmarés podemos señalar, dentro de la Sección Oficial, por ejemplo, el filme de Kevin J.Everson, Erie. Articulado en planos secuencia de 11 minutos (la extensión de una bobina estándar de 16mm) y filmada en blanco y negro, Erie ofrece un retrato un tanto opaco y huidizo de la cambiante realidad laboral de la comunidad afroamericana de Estados Unidos. Planteada por su director como un abstracto viaje del sur al norte, en la pantalla se suceden las icónicas imágenes como bloques aislados e intercambiables y que si en algunas ocasiones pecan de un exceso de simbolismo (una niña observando cómo se consume una vela o unos esforzados luchadores de esgrima), en otras ganan en concreción (tres ex empleados de General Motors hablando del inminente cierre de la planta) o capacidad evocadora (unos jóvenes ensayando canciones y bailes, o ese metafórico viaje final río arriba cruzando las cataratas del Niágara hacia la frontera con Canadá).

Pero si hay una sección en a que la ‘premeditación’ se erija como motor fundamental de las imágenes, esta es sin duda alguna La región central. Si el festival navarro está consagrado muy significativamente a la memoria de Jean Vigo (con todo lo que esto conlleva de heterogeneidad e insobornable vocación poética), esta sección no puede desprenderse de ningún modo del influjo mítico del cineasta Michael Snow, dando cabida año tras año a las propuestas más rigurosas y exigentes con el espectador en las que la experimentación y la tensión formal y discursiva caminan de la mano.

Punto de Vista 2011

'The Indian Boundary Line', de Thomas Comerford

Thom Andersen con Get Out of The Car, Patrick Keiller, mediante la densísima Robinson in Ruins, o el regreso de Sharon Lockhart a Punto de Vista con Podwórka, son algunos de los filmes que de un modo u otro centran su atención en el estudio concienzudo de los espacios, la historia y sus mutaciones. Lee Anne Schmidt y Lee Lynch abordan en The Last Buffalo Hunt un nuevo retrato sobre la sociedad del medio-oeste americano, a través del seguimiento pertinaz (a lo largo de cinco años) de las partidas de caza de búfalos que anualmente se celebran en las montañas Henry en Utah. A través de la galería de personajes retratados se desprende un preciso fresco de algunos de los valores más arraigados en las profundidades de la cultura norteamericana (con un impagable chiste sobre Obama incluido), no exento de cierto sentimiento de tristeza crepuscular: la certeza de encontrarse ante un mundo que, como los bisontes filmados, se encuentra al borde de la extinción. Por su parte, en la monumental Vapor Trail (Clark), John Gianvito se sumerge a lo largo de cuatro horas y media (y que ya esperan continuación) en la problemática relación entre Estados Unidos y Filipinas, a través del contacto que el cineasta establece con una ONG local encargada de denunciar cómo la contaminación producida por el abandono de las bases militares norteamericanas afecta a la salud de la población más desfavorecida del extrarradio de Manila. El filme de Gianvito busca el KO técnico a los puntos, acumulando uno tras otro testimonios de lugareños y buceando en la historia y las declaraciones de los representantes de la ONG, sostenidas en planos fijos de larga duración. Un juego peligroso (el documental de entrevistas ideológicamente comprometido) que gana fuerza cuando profundiza en la raíz económica e histórica de los problemas que plantea sirviéndose de imágenes de archivo, bloques de texto sobre la pantalla en negro o la utilización rítmica y explicativa de la voz en off.

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(1) KLINGER Gabe, Young Filmmakers Rediscovered. Catálogo del Festival Internacional de Cine Documental de Navarra, Punto de Vista, 2011

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