¿QUÉ PASÓ CON LAS SALAS DE VERSIÓN ORIGINAL?

La utopía cinéfila consiste en tener una sala que programe cine en versión original a la vuelta de la esquina, pero esa fantasía está cada vez más lejos de la realidad. El cierre de la distribuidora Alta Films, junto con el declive de los Cines Renoir, evidenció esta pasada primavera la fragilidad del sector. El mismo día en el que se conoció esa noticia, nosotros, ilusos, comenzamos a organizar un debate sobre la situación de las salas en versión original a nivel estatal que finalmente nunca llegó a celebrarse por falta de tiempo, interés y, sobre todo, oportunidad. Parece que este no es el momento adecuado para hablar de este tema, porque a ninguna empresa le gusta reconocer sus dificultades, y mucho menos revelar su estrategia, cuando los números no cuadran.

El debate que nunca existió

Los motivos que nos impidieron desarrollar este debate resultan curiosamente sintomáticos del momento que atraviesa el sector. A lo largo de todo un mes de preparativos recibimos toda clase respuestas evasivas o, directamente, negativas. Desde los Cines Verdi de Barcelona, por ejemplo, su programador Ricard Almazán rechazó nuestra invitación al día siguiente del anuncio del cierre de Alta Films con un mensaje que decía, simplemente, “en estos momentos no queremos entrar en ningún tipo de declaraciones sobre dicho tema”. Las conversaciones con Javier Mamés, programador de los Cines Aragonia de Zaragoza, fueron algo más largas, pero antes de declinar nuestra propuesta por falta de tiempo nos reveló una de las cuestiones que están de fondo en esta reticencia generalizada: “no depende tanto de mi voluntad, sino de lo que decidan desde arriba”. Por último, la programadora de los Cines Yelmo, Eva Rekettyei, llegó aún más lejos en su respuesta: “estuve leyendo vuestros anteriores debates y son poco menos que una lección magistral, y claro, hay muchas cosas que yo no sé si puedo o si debo decir”.

Hace justo un mes, a raíz de un artículo publicado en El País que se titulaba ‘¿Cines en Crisis? Rebajas a la vista‘, el programador del Aula de Cine de la Universidad de Zaragoza, Toni Alarcón, celebraba el cambio de actitud de los exhibidores cinematográficos, que por fin se mostraban dispuestos a hacer un poco de autocrítica. Tras pasar meses echándole la culpa de la bajada de sus recaudaciones a la piratería, a la subida del IVA, a la falta de apoyo del gobierno o incluso a la falta de compromiso de los espectadores, los empresarios del sector reconocían su parte de responsabilidad y se reunían para acordar medidas conjuntas para intentar recuperar al público que habían perdido. Al margen de esta buena voluntad, Toni Alarcón señalaba que ahora el mayor problema es que los exhibidores carecen de un proyecto o estrategia común a medio o largo plazo. De ahí parte de las reticencias que mostraban los programadores que contactamos para participar en nuestro debate frustrado: no se puede debatir sobre lo que no se sabe, sobre lo que no depende de ellos, o sobre lo que no se puede revelar todavía.

Cines Cineciutat, Palma de Mallorca

Esa desorientación se traduce, por ahora, en una fase pasajera de experimentación en la que encajan experiencias como los Cines Cineciutat de Mallorca, cuya programación se financia mediante las cuotas anuales que pagan sus socios, o iniciativas como Cinesa Rewind, en la que esta cadena de multisalas recupera una serie de títulos estadounidenses muy conocidos en plena temporada estival: su selección va desde Some Like It Hot (Billy Wilder, 1959) hasta Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994) pasando por Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976), Terminator (James Cameron, 1984) o Full Metal Jacket (Stanley Kubrick, 1987) entre otras películas de los años setenta y ochenta. En este caso, la novedad no se encuentra tanto en el recurso a los reestrenos, que llevan años infiltrándose en la cartelera comercial, sino en el formato que adopta esta campaña: su tráiler promocional apela directamente a la nostalgia de aquellos espectadores de entre treinta y cincuenta años que dejaron de asistir a las salas cuando el trabajo, la familia, la pobreza o simplemente la vida les obligó a cambiar de hábitos.

Estas experiencias sugieren que la tendencia actual del sector ya no va dirigida a la captación de nuevos espectadores, sino al retorno y fidelización de los ya existentes. Ante la amenaza de que el modelo de negocio esté agotado, los exhibidores parecen estar dispuestos a probar suerte diversificando su oferta, al menos en el campo de la versión original. Así, a finales del mes de mayo se dio la paradoja en Zaragoza de que era posible ver películas en versión original que respondían a cuatro temporalidades diferentes: en primer lugar, el presente inmediato estaba representado por los grandes estrenos del mes, como Stoker (Park Chan-wook, 2013) o The Great Gatsby (Baz Luhrmann, 2013); después, el pasado reciente seguía de actualidad mediante estrenos que llegaban con más de un año de retraso a la ciudad, caso de Faust (Aleksandr Sokurov, 2011) o Kiseki (Hirokazu Koreeda); a continuación venía el pasado nostálgico de las proyecciones de Cinesa Rewind; y por último la programación atemporal de la filmoteca de la ciudad, que combinaba un ciclo dedicado a Leo McCarey con otro sobre el roman porno de la productora japonesa Nikkatsu.

Con esta cartelera, cada cinéfilo podía elegir en que tiempo quería vivir… pero sería ingenuo pensar que tanta oferta es una buen señal, cuando más bien deja ver una política de programación errática. ¿A qué viene a estrenar Faust con más de un año de retraso respecto a su estreno estatal y casi dos años después de que ganara el León de Oro de Venecia? ¿Por qué se apuesta ahora por ella si no se hizo en su momento? Quizás, porque las relaciones entre las distribuidoras y los exhibidores están cambiando la mayor velocidad de la habitual para hacer frente a una situación adversa en la que todos pierden.

Faust (Aleksandr Sokurov, 2011)

El caso sevillano

Los dos programadores que sí colaboraron con nosotros para celebrar ese debate fueron Doménec Boronat, de los Cines Cineciutat de Mallorca, con el que hace unas semanas ya publicamos una entrevista, y Víctor Anaya, de los Cines Avenida UCC de Sevilla. Este último nos explicó que su público responde la dos perfiles muy diferenciados: por una parte están los espectadores autóctonos de cine en versión original, que sería el público genuino de estas salas, al que va dirigida la mayor parte de su programación; y por otra parte están los espectadores extranjeros que viven en la ciudad, que en su mayoría son estudiantes. Estas son sus descripciones detalladas:

El público autóctono tiene un nivel cultural medio alto y está informado de la actualidad cinematográfica. Sabe lo que quiere ver, se preocupa de leer sobre los estrenos y sigue las críticas que se publican en los medios. Este tipo de público demanda un cine más comprometido y de calidad contrastada, ‘nos exige’ las películas que se llevan premios en los festivales internacionales más importantes. Es un público fiel a los directores consagrados.

El otro tipo de público son los estudiantes extranjeros que viven en Sevilla. Normalmente están aquí por periodos de un año como mínimo, y van al cine como una opción más de ocio. Aunque algunos hacen el esfuerzo por ver las películas dobladas, la mayoría las prefiere ver en VOSE. De ahí que en contados ocasiones y con estrenos muy importantes, programemos algún blockbuster en el cine Avenida. Solo lo hacemos con los grandes estrenos estadounidenses, ya que el interés (y la recaudación) baja mucho si la versión original no es inglesa. Además, estos blockbusters también atraen a un tipo de público español que le gusta el cine comercial y que quiere ver la película en versión original porque está estudiando (o ya sabe) inglés

Avenida 5 Cines UCC, Sevilla

Esta tipología señala tanto las fortalezas como las contradicciones del modelo que sigue actualmente la mayor parte de las salas de versión original del estado: si bien son capaces de atraer a públicos diversos, el esfuerzo por atender a sus respectivas demandas impide profundizar en una única línea de programación. Por lo tanto, el futuro no pasa por la especialización de la oferta, sino por su capacidad de adaptación. Hay quien verá en esta heterogeneidad una amenaza al viejo concepto de las salas de versión original, que heredaba el espíritu (y parte del público) de las salas de arte y ensayo: antes, quien defendía la versión original, defendía también un cine ‘diferente’. Sin embargo, el concepto mismo de la diferencia está en crisis desde que el mercado comprendió que los consumidores utilizaban sus prácticas segmentadas para distinguirse de esa masa difusa que sería la mayoría de la población. Por eso, para el mercado, todos somos igual de diferentes: lo que importa ahora no es tanto el producto exacto que consumimos (una película de James Cameron o una de Pedro Costa) como la dinámica que guía nuestro consumo. Por eso, en los Cines Avenida UCC de Sevilla saben que el márketing de las salas de versión original es diferente al de las salas comerciales, ya que va dirigida a “un público más exigente, muy fiel y que valora más una promoción en el precio que un regalo de merchandasing o palomitas”.

¿Cuánto tardará entonces el público de versión original en demandar merchandising y palomitas? ¿Tendrá tiempo siquiera demandar estos productos? Porque, a pesar de que la digitalización abra nuevas posibilidades, como afirma Víctor Anaya, las críticas actuales a este proceso señalan que sólo las grandes cadenas de exhibidores pueden completarlo con éxito: nuestro colaborador Miguel Blanco recordaba hace unos días en un debate improvisado en Facebook a raíz del cierre de los Cines Valle-Inclán de Santiago de Compostela que “las salas pequeñas no tienen dinero para hacer la conversión digital, y por lo tanto, cierran (…), bien sea por no querer hacerla, o bien por hacerla y no poder salir adelante”. De seguir en esta línea, nos vamos a ir quedando poco a poco sin salas, ya sean de versión original o no, pese al esfuerzo de los programadores por mantenerlas en activo. Habrá que ver si este escenario es solamente una distopía catastrofista del presente, en vez de una previsión realista de futuro. Por ahora, en el corto plazo, la exhibición pública de cine en versión original dependerá de la habilidad de empresarios y programadores para reencontrarse con su público, por lo que en esta época de mínimos debemos darle la bienvenida a todos sus experimentos. En el mejor de los casos, de aí puede salir la fórmula que asegure la continuidad de las proyecciones en versión original.

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