TÓDALAS MULLERES QUE COÑEZO, de Xiana do Teixeiro

Se apagan las luces de la sala y en la pantalla aparece la intermitente imagen fragmentada de una Nina Simone, vestida con sus característicos colores y respondiendo con espontaneidad, sinceridad y poética a un entrevistador que le pregunta “¿Qué significa ser libre?”. La artista le da un par de vueltas a la pregunta, pero concluye diciendo, de forma rotunda, que para ella ser libre es no tener miedo.

Así empieza Tódalas mulleres que coñezo (Xiana do Teixeiro, 2018), un perfecto entrante que nos deja un sentimiento ácido en el cuerpo y que avecina, de forma sutil, el relato, o mejor dicho el conjunto de relatos, que se nos va a mostrar: distintas mujeres, de diversas edades, hablando de como la violencia machista de la calle forma parte de su día a día. Dividida en tres partes que albergan la voz de tres generaciones, esta película se convierte en un espacio íntimo de confesiones y reflexión. Un espacio en lo que lo personal se vuelve político.03_mulleres

Vemos a un grupo de mujeres en una terraza cualquiera, con unas cervezas. Entre ellas Xiana, la directora de la película. Imágenes sencillas, en blanco y negro, con cámara fija o en mano. Primeros planos. Todo empieza de golpe, sin anestesia ni adornos introductorios para hacer cuerpo o para no asustar al público. Una de las chicas cuenta su experiencia con un acosador que tuvo, el cual la seguía por la calle, incluso a su casa, y cómo se vio indefensa ante el proceso judicial que tenía que asumir si quería deshacerse de él por la vía legal. Confiesa, además, la culpabilidad y vergüenza que sintió por si aquella supuesta denuncia que le pondría perjudicaba a su vida: la vida del hombre que la llevaba atemorizando semanas. A esta narración la suceden muchas más. Historias sobre persecuciones nocturnas tras noches de fiesta, miedo ante viajar solas a lugares desconocidos, técnicas de autodefensa ante posibles ataques, narraciones sobre agresiones sufridas… Todo esto sumado a anécdotas, tomadas como surrealistas, de una sociedad patriarcal en la que crecieron siendo mujeres y en la que fueron educadas en actitudes y comportamientos en los que la culpa, directa o indirectamente, siempre era de una misma. Donde las propias mujeres, a través de las figuras de las madres, siguieron inculcando, a veces sin querer, valores machistas que condicionaron de alguna forma su comportamiento.

Las risas y los rostros serios se intercambian de unas a otras entre cada relato y alguna lágrima aparece reclamando justicia. Un cóctel de emociones inunda la atmósfera de la terraza que habitan estas amigas durante un rato. Tódalas mulleres que coñezo propone, como mencionaba Xiana do Teixeiro en una entrevista, construir un discurso propio sobre las experiencias de las mujeres y sus cuerpos, ya que considera que es algo que se nos había expropiado, por lo que ve la elaboración del discurso como un hecho fundamental. Y cualquiera espectadora es incapaz de no sentirse una más al asistir a esta reunión fílmica, reviviendo hechos que, como bien declara la película, nos sucedieron y nos siguen sucediendo a todas.

Este documental plantea una reflexión continua, un debate abierto que viaja de unos lugares a otros en busca de nuevos puntos de vista, miradas distintas, pero también cotidianas, que ayuden a ver cuáles son los problemas que se dan en la sociedad para que, en pleno siglo XXI, la violencia machista siga vigente y de forma tan actica. Es por esto que esta conversación a la que asistimos en la primera parte de la película, es proyectada de nuevo ante distintos públicos: uno de mujeres más adultas (muchas de ellas con descendencia) y un mixto de jóvenes de instituto. El primero muestra una preocupación real por la educación que reciben las nuevas generaciones y de cómo ésta es una herramienta imprescindible para criar a las mujeres y hombres del futuro desde una perspectiva feminista. El segundo, encuentra un espacio de seguridad y confianza para poder expresarse, declarando, ellas, que sufren la opresión patriarcal constantemente, mismo en sus propias casas y ellos, que no imaginaban que el problema fuese tan serio y que se sienten consternados ante dicha situación.

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Este es el único punto de vista masculino que encontramos en toda la película, ya que Tódalas mulleres que coñezo no se centra en buscar una opinión general de la sociedad respecto a este tema, sino en hacer que esta se detenga, por un momento, a escucha lo que las mujeres tienen que decir después de pasar silenciadas durante tanto tiempo. Esta película es eso. Una película que hace pensar, que hace cuestionarse todas las normas morales que se han adquirido, todos y cada uno de los hechos y vivencias que se experimentaron al respecto de esto y a lo largo de los años, para intentar averiguar que es lo que no está funcionando. Una película sobria, tremendamente sencilla a nivel técnico y de imagen. Sin decoraciones. Pero llena de silencios que cortan como cuchillos y de suspiros que lo dicen todo. Con un poder narrativo muy claro y muy fuerte.

Esta película incita al debate y a la meditación constante, que cambia de escenario pero que siempre prosigue. En voz de otras mujeres, encarnada en otras vidas, en otras experiencias. Las historias son parecidas, se repiten con pocas variantes y los miedos son los mismos. Este documental no nos contenta con un final cerrado que otorgue una conclusión sobre cuál es la solución a esta situación o cuales son las armas para luchar contra esta asfixiante opresión. Las ideas, hipótesis y suposiciones viajan de un lugar a otro durante toda la película sin materializarse en un acto real, permaneciendo en un espacio y en el corazón de las participantes. ¿Pero no será, tal vez, la propia película la respuesta que estábamos buscando? ¿No será un incentivo feminista, un punto de inflexión para la construcción de un espacio de seguridad y entendimiento donde hombres y mujeres apuesten por la lucha activa contra la violencia machista? Está claro que, por lo menos, Tódalas mulleres que coñezo es un paso adelante. Una apuesta por hablar claramente de un problema real que afecta e infecta a la sociedad. Un camino hacia la igualdad y la libertad. Y es que, como mencionaba Nina, la libertad implica la ausencia de miedo y, claramente, Xiana do Teixeiro, consigue concederle al público ese privilegio durante los 71 minutos que dura su película.

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