Viennale 2022: Saint-Omer, L’envol y All the Beauty and the Bloodshed

Saint-Omer (Alice Diop, 2022)

Saint-Omer (Alice Diop, 2022)

A Cuarta Parede visitó por primera vez este año la Viennale (20 de octubre – 1 de noviembre, Viena, Austria). Además de por sus cuidadas retrospectivas —este año dedicadas a Yoshida Yoshishige, Elaine May y a Ebrahim Golestan en el centenario de su nacimiento—, el festival es sobre todo conocido por ser el certamen de los certámenes en Europa, presentando una diversa y enorme selección de lo mejor del año, sin poner los filmes a competición. De entre todo lo visto, no se puede dejar de hablar de ciertas cintas que están marcando la temporada.

La primera de ellas es Saint-Omer (2022), de la realizadora francesa, cuya familia tiene origen en Senegal, Alice Diop. Tras varios documentales notables como La permanence (2016) y Nous (2021), se atreve con su primer largo de ficción, un drama judicial que vendría siendo la versión femenina de 12 hombres sin piedad (12 Angry Men, Sidney Lumet, 1957). La mujer acusada, de nombre Laurence Coly, procedente de Dakar y —es importante decirlo— de raza negra, ha matado a su hija de año y medio de forma inexplicable. A pesar de reconocer los hechos, se pronuncia como inocente, alegando que algún tipo de maldición ha debido ser la causa de acto tan atroz, por el que se culpabiliza y no comprende por qué lo ha cometido.

La cinta no tarda en ponernos en situación, aunque su prólogo muestra a otra chica, llamada Rama, también negra, ofreciendo una clase de literatura. Mientras proyecta imágenes de archivo filmadas en la Segunda Guerra Mundial de las mujeres que eran rapadas públicamente por haber sido próximas a los nazis, lee un fragmento de Hiroshima, mon amour (1960) —la novela—, de Marguerite Duras. De este modo, Diop ya nos indica que el filme va a reflexionar sobre el concepto de la justicia. Pero hay una segunda referencia literaria de igual o mayor importancia: el mito de Medea, que juega un relevante papel en la novela que la protagonista está escribiendo. Llamada como jurado popular al proceso de Laurence, se ve obligada a confrontar estos conceptos teóricos con los que trabaja con la realidad de una mujer que bien podría reconocerse en cualquiera de estos dos textos literarios. El juicio acaba por impactar en ella de un modo muy personal que la remite a sus recuerdos familiares y a la situación en la que se encuentra en ese momento con su pareja.

La raza, en efecto, importa, porque la forma en la que es tratada la acusada acaba por verse condicionada por la misma. El padre biológico de la niña esconde su relación extramatrimonial con Laurence; el abogado de la acusación cree que esa unión está motivada por motivos prácticos y que la mujer deseaba beneficiarse de ella económica y socialmente, vista su procedencia humilde; la directora de la tesis de Coly considera extraño que decidiese centrarse en la filosofía de Arthur Schopenhauer, cuando es alguien muy apartado de su origen cultural, y los medios citan con asombro el discurso tan coherente y bien armado de la chica, como si por ser negra no pudiese tener una formación académica elevada. La raza, por lo tanto, importa en el filme; pero no es en absoluto el conflicto central. Su cualidad más sorprendente es cómo trata con absoluta justicia todos los discursos de cada una de las personas que intervienen en el juicio, sin realizar retratos sencillos o maniqueos que promuevan soluciones militantes. Ante tal exposición, es el espectador quien debe juzgar, ¿pero cómo ofrecer un veredicto cuando todos pueden llevar la razón o quizás ninguno?

Otro de los puntos fuertes de la propuesta es su puesta en escena. Cuando Rama mira desde el público, panorámicas que van de un lado a otro de la sala recogen las actitudes de las distintas personas allí presentes; pero cuando se ofrece un relato oral, Diop apenas aparta la cámara de sus personajes, exceptuando los momentos en los que el contraplano de Rama nos indica cómo recibe ciertas informaciones. Es un filme construido con inteligencia y quieta precisión desde el lugar de alguien que observa sin juzgar. Es una cinta cimentada en sutiles juegos de miradas, que las actrices deben soportar. Y están todas magníficas, desde las protagonistas Kayije Kagame y Guslagie Malanga, hasta las secundarias Valérie Dréville y Aurélia Peti, como jueza y abogada de la defensa respectivamente. Es esta última quien, en su discurso final mirando a cámara, intenta apelar a los lazos de la maternidad para probar que Laurence Coly sufre una enfermedad mental y que debiera ser tratada, no encerrada, porque si no no se comprenderían sus actos. Aquí aparece Medea.

La idea de Diop de romper en esta escena la cuarta pared es brillante. Petit está dirigiéndose a los espectadores como si nosotros mismos fuésemos ese jurado popular. Y no ofrece conclusiones. Lo que sí está claro es que los miedos vinculados a la maternidad y a la concepción, pero también la certeza de los fuertes lazos que se crean entre madre e hija desde el embarazo, condicionan la visión de todas las mujeres presentes en la sala. Diop decide mostrarnos con mucho cariño los rostros de cada una de ellas cuando escuchan este discurso. Y no hay ninguna que de alguna manera no se sienta interpelada. El nerviosismo que se muestra en un labio torcido, los ojos que no saben dónde mirar o una lágrima contenida son algunos de los gestos que indican que estas mujeres están sufriendo un terremoto interior que solo ellas conocen.

En definitiva, Saint-Omer es un filme ambiguo, que ofrece más preguntas que respuestas, con una intensa puesta en escena y unas interpretaciones magníficas, apoyadas en un texto igual de sorprendente. Todo atrapa la atención de inicio a fin, sin que la cinta pierda su relevancia ni por un minuto. Una obra mayúscula, seguramente la mejor ópera prima de ficción que este cronista haya visto desde El hijo de Saúl (Saul fia, Laszló Nemes, 2015).

All the Beauty and the Bloodshed (Laura Poitras, 2022)

All the Beauty and the Bloodshed (Laura Poitras, 2022)

De juicios también va All the Beauty and the Bloodshed (Laura Poitras, 2022), la flamante ganadora del festival de Venecia —y, esta apuesta no se paga, del Oscar al mejor documental—. El proceso en cuestión es a la familia Sackler por la supuesta muerte causada por consumo de opiáceos de millones de personas en todo el mundo, que ellos comercializan. El más conocido de estos medicamentos es el Valium. Además, este poderoso clan invierte mucho en el mercado del arte, habiendo realizado importantes donaciones a los museos más importantes del mundo, como el Guggenheim o el Louvre.

La cinta sigue la cruzada de la artista Nan Goldin, que sufrió los efectos de estas drogas, para llevar ante la justicia a los Sackler a través de su grupo P.A.I.N., creado a estos efectos. Así, Poitras decide montar en paralelo la faceta de la Goldin activista con la de la Goldin artista. Divide la cinta en seis capítulos, iniciados en cada ocasión con la presentación de los álbumes de la fotógrafa neoyorquina mientras ella explica sus vínculos personales con cada obra. De este modo, el documental es biográfico, pero también sobre su arte. Todo se ordena de manera cronológica. El proceso de filmación es de cámara en mano para las partes del activismo cuando realizan acciones, a menudo con imágenes sacadas de dispositivos móviles, mientras que para las reuniones del grupo la aproximación es de cine directo al estilo Frederick Wiseman. Todo se va hilando con entrevistas de cabezas cortadas, que guían la narración; en contraste con las fotografías de Goldin y su voz en off. También hay mucho material de archivo que documenta la escena artística de la época, incluyendo filmes de ficción de compañeras como Vivienne Dick o Bette Gordon.

A pesar de contar con excelentes materiales, Poitras opta por un montaje que privilegia la carga dramática en vez del análisis de los hechos, entregando un filme que se adhiere a la causa militante de Poitras con herramientas de manipulación sentimental realmente detestables. Cada acorde musical está ahí para hacerte sentir pena de esas personas que sufren los efectos de la droga; no se corta en mostrar los momentos en los que se derrumban, de forma absolutamente gratuita e innecesaria. Incluso en la muestra de instantáneas de Goldin, no hay más que intrusivas ediciones musicales que no dejan gozar de la obra como tal, y la selección de extractos de las entrevistas con ella apunta más hacia la tragedia familiar de la fotógrafa y los elementos más escabrosos de su vida que hacia un retrato completo de su vida. En definitiva, All the Beauty and the Bloodshed es una cinta egocéntrica y oportunista que toma lo peor del cine militante para servir a unos intereses propios de la peor prensa amarilla. Un absoluto desastre. Mejor revisar los álbumes de la gran Nan Goldin y apartarse de este monstruo.

L'envol (Pietro Marcello, 2022)

L’envol (Pietro Marcello, 2022)

La tercera cinta en la que nos fijaremos es L’envol (Pietro Marcello, 2022), que en España se va a distribuir como Scarlet. Lo último del autor de Martin Eden (2019) supone un viraje en sus temas, aunque guarda una relación directa con su obra documental y de ficción previa. Como en la citada, toma material de archivo coloreado de la Primera Guerra Mundial para incrustarlo en un ambiente rural en el que se advierten ciertos anacronismos, jugando al despiste histórico. Estamos, en todo caso, a inicios del siglo XX, la ambientación es más precisa que en su anterior largometraje. Pero L’envol quizás conecte con sus primeros documentales, en el sentido en que existe en ella un acusado realismo mágico que la sumerge por completo en el universo de los cuentos infantiles.

La historia gira en torno a un soldado que vuelve de la Gran Guerra condecorado y herido. Se dedica a tallar madera y su aspecto es el de un ogro bonachón. Corpulento y con las extremidades hinchadas por el trabajo, enternecen esos planos de su hija, un bebé, agarrando con su mano los dedos como morcillas del padre. Esa niña, Scarlet, que se quedó sin madre durante el conflicto, será criada por su progenitor hasta convertirse en una chica bella e inteligente. L’envol es un cuento de hadas precioso, en el que los monstruos no tienen garras ni cola de león, sino que se presentan de maneras mundanas igualmente opresivas y peligrosas. Una bonita y delicada fábula en contra de toda estigmatización.

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