THE FORGOTTEN SPACE, de Allan Sekula & Nöel Burch

Nunca es tarde si la peli es buena: el miniciclo ‘El Estado del Mundo’, que el CGAI ha organizado a lo largo de esta semana, nos ofrece una buena oportunidad para revisar este documental que en su día no tuvo la difusión que merece.

Partiendo de la poderosa metáfora de un barco portacontenedores que cruza el mar con destino ignoto, la pareja creativa formada por el fotógrafo Allan Sekula y el teórico y cineasta Nöel Burch compone un retrato eficaz del funcionamiento y actual decadencia del capitalismo. Más allá de su inventiva formal y marcado carácter político, The Forgotten Space (Noël Burch y Allan Sekula, 2010) constituye ante todo un análisis clarividente y didáctico de cómo el neoliberalismo fagocita lugares y personas en aras del beneficio económico, sin que eso haya servido para frenar su crisis.

El barco oxidado del capitalismo

El transporte marítimo de mercancías, que supone el 90% del comercio mundial, es la escusa que Sekula y Burch utilizan para mostrar con ojo crítico el punto muerto al que ha llegado el sistema tras décadas de vorágine productiva y consumista. La reflexión que impregna este documental no solo se centra en los datos macroeconómicos o en las ingentes infraestructuras que hacen posible el comercio marítimo, sino en los pequeños testimonios de aquellos que han sido engullidos y olvidados por la maquinaria neoliberal, ya sean los habitantes de un pequeño pueblo pesquero de Flandes al borde de la desaparición, las criadas hongkonesas que viven en régimen de semiesclavitud, los solitarios marineros malayos de un carguero coreano, los trabajadores de una fábrica china o los ‘sin techo’ de la ciudad californiana de Ontario, que viven aislados del mundo como si fuesen animales de una reserva. Todos ellos son piezas de un mismo puzzle en el que el progreso y el avance económico no son sinónimo, ni mucho menos, de bienestar. «¿Economía para quién?«, se pregunta uno de los expertos entrevistados. Y es que la visión coral contribuye a dar más fuerza a la narración de la película, que rara vez llega a caer en la autocomplacencia. El segmento dedicado a la reconversión del puerto de Bilbao, por ejemplo, admite incluso una lectura positiva: la cultura, representada por el Guggenheim, se perfila como una alternativa a los despojos de la industria.

Junto a la capital vizcaína, Rotterdam, Los Angeles y Hong Kong componen un mapa portuario y documental por el que nos transporta la voz del propio Sekula, que en ningún momento intenta mantener una actitud aséptica. Al contrario, el fotógrafo transforma el relato en algo personal para incidir en que él mismo también forma parte de los damnificados por el sistema. De todas maneras, la película también presenta algunas cuestiones reprochables, como el hecho de que señale con el dedo los males del sistema capitalista apuntando a una revolución de los obreros chinos como utópico revulsivo, sin reconocer en paralelo que las ínfimas condiciones laborales en el país asiático se han originado precisamente en un régimen comunista.

¿Dan pues Sekula y Burch alguna solución al problema que analizan en su documental? Probablemente no, o al menos no dicen nada que no se haya dicho ya desde postulados marxistas de hace siglo y medio, pero lo que sí tiene mérito es su visión sin artificios y casi premonitoria (la cinta se rodó en 2009) de una crisis que, cuatro años después, sigue vigente y sin solución a corto plazo. Por este motivo, The Forgotten Space se sitúa en la estela de una serie de obras que abordan la situación socioeconómica actual desde distintos ángulos con el denominador común de denunciar los estragos de la lógica neoliberal y la globalización sin escrúpulos (el propio Sekula condensó esta idea en un libro previo llamado Fish Story). Ahora, tras este documental, ya nunca veremos igual un simple contenedor, esa especie de caja de Pandora que viaja plácidamente de un país a otro por mar portando todos los males del mundo.

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