URXA, de Carlos Piñeiro e Alfredo García Pinal

El 24 de noviembre de 1989, en el Teatro Cine Fraga de Vigo, tenía lugar el estreno público de Urxa, escrita y dirigida por Carlos Piñeiro y Alfredo García Pinal, durante la segunda jornada de aquel hito histórico llamado Cinegalicia. Tal y como apuntaban algunas crónicas del momento, la película partía desde el inicio como el “patito feo” (Acuña, 1989) de la selección, y pasó relativamente desapercibida en comparación con los otros dos largometrajes que conformaron el programa (Continental, de Xavier Villaverde, y la Sempre Xonxa de Chano Piñeiro, que acaparó todas las miradas). Del mismo modo, al volver a ella 30 años después, posiblemente sea la obra que más se ha resentido con el paso del tiempo, resultando especialmente apropiado someterla a una relectura contemporánea.

La película está dividida en tres capítulos o relatos breves, ideados originalmente como cortometrajes independientes, que narran tres momentos en la vida de Urxa (personaje titular interpretado por Luma Gómez), una mujer con poderes sobrenaturales que representa el estereotipo de la bruja en la tradición gallega. El primero de ellos, ‘El medallón de Urxa’, está ambientado a comienzos del siglo XX y se centra en el traspaso de poder atávicos entre la vieja sacerdotisa y su discípula, Ádega, a través de un macabro ritual. Este primer relato se encuadra en el género fantástico, valiéndose del folclorismo gallego para presentar una historia con componentes simbólicos sobre la custodia de los saberes tradicionales. El segundo capítulo, ‘El arcón de Petro Xesto’, es una adaptación de un relato de Carlos García Reigosa que nos traslada hasta los años 40, presentando una historia de corte más costumbrista. En esta ocasión nos encontramos con un indiano que vuelve a su pueblo natal y decide enterrar un baúl donde aparentemente guarda toda la fortuna que acumuló en el extranjero, desatando una suerte de fiebre del oro entre los habitantes del lugar. Urxa-Ádega, amiga de la infancia y antiguo interés romántico del indiano, actúa como cómplice ayudando a preservar su secreto. Por último, ‘El ídolo de Mider’ (inspirado en el relato de Julio Cortázar ‘Él ídolo de las cícladas’) es un cuento de terror con trazos lovecraftianos centrado en un grupo de arqueólogos que, tras descubrir unas antiguas reliquias, acaba desatando una maldición ancestral.



La estructura en tres episodios, únicamente ligados por la endeble presencia de Urxa (que se va haciendo más anecdótica a medida que avanza la película), hace que la obra adolezca de cierta irregularidad y falta de ritmo. Además de su escaso peso narrativo, el personaje de Urxa nunca llega a funcionar como un auténtico elemento de cohesión entre los tres relatos, que presentan un guion un tanto confuso e inconexo. En el momento de su estreno, la mayor parte de la crítica se mostró indulgente ante estas carencias, destacando el escaso presupuesto de la cinta y lo apresurado del proceso de reescritura y ensamblaje de las tres historias en un único largometraje. Con todo, las limitaciones económicas y temporales difícilmente excusan algunos de los problemas de base que también presenta la obra, y que tienen más que ver con un posicionamiento ideológico y una interpretación concreta de nuestra cultura.

A pesar de tratarse de un más que loable intento por abrir nuevas vías en la cinematografía nacional (esto es, desarrollar una suerte de cine de género y serie B en lengua gallega, que pudiera posicionarse y competir en un mercado global), la explotación de ciertos tópicos populares supone una estrategia cuanto menos problemática. Mientras que en un primero momento la película puede resultar estimulante para un público internacional por su “exotismo”, en el fondo presenta una visión bastante limitada de la iconografía y la sociedad gallegas, así como de algunos problemas históricos como la emigración o la represión (apenas esbozados en un segundo plano). La propia Urxa no es más que una versión parcial y distorsionada de la bruja rural, que responde a algunas de las descripciones recogidas por el profesor Carmelo Lisón (1979): “mujeres de cierta edad”, de “carácter irascible” y “comportamiento poco cívico”, “viejas murmuradoras” y “entrometidas” de cuya “actividad maléfica” es necesario protegerse. Se aprecia, por tanto, un interés antropológico y una voluntad real por internacionalizar la cultura gallega, pero ofreciendo una imagen superficial y restringida a estereotipos.

Cabe destacar que, a excepción del director de fotografía, Javier Serrano, el equipo de la película estaba integrado en su totalidad por gallegos. Sin embargo, resulta evidente su falta de experiencia a la hora de acometer un proyecto de estas características. A pesar de contar con un reparto solvente, en el que sobresalen nombres como Miguel de Lira, Ernesto Chao o la propia Luma Gómez, las interpretaciones son en muchos casos excesivamente forzadas y teatrales, cuando no ligeramente paródicas, probablemente debido a cierta torpeza en la dirección. Con todo, las virtudes de Urxa también merecen ser destacadas. Más allá del voluntarismo y las buenas intenciones del proyecto, la película de Piñeiro y García Pinal muestra un apartado visual especialmente trabajado, con un diseño de producción y una dirección de fotografía destacable. Las composiciones pictóricas de inspiración paisajista (especialmente en el primer y segundo relatos), y el uso inteligente de unas luces y sombras acentuadas, ayudan a construir las distintas atmósferas de la película y a suplir algunas carencias de producción. Del mismo modo, la música de Alecrín se revela cómo otro de los aciertos de la obra, aportando un carácter marcadamente autóctono y personal a toda la película.

Al margen de un análisis puramente cinematográfico, no debemos perder de vista el encaje histórico de Urxa en un proceso reivindicativo imprescindible para la conformación de un audiovisual propio, que culminó en aquellas jornadas de 1989. Como señalaba G. Vilas en su crítica, “el simple hecho de ir acumulando largometrajes gallegos será siempre válido, aunque sea para establecer puntos de referencia, o simplemente crear un hábito de ver productos gallegos” (Vilas, 1989). No obstante, el impulso que representó para nuestra cultura un acontecimiento de la envergadura de Cinegalicia no debería ser nunca una carta blanca al conformismo, sino una base sobre la que seguir construyendo un cine gallego saludable y representativo, tan necesario ahora como hace tres décadas.

Diseño de Julia Huete

Referencias:

ACUÑA, X. (1989). De meigas e feitizos. Faro de Vigo. Publicado o 25-11-1989.

LISÓN, C. (1979). Brujería, estructura social y simbolismo en Galicia.

VILAS, G.. (1989). Celtismo en lata. A Nosa Terra. Nº410. Publicado o 30-11-1989.

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