FOXCATCHER, de Bennett Miller

FOXCATCHER

Adiestrando zorros

Es común que pasen por la cartelera films que se alzan como un punto de inflexión en la filmografía de un, hasta la fecha, director mediocre o de un actor de pobres registros. La lista de ejemplos sería inacabable. Posiblemente fuera más difícil encontrar obras que hayan supuesto una considerable mejora tanto para su director como para parte del elenco; todo a la vez. Foxcatcher (Bennett Miller, 2014) entraría dentro de ese pequeño inventario.

El propio Bennett Miller es la principal revelación del film, un trabajo que le ha supuesto el premio al Mejor Director en Cannes y la nominación al Oscar. Con dos reconocidos (aunque ya algo olvidados) largometrajes a sus espaldas, Truman Capote (2005) y Moneyball (2011), el director despuntó para cierta parte de la crítica y, especialmente, con su biopic sobre el escritor de In Cold Blood, obtuvo un considerable éxito traducido en varios premios y nominaciones. Sin embargo, Miller, hábil en el tratamiento de las historias cotidianas, de los micromundos dramáticos y de las personalidades con empaque, se mostraba todavía lejos de dominar el análisis de fenómenos más amplios, más universales, y de conseguir algo de trascendencia en esos personajes.

Con Foxcatcher, por el contrario, demuestra que ha sido capaz de encontrar un estilo, un tempo, mucho más acorde para la construcción de la tremenda historia de John du Pont: un adinerado patrocinador de luchadores profesionales que en 1997 fue condenado por el asesinato de uno de sus protegidos. Lo que podría haberse quedado en una biografía al uso sobre un filántropo con delirios de grandeza va con Miller, por suerte, un paso más allá; porque el film es un espléndido estudio sobre la creación (y declive) de los héroes deportivos en Estados Unidos, sobre cómo un hombre acomplejado es capaz de, a golpe de talonario, congregar a un grupo de deportistas en busca de la gloria, de darles alojamiento, manutención (como sucede con los perros y los caballos de las primeras escenas del film) y tenerlos sometidos a sus deseos con la justificación de estar colaborando en la creación de nuevos mitos que proporcionarán al país un punto de unión. No obstante, y esto es lo más triste del asunto, esa excusa es parcial, porque lo que queda claro es que Du Pont sufre una falta de autoestima y amor (especial atención a la breve pero intensa aparición del personaje de su madre, interpretado por Vanessa Redgrave) que lo irá destruyendo poco a poco.

Esa destrucción queda acentuada por las consecuencias de su fallida relación con Mark Schultz (Channing Tatum), prometedor luchador que Du Pont pretende llevar a lo más alto. Mark se aleja de su hermano David (Mark Ruffalo) para instalarse en la casa de Du Pont -acondicionada cual centro de alto rendimiento deportivo- con otros luchadores, en donde se creará un extraño vínculo entre ambos que admite varias lecturas: su proximidad física y el continuo intento de dominación de Du Pont transpira una ambigua conexión que Miller, de manera inteligente, deja abierta a varias interpretaciones. Una de ellas, quizá la más clara, es la lectura homosexual, algo que no se confirma en ningún acto en concreto, pero que cualquier espectador avispado puede intuir.

24 Foxcatcher 4

Más allá de esta posible dimensión homosexual, Foxcatcher es una película valiente en su tratamiento del cuerpo masculino: pocas veces antes habíamos sido testigos (a excepción de ciertas muestras en el género bélico) de una cercanía corporal no-sexual entre personajes masculinos. En este sentido, resulta destacable la primera lucha de los hermanos Schultz al inicio del film, un encuentro, aparentemente insustancial, con una hipnótica cadencia de movimientos, de roces, de golpes, que Miller nos muestra casi sin intervención de la cámara ni cortes, una decisión que le niega a la escena cualquier atisbo de convertirse en la típica secuencia de mamporros y gritos exacerbados a las que Hollywood nos tiene acostumbrados.

El triunvirato Carell, Tatum y Ruffalo

Además de Miller, el otro gran beneficiado de la película es Steve Carrell. El actor, salido de la inagotable cantera de cómicos del programa de humor Saturday Night Live (1975- ), construye la interpretación de su vida, al menos hasta ahora. Su encarnación del esquizofrénico John du Pont es uno de esos trabajos artísticos que cambian el rumbo de una carrera. Carrell se sirve de una mirada intensa y enfermiza para transmitir la inestabilidad mental de ese mecenas del deporte. Sin embargo, el actor consigue que su Du Pont sea también un ser tremendamente patético y lo hace con, entre otros recursos, un brillante trabajo de postura corporal (¿no sería Carrell el mejor aspirante para encarnar al Pingüino si Nolan se decidiera a rodar un nuevo Batman?) Con esa ambivalencia consigue crear un personaje que, sin caer en la histeria o en grandes aspavientos, produce intranquilidad en cada escena en la que aparece.

Channing Tatum es el tercer afortunado de la existencia Foxcatcher. Tal vez su interpretación se haya visto ensombrecida por la sorpresa de Carrell o el buen hacer de Mark Ruffalo, incluso por ciertos momentos de sobreactuación (esa manera de andar tan forzada), y porque su personaje pierde algo de peso pasada la mitad del film. Todo esto, sin embargo, no impide que también estemos delante de su mejor trabajo hasta la fecha. Al fin y al cabo, Mark Schultz es la columna vertebral de esta tragedia shakesperiana en la que somos testigos del declive de todos sus protagonistas. Un zorro que, tras no poder ser domesticado, acaba sus días en la peor de las trampas posibles. Y ahí es donde el film de Miller adquiere una trascendencia que supera el caso individual y permite que Schultz se convierta en una muestra de todos los ídolos caídos que el deporte se ha tragado a lo largo del tiempo.

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