LONDON FILM FESTIVAL 2014 (III / III): JAPÓN, MUERTE Y VIOLENCIA

23 The World of Kanako 1

Nuestra crónica del certamen londinense, ofrecida en varias entregas, no podía concluir sin dar cuenta de la presencia japonesa en su programación. Si bien las propuestas más novedosas se han visto en Tokyo International Film Festival –primer y principal escaparate de la producción procedente de este país asiático– el London Film Festival ha reunido algunos de los títulos más emblemáticos de 2014. Eso sí, hemos echado en falta la presencia de alguno de los films del Studio Ghibli, ya fuera la exquisita かぐや姫の物語 (The Tale of the Princess Kaguya, Isao Takahata, 2014), el último largometraje animado de la compañía, 思い出のマーニー (When Marnie Was There, Hiromasa Yonebayashi, 2014), o el documental 夢と狂気の王国 (The Kingdom of Dreams and Madness, Mami Sunada, 2013).

Violencia cotidiana

Dos de los platos fuertes de la sección japonesa han sido las películas más reciente de Tetsuya Nakashima y Sion Sono, dos cineastas de culto con un estilo inconfundible y provocador –sobre todo en caso de Sono. Con 渇き (The World of Kanako, 2014), que debería haberse traducido como ‘sed’, Nakashima vuelve a poner el acento en la compleja relación entre la juventud y la violencia. Protagonizada por el siempre solvente Kōji Yakusho, el largometraje reconstruye, a manos de un padre patético y lamentable, la descarriada vida de una adolescente. Argumentalmente, The World of Kanako se puede considerar en muchos casos una continuación lógica, incluso un díptico, de 告白 (Confessions, Tetsuya Nakashima, 2010), dado que el foco se pone en los adultos aunque son los jóvenes el sujeto de interés, mientras que la gestión de la violencia se desarrolla in crescendo desde un punto de vista narrativo. La desinformación, la aparente aleatoriedad narrativa –construida como una investigación– y la depurada estética visual vuelven a poner de manifiesto la pericia del director y guionista para crear su universo cinematográfico. Sin embargo, la estilización de la imagen va un paso más allá en The World of Kanako y la estética manga irrumpe con fuerza y elegancia. No se trata de algo novedoso, porque Nakashima ya la usó en 下妻物語 (Kamikaze Girls, 2004), pero la diferencia radica en la absoluta depuración de su cinematografía, un proceso que comenzó con 嫌われ松子の一生 (Memories of Matsuko, Tetsuya Nakashima, 2006) –gracias a un incremento del presupuesto- y cristalizó en Confessions. Ahora Nakashima evoluciona nuevamente al estilizar la inserción de elementos narrativos de la cultura pop, tanto en el propio montaje como en la inclusión de un hermoso y triste pasaje de anime realizado por la célebre compañía de animación Studio 4ºC. A esta influencia del manganime se suman otros referentes como el cine yakuza de los setenta –con un claro poso en los títulos de crédito iniciales- o el largometraje de culto 殺し屋1 (Ichi The Killer, Takashi Miike, 2001) –fundamentalmente en la pelea en el aparcamiento.

La multitud de temáticas que abarca el film, desde las relaciones paterno-filiales a la drogodependencia, pasando por el bullying o la prostitución, se presentan a través de una serie de fugas narrativas que dan riqueza y complejidad a The World of Kanako. En una propuesta con muchos personajes y saltos temporales, el espectador está obligado a seguir el ritmo implacable del guión si no quiere perderse en su laberinto narrativo; pero, a pesar de estar orquestada con gran solvencia, la película se hace excesivamente larga y algunos personajes quedan un tanto deshilvanados, como es el caso del Detective Asai –interpretado por Satoshi Tsumabuki.

Tokyo Tribe (Sion Sono, 2014)

Tokyo Tribe (Sion Sono, 2014)

Si en The World of Kanako la violencia del día a día engloba un sector marginal de la sociedad, Tokyo Tribe (Sion Sono, 2014) retrata un mundo absorbido por la violencia más brutal y despiadada. Basada en el manga de nombre homónimo de Santa Inoue (1997-2005), la película permite a Sion Sono seguir exponiendo algunas de sus temáticas predilectas: el violencia, la yakuza, el sexo o el incesto. Director inclasificable, enfant terrible del cine japonés, Sono se mueve, con su estilo personal, en los parámetros superlativos de la serie B. Sin ser tan ingeniosa como 地獄でなぜ悪い (Why Don’t You Play In Hell?, Sion Sono, 2013) –también presentada en la sección Cult del London Film Festival, en la edición del 2013– Tokyo Tribe traza a ritmo de hip hop el mapa sangriento de un Tokio imaginario dividido en distritos en función de la banda de mafiosos que impera en la zona. El arranque es especialmente sugerente, sentando las bases narrativas sobre el cuerpo desnudo de una mujer policía. Música y violencia quedan conectadas desde el principio, y el ritmo incesante del hip hop es el responsable de la estructura de la cinta, tal y como ha apuntado brillantemente José Montaño. (1)

Atractiva y excesiva, Tokyo Tribe aglutina lo mejor y lo peor del cine de Sono. Por un lado, el cineasta nos propone una perspectiva estimulante y radical, un giro de tuerca cinematográfico personalísimo y una puesta en escena única. Por otro parte, estira hasta el agotamiento algunos recursos narrativos y abusa del histrionismo de sus personajes haciendo que la sobreactuación de parte del elenco se resienta en algunos momentos de la trama. No obstante, a pesar de estas imperfecciones, y sin ser la más brillante de sus propuestas, Tokyo Tribe no defrauda visualmente. Las coreografías protagonizan algunos de los momentos más lúcidos del metraje, así como el diseño y la presentación de algunos de los espacios –especialmente la jungla de metal de la banda Giri Giri Girls o la habitación humana de Nkoi, esta última con resonancias directas a A Clockwork Orange (Stanley Kubrick, 1971). Los homenajes no concluyen aquí y, como ya hizo en Why Don’t You Play In Hell?, Sono vuelve a vestir a uno de sus personajes con el emblemático mono amarillo de Bruce Lee. Tampoco podemos olvidar la deuda que el film tiene con el cine juvenil de gánsters de Takashi Miike, sobre todo con su adaptación a la gran pantalla del manga クローズZERO (Crows Zero, 2007).

Más allá del siempre estimulante estilo gamberro de Sono, la película no consigue ser redonda. No sabemos si por la influencia de la estructura del hip hop, del que poco o casi nada sabemos, o por la vorágine catártica de su tramo final, Tokyo Tribe cae en una sucesión de reiteraciones excesivas, incluso para lo que son los parámetros de su director. En un mundo en el que el poder y la dominación lo son todo, entendemos que se recurra al humor sobre la longitud de miembro masculino como una señal de control y supremacía, pero cuando todo se convierte en una competición literal sobre quién la tiene más larga, la repetición conduce al hartazgo.

Rupturas de vínculos familiares

En contraposición con este universo brutal y descarnado, los otros largometrajes japoneses propuestos por London Film Festival se ubican en la intimidad familiar, en la necesidad de afrontar la pérdida de un ser querido. Dentro de esta línea, el tercer título destacado del programa –junto a los dos ya mencionados– ha sido 2つ目の窓 (Still the Water, Naomi Kawase, 2014), una bellísima y sosegada reflexión sobre la memoria, la vida, la maternidad y la maduración. Para este nuevo proyecto, estrenado mundialmente en el Festival de Cannes, Kawase ha contado con financiación francesa, japonesa y española –esta última de manos de Lluis Miñarro. Como es habitual en el trabajo de la cineasta, un acontecimiento de su vida personal le ha servido de germen para su nueva historia: la muerte de su madre adoptiva. A partir de este hecho, Kawase entabla un diálogo con la muerte que se convierte en un canto a la vida, a la naturaleza y a sus raíces. Nuevamente, además, conjuga espacio y memoria, al ubicar su narración en el corazón de Amami-oshima, isla de la que proceden los antepasados de Kawase. La belleza del paisaje, la furia del tifón, se convierten en el primer protagonista de Still the Water, y a él nos remitirá constantemente no solo con la fuerza arrolladora de las imágenes sino también con los sonidos del mar rugiente y del viento.

2つ目の窓 (Still the Water, Naomi Kawase, 2014)

2つ目の窓 (Still the Water, Naomi Kawase, 2014)

En el ojo del huracán, del tifón con el que da comienzo la película, Kawase sitúa a una pareja de adolescentes, Kaito y Kyōko, quienes por muy distintos motivos han visto alterado el vínculo con sus madres. Apoyados el uno en el otro, los jóvenes asisten al despertar sexual, a la ruptura familiar, y tendrán que desarrollar estrategias para afrontar la adversidad. A través de esta pareja y de su deambular por la isla, paisaje y recuerdo se unifican para dar forma a los recuerdos de la cineasta, pero también para preservar la memoria del espacio, para hablar de su pasado primitivo, de su vinculación con fuerzas místicas, con el sintoísmo. La fotografía de Yutaka Yamazaki –colaborador habitual de Hirokazu Kore-eda- enfatizada esa necesidad de preservar el espacio, de mostrarlo en toda su magnificencia; mientras que el elenco de actores –esta vez profesionales- transmiten con sus gestos lo que no pueden decir con palabras, y establecen de forma certera la simbiosis entre la naturaleza y el hombre, un tema de gran recurrencia en la filmografía de Kawase. En definitiva, Still the Water es una bella elegía sobre la muerte, a la vez que un canto a la vida, desde la particular mirada femenina de la directora más conocida y reputada del cine japonés contemporáneo.

También la defunción de una madre acecha a los protagonistas de ジョバンニの島 (Giovanni’s Island, Mizuho Nishikubo, 2014), que como avanzamos en nuestra primera crónica está inspirada en uno de los hitos de la literatura infantil nipona: El tren nocturno de la Vía Láctea, de Kenji Miyazawa (1934). El escritor se había inspirado en la muerte de su hermana para escribir el relato, como un modo de superar el dolor por la perdida y, de igual modo, los protagonistas afrontan una situación similar. Muy en la línea de la narrativa trágica japonesa, los acontecimientos de Giovanni’s Island quedan claros una vez que se estipula la comparativa entre lo que pasa en el film y lo que sucede en el cuento. Poco importa pues el desenlace, ya que lo que se busca es transmitir un mensaje de esperanza, de vida; pero sí hay que tener en cuenta que Nishikubo sitúa la acción en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, con toda la carga emotiva que este conflicto supuso. Las buenas intenciones de la película, sin embargo, no bastan para dar consistencia al conjunto y, aunque Giovanni’s Island cuenta con secuencias interesantes, el guión está plagado de una fuerte dosis de cursilería. Desde un punto de vista técnico la película destaca por sus fondos difuminados, su dirección de arte y sus angulaciones –establecidas desde las perspectivas de los hermanos protagonistas– una composición que da como resultado momentos de gran belleza, como el recorrido del tren de juguete entre las dos casas.

Si en los dos casos anteriores, la figura de la madre era uno de los motores de la historia, en さいはてにて−かけがえのない場所− (The Furthest End Awaits, Chiang Hsiu-chiung, 2014), última de las películas japonesas programadas en el London Film Festival, el foco cambia hacia la ausencia paterna, una ausencia que es doble porque atenaza a las dos mujeres que protagonizan la cinta. La directora taiwanesa Chiang Hsiu-chiung firma este melodrama amable y sencillo sobre segundas oportunidades y encuentros inesperados. El argumento gira en torno al encuentro entre la dueña de una tienda de café y una madre soltera que ejerce de mujer de compañía para mantener a sus dos hijos. La primera viaja a una pequeña localidad en busca de su padre desaparecido y se instala frente a la casa de la joven familia. En ese momento se establece una tensa relación entre las dos mujeres, que como es habitual en este tipo de producciones finaliza en un previsible happy end en el que ambas se encuentran a sí mismas a través de la otra. De este modo, The Furthest End Awaits ejemplifica el gusto del público nipón por este tipo de producciones, aunque parezca de limitado interés en el contexto de un festival de cine.

Cineastas veteranos y nuevas apuestas procedentes de Japón han cruzado sus caminos en la edición más reciente de la cita cinematográfica anual de la ciudad de Londres. Yakuzas, chamanes, niños de la guerra, adolescentes perversas y madres en apuros se han unido para dar una muestra de algunos de los títulos más relevantes del país asiático. Aunque lamentablemente no están todos los que cabría esperar, es grato descubrir que el London Film Festival ofrece al espectador la posibilidad de ver títulos asiáticos, algo que fuera de círculos minoritarios y certámenes fílmicos no es tan habitual como debería ser en el Reino Unido.

(1) Montaño, José. 2014. “Tokyo Tribe. El tamaño sí importa”, Cine Asia, 2 de octubre de 2014. Disponible en http://www.cineasiaonline.com/tokyo-tribe-el-tamano-si-importa/

Comments are closed.