MAGICAL GIRL, de Carlos Vermut

Magical-Vermut

LA BELLEZA, LA PERVERSIÓN Y EL SER HUMANO

Cuando empezó el pase de prensa en el Teatro Principal de San Sebastián no sé cuántos periodistas se esperaban la revelación que supuso Magical Girl. Creo que pocos. Algunos íbamos en plena resaca de Eden (Mia Hansen-Løve, 2014) y, aunque Magical Girl prometía no decepcionar, parecía difícil mantener tan entretenido al público durante dos horas. Pero esas dos horas resultaron ser muy cortas, porque Magical Girl envuelve, desata y sorprende desde el inicio.

Carlos Vermut presenta una comedia negra sobre la desesperación y la perversión. Magical Girl es un thriller que cuenta la historia de un hombre en paro que intenta cumplir uno de los últimos deseos de su hija enferma, y para conseguirlo, y casi sin darse cuenta, se ve arrastrado a una red de maldad y corrupción. El mayor logro de esta propuesta es mantener el estilo y la ilógica razón a lo largo de todo el metraje. Qué negro y qué claro es el mundo en Magical Girl, qué brillantes son las Bárbaras, y qué relativo es el dolor. Ya que ha salido el tema, hay que decir que Bárbara Lennie es cada día más especial y mejor actriz: sin ella, la película perdería muchísima fuerza, porque es una actriz que ilumina y consigue una presencia infinita en cada escena. Vermut, el director, es historietista e ilustrador, y eso se nota en el filme, es un hombre que sabe lo que quiere hacer y cómo tiene que contar lo que viaja por su mente. Sabe dibujar, plasmar lo que siente. Además, ha encontrado la esencia de lo humano en este drama neo noir, que puede parecer muy apartado de nuestras vidas, muy duro, muy perverso, muy extraño, pero a la vez es simplemente nuestro mundo. La contradicción también está presente, pero está presente como lo está en la vida, no en el cine de poca calidad. Es ésta la historia de unos personajes que pronuncian pocas palabras, pero tienen mucho que decir, unos personajes a los que les sobra actitud y expresividad. Todos sufren, todos sufrimos, pero es una película que despierta la risa de una forma casi violenta, vergonzosa. El tono es la clave, porque Vermut sabe conservarlo en todos los personajes y en toda la película: no cae, no falla, el universo está vivo y moviéndose sin cesar. Y así la excentricidad se apodera de nosotros y dejamos de entender de el bien y del mal, nos dejamos guiar por el mundo perverso de Carlos Vermut.

¿Eres actriz?. No. Yo sí” Todo lo que dicen y todo lo que queda por decir constituye el guión al que non le sobra nada nin le falta nada, está medido, es preciso, tiene la suficiente carga emocional, misteriosa y poética para que los espectadores aporten su parte y salga así una película perfecta, una obra maestra. “¿Qué haces? Veo la tele”. Como en todo buen guión, la sencillez esconde una profunda reflexión sobre los seres humanos y las relaciones que establecemos, esconde una idea fuerte y muy potente que impacta desde la primera secuencia. “No te lo puedo dar porque no lo tengo”. La sencilla complejidad se transporta también a los diálogos y a los personajes, lo que es especialmente destacable en Bárbara (interpretada por la ya citada Bárbara Lennie), quien parece la víctima última del enredo, pero no, posiblemente las últimas víctimas seamos nosotros, que pensamos que las cosas son como parecían, nosotros, que nos dejamos engañar y torturar y que lloramos y reímos con las trágicas bromas de la vida. Así que no juzguen ni se precipiten: Magical Girl no es ninguna tontería, aunque sea graciosa, aunque no sea seria, y aunque no entendamos nada. Magical Girl muestra nuestros mejores y peores deseos, es la complejidad de la vida, una broma muy seria.

Y al parecer el truco ha funcionado con todo el mundo: prensa, público y jurado. El equipo dejó San Sebastián llevando consigo la Concha de Oro y la concha de Plata a la mejor dirección para Carlos Vermut. Otros directores sonaban más para ese premio, pero la verdad es que Vermut tiene todo lo necesario para merecerlo, porque si hay una cosa importante en la dirección es aportar algo, hacer algo diferente, y se nota mucho la magistral dirección de Vermut, quien controla el juego hasta el último momento. Un juego que consiste en hablar con el espectador para que juntos construyan la historia y para que juntos disfruten del momento y se pregunten por qué, por qué pasan las cosas. Ahora hay que esperar a conocer el resultado en la taquilla, la cinta llega a las salas el 17 de octubre y aunque es muy complicado que acapare la misma atención que han conseguido otras películas españolas de este año (recordemos el éxito de Ocho apellidos vascos o la recién estreada El niño), estoy segura de que Carlos Vermut reunirá a un grupo de fans cinéfilos que valoren esta hermosa creación, y que a partir de ya estarán atentos a la trayectoria del director madrileño. En Donostia ya consiguió muchos nuevos admiradores, entre los que me incluyo, que celebran, celebramos, que exista un nuevo cine español destinado a cambiar opiniones y caminos y destinado a quedar en la historia de nuestro cine para siempre.

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