MÁRGENES 2015: NUEVAS FORMAS DE MIRAR

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Ocurre habitualmente que la programación de los festivales más alternativos prestan atención a películas que buscan nuevas miradas ante lo conocido. Es el caso de Márgenes. Si bien los filmes seleccionados en la Sección Oficial son singulares y diferentes entre si, existe una tendendica en todos ellos a estudiar el espacio, la ciudad, a través del cine. Desde la inmensidad de la ciudad de Los Ángeles a un espacio cerrado que los muros de La Sombra recogen, las obras de la V edición buscan una nueva forma de entender la relación del espacio con todos los aspectos de la vida.

El Corral Y El Viento, película ganadora de esta edición del Festival Márgenes, se centra en el analisis del pueblo paterno. Mezclando el recuerdo de la infancia con las historias familiares, Miguel Hilari se sitúa en el complicado punto de vista del antropólogo. Las conexiones con el terreno desaparecen permitiendo que el director filme el lugar tal y como es. Desde el adoctrinamiento político que se hace en la escuela, a la reivindicación de la identidad quechua, el espacio se nos muestra tal y como es, cayendo, en ocasiones, en incongruencias propias de la realidad. Es el caso de la ironóa de criticar el colonialismo y la aniquilación de la cultura propia usando el propio idioma colonizador: el castellano.

A lo lejos, una ciudad. Siempre mencionada pero nunca vista, allí parece estar el paraíso al que todos los protagonistas quieren llegar. Hacia el final de la película, la cámara se sitúa a bordo de un coche mientras percorre una carretera que lleva hasta la ciudad. La duración del plano es tal que, llegado a un punto, también nosotros queremos llegar a la ciudad que los protagonistas buscan. Podemos imaginarla y sentirla casi cerca de nosotros, pero, cuando creemos que estamos llegando, los títulos de crédito caen. La película termina y la ciudad no aparece. Quizá, no sea un espacio físico, sino un sentimiento lo que todos buscamos.

Volver a mirar no siempre es posible. Especialmente cuando se trata de volver a estudiar una imagen que permanece grabada en la mente, sea por conocimiento repetido o sea por saturación mediática. Miguel Ángel Blanca opta en La Extranjera por re-analizar Barcelona a través de múltiples prismas. El resultado es, probablemente, la apuesta más arriesgada y alternativa de todas las programadas dentro la edición de Márgenes. Construída y deconstruída a través de vídeos de Youtube o capturas de Google StreetView, la ciudad condal parece desaparecer en todos los intentos para capturarla. La ciudad solo aparece a través de los ojos de los turistas y de los objetivos de sus cámaras. Selfies, vídeos, twitts… todo inunda un espacio que acaba por desaparecer para existir solo virtualmente. Barcelona al servicio del visitante. El habitante queda reducido a un mínimo exponente ante las hordas de “guiris” que conquistan Barcelona desde el techo descapotable de un autobús.

También la ciudad desaparece en La Maldad. La película de Joshua Gil se situa en el México actual sin concretar ningún punto en el mapa. Dos viejos viven casi al margen de la sociedad, obligados a hacer interminables viajes en autobús para llegar a la urbe, distante. Su vida es solitaria. En el medio de la inmensidad del paisaje mexicano, uno de ellos cuida animales mientres ultima, en su mente, el guión de su película biográfica. Su amigo, intenta ahorrar dinero para poderse costear su propio funeral. El director firma una visión dura de la soledad en la vejez en la que la sociedad parecer dar la espalda a los más ancianos. En ellos surge, poco a poco, un sentimiento de repulsión y rechazo contra la sociedad que los margina. Así, el plano inicial se convierte en una metáfora de la locura de los personajes que los devora, así como el fuego prende los pastos, poco a poco, hasta convertir la noche en día.

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También obsesionadas con el cine, pero en este caso con la actuación, viven las protagonistas de Next, una visión cruda de los inicios en Hollywood. Elia Urquiza, directora de la película, apunta su cámara hacia las niñas y niños que buscan hacerse un hueco en la industria del cine antes de los 18 años. Seguimos el frenético ritmo de castings, reuniones con agentes, actuaciones, etc. que envuelven una ciudad paradisíaca donde, supuestamente, todo puede ser realidad. A medida que el metraje avanza, surje más interés por ver lo que sucede fuera de campo: los padres. Están apoyando a sus hijos a perseguir sus sueños o están viviendo la vida que no tuvieron a través de ellos? Hollywood pasa de ser la “ciudad de los sueños” a una verdadera pesadilla. Los Angeles se convierte en un agente de presión donde solo es posible sobrevivir con éxito. “Un solo error y estás acabado” parecen gritar las paredes de los grandes estudios de cine. Next ofrece una visión oscura de lo que supone la industria del cine, especialmente siendo mujer. El sexismo también aparece aquí: a veces disfrazado de cosas tan inocentes como escoger en que foto sale mejor tu huja; otras a través de ideas peregrinas como que una niña use protesis dentales para tapar el hueco que le dejó un diente de leche. Realmente, es esta la única forma de convertirse en actriz/actor?

Otra forma de mirar hacia los espacios urbanos es la que propone L’Esma Del Temps. Visión utópica y adelantada de la política participativa que hoy llena los programas electorales de todos los partidos del espectro de la izquierda, la película analiza la historia y el futuro de un ayuntamiento gobernado por una lista ciudadana. La ciudad pasa de ser el lugar donde un equipo de gobierno ejerce su poder para ser el sujeto que ejerce el poder. Es el equipo de gobierno el que debe obedecer las decisiones que la ciudad y sus habitantes votan en los diferentes referendos. Lo que parece una forma pura de democracia donde no hace falta esperar 4 años para que el gobierno rinda cuentas a los ciudadanos, se convierte en una especie de utopía donde demasiadas votaciones acaban por desgastar el modelo. Una visión muy acertada de la nueva política que filma tanto los aciertos del modelo como los roces y el desgaste que conlleva. Al final de la película nos preguntamos, sirve entonces poner a los ciudadanos y a la ciudad por encima del poder? Quizá no. Entonces, sirve para algo este modelo de nueva política participativa? Sí. A pesar de los errores que el sistema pueda tener así como su carácter casi utópico, este modelo sirve para avanzar. Quizá no sea el fin en si mismo, pero sí es un nuevo camino hacia un panorama más democrático.

Avanzando en una ciudad que no les es propia. Así están los protagonistas de Microbus, retrato de una juventud peruana que se mueve por un escenario que no sienten como propio. Nómadas en su propio hogar. Este sentimiento de desafección y desconexión con la realidad, si bien es una constante en la adolescencia, se acrecenta con la creación de un nuevo espacio a través de la red. Los móviles y las redes sociales construyen un lugar hecho a medida en el que si que se sienten a gusto. Allí, todos los temas pueden ser tratados sin miedo a la censura de los mayores o a oír el clásico “que sabrás tu de eso?”. Sexo, alcohol, relaciones frugales, la pérdida de la amistad y hasta la violencia de género, esta última no demasiado bien tratada en la película, forman parte de una conversación que no sigue un hilo claro. Los temas se van entrecruzando entre si haciendo casi imposible seguir la conversación, como si se comunicasen en un lenguaje codificado que solo los adolescentes son capaces de descifrar.

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Mucho más alejada de análisis situados en el hoy, Navajazo crea un universo distópico en las afueras de una gran ciudad. Situada en Tijuana, el escenario podría ser el Mexico D.F. que cautivó a Luís Buñuel en Los Olvidados. La localización pierde importancia cuando se tratan temas universales: drogas, marginación, supervivencia. A mayor tamaño de ciudad, mayor cantidad de gente vive en las afueras, en una sociedad paralela en la que la vida es una cuestión de absoluta y total supervivencia. Ricardo Silva mezcla documental y ficción con la mirada de un etnógrafo sin caer en falsas condescencias o sensacionalismos. A pesar de tropezar alguna vez con ese sensacionalismo que evita, su mirada es pura y consigue filmar esa realidad paralela que transcurre fuera de las grandes urbes.

Rozando la perfección, Javier Olivera firma un ejercicio autobiográfio excepcional en La Sombra. El filme abre citando al poeta Simonides de Ceos y los Palacios de la Memoria, sistema mnemotécnico que viene a demostra que somos capaces de asociar un recuerdo a un lugar. Partiendo de esta tesis, la película se convierte en un striptease biográfico en el que el director recuerda toda su vida a través del hogar familiar. La memoria de La Sombra es la memoria del hogar familiar, hoy en proceso de derribo. Javier Olivera, como una especie de Joel en Eternal Sunshine Of The Spotless Mind, asiste al borrado de su memoria mientras revisa el pasado. Pasado y presente se confunden y construyen una nueva dimensión en la que es la voz de Javier la que une a las imágenes, suspendidas en un espacio temporal propio. Sin caer en exceso líricos ni en la autocomplacencia, critica a sus padres, revolucionarios que vivían en mansiones de burgueses, mientras construye, sobre el derribo, sus recuerdos. El director consigue extrapolar sus sentimientos ante las ruínas al espectador en un brillante juego de imagen y sonido del que, al final de la película, tan solo quedan los escombros. Pero, ¿dónde permanecen los recuerdos? ¿Desaparecieron con la casa o viven ahora dentro de esta película?

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