Matías Piñeiro: «LA MUJER ES LA CAPITANA DEL MELODRAMA»

Debido a la larga extensión de la entrevista, y con el objetivo de preservarla íntegra, se ha decidido publicarla en dos partes. La primera puede consultarse aquí. Ésta acababa estableciendo una relación entre los personajes femeninos de Piñeiro con figuras históricas próximas a Sarmiento. El tema se recupera en esta segunda parte de la conversación.

 

Las intrigas históricas son personales.

Sí, y además, si lees a Sarmiento, es un ego brutal. Te das cuenta que es todo sobre él. Iluminar sus parrafitos, ilustrarlos, que los lean bien y mal… Quizás alguien tenga el interés y lo lea. Tampoco estoy poniendo los libros canónicos de Sarmiento, como El Facundo. Alguna gente puede pensar: “Ah, más hermético aún”. No, mirá lo que tenés en la pantalla. Hay que intentar extraer el placer del texto. Si no, están en la biblioteca, esperando a que alguien los agarre y llenándose de polvo. Justamente hay que romper con esa distancia. Hay que acercar cultura alta y baja. En todo el siglo XX, se han ido alejando cada vez más y, cuando uno intenta una cosa así, hay una reacción.

Mis películas necesitan de la participación del público. Quizás el que no quiera colaborar; le dicen Sarmiento, no tiene ni idea y desconecta. Pero esa es la vagancia del espectador, que está acostumbrado a la pasividad. Pero otros no. Yo noto que hay gente muy respetuosa. Hay gente que pregunta porque no sabe, y que quizás es tímida. Pero esto no es un examen en el que uno se queda en blanco. Lo que hay que hacer precisamente es llenar de firuletes la página. Yo a veces cuando las presente digo que son un juego. No le estoy tomando lección al público, porque no sabría cómo hacerlo. El hombre robado, que es bastante más pesada con respecto a la historia de Sarmiento que Todos mienten

A mí por la puesta en escena se me hizo más llevadera El hombre robado.

Es que es más simple. Es menos fragmentaria y hay un personaje… Y todo el final es como de comedia de enredos.

Sin embargo, Todos mienten sí que tiene una estructura fragmentada, en capítulos que saltan con grandes elipsis. ¿Por qué te interesa esto?

Porque da mucha libertad. Por un lado, da forma, pero esta forma es muy flexible. Si yo tengo necesidad de agregar un capítulo más, hay espacio, y corro todo. A El hombre robado le pasa lo mismo. Si yo necesitaba exponer un día más, se agarraba el 13 de septiembre, se lo filmaba, se lo ponía y se lo acomodaba. Como que esta estructura contiene y, al mismo tiempo, permite flexibilidad. Con una introducción-nudo-desenlace no lo puedes correr. Si bien acá el nudo y el desenlace están puestos con ese orden, está lleno de agujeros.

Todos mienten se basa en ser un ejercicio de elipsis, prácticamente. Quería probar una narrativa fragmentada, libre y autónoma en sus partes. Quería un personaje central, que al mismo tiempo desaparece -en el caso de Elena-, ejercitar estos elementos ocultos, subterráneos. En esta hostilidad narrativa, me parece que se ofrecía una forma bastante barroca.

Los personajes femeninos ostentan el poder, que cambia de manos. Podemos verlo en las distintas facetas de María Villar o Romina Paula a lo largo de tu filmografía.

Creo que tiene que ver también con ciertos ejercicios de inversión. Mis mujeres con misteriosas, y esto les da un poder. Y al mismo tiempo son manipuladoras, porque yo necesito que estén armando trama. Son las encargadas de llevar a cabo la acción, aunque no es algo que haga a conciencia. Mi relación con esas actrices es muy fuerte, y quizás con las que tengo más relación profesional, es con las que guardo también un mayor vínculo en lo personal, las que me son más próximas. Se filtra la vida. Me pasa que pienso los personajes para tales personas porque me resulta más natural, más directo.

Y me gusta que las mujeres tengan ese poder porque encuentro en eso una chispa que me resulta interesante de ver. En el caso de Todos mienten, son casi andróginas. El personaje de Romina Paula tiene que estar confundiendo todo el tiempo. Es como una identidad vacía.

Que la rellena María Villar. Aunque está más pasiva al inicio del filme, es la que acaba generando más significado.

Eso también tiene que ver con que no se sabe muy bien por dónde se mueve en la película, salvo en lo que yo llamo la escena de la muñeca, en la que se queda tumbada en el suelo, inmóvil. Aquí el filme es muy clásico, está muy armado.

Pero sí, hay algo en la cercanía que yo tengo con ellas, en esa chispa, en la novedad de ponerlas fuera de un lugar de explotación o melodramático. La mujer es la capitana del melodrama.

Aunque no hago género, me interesan sus intrigas y complots. Quizás en el cine que me gusta, como el policial negro, las mujeres tienen mucho protagonismo. También me gusta el western, aunque aquí son totalmente pasivas. Quizás haya alguna excepción, como Johnny Guitar, que juega precisamente a eso. Agarra a Vienna y la pone a hacer del tipo, y Johnny es un tarado que pone caras no más. Pero tiene que ver con eso y sobre todo con esa cosa más de la vida, de que son mis mejores amigas. Las lleno a ellas de esa ficción.

“Mis mujeres son misteriosas y manipuladoras, las encargadas de llevar a cabo la acción. Me gusta que tengan ese poder”.

Las Shakespereadas.

Eso es algo que me acabo de dar cuenta recién, gracias a lo que me dijiste, que Rosalinda no tiene capítulos, pero en realidad estas películas son cada una un capítulo de Las Shakespereadas. La idea de capítulos sigue estando, porque ahora filmé Viola, y la próxima se llamará Isabella. Voy a ir recopilando todos los personajes femeninos de las comedias de Shakespeare, que son también fuertes.

Engañan al hombre de nuevo.

Y les pegan. Un amigo mío argentino, el también director Hugo Santiago, me decía justamente cuando estaba a punto de filmar Rosalinda: “¿Y ahora qué van a hacer las chicas, le van a pegar a los hombres? ¡Basta de eso!” Y efectivamente, hay un momento en que les pegan, pero es así en las obras de Shakespeare que elegí.

¿Cuántas van a ser?

Me gustaría que fueran como siete, pero bueno… No hay apuro, las voy a ir haciendo y, en el medio, me pondré a otras cosas. Ahora vivo en Estados Unidos, trabajando en otro proyecto, y estos son proyectos de interfase, digamos. Antes de irme a vivir fuera, filmé Viola, sobre Noche de reyes

¿Con qué actriz fue?

Es rara en ese sentido. Es con María Villar, pero también con Agustina Muñoz, que es la protagonista, que ya hacía de Celia en Rosalinda. Son todas mis amigas, y a cada una les voy dando una película. Estoy editando, y aún ando encontrándole la forma.

La idea es ir haciendo mediometrajes para un proyecto más amplio, supongo.

Que serían Las Shakespereadas. Está basado muy amateurmente en una novela de Gérard de Nerval,un escritor francés del siglo XIX de obras neo-fantásticas, que se llama Las hijas del fuego. Es un compendio de unos ocho o nueve cuentos, e incluso una novelita, y todos están editados con el nombre de la mujer que protagoniza cada historia. Isis, Angélica, Aurora… Y, todas juntas, forman Las hijas del fuego. Lo lindo si vas leyendo los cuentos, no es que continúen la historia la una en la otra, y que haya estas uniones. Totalmente separables, tienen un tono parecido, medio fantástico, místico, pero son diferentes. Una es en Irlanda, otra en Francia, en diferentes épocas… Es como una gran heterogeneidad que puede ser reunida a partir de ese título.

Yo quiero seguir esa estructura con mediometrajes o cortos. Viola quizás sea un largo cortito, algo medio amorfo. Trato de buscar formas nuevas, que me permitan seguir trabajando con lo que me gusta. Ahora acabé Viola, y la idea de que existe algo más allá de Rosalinda es un hecho. Ahora volveré a Buenos Aires en junio-julio, y me quedaré un par de meses, porque son las vacaciones de verano. Y ahí estoy seguro de que voy a filmar la tercera. Me gustaría quizás que fuese un corto de 20-25 minutos, porque nunca hice uno, y tengo ganas de probar. Me parece que es harto posible. Y lo original sería que no todas duraran una hora. Es como en lo de Nerval. Vas leyendo y, de repente, una historia tiene 20 páginas y otra 100, la siguiente 80… Es una experiencia rara de lectura. Aquí vuelvo a los capítulos, pero en una estructura macro.

¿Y cómo comulga este proyecto de Shakespeare con el que estás haciendo en Harvard?

Puf… Un montón. Es la reunión de Shakespeare con Sarmiento. Estoy trabajando sobre una película que indaga en las primeras excursiones de Sarmiento a la zona del Delta en Buenos Aires. Hay un par de momentos históricos puntuales que recopilan algo de lo que hizo allí, pero por el resto no se sabe nada. Es un misterio total. Y en ese negro, ese hueco, ese hiato, me parece que inventar una ficción no está mal; y pensar que Sarmiento allí, para pasar el tiempo, mientras espera a que las cosas en Buenos Aires se organicen, quizás a su favor, se pone a traducir Shakespeare. Hay un grupo de gente allí que se dedica al teatro, como una especie de juglares, y termina traduciéndoles una obra. Él era también traductor, medio amateur. Se trata de llevar a Shakespeare a este lugar medio salvaje. Hay una idea de importación cultural, y también del manejo del lenguaje. Y trabajo en eso. Empieza como una película histórica y acaba en puro teatro. En Harvard estoy investigando para que tenga unas bases históricas sólidas, y escribiendo.

Y mientras tanto, pienso en las otras y en cómo producirlas. Yo nunca salí a buscar producción para mis películas con un guión. Siempre las cosas se fueron desarrollando al mismo tiempo. Ahora querría probar con un proceso más convencional, pero que me ofrece una novedad, porque si no voy a acabar haciendo siempre la misma película. Que cada filme sea un escalón, que sean primas y se conozcan, pero no hermanas mongólicas.

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