«ES ALUCINANTE CÓMO PUEDEN ANESTESIARSE LOS RECUERDOS»

Pablo Cayuela y Xan Gómez Viñas forman parte, desde hace años, del Cineclube de Compostela, una iniciativa cultural de referencia en Santiago, que ofrece periódicamente una buena ración de filmes en una modesta sala. En 2012, ambos estrenaron Fóra, un filme documental que refleja la historia del Hospital Psiquiátrico de Conxo, a partir de tres momentos emblemáticos: su fundación, en 1885, el conflicto sindical desarrollado en los años de la II República y, especialmente, la profunda reforma que sufrió entre 1973 y 1975, que tuvo una enorme repercusión, pese a encontrarse hoy casi desaparecida de la memoria colectiva. Fóra se financió en gran medida con los 16.000 euros provenientes de las últimas ayudas al talento concedidas por la Agadic (Agencia Gallega de las Industrias Culturales), fue seleccionado para festivales como el CPH:DOX de Copenhague, el Play-Doc de Tui, o el Cineuropa. El próximo 6 de mayo se proyectará también en la sección Panorama del Documenta Madrid.

¿Por qué una co-dirección?

Pablo Cayuela: Fue algo natural, hace tiempo que trabajamos juntos en el Cineclube de Compostela, que fue nuestra escuela. Fui yo quien presentó el proyecto a las ayudas de la Agadic (Agencia Gallega de Industrias Culturales) pero, cuando tuve que buscar apoyo, Xan fue la opción más lógica.

Xan Gómez Viñas: Pablo y María do Cebreiro fueron los que tuvieron la idea original, y luego me ofrecieron a mí participar. La idea era que ayudara sobre todo en el montaje…

PC: Realmente, acabó siendo una co-dirección porque fue un filme muy de montaje. Teníamos mucho material grabado, pero muy desordenado, sin mucha idea de qué hacer con él. Al final, siendo tres, hablábamos todo, y así se reconoce en los créditos.

XGV: Fue en la sala de montaje donde decidimos el sentido que tenía la película, lo de reconstruir la historia del psiquiátrico a través de las imágenes que encontramos. En cierto modo, reproducir nuestro propio proceso de investigación.

¿Fue complicado gestionar el material disponible?

PC: Partimos de una idea inicial que no tenía nada que ver con el resultado final. Iba en la línea de un cine más contemplativo, que buscara las huellas de la historia en un lugar, sin intervención de las voces y sin un montaje muy marcado. Pero eso nos fue imposible, porque el espacio real del sanatorio no se ajustó a nuestras ideas preconcebidas, y porque tuvimos impedimentos para acceder a él…

Hubo problemas para grabar en el interior del sanatorio, ¿no?

PC: El centro tiene una finca muy grande, donde pudimos estar sin problemas. Pero en el edificio del propio manicomio no grabamos nada, porque alegaron que podríamos alterar el tratamiento de los pacientes. La imagen más interesante que obtuvimos fue la de las grandes escaleras de mármol, que es justo lo que enseñaban en las postales a comienzos del siglo XX, como un sanatorio de lujo para que los ricos europeos fuesen a pasar ahí unos días de relax.

XGV: Aun hoy, es lo que muestran cuando hay cualquier acto público, aunque habitualmente no está abierto ni siquiera para los enfermos.

PC: Con todo, el proyecto fue cambiando. La peli acabó por reflejar el proceso de investigación en el que en nos adentramos. Todo el tiempo que pasamos montando y esculpiendo nos llevó a tomar la decisión de mostrar el material en bruto, sin miedo a las contradicciones que puedan tener unos documentos con los otros.

La reforma de Conxo fue muy valiente, pero acabó frustrada. ¿Puede verse como una pequeña metáfora de la Transición?

PC: Sí, desde luego. Si no una metáfora, sí una de las muchas formas en las que se dejó ver el fin del régimen. Aquellos fueron también los años de las huelgas de los MIR, que reclamaban mejoras en sus condiciones laborales, y que tuvieron su centro en Barcelona, y también en Santiago, entre otras cosas, porque el de Conxo tuvo una influencia muy grande dentro de la comunidad médica. Lo que ocurrió en el sanatorio puede verse, empleando términos casi psiquiátricos, como una respuesta a la castración que supuso el franquismo. La medicina no es ajena a la política.

XGV: Había entonces una politización de casi todos los discursos. Existía un dinamismo social que aspiraba a una horizontalidad en todos los aspectos. Cuando se pedía la liberación de los internos, también se estaba reclamando la liberación de los trabajadores. Era un intento de conseguir una cierta igualdad, que no fue perfecto y que tuvo contradicciones internas, pero que aspiraba a una democratización mucho más radical de la que finalmente se consiguió. De hecho, es paradójico que la represión del proceso revolucionario que estaba teniendo lugar en Conxo llegase a la par que la muerte de Franco, en 1975. Es algo que da para pensar lo que fue realmente la Transición, en todo el Estado.

PC: Por otro lado, tampoco podemos olvidar que el proceso en el manicomio estuvo sometido a una idealización. Al hablar con los médicos que estuvieron allí, vimos que hay tensiones muy grandes entre la forma en la que unos y otros relatan los acontecimientos. En realidad, su lucha comenzó como una reclamación de mejoras en el convenio colectivo, aunque luego llegaran a la conclusión de que también podían influir en los enfermos. Lo vendieron como una revolución de la psiquiatría, pero no era ese el objetivo primero. Emilio González [uno de los psiquiatras despedidos de Conxo en 1975] resaltaba esa contradicción en una frase que al final no incluimos en el montaje. En relación a tres facultativos que habían hecho una huelga de hambre, dijo que “los médicos preferían la libertad antes que la comida, pero los internos tenían más interés en la comida que en la libertad”. Ahí vemos de dónde partía cada uno.


¿Es cierto que no alimentaban a los pacientes?

PC: Es un problema que aparece en documentos históricos. Y, de hecho, se registraron muchas muertes por hambre, sobre todo durante el franquismo.

XGV: En este sentido, quiero señalar que somos conscientes de que en Fóra, muchas veces, reproducimos el discurso hecho desde las posiciones del poder. Tuvimos la posibilidad de escuchar la versión de los médicos, pero no la de los enfermos. Intentamos paliarlo, en cierto modo, mostrando documentos escritos o leídos por los pacientes, pero aun así hay un cierto desequilibrio. Seguramente sea un desequilibrio inevitable.

¿Qué pasó para que la historia de Conxo esté hoy tan olvidada?

XGV: Creo que una de las cosas más atractivas de nuestro filme es que saca a la luz un proceso histórico, y también reflexivo, que tuvo repercusión en el momento, y que está casi borrado. Encontramos referencias en psiquiátricos de toda Europa. Sin embargo, a día de hoy, no queda prácticamente nada en el imaginario de la ciudad. Es un proceso que está muy próximo en el tiempo, y mucha gente con la que hablamos tiene memoria viva sobre él, pero parece que lo habían guardado en un armario de la memoria y no habían vuelto a él. Es alucinante comprobar cómo en tan poco tiempo puede haber una anestesia tan grande de los recuerdos.

El Correo Gallego hizo una campaña denunciando presuntos abusos cometidos en el sanatorio, ¿no?

PC: Y tuvo mucha contestación social. Hubo manifestaciones a favor de la dirección que estaba tomando el psiquiátrico y hay fotos en las que se ve que llegaron a romper los cristales de la sed del periódico, en la calle del Preguntoiro.

XGV: Curiosamente, cuando Fóra se proyectó en Cineuropa, sacaron un breve artículo, en el que hablaban positivamente de la reforma de los 70, diciendo que había sido importantísima para el avance de la psiquiatría. Ahora que el proceso está desactivado, ya no importa reconocerle el mérito.

¿Podríais haber hecho la película sin el dinero de la Agadic?

XGV: Sí, hacerla sí. Pero sin la fecha de entrega, a lo mejor habríamos pasado un año más trabajando en ella. Nos sirvió casi como una coartada para dedicarle unos cuantos meses al proyecto y para cubrir los gastos, retribuyendo mínimamente a las personas que colaboraron con nosotros. Desde luego, estas ayudas eran muy interesantes, porque se destinaban a los directores, a las personas concretas, y no a las productoras. Pero es posible buscar otros sistemas de financiación. En la situación en la que estamos, más nos vale que sea posible.

PC: En realidad, presentarnos a la ayuda también nos sirvió de impulso para concretar el proyecto. Decidimos presentarnos quince días antes de que acabara la convocatoria, y fue una motivación extra para concretar la idea y poner el proyecto en un papel. Llegados a ese punto, haríamos igual la película con ayuda o sin ella, aunque nos llevara cuatro años, pero el impulso de solicitar la subvención fue lo que nos puso en marcha.

XGV: Como decía, el hecho de tener un plazo de entrega es importante para organizar el trabajo. Por nuestro amateurismo, resultaba difícil decir cuándo cerrar. Además, como te financiaron con dinero público, sientes un cierto deber moral de mostrar el filme, aunque no estés satisfecho con el resultado. Sin eso, a lo mejor decidíamos que era una mierda y lo guardábamos todo en el armario…

¿Estáis satisfechos con el filme?

XGV: Yo estoy contento con el resultado. Y no porque me parezca una gran película, ni porque piense que no tiene muchas partes mejorables, que las tiene. Me gusta por las reacciones que tuvimos en los pases públicos, y porque opino que creó debate, y dio para hablar y reflexionar sobre un proceso muy olvidado, como decíamos antes, pero también sobre cuestiones como la enfermedad, la muerte o la manera que tenemos de definir la locura. Luego, desde la cinefilia, el filme tiene un montón de defectos, pero con eso ya contábamos…

PC: En eso estoy de acuerdo. Cuando acabamos, yo no estaba nada contento con el resultado. Soy consciente de que hay muchas partes que improvisamos y que se convirtieron en errores a medida que avanzaba el trabajo. Pero nos reconciliamos con la película a partir de los pases públicos, porque allí vimos cómo el tema de la reforma de Conxo producía en los espectadores una reacción similar a la que tuvimos nosotros cuando la conocimos. Aunque sigue pareciéndome un trabajo imperfecto, creo que tiene la principal virtud de un documental, la de exponer cosas que estaban escondidas.

Por la experiencia que lleváis hasta ahora, ¿cuál es la reacción del público?

PC: Hay que diferenciar los pases para espectadores más cinéfilos, como pueden ser los que hicimos en los festivales, o en el CGAI, de los que estuvieron dirigidos a personas más relacionadas con el psiquiátrico, como el del Centro Sociocultural de Conxo. Allí estuvieron vecinos, médicos y pacientes del hospital. A algunos no les gustó nada, otros encontraban difícil creer ciertas partes porque su abuela estaba allí interna desde hace 40 años…

XGV: La gente que vivió la reforma ve la película con mucha mayor intensidad. En general, tienen la sensación de que contamos solo una pequeña parte de lo mucho que ocurrió allí. Claro, nosotros hicimos una síntesis, con la intención de contar también la evolución de la ciudad de Santiago y del barrio de Conxo en torno al manicomio. Por eso, no ahondamos tanto en los hechos de los años 70, que fueron complejísimos. Ahora, me gustaría que otros los recogiesen y continuasen profundizando en el tema. 


¿Faltan espacios en los que proyectar trabajos como este?

XGV: Los hay, pero gracias a iniciativas casi personales. Asociaciones como el Cineclube de Compostela tienen que asumir un papel que, hasta cierto punto, debería fomentar la Xunta de Galicia, garantizando que el cine subvencionado se vea.

PC: Al final, mucho descansa en el voluntarismo y en el trabajo de colectivos y personas que acaban moviéndose para cubrir el vacío institucional. Si no fuese por eso, el panorama sería de absoluta tristeza. Santiago, por ejemplo, está ahora desmantelado a nivel cultural, y la cosa va la peor. Se entierra todo en la Ciudad de la Cultura y el resto va cerrando todo. No solo las ayudas, sino los espacios, que son aún más fundamentales. Los lugares de encuentro, donde se puede dinamizar la cultura local, se han quedado en manos de asociaciones que no reciben apoyo del ayuntamiento, sino hostilidad y acoso.

¿Cuál ha sido vuestra experiencia desde el Cineclube de Compostela?

PC: El centro de la Gentalha do Pichel, en el que estamos alojados, tuvo muchos problemas e incluso amenazas directas, desde aquel famoso “sentiréis mi aliento en la nuca”, de Conde Roa… y el Cineclube, pues bien, ahora es directamente ilegal, así que poco podemos esperar.

¿Por vuestra decisión de no pagar los derechos de autor y distribución?

XGV: Claro. Empezamos en 2001, en la Facultad de Periodismo, proyectando de manera convencional, con derechos y todo. El centro había adquirido un buen proyector de 35mm, y quisimos aprovecharlo. Fueron tiempos muy intensos, con casi 90 proyecciones al año. Pero lo que nos sacó de esa senda no fue una decisión política, sino el sistema de distribución comercial. Cuando dejamos de ser estudiantes, sin el apoyo de la Universidad, nos era imposible correr con los gastos. Ahora, aprovechamos internet como plataforma de intercambio, y programamos filmes que son imposibles de conseguir de otro modo. Nuestra postura actual es consciente, pero creo que no hay otra posible.

PC: Sí, la hay, pero no para el tipo de programación que nosotros queremos montar, que son películas imposibles de encontrar en los circuitos comerciales, ni en 35mm, ni en digital. En nuestra etapa previa, por lo legal, también incluíamos cine clásico. Antes del Pichel y después de la facultad, estuvimos un año en la Sala Yago, y llegamos a tener proyecciones con más de 300 personas. Pero, aun así, no éramos quien de pagar el alquiler del espacio y de las películas… El ayuntamiento, con todo, tendría los recursos para asumir ese tipo de programación, y no entiendo por qué no se mueve para cubrir a todo ese público potencial.

El reciente caso de la Sala Yago…

PC: Muestra perfectamente ese vacío cultural del que hablábamos. Se está cayendo a cachos. Y cuando se quiso reactivar, el ayuntamiento mandó a la policía para mantenerla cerrada, a pesar de las miles de promesas que hizo en el sentido contrario.

XGV: En esta línea de promesas incumplidas, está la reivindicación, ya casi histórica, de que se abra una sucursal del CGAI en Santiago. La administración se comprometió a hacer, por lo menos, un pase a la semana en la Facultad de Periodismo, que ya tiene su propia sala de proyección. Hacerlo tendría un gasto mínimo, pero aún estamos esperando… Las administraciones parecen estar contra todo lo que sea la difusión de cultura y pensamiento. Ahora mismo, en Santiago, hay siete proyectores de 35mm que están criando telarañas. Es un desperdicio.

Volviendo al Cineclube, en los últimos años también habéis dado un cierto giro…

XGV: En realidad, fue un cúmulo de varias cosas. Comenzamos el Cineclube con una idea muy clara de lo que queríamos programar. Pero esos filmes en los que habíamos pensado inicialmente se fueron agotando en los primeros años. Luego también dejamos de ser estudiantes y perdimos el apoyo de la Universidad y, paralelamente, se abrió la Gentalha do Pichel. Nos ofrecieron trasladarnos allá y entrar en contacto con otras asociaciones culturales, lo que nos pareció muy interesante. Y, en ese tiempo, fueron apareciendo proyectos muy interesantes en Galicia, que no existían cuando empezamos.

PC: En esa lógica, quisimos aprovechar para darle un espacio de exhibición a los cineastas gallegos. Tuvimos a Peque Varela, Ángel Santos, Xurxo Chirro, Alberte Pagán … y en unas semanas vendrá Ramiro Ledo, con Vida Extra. En otra ocasión, Sergi Dies, montador de Isaki Lacuesta, sin conocernos de nada, nos pidió proyectar su peli, Morir de día, en el Cineclube. Muchas veces, para los directores, también es difícil encontrar canales…

XGV: Eso evidencia la falta de espacios, porque no es lógico que una sala con cuatro banquetas como la que tenemos nosotros sea un lugar para estrenos.


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FOTOS PLAY-DOC: Tamara de la Fuente

 

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