SEFF 2015: ESTUDIAR LAS RELACIONES HUMANAS

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19 películas llenaron los Cines Nervión durante la segunda semana de Noviembre en la 12ª edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla. Yorgos Lanthimos, Sergio Oskam o la ópera prima de Louis Garrel hicieron vibrar al público del SEFF en una sección oficial cargada de buen cine. Sin aparente relación entre ellas, aparece entre las películas que estudiaran, de una u otra forma, las relaciones humanas a través dos escenarios: la familia y el amor. Diferentes visiones de aspectos cotidianos de la vida que van desde la distopía más loca hasta historias de amor que rozan el minimalismo.

Sergio Oskan, que ya había estudiado la vida de una familia olvidada en Una historia para los Modlin (2012), se centra aquí en la relación con su padre que, después de pasar por veinte años de separación, encuentra en el Mundial 2014 una excusa para juntarse. O futebol (2015) plantea el problema de intentar recuperar una relación familiar que, quizá, nunca existió. En los escasos planos en los que padre e hijo, los dos se presentan de espaldas, sin rostros y mirando al frente. La conversación, en ocasiones trivial, parece un automatismo que trata de ocultar la incomodidad, el esfuerzo banal por estrechar los lazos familiares. Una secuencia resume el sentir de la película. Exteriores del estadio de fútbol: padre e hijo escuchan los gritos y los cánticos a lo lejos, entre ellos discuten si fue gol o no basándose en el ruído de la aficción; la relación que se nos presenta se equipara a intentar ver el fútbol sin abrir los ojos y fuera del campo: una experiencia a medias. Al igual que en Looking for Eric (Ken Loach, 2009), el fútbol provoca la catarsis colectiva que permite ver debajo de las máscaras la realidad de cada uno. El filme se divide episódicamente aprovechando los diferentes partidos del Mundial pero sin darles ningún tipo de importancia; el Mundial es un recurso que Oskam utiliza para esconderse, en la mayoría de secuencias, tras el visor de la cámara: quizá para analizar y tratar de comprender a su padre como si fuese un personaje de su película, quizá para observar lo que la distancia no le permitió: las sopas de letras sobre la mesa, los silencios en el coche durante los viajes, un partido de fútbol cualquiera…

También centrada en las relaciones entre padres e hijos, aunque desde otra perspectiva radicalmente diferente, The childhood of a leader (Brady Corbet, 2015) adapta el relato de Jean Paul Sartre para narrar el nacimiento de un líder autoritario. Vendida al espectador como el relato de la infancia de un niño “con sospechoso parecido con Hitler”, la película se sitúa en los años posteriores a la Primera Guerra Mundial sin precisar un futuro históricamente correcto o ficticio. Es por eso que el punto de partido es simplemento eso: un punto de partida; no se precisa, ni es necesario, aclarar si se pretender ser fiel a la historia real o se quiere interpretarla. Aclaraciones aparte, la película de Brady Corbet analiza las causas que provocan el nacimiento de un individuo autoritario y fascista, causas que remiten directamente a la educación y a la infancia. Prescott, hijo de “familia bien”, recibe una educación ejemplar en la que los castigos y la autoridad paterna es cuestionable. Estructurada alrededor de los tres grandes enfados del pequeño de la casa, la película tropieza consigo misma haciéndose, a veces, árida y desestructurada. La unidad espacial que otorga el gran caserón donde la familia vive, y que es casi siempre el escenario del película, se convierte en el único testigo capaz de descifrar una tela de araña que parece querer sugerir infidelidades matrimoniales e hijos bastardos, todo esto en una película que pretende centrarse en la infancia, no de un líder, sino de un tirano.

Otro tipo de familia propone Franco Maresco en Belluscone. Una storia siciliana (2014). Comienza como un estudio de la relación entre Silvio Berlusconi y la isla italiana para, a medida que se va mezclando con la sátira y el mockumentary, ir retratando diferentes personajes del entorno de la mafia. Sorpresa y risa se unen en una película que hila cantantes de orquesta, mafiosos, políticos y presos consiguiendo un retrato coral de una Familia por la que el cine siempre mostró interés. ‘Il Caimano’ va perdiendo interés a medida que se descubre todo un entramado de comunicaciones intrapenitenciarias a través de televisiones locales y actuaciones musicales que rozan el esperpento. Destaca dentro de la sección Contra-Comedia del SEFF, Belluscone consigue que la historia en la pantalla supere a la realidad, probablemente por lo rocambolesco de ésta, anulando así el interés por descubrir si es un ‘fake’ o no.

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¿Qué harías si escuchases gritos en el piso de abajo? ¿Te callarías si fueses testigo de una muerte por violencia de género? Éstas, y otros muchas, son preguntas que plantea One floor below (Radu Muntean, 2015), película rumana que arranca con la muerte de la vecina de Patrascu y con la firme sospecha de éste de la culpabilidad de su vecino, Vali. Testigo involuntario de este hecho, la curiosidad de Patrascu lo lleva a convertirse en el siguiente objetivo de Vali. Así empieza esta ‘home-invasion’ en el que la tensión va aumentando a medida que el metraje avanza. Además, el director consigue radiografiar una sociedad ensimismada en sus problemas y capaz de ignorar la violencia haciendo, incluso, que el espectador llegue a comprender el silencio de Patrascu y su decisión de no actuar. Situación incómoda que golpea desde la pantalla a las conciencias: “probablemente, tu harías lo mismo”, parece gritar la película al terminar, consiguiendo así que el mensaje permanezca en la mente horas después del final. Una cultura del silencio que One floor below señala como cómplice de la violencia machista. En definitiva, una película necesaria, especialmente en los tiempos que corren, e incómoda de ver donde una gran reflexión se esconde tras una trama de suspense. A veces cuesta verse en el espejo, pero es necesario para saber quiénes somos y poder cambiar.

Louis Garrel se estrenaba en la dirección con su película Les deux amix (2015), escogida por el SEFF para inaugurar la edición 2015. Obra casi minimalista organizada alrededor de tres personajes, París se convierte, una vez más, en el escenario de una historia de amor no correspondido que se transforma en triángulo amoroso entre amigos. En tres noches y tres días, Garrel teje una historia al más puro estilo del cine clásico consiguiéndose desprender de ese carácter francés que, a veces, impregna las películas galas. Una demostración de “amor sin condiciones”, personificado en Clément, un actor fracasado que solo consigue trabajo como extra de cine y que incluso en su propia vida solo llega a ser secundario sin frase en las historias de amor que escribe su mente. La película escala en intensidad hasta explotar, casi en la mitad de metraje, en una secuencia en el set de rodaje donde Clément trabaja. “Comenzamos poco a poco y vamos subiendo en intensidad”, precisan a los actores antes del “Acción!”; pero el amor no comprende de planificaciones, de secuencias o de instrucciones; es, o no es.

Imposible de catalogar o adjetivar, The Lobster (Yorgos Lanthimos, 2015) ofrece una visión distópica de una humanidad en la que la supervivencia pasa por el descubrimiento de “tu media naranja”. Los sentimientos y el romanticismo son cosas del pasado en un nuevo mundo donde el amor es un proceso violento, similar, en el sentido más literal, a una caza. No existe la posibilidad del individuo separado del concepto ‘pareja’: el ‘Yo’ siempre va ligado al ‘Nosotros’. Delirante a ratos, y algo pesada hacia el final, Lanthimos parece adelantarse a la sociedad en la que nos estamos conviertiendo, absortos ante pantallas donde un simple gesto táctil nos hace pasar de un perfil de soltero a otro. El amor al servicio de la tecnificación, todo en pos de la supervivencia de una humanidad totalmente mecánica. Frente a esto, solo existe una opción: la soledad de los ‘outsiders’, inmersos en raves de música electrónica y marginados de la sociedad. El amor ha muerto, viva el amor 2.0!

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Fuera de la sección oficial, sobresale Mustang (Deniz Gamze, 2015). Cinco hermanas huérfanas tratan de vivir su juventud bajo una educación rígida y estricta, personificada en su círculo familiar, especialmente en la figura de su tío. Una versión de The virgin suicides (Sofía Coppola, 1999) en Turquía. Matrimonios acordados y un autoritarismo exacerbado, que llega a convertir el hogar familiar en una prisión, retratan una educación tradicional donde la mujer, además de carecer de voz, es completamente anulada si es joven. Una película excepcional, especialmente si la analizamos como el debut cinematográfico de Deniz Gamze. Mustang es un alegato a favor de la experiencia como mejor forma de aprendizaje, de la libertad de la juventud, y, especialmente, de la libertad de la mujer como dueña de su cuerpo y acciones. Un discurso libertador que hace hincapié en tumbar los prejuicios que dicen que “nadie es serio en la adolescencia”.

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