SHORT STAY, de Ted Fendt

Entre los grandes acontecimientos del 2016 para el cine, el nacimiento del festival Novos Cinemas ocupa una parte importante. La cita, que celebrará su segunda edición en el mes de junio de este año, se convierte en un nuevo lugar donde poder disfrutar del mejor y más independiente cine: siempre que sea unha ópera prima. Con el estímulo de este “requisito” la cita consiguió llenar la ciudad de Pontevedra de películas de la altura de Dead Slow Ahead (Mauro Herce, 2015) o John From (João Nicolau, 2015) entre otros. Unos con mayor recorrido festivalero o en salas comerciales, y otros con un acceso más difícil. Short Stay (Ted Fendt, 2015) es uno de los que pertenecería a este segundo grupo.

Una ópera prima que apuesta por un repetitivo protagonista, Mike, sin pasión por la vida y que camina, casi arrastrando los pies, por un futuro que se le presenta incierto. Por suerte, esta película fue premiada por en Xurado Novo, cuyo premio era la proyección de esta película en salas por parte de Screenly. El pase del pasado domingo en NUMAX formaba parte de la gira que está llevando la película de Fendt por Santiago y Vigo, en un recorrido que esperemos llegue muy lejos.

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La crisis de los treinta años

En Paterson (Jim Jarmusch, 2016) la rutina era ese delicioso caramelo que se iba deshaciendo en la boca a medida que la semana avanzaba. Las repeticiones, las constantes, eran una especie de lujo que solo pocos se podían permitir en ese pequeño pueblo de Estados Unidos. Despertarse, desayunar, trabajar, volver a casa, cenar, tomar una cerveza y dormir al lado de alguien. Una visión romántica de la vida anclada en la rutina, ese elemento anti-romance.

Pero, siendo sicneros, nadie se despierta con el suave sonido de la aguja secundera del reloj, sino con los cañonazos que dispara el despertador. Nadie vuelve a casa después de trabajar deseando bajar al perro sino esperando que no lleve mucho. Todos nos parecemos más al Mike de Short Stay que a Paterson. Con una pequeña diferencia, ninguno de nosotros dormiría en el suelo de su propio piso.

Mike es… indescriptible, para ser sinceros. Su vida ocurre entre el lugar donde trabaja y los diferentes encuentros que tienen por la calle con gente con la que mantiene una extraña relación. En un momento de la película, Mike acude a una fiesta al piso de un amigo en Philadelphia. El piso, prototipo de piso compartido por universitarios, es lo suficientemente grande como para que las conversaciones sucedan en el pasillo, en la entrada de una habitación o en la mesa de la cocina. Mientras todos converan entre risas y tragos de cerveza, Mike permanece quieto, de pie, al lado de la nevera con los brazos cruzado. Una imagen que define quién y cómo es Mike.

No sabemos si abrumado por el futuro después de los treinta o hastiado de una vida que nunca pareció vivir, Mike se mueve, actúa a remolque de la gente que la rodea. Por eso, porque su amigo le pide lo que sustituya en el trabajo (unos tours gratuítos por la ciudad) durante su viaje a Polonia, Mike se muda a Philadelphia. Una nueva ciudad y una nueva oportunidad que Mike desaprovecha para cambiar su vida.

Si fuese un héroe convencional, Mike viviría una revolución a todos los niveles cuando llega a la ciudad, ese lugar donde las luces, el ritmo de vida, todo es capaz de cambiar a cualquiera. Pero, Mike es Mike, y es capaz de tropezar con la misma piedra diez veces. Así, tampoco en Philadelphia deja de correr por la calle con enorme maleta hecha en una bolsa de plástico, ni deja de tener incómodas conversaciones que no llevan a ninguna parte. Incluso cabe la posibilidad de que, en un afán por darle la vuelta a lo tradicional, Ted Fendt apostase por una protagonista que parece más un extra de su propia vida, alguien que pasaba por allí.

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Una apuesta, narrativa y estilística la de Ted Fendt que sobresale con maestría. Para los amantes del humor absurdo/incómodo, hay secuencias de pura genialidad que recuerdan, inevitablemente, a ese humor incómodo de producciones como Louie (Louis C.K., 2010-2015) o Extras (Ricky Gervais y Stephen Merchant, 2005-2007), por citar algunas, pero llevadas a un mínimo formalismo: apenas unos actores y una cámara. Para los apasionados de la técnica cinematográfica, he aquí un ejemplo de “no hacer”, de decidir apostar por una historia natural, sin demasiados artificios, para dejar que sea la propia historia la que vaya creciendo en el espectador poco a poco.

No es de extrañar que la película llevase el premio del Xurado Novo. Y es que este jurado, formado por estudiantes del Campus de Pontevedra, probablemente viesen en Short Stay una proximidad doble: por una parte, la crisis vital por la que Mike atraviesa al no saber encaminar su vida; por otra, a ópera prima que Ted Fendt rodó gracias a amigos y colegas con una vieja cámara.

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