白日焰火 (BLACK COAL, THIN ICE), de Diao Yinan

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Tras hacer un extenso recorrido por los festivales de medio mundo –incluyendo Tribeca, Busán, Karlovy Vary, Vancouver o Londres- y de haber sido la vencedora indiscutible de la edición más reciente de la Berlinale –con la obtención del Oso de Oro a la mejor película y del Oso de Plata para su actor principal- 白日焰火 (Black Coal, Thin Ice, Diao Yinan, 2014) llega ahora a las pantallas españolas con una inmediatez que suele ser inusitada para el mercado asiático de autor en nuestro país. Ambientada en una pequeña localidad del norte de China, el largometraje sigue los pasos de Zhang Zili, un ex-policía atormentado por un caso de homicidio sin resolver que puso fin a su carrera como inspector. Dividida en dos bloques narrativos –el primero en 1999, cuando se produce el primer crimen; y el segundo en 2004, cuando se suceden dos nuevos homicidios presumiblemente relacionados con el anterior- la cinta aspira a ser un retrato de la nueva realidad de China: una realidad fría, árida y difícil de digerir al igual que la propia puesta en escena que nos propone su director Diao Yinan. En sí misma, la transición entre los dos periodos temporales es toda una declaración de estilo y de intenciones del realizador chino. El giro de 360 grados de la motocicleta a la salida del túnel, la nieve incesante, el borracho tirado en la acera y el hurto simbolizan y resumen de forma magistral todas las claves de la propuesta: el patetismo de la vida cotidiana, el humor negro inherente a este, la repetición cíclica de patrones y acciones, y la incapacidad de escapar de la propia miseria humana.

El uso de los códigos del cine negro clásico -con referentes confesos como The Maltese Falcon (John Huston, 1941), The Third Man (Carol Reed, 1949) o Touch of Evil (Orson Welles, 1958)- con toques de thriller contemporáneo y del sello personal de Diao, proporcionan a Black Coal, Thin Ice las herramientas necesarias para hacer un retrato despiadado y al mismo tiempo compasivo de los seres rotos que transitan por la pantalla. Desde el antihéroe cutre, borracho y lastimero –encarnado por un extraordinario Liao Fan- a su particularísima, ambigua y extraña femme fatale –interpretada por Gwei Lun Mei- Black Coal, Thin Ice terminan denunciando la forma en la que la sociedad contemporánea corrompe y convierte en víctimas a sus ciudadanos. A medio camino entre la realidad más surrealista y la ficción más atroz, Diao Yinan denuncia la precariedad vital y laboral en China, muestra su crudo día a día y la imposibilidad de una escapatoria.

La violencia subyacente en lo cotidiano

El carácter trágico e irreversible de la película se revela ya desde sus primeros planos con la contraposición de una pálida mano sobre el carbón negro. El título internacional de la película Black Coal, Thin Ice juega en este sentido un doble papel al aludir directamente a los crímenes que urden la trama pero también a la propia simbología china de los colores, donde el blanco y el negro se han usado tradicionalmente para representar a la muerte (lamentablemente, en su versión castellana, este subtexto queda mutilado por la abreviación del nombre a Black Coal). Sin embargo, estas dos elecciones eliminan toda la significación, contundencia y fortaleza del título original chino: 白日焰火 (‘Daylight Fireworks’ o ‘Fuegos Artificiales de Día’), el cual, por un lado, es clave para resolver la investigación del crimen y, por otro, para entender el extraño final que el director Diao Yinan propone para su relato. Es más, el título y motivo narrativo relacionado con los fuegos artificiales le sirve para reflexionar sobre las distintas formas de violencia a las que está sometido el ser humano: la brutalidad física, la coacción de aquellos que nos pisotean desde una posición de superioridad, el castigo autoinflingido, el sexo, la violencia de la incomodidad de la recreación, etc.

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Muy lejos de la representación poética que podemos encontrar en otros cineastas como Johnnie To y su prodigiosa 放逐 (Exiled, 2006) o incluso en la personal plasmación de Jia Zhang-ke en 天注定 (A Touch of Sin, 2013), Black Coal, Thin Ice apuesta por mostrar la violencia de forma realista, siempre y cuando su extrema crudeza no obligue al director a llevarla a un descarnado y elocuente fuera de campo. Desprovista de todo lirismo, la violencia aparece en su forma más brutal, azarosa y cochambrosa. El primer tiroteo es un claro ejemplo de esta dinámica en la que la cotidianeidad de la violencia llega sin preaviso, sin ralentizados estilizados ni reflexiones grandilocuentes, y deja su impronta de la forma más despiadada y patética. El patetismo es sin duda el mejor término posible para definir esta película, en la que se muestra la actitud lastimera del protagonista, una cotidianidad funesta y, sobre todo, la sordidez de la realidad circundante.

Con una sólida trayectoria desde que firmó el guión de 洗澡 (Shower, Zhang Yang, 1999), Diao Yinan se ha consolidado con sus tres largometrajes –制服 (Uniform, 2003), 夜行列车 (Night Train, 2007) y Black Coal, Thin Ice– como uno de los directores fundamentales de la Sexta Generación de cineastas chinos. Su fuerza reside en el trazado magistral de sus personajes, unas criaturas con vidas precarias en busca de medios para poder defenderse de la adversidad. Su destino, sin embargo, nunca estará cerrado, sino que devendrá en una evolución constante. Anclado en la narrativa asiática, que desecha los finales cerrados de la cinematografía mainstream, Diao Yinan parece marcar un ciclo de repeticiones infinitas como podemos apreciar en el cierre de Black Coal, Thin Ice, en donde el plano antiestético y feísta de la grúa ascendiendo subraya de nuevo el humor negro, el patetismo, el cinismo y la desesperanza vital de su protagonista.

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