POR QUÉ PROGRAMAR ‘BUMMING IN BEIJING’: UNA INTRODUCCIÓN AL NUEVO DOCUMENTAL CHINO

La historia de cómo llega a programarse Bumming in Beijing: The Last Dreamers es la de un descubrimiento involuntario que proviene del ciclo sobre la representación de la ciudad en el cine, que el Cineclube de Compostela está pasando ahora mismo. Cuando nos llegó la invitación para programar una sesión, pensamos que lo lógico era dialogar con las líneas ya existentes y responder con un conjunto de artículos a este tema tan sugerente. La sesión también iría por ahí. En mi afán por estudiar la plasmación de las transformaciones urbanas en el documental chino reciente, los primeros nombres que aparecieron fueron lógicamente Wang Bing y Jia Zhangke. ¿Pero por qué mostrar algo que los espectadores del Cineclube ya conocen? Así que indagué un poco y encontré una cantidad de información que me resulta ahora mismo inabarcable. Estoy solo descubriendo la punta del iceberg de lo que se da en llamar Nuevo Documental Chino. Los filmes del movimiento son de difícil acceso y, lo más flagrante, desconocidos en España.

Bumming in Beijing: The Last Dreamers solo habla de la construcción de una nueva urbe de modo tangencial y subterráneo, pero hay algo que la hace relevante. Inaugura el movimiento y, con él, todas las características formales y temáticas que lo definen. La elijo por mi atracción hacia este cine sin explorar. Tenía el destino bien definido, pero vi un árbol en el camino y no pude evitar comer de su fruto.

El movimiento se sitúa en un punto intermedio entre el 'direct cinema' de Frederick Wiseman y el 'cinéma vérité' de Shinsuke Ogawa.

¿Qué es entonces el Nuevo Documental Chino?

El movimiento surge en un período histórico importantísimo para China sin el cual no es posible entender la aparición de estos cineastas. Bumming in Beijing: The Last Dreamers se concibe justo antes de las protestas de Tian’anmen en 1989, revuelta intelectual y obrera contestada con una violencia inusitada por parte del gobierno, lo que provoca la repulsa internacional y un consecuente ligero cambio de rumbo del país hacia una liberalización económica y política cada vez más acusada. La sociedad china está cambiando. Las ciudades crecen con una reactivación industrial desaforada que provoca polución y cambios estructurales en las descontroladas urbes. Nuevos bienes de consumo están accesibles para los ciudadanos, recuperándose una ostentación en la forma de vestir solo comparable a las épocas de los antiguos emperadores1. Pero también surgen nuevos modos de contestación, brotan comunidades antes escondidas (como la gay-lésbica, con una buena nómina de filmes del movimiento) o acaba por producirse un mayor intercambio cultural con otros países.

Es precisamente una experiencia semejante la que va a definir la forma del movimiento, si bien el contexto da los contenidos. El director de Bumming in Beijing: The Last Dreamers, Wu Wenguang, viaja en 1989 junto a otros compañeros de generación al festival de Yamagata, fundado por el maestro del ‘cinéma vérité’ Shinsuke Ogawa2. En ese año pasan una retrospectiva de uno de los padres del ‘direct cine’, Frederick Wiseman. Wenguang vuelve a Pekín con esas dos referencias y se sitúa en un lugar intermedio, con una cámara digital en la mano, lo que hace posible desarrollar las inquietudes de Dziga Vertov y su ‘cine-ojo’.

Esta amalgama de referencias descubiertas recientemente se contraponen al documental político de corte informativo-propagandístico del régimen, única escuela hasta el momento disponible para los documentalistas, que ahora pueden usar su propia cámara digital para grabar lo que ocurre a su alrededor sin restricciones formales o temáticas.

Uso nivelado de observación e intervención para explicar la realidad. Destierro de la voz en off. Las imágenes deben hablar por sí solas. Son los valores más claros del movimiento, explotados en su obra maestra West of the Tracks (Wang Bing, 2003), y presentes también en la fundacional Bumming in Beijing: The Last Dreamers.

El concepto de 'xianchang' guía a los cineastas. Esta escena de 'Bunning in Beijing' es un caso emblemático, que precipita la trama hacia su desenlace.

‘Xianchang’: aquí y ahora

Y en esta balanza de dos pesos, hay un tercero que equilibra toda la ecuación: el concepto de ‘xianchang’. El propio Wu Wenguang lo describe como estar “en el presente y en el lugar exacto”. Esto es, donde ocurren las cosas, pero sin esperar a que acontezcan. Adelantarse a unos hechos que no se conocen, pero que se sienten. Una de las maneras de sugerir que el método ‘xianchang’ es real, y no una construcción pre-fílmica, es “referirse a acontecimientos en las películas que sugieran una espontaneidad incontrolable y una carencia de guión”3. Esta práctica es continua en Bumming in Beijing: The Last Dreamers. El filme se abre con unos rótulos que presentan a cada uno de los personajes. El vínculo que los une son las comunas de artistas o casas de acogida en Pekín, donde todos habitan. Algunos de ellos desaparecerán de escena a lo largo del metraje. Los motivos se exponen también en rótulos, y la narración de Wenguang se ve alterada por estos acontecimientos que no puede controlar.

Lo que me atrae de esta película es su capacidad para retratar una sociedad cambiante sin salir de las cuatro paredes de un inmueble. Los cinco artistas que la protagonizan son representantes de una contracultura escondida, ilegal, que parece tener solo esperanzas en el extranjero, en un paraíso que lleva el nombre de los Estados Unidos de América. Como el título sugiere, son los últimos soñadores, pues la libertad y riqueza (espiritual pero también económica) que tanto anhelan algunos puede que esté más cerca de lo que piensan, pero a lo mejor no se corresponderá con lo que esperaban. En definitiva, lo que el filme parece preguntarse es dónde irán a parar las esperanzas de la revuelta de Tian’anmen. La película transpira una continua sensación de incierto cambio de era, para lo cual Wenguang tiene claro el procedimiento: mirar, preguntar, escuchar, contar.

El método no es nuevo, pero resulta efectivo. Se toma un lugar habitado por unas presencias que resulten interesantes para la cámara y se baila con ellas, a su son. El plano viene definido por sus movimientos, y los nudos de trama los marcan sus acciones. No por nada cita Wenguang a Wiseman como su principal referencia cinematográfica.

Estoy convencido de que Bumming in Beijing: The Last Dreamers es solo un primer descubrimiento de un mundo apasionante y por explorar. Solo espero que compartáis mi entusiasmo y que esta introducción al movimiento sirva para seguir indagando en el fértil terreno del Nuevo Documental Chino.

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  1. La recuperación del ‘qipao’, vestido de seda tradicional que vestían las mujeres ricas en la dinastía Qing y prohibido en los años más duros del período comunista, es un signo de los cambios que experimenta la sociedad china. Como curiosidad cinéfila, citar que, consciente de cómo el atuendo puede comunicar lo que somos y en que época vivimos, Wong Kar-Wai hizo vestir a Maggie Cheung unos 40 modelos de ‘qipao’ para evidenciar el paso del tiempo en Deseando amar. Un no-chino seguramente pasará esto por alto. Para conocer más sobre el ‘qipao’ y otros detalles curiosos de la cultura china (sobre todo la gastronomía), recomiendo la lectura de la novela negra Seda roja, de Qiu Xialong, editada en España por Tusquets.

  1. El director japonés dedicó durante más de una década varios títulos a las transformaciones en el área de Narita a causa de la construcción del aeropuerto. Este método de rodaje continuado en el tiempo será influyente para muchos miembros de la generación, muy específicamente Wang Bing.

  1. Robinson, Luke, “From Public to Private: Chinese Documentary and the Logic of Xianchang” en Berry, Chris; Xinyu, Lu y Rofel, Lisa (eds.), The New Chinese Documentary Movement: For the Public Record, Aberdeen, Hong Kong University Press, 2010; p. 180

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Sesión Cineclube de Compostela – Mércores 28 de marzo ás 21.45h no Pichel


The Subconscious Art of Graffiti Removal
(Matt McCormick, EUA, 2002, 17′, VOSG)


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Bumming in Beijing
(Wu Wenguang, China, 1990, 70′, VOSG)

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