CARLOS MARQUÉS-MARCET: “CREO QUE HAY QUE ENCONTRAR UN ESPACIO PARA TODO TIPO DE CINE”

© Oscar Fernandez Orengo

Carlos Marqués-Marcet © Oscar Fernandez Orengo

Carlos Marqués-Marcet (Barcelona, 1983) acaba de presentar su último largometraje, Els dies que vindran, en la Competición Oficial del Festival de Cine de Róterdam (puedes leer nuestra crónica completa aquí). Graduado en Comunicación Audiovisual por la Universidad Pompeu Fabra, Marqués-Marcet cursó un máster en dirección cinematográfica en Los Ángeles y trabajó durante años como montador de cine y televisión. Su ópera prima, 10.000 km (2014), acaparó todas las miradas en el Festival de Cine de Málaga y se hizo con el premio Goya a la mejor dirección novel. Desde entonces, el realizador catalán ha logrado hacerse un hueco en la industria gracias a trabajos como la TV movie 13 dies d’octubre (2015) o su segunda película, Tierra firme (2017). Con Els dies que vindran Marqués-Marcet cierra su particular trilogía volviendo a un registro más íntimo. La cinta narra el embarazo inesperado de una pareja de treintañeros, basándose en la experiencia verídica de sus protagonistas (David Verdaguer y María Rodríguez Soto, pareja en la vida real). Durante su estancia en el IFFR pudimos charlar con él acerca de su proceso creativo, sus intereses temáticos y la forma en que navega entre distintos géneros y escalas de producción.

¿Habías pensado en IFFR como el escaparate más adecuado para la película?

La verdad es que no había pensado en un festival en concreto, pero a Róterdam le tengo mucho afecto. Estuve aquí como montador en el año 2012, con una película americana, y el año pasado vinimos con Tierra firme (2017). Es un festival en el que me siento en casa, y además es muy equilibrado: hay bastante público pero también mucha conexión entre los cineastas. Me hacía mucha ilusión venir.

Los críticos siempre caemos en el cliché de calificar una película como “la más personal” de su director. No sé si es tu caso con Els dies que vindran, pero imagino que sí lo ha sido para tus actores.

La última película es siempre a la que más cariño le tienes. En este caso, el proceso de creación ha sido mucho más libre y exploratorio que en mis películas anteriores. Es precisamente esa libertad, y los recursos de los que disponíamos, lo que hace que sea más especial para mí. Y obviamente para los actores también supone algo único. Para ellos es un recuerdo de un momento muy importante.

Tengo entendido que fuiste tú el que dio el primer paso a la hora de proponer la película. ¿Cómo fue el proceso de ‘negociación’?

Sí, estábamos rodando Tierra firme y nos enteramos de que David y María estaban embarazados, así que les propuse hacer una película para explorar todo el proceso. En el fondo fue todo muy sencillo. Lo que hice fue proponerles llevar a cabo un acto creativo conjunto. El objetivo no era grabar su intimidad, sino profundizar en ella a través de la ficción. Gracias al propio ejercicio creativo, a la interpretación, pudimos alcanzar otro nivel de verdad. En ese sentido fue todo muy orgánico, en ningún momento hubo tensiones. Fuimos encontrando la película a medida que la hacíamos, incorporando nuevos temas y dejando otros de lado. Todo lo que vemos ocurre a través de los ojos de los personajes, y eso nos permite explorar el proceso libremente. Creo que esa fue la clave, la idea de utilizar a los personajes como un vehículo para transitar por ciertas vivencias.

¿Cómo se desarrolló el proceso de rodaje?

Rodamos principalmente durante los fines de semana. Decidimos marcar una fecha para empezar a grabar, antes de que el embarazo estuviera ya muy avanzado, y a partir de ahí comenzamos a hacer improvisaciones. Primero trabajamos con los actores por separado, cada uno desarrollando su personaje, y luego los juntamos. Normalmente no sabíamos lo que íbamos a rodar hasta una semana antes. El proceso que seguimos consistía básicamente en comentar las experiencias que estaban teniendo David y María, adaptándolas a la forma en la que las vivirían esos personajes. A partir de ahí improvisábamos y construíamos el guión que íbamos a filmar cada semana. Finalmente, cuando quedaban tan solo un par de meses de rodaje, incorporamos a Clara Roquet y Coral Cruz (co-guionistas) para organizar mejor todo ese material y darle una dirección. Después del parto todavía volvimos a rodar algunas escenas y escribimos otras más dirigidas a estructurar la película.

¿Cómo fue colándose la realidad en todo el proceso y cómo acabó representada?

Fueron muchos pequeños detalles. Por ejemplo, cuando María me enseñó el vídeo de su propio nacimiento. Un encuentro fortuito que luego reestructuró toda la película. Consideramos que ese vídeo tenía que tener un reflejo directo en la trama de los personajes. Añadía capas en muchos sentidos, tanto en lo que se refiere a la forma en que actuamos en relación a modelos anteriores, como a la hora de comparar cómo se vivía y se vive una misma experiencia en distintas generaciones. También nos permitía hablar de ciertos modelos o clichés, y nos brindaba una invitación al metacine. Al final una película es un recuerdo de un momento y un tiempo pasados, y la que estábamos haciendo era como la cara B de una home movie. También ocurrió algo parecido con el tema del nombre. David y María empezaron a debatir y a obsesionarse con el nombre del bebé, a buscar en diferentes libros y páginas web, así que decidimos rodar escenas sobre eso. Improvisamos y de ahí salió un poco el momento que vemos en la película [Cuando los personajes echan a suertes el nombre de la niña]. Buscábamos un equilibrio entre la experiencia real de los actores y la forma en la que se comportan los personajes. Y sobre todo lo mucho que decían estas experiencias acerca de la relación que tiene una pareja. Las posiciones enfrentadas, la dificultad para entenderse, los acuerdos a los que debes llegar a lo largo de todo el proceso…

© Avalon

Els dies que vindran © Avalon

En todas tus películas has tratado el tema de la maternidad desde distintas perspectivas. ¿Qué te aportó en concreto esta última?

En esta parte del mundo la decisión de tener un hijo se ha convertido en un auténtico dilema, cuando hace años no lo era, y eso dice mucho de la sociedad en la que vivimos. Me atrae este tema porque nos permite hablar sobre cómo nos relacionamos. En este caso se muestra de forma mucho más directa, ya que el propio proceso nos arrastra a ello. En Tierra firme me centraba más en la arrancada y las dudas previas, y aquí nos metemos de lleno en la carrera, intentando “saltar las vallas”. Uno de los aspectos que más me interesaba era cómo de repente todas las cuestiones de género -masculinidad, feminidad, relaciones de pareja-, que muchas veces creemos superadas, vuelven a emerger con un embarazo. En el momento en el que hay un cuerpo que porta una vida y otro que no esa dificultad para entenderse se multiplica.

¿Hay una vocación generacional en tus obras?

Es un poco peligroso intentar hacer una película generacional porque corres el riesgo de acabar muy ensimismado, abstraído en tu propio mundo, y eso no es lo que busco. También es cierto que cuando empecé a hacer películas me interesaba hablar de lo cercano. De alguna manera supongo que hablar de gente de mi edad en un entorno parecido al mío, sobre todo en esta última película, sí que me permitía explorar ciertos temas sin la necesidad de tener que hacer un trabajo previo de investigación o descubrimiento. Se trata de llegar al otro desde lo más cercano a ti. Y de alguna forma cada una de las películas me llevó a la siguiente. Tierra firme la hicimos a partir de 10.000 Km, porque quería enseñar el mundo de Natalia [Tena] y seguir profundizando en la relación que se había creado entre ella y David, pero no ha sido algo programado.

En cualquier caso, con tan sólo tres películas has logrado un corpus temático consistente. ¿Tienes en mente seguir trabajando los mismos temas?

Hay cosas que quiero explorar en la misma línea. No necesariamente el embarazo, pero sí que hay ciertos universos con los que me interesa mucho seguir trabajando. Hablar de mi generación, por decirlo de alguna manera, me ha servido para ordenar pensamientos y para repensar el cine. De todas formas, también me interesa experimentar con otras cosas. La televisión, por ejemplo, siempre me ha llevado a temas judiciales.

Ahora mismo estás trabajando en la adaptación televisiva de En el corredor de la muerte, la novela de Nacho Carretero sobre el caso de Pablo Ibar. ¿Cómo ha sido el cambio de escala y producción?

En realidad son sistemas y momentos totalmente distintos. Els dies que vindran tenía una producción más compleja de la que voy a tener con una serie. El equipo era muy pequeño, pero teníamos el doble de días de producción. Al final se trata de cómo utilizas los recursos a tu alcance. También es cierto que nunca habríamos podido hacer una película como Tierra firme, con sus particularidades de producción (trabajar en otro país, rodar en barcos, aplicar unas ciertas ideas estéticas,…) sin tener una mayor organización detrás. Y lo mismo sucede ahora con la serie, que obviamente requiere de una gran producción. Estamos rodando una historia ambientada en Florida y trabajando con actores internacionales, lo cual exige un gran equipo y mucha planificación. Está claro que no podría hacer la serie como he hecho la película, y viceversa. La televisión es un trabajo más de encargo, por decirlo de alguna manera, parecido al sistema de producción de los grandes estudios clásicos en Estados Unidos o Japón.

¿Y cómo te aproximas personalmente a los distintos formatos?

Cada proyecto requiere su propio sistema y hay que diseñarlo a medida. En televisión intento encontrar y aportar un punto de vista personal a un tema que me viene dado, mientras que en el cine trabajo mis propias ideas. Mi intención es seguir combinando estos dos formatos. Lo que no me gustaría es ir siempre por defecto hacia un tipo de producción, sino encontrar el modelo con el que sea capaz de exprimir al máximo el tema que quiero tratar, ni más ni menos. Creo que hay que encontrar un equilibrio y un espacio para todo tipo de cine. Si entendemos que solo se deben hacer producciones industriales con presupuestos más holgados hay muchas películas de la historia que jamás se habrían podido llevar a cabo. Estamos en un momento en el que cuesta mucho llevar al público a las salas, y es nuestra responsabilidad como cineastas hacerlo cada vez mejor para seguir atrayendo a la gente. La televisión está muy bien, pero la magia del cine en la sala oscura, la experiencia en comunidad, es inimitable. Quizás soy un romántico pero me gustaría seguir buscando esa experiencia.

© Avalon

Els dies que vindran © Avalon

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