UN DÍA EN EL RODAJE DE ‘LAS ALTAS PRESIONES’ DE ÁNGEL SANTOS


Domingo, 6 de octubre de 2013. 10:21 horas. Ya he pasado Pontevedra. En escasos kilómetros llego a Paredes. Veo la señalización hacia el puerto y me digo a mí mismo que voy bien, que no voy a tener que molestar a Daniel Froiz para que venga a recogerme a la nacional. Él es productor de Las altas presiones, el última largo del cineasta gallego Ángel Santos, que ha empezado a rodar el día anterior en Pontevedra, y seguirá en los alrededores y en la raya con Portugal en 16 jornadas más. Una producción pequeña, con más elenco de lo que es habitual en el cine de este autor, que vuelve a temas como el amor romántico (“es inevitable”, me confesará después en una pausa para un café) e introduce otros como la decadencia del paisaje industrial, metáfora de la crisis del sistema capitalista. Hay también en el filme una reflexión sobre el arte, bien explicitada en la sinopsis. Un localizador, interpretado por Andrés Gertrudix, viene a Galicia en busca de escenarios para el filme en el que está trabajando. En el proceso, encuentra la película que nunca se atrevió a, o no supo, concretar. Y, por supuesto, una mujer.

Confieso que no es éste mal paisaje para un localizador. Conforme me acerco al muelle, la inmensidad de la ría de Vigo se muestra ante mi, puente de Rande asomando a la derecha, la isla de San Simón coronando el horizonte a mi izquierda. Veo movimiento en la playa. No llego a distinguir quiénes son las figuras humanas recortadas por el sol. A esta hora del día, está perfecto para captar los reflejos de la luz en la arena, que traza una bella sinfonía cromática con la marea baja. No hay un metro de la ría donde uno ponga la vista que se parezca a otro. Bertitxi, el director de fotografía, debe estar disfrutando la planificación de esta toma. Intuyo que es la figura más próxima a la cámara, que ya alcanzo a distinguir. A unos metros, hay gente moviéndose alrededor de ella. En el muelle, mucho coche junto. Claramente, he dado con el sitio a la primera. Aparco, cojo el bloc de notas, trípode y cámara del maletero, y tiro para la playa. Saludo a un chaval que se acerca a mí con un walkie y auricular pegado a la oreja.

– Hola.

– ¿Quién eres?, espeta.

No lo dice con mala baba. De hecho, compensa la escasa locuacidad con un tono bien amable. Simplemente, está perplejo. Es evidente que no le han avisado de mi llegada.

– Busco a Dani. ¿Anda por aquí? Vengo a visitar el rodaje para escribir un artículo en la revista acuartaparede.com

Se vuelve y dice algo muy rápido en su micro de solapa. Hace unos segundos de pausa. Aguza el oído.

– Pasa.

Allá voy.

10.30 – Escena 14 / Plano 1 / Toma 1

Otro hombre con auricular que se me acerca. Este sonríe y extiende su mano.

– Bienvenido, Víctor.

– Graciñas, Dani.

– ¡Hola!

A la tercera voz hay que darle un abrazo. Hace varios meses que no lo veo. Me extraña no haber reconocido a Ángel Santos al entrar en la ensenada. Acabo de pasarlo, y la capucha que lleva para protegerse del sol me despistó. Está aún más jovial de lo que suele. Mientras rodeo con uno de mis brazos sus hombros, me invade también cierta excitación. Realmente he puesto el pie en la arena sin saber nada de la cinta, y veo que se está rodando en película de 16 mm. No es que Santos no haya dado ya muestras de su interés por el “material noble”, como le gusta llamarlo. Posee una Bolex, con la que filmó Fantasmas#1, Fantasmas#2 y Adolescentes. Pero éstos son cortos documentales. No pensé que entrase en sus planes, tras Dos fragmentos / Eva, usar este formato en un largo de ficción. Esta es la primera pregunta que debo hacerle. ¿Por qué? Pero no es el momento.

– No te entretengo ahora, veo que estás muy ocupado. En la comida, ya sufrirás el interrogatorio.

De hecho, antes de que pueda plantar mi trípode en el suelo, ya está caminando hacia Andrés Gertrudix para darle unas indicaciones. El actor se encuentra a escasos metros de la cámara, sosteniendo él mismo una en la mano (digital, nada que ver con el gran aparato mecánico que tengo delante). El director le muestra cómo debe moverse y, cuando definen la posición idónea, la foquista Deirdre Canal pone una marca en el suelo para hacer correctamente la medición de la distancia focal. Este plano es muy sencillo. El intérprete parte de una esquina del cuadro, como un elemento más en la inmensidad del paisaje, para ir caminando hacia cámara y llenando el encuadre. Camina por la playa, se para, alza su pequeña cámara, y empieza a chillar unas indicaciones: “Ahí, ahí, un poco más”.

Se está dirigiendo a Diana Gómez y Juan Blanco, que le contestan en el contraplano aún no rodado, al otro lado de la playa. La pareja anda hacia el mar y grita sus líneas. Gertrudix graba en realidad el contraplano con su pequeña cámara. No el de la narración del filme, sino su propio plano subjetivo o, más bien, el de su personaje, el localizador. Este plano, el digital, aparecerá en la película, dentro del cuadro filmado en 16 mm., en la pantalla de un ordenador. No entraremos en qué juegos metalingüísticos puede estar buscando Santos con este ejercicio. Creo que la explicación es bastante evocadora. Bertitxi, que tengo a mi lado, lo tiene claro: “Lo interesante es que no haya intervención en el material que graba Andrés”.

Al equipo le hacen falta tres tomas para dar el plano por bueno. Algo parecido ocurre con otro más cerrado sobre Gertrudix. El sonidista, Xavier L. Souto, quiere asegurar que el diálogo ha quedado debidamente registrado. Se repiten las líneas de diálogo y ya están listos los primeros planos del día.

11.33 – Escena 14 / Plano 3 / Toma 1

Se cambia la cámara de posición para obtener los contraplanos. El primero es uno muy abierto, de toda la playa, con los dos actores yendo hacia la costa. Parece sencillo, pero hay algo que no gusta nada a Ángel Santos en la primera toma. Corre apresurado hacia donde están los intérpretes, dando un buen rodeo, para no dejar huellas en el lugar que va a registrar el encuadre elegido. Discute un rato con ellos, andando por la trayectoria que deben tomar, y haciendo gestos con los brazos. Claramente, hay algo en su caminar que quiere corregir. Vuelve en unos minutos con todo claro, y se intenta una segunda vez. A la tercera va la vencida.

El último plano en esta localización será uno más corto de estos dos personajes, para lo que se cambia ligeramente la posición de la cámara y, más importante aún, el objetivo. Bertitxi considera que deben cambiar de uno de 25 mm. a otro de 50, para capturar el encuadre más focalizado en los actores que le pide el realizador. Se repite el proceso y, cuando ya lo tienen todo preparado, motor y acción. Daniel Froiz nos pide a todos silencio para la segunda toma y, recalca: “No andéis por la arena, que se escuchan los pasos”. Es cierto, esta playa en forma de concha parece un auditorio. La acústica es perfecta. En mi micro entra la conversación, perfectamente clara, de unos paisanos que han salido de paseo, al otro lado del arenal. Y la realidad interviene. Los cohetes a mediodía, de una parroquia en fiestas de la zona, estropean la segunda toma, que estaba yendo de maravilla. Duran hasta las 12.08, momento en el que Santos indica a su equipo: “Venga, que no hay petardos, vamos a rodar otra”. Y así es, dicho y hecho. Toca la pausa del bocata, que yo agradezco porque no he desayunado.

Andrés Gertrudix frente a una nave industrial abandonada. Foto: Carla F. Andrade

12.19 – OFF – BOCATA REPARADOR

El chaval que me atendió al llegar, Joaquín Mateo-Morales, me indica dónde puedo coger un sándwich vegetal y servirme el café triple que necesito. Mucho mejor. Decido sentarme con Bertitxi, que no está ocupado, para freírlo a preguntas técnicas sobre el rodaje.

– Pocas tomas, ¿no? Os ha salido todo a la tercera.

– Es la concentración del celuloide. Los actores ensayan más, y nosotros tenemos que medir todo a la perfección.

– Desde luego, todo el equipo parece muy concentrado. Parece que el rodaje está fluyendo bien.

– Es porque no podemos hacer muchas tomas, no es como en el digital. Creo que eso es una ventaja. Todo el mundo está más atento.

Y se pone a hablar sobre las virtudes de la película fotográfica. Hay algo romántico en la forma que tiene de expresar ese amor por el grano, la textura de una imagen palpable, que creo casa muy bien con el pensamiento y el sentir filosófico del cine de Ángel Santos. Berti explica por qué acaba de cambiar de objetivo, las mediciones de luz que tiene que hacer… Pero en ese momento, no puedo evitar despistarme por unos segundos para poner la oreja a una discusión que el director tiene con su productor, Daniel Froiz. Él está siempre atento a cumplir el plan de rodaje, quiere que todo vaya como un reloj. Y de momento, todo va en hora y a buen ritmo. Santos es la parte creativa. Ya le recordarán estas cosas cuando convenga. No sé de qué va la conversación. Sólo cojo cosas sueltas, pero hay una que bien podría servir de titular: “El encuadre y los actores, es la clave del asunto”. Como si con esta máxima, el cineasta pudiese solventar cualquier problema. Realmente, está muy atento en todo momento a dirigir a sus intérpretes de manera precisa. Antes de retomar el rodaje, mantiene conversaciones con todos ellos. Yo dudo sobre acercarme a Andrés Gertrudix para intercambiar una palabras con él. Está sentado a la sombra de un pequeño árbol, con la vista perdida y aire reflexivo. Entiendo que no es el momento de interrumpir esta concentración. Seguramente esté repasando las líneas de diálogo que le tocan. Froiz se acerca a él para indicarle que se retoma el rodaje.

12.35 – Escena 14 / Plano 4 / Toma 1

El equipo se traslada a unas rocas al fondo de la playa. En este plano, Gertrudix se acerca a la posición de Gómez y Blanco y les explica por qué está localizando cierto edificio, una antigua nave industrial, que tienen delante. Los anteriores eran planos fijos. Aquí hay una panorámica, y la posición del sol no lo debe poner fácil. Yo mismo debo cambiar de ángulo para evitar un contraluz muy fuerte en mi registro de este día de rodaje. Santos y Bertitxi tardan en definir el encuadre, que debe además seguir a los actores de una manera fluida y guardando una composición muy específica. Los intérpretes van y vienen hasta que tienen claras sus posiciones, la rapidez de sus movimientos y cómo deben decir sus líneas. Ensayan la toma varias veces, y después se van a maquillar a la sombra y ponerse un micro adicional por debajo de la camiseta. Cuando no están actuando, siempre tienen un paraguas a mano. Da un sol de justicia.

Esperamos hasta que todo está montado correctamente. Son las 13:42 cuando por fin se puede comenzar a rodar. En veinte minutos, se repite el plano cuatro veces. Santos da las dos últimas tomas por válidas, pero Andrés Gertrudix pide hacer una quinta, porque ha omitido una pequeña información y eso le ha hecho cambiar la entonación de una frase. El director le explica que ha sido la toma más natural, que ha hecho un gran trabajo y que eso no influye en el desarrollo de la trama, que no importa. Pero el actor insiste: “Se puede mejorar”. Por detalles como este, a lo largo de toda la jornada, podemos añadir a la palabra “concentración”, “perfeccionismo”; para definir el carácter del equipo de Las altas presiones. En la quinta, todo el mundo está de acuerdo. Ha sido buena.

14.40 – Escena 16 / Plano 1 / Toma 1

Nos trasladamos a la siguiente localización, donde solo se va a rodar una pequeña panorámica sin diálogo, en la que los protagonistas cruzan una carretera. La dificultad no está en hacerla, sino en que entre en cuadro lo que se busca. Froiz lleva un buen rato coordinándose con sus asistentes para que le comuniquen por walkie cuándo pasan coches y que no entren en el plano. No vaya a ser que atropellen a alguien, además. Pero parece que les está costando establecer una frecuencia para saber cuándo, desde una curva al fondo, los vehículos entrarán en escena. Después de múltiples intentos, le pillan el tranquillo. Se hacen dos tomas por asegurar, pero todo fluye sin problemas una vez lo de los coches ha quedado resuelto. A las 14:55, Froiz nos apura a todos: “Es buena, vamos a comer”.

Andrés Gertrudix en la Playa de Lourido, Poio. Foto: Carla F. Andrade

15.40 – OFF – ALMUERZO CON CONDIMENTO

El lugar donde se rodará por la tarde es la playa de Lourido. En este caso, urbana, muy cerca de Poio. El equipo ha reservado mesa para todos en un restaurante, donde está esperando, entre otras, Jaione Camborda Coll. Yo suelo verla en contextos de cine documental, porque es también realizadora de no ficción. Supongo erróneamente que está invitada, como yo, a este rodaje.

– ¿Y tú por aquí?

– Pues de directora artística. Poniendo todo a punto.

Una sorpresa agradable. Se ve que comparte con Santos, cocinero paciente y exacto, el gusto por los detalles. En la localización hay un bote al fondo que pone “cul de sac”, como el filme que catapultó internacionalmente a Polanski en 1966 después de haber rodado Repulsión. Ya me había percatado de esa coincidencia, que me pareció curiosa, al pasar por ahí de camino al restaurante; pero cuando hora y media más tarde, Ángel Santos me hace notar el nombre del bote y dice “cosa de arte”, dejo de creer en las casualidades.

Como algo rápido. Prefiero un café largo, con una conversación en condiciones.

– ¿Qué, Ángel, empezamos?

– Cuando quieras.

Para que me queden las cosas claras, ¿qué es lo que acabo de ver por la mañana?

Viste lo que sería para nosotros el tercer día de ficción. Vemos el camino que hace nuestro protagonista, Miguel, que viene de Madrid con el encargo de una productora para conseguir unas localizaciones para un filme de corte social. Una producción media, que probablemente no le interese ni lo más mínimo. Se encuentra en un momento de crisis personal, que está sobrellevando como puede. Esto lo lleva a buscar sus raíces y encontrar su posición en el mundo laboral. ¿Cómo se posiciona uno aquí cuando tiene ciertos intereses artísticos?

En este caso, se encuentra con otros dos personajes, Paula y Juan, que son los hermanos pequeños de amigos suyos, que no encuentra en la ciudad. Y decide ir con ellos a visitar espacios. Jugamos a contraponer el espacio de una pequeña industria abandonada que se cae a pedazos con la energía del nacimiento de una relación. Y Miguel se encuentra en medio, observándolo.

Encuentra su filme, ¿no?

Nunca se llega la explicitar, pero sí está eso presente. Él es una persona que ahora no tiene ningún impulso creativo concreto. Quizá sí lo tuvo, pero lo dejó atrás, y va encontrando cosas que le ayudan la resituarlo. Los apuntes de una película posible.

Las altas presiones es entonces el esbozo de un esbozo.

Sí, realmente hay esa película social, que puede interesar hoy con la crisis, y que se focaliza en los cuatro o cinco espacios ruinosos. Y después esa película suya personal, de la que realmente no conocemos nada. Pero hay unas imágenes que sí nos pueden ayudar a comprender su deriva vital y sentimental.

Es la primera vez que haces un largo en 16 mm. ¿Por qué esta elección estética?

Había un impulso por filmar con materiales nobles. El digital se está imponiendo, pero en términos de producción no hay mucha diferencia, más allá de los costes que pueda ocasionar. Quería filmar en exteriores, con un aspecto documental, o al menos bastante directo; limitar el uso de luz que no sea natural… Y por eso hay esta elección estética. El celuloide nos da algo aquí que no aporta el digital. Y como hablamos de cine en la película – en ella se filman imágenes en miniDV – me parecía interesante contar el relato con celuloide.

¿Por que Andrés Gertrudix? ¿Lo conocías ya?

No, había visto su trabajo, y había hablado de él varias ocasiones con Fernando Franco1, del que es muy amigo. Me lo recomendó no solo como actor, sino porque pensó que podíamos conectar, como de hecho ha pasado. Cuando escribía el guión, llegó un momento en el que solo lo visualizaba a él como personaje.

En este filme tengo más de los que suelo tener. Normalmente, lo limito por cuestiones presupuestarias. Pero en este caso, Andrés se va moviendo, y de ahí salen tres tramas. Está la suya, la de las localizaciones; otra sería la que se desarrolla con la gente que encuentra en el camino, con la que hace un viaje a Portugal, para ver a una amiga de toda la vida. Hay aquí algo sentimental o moral, bastante rohmeriano, muy de construcción. La primera trama tendría una estética más realista o documental. Y la tercera es nocturna. En el lugar donde él vive, establece una conexión sentimental con una mujer, interpretada por Itsaso Arana.

Una constante.

Es inevitable. Puede haber temática social, paisaje, otras tramas… Pero lo que más me interesa desarrollar es el sentimiento amoroso. Siempre ha estado ahí. Veo que Las altas presiones tiene mucha más relación con Septiembre que con otros filmes míos. Hasta en la playa.

Reímos.

– ¿Qué os traigo? Pon bien a la productora, eh.

En ese momento, nos interrumpe Daniel Froiz para asegurarse de que no nos vamos a quedar sin postre.

– Café, decimos al unísono.

¿Por dónde íbamos?

Andres Gertrudix yendo hacia el cargadero de los alemanes, en la Ría de Vigo. Foto: Carla F. Andrade

¿Cómo va a seguir el rodaje por la tarde? ¿A dónde marcharéis estos días?

Más o menos vamos a seguir con este tipo de relación con el paisaje, aunque habrá momentos más íntimos con Andrés cuando visita los lugares. Nuestra base es Pontevedra y, desde ahí, la antigua carretera de Tui. Visitamos hoy Paredes, vamos a ir a un par de cargaderos de mineral, abandonados y nuevos… Rodaremos una semana en una bella casa del siglo XIX en Portugal… La relación con el mar es muy importante, y después dedicaremos las últimas semanas a filmar la noche. Por ejemplo, tenemos una escena de concierto en el Liceo Mutante, una asociación de Pontevedra que organiza muchas actividades culturales autogestionadas.

Citabas a Rohmer. ¿La Nouvelle Vague va a seguir ahí? También has estado muy influenciado en otras ocasiones por los clásicos literarios rusos.

Mi francofilia es obvia, pero en realidad soy menos eslavófilo. Sí que hay un componente del paisaje que conecta con eso, pero es más circunstancial que personal. No lo siento tan propio. La fábrica de cerámicas de Santa Clara, que rodamos hoy desde fuera, tiene un punto Tarkovsky innegable. La directora de arte, Jaione Camborda, es muy fan de él y está encantada. Yo trato de suavizarlo. Voy más en la línea paisajística de Antonioni, y aquí quiero desmarcarme mucho de Dos Fragmentos / Eva. Es un cambio consciente y muy marcado. Aquella era una película en la que el paisaje primaba mucho más, y en esta estamos acercándonos, intentando que los planos de personajes sean la medida del filme. En los últimos años, me gusta mucho, en esta línea, lo que ha hecho Matías Piñeiro.

Sobre la influencia francesa, es, en este caso, post-Nouvelle Vague. Me interesan Rohmer, pero sobre todo Garrell, Pialat y Eustache. Tienen un componente más realista, y no tan lúdico. Esa es la filiación, y después uno hace lo que tiene que hacer. Cuando te enfrentas a un plano, a veces las propias circunstancias lo definen. Y tu personalidad lo acaba transformando un poco. Veremos los resultados.

– Vamos, a rodar.

Daniel Froiz, siempre atento al reloj. Como esto va de filiaciones, me acerco a Camborda para hacerle una petición de cinéfilo.

– Este quiere poner frenos a tu vena tarkovskiana, pero tú ni caso.

Salimos al escenario que la directora de arte ha preparado para el rodaje de la tarde, con su bote “cul de sal” incluido, y una pared pintada con varias capas de distintos colores, efecto supuestamente del salitre. Tiene un toque, en efecto, muy Antonioni. Yo apuro unos últimos planos para incluir en mi diario en vídeo hasta que muere la batería de la cámara. Son alrededor de las cinco y media cuando cojo el coche de vuelta a la casa. En mi mente, reverberan las escenas que acabo de contemplar y, filtradas por esas filiaciones estéticas, comienzo a darles sentido. El periodista que fue a registrar encuentra un posible filme en su cabeza; el de un hombre que recupera el impulso creativo que nunca se había atrevido a desarrollar (quizá por miedo a no estar a la altura de sus exigencias personales) gracias a una mujer. Y aparecen escenas de Truffaut por lo amoroso, de Guerín por lo del esbozo, o de Tarkovsky (una vez más) por lo de las ruinas. Pero ese es mi filme, y Ángel Santos hará otro. Uno de esos que, intuyo, marcan una trayectoria.

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1 El realizador de La herida, en la que también participa Andrés Gertrudix, será el montador de Las altas presiones. La productora de la primera, Encanta Films, participará en la producción de la película de Santos, que también ha recibido financiación de las ayudas al talento de Agadic. Produce Matriuska Producciones, como en Dos fragmentos / Eva, con un presupuesto total de aproximadamente 500.000 euros.

 

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