LES SALAUDS, de Claire Denis

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Si algo caracteriza a los filmes de Claire Denis es la edición elíptica y las palabras no dichas, exigiendo así un espectador activo y permisivo. Formada junto a directores de la talla de Wim Wenders, la autora francesa construye huecos narrativos de manera voluntaria gracias a un escaso diálogo y a imágenes paralelas que pergeñan poco a poco la trama. Los saltos temporales hacen de éste un cine en el que cuesta entrar y en el que se requiere una actitud atenta y dispuesta.

Les salauds comienza con un suicidio. Una secuencia de inicio inquietante con una lluvia torrencial de fondo. Una ambulancia recoge un cuerpo, una adolescente camina desnudada por las calles en medio de la noche. Esas imágenes son piezas de un rompecabezas que Denis no tiene prisa alguna para encajar. Marco (Vincent Lindon) es capitán de un barco y decide acudir junto a su hermana viuda Sandra (Julie Bataille). Este personaje regresa para encargarse del suicidio de su cuñado y de la quiebra de la empresa familiar. Tras toparse con su sobrina interna en un psiquiatra, comienza una investigación cuyo único propósito es la venganza por todos los males que sufre la familia, de los cuales el único responsable aparente es un famoso empresario apodado Laporte (Michel Subor). Una vez más Denis presenta al ser humano solitario en un ambiente incómodo y en el que se reflejan fuertes antagonismos culturales. Ya en White Material (2009) habíamos visto personajes amedrentados frente a una situación estrechamente dificultosa, pero después de un viaje por África, paisaje de su adolescencia, la directora vuelve a la metrópoli francesa.

Éste es un filme frío y sombrío en el que, a pesar del dolor que padecen sus personajes, nosotros como espectadores no conseguimos una completa identificación con ellos. Puede que Marco sea el único que, contrariamente a su firmeza durante toda la cinta, consigue nuestra compasión y devoción. Es por eso que la película se centra en él y no en la pequeña Justine (Lola Creton). Marco es la cabeza pensante, la razón, la humildad. Llegado un punto necesita asumir el mando, todo recae sobre sus espaladas y se ve obligado a tomar partido dada la pasividad e indiferencia de su hermana.

Quizás lo genial de este personaje es que en ningún momento vemos reproche alguno por el hecho de tener que ser él quien lleve las rentas. Abandona el trabajo, se obsesiona con Laporte. Tras dejarlo todo atrás vive para vengar el sufrimiento de su sobrina, pero no solo busca eso. El momento en el que Marco entra en la casa de su amante mientras la mujer le sirve el desayuno al hijo muestra su querencia por formar una familia de nuevo, por sentirse estimado, rodeado de gente que lo aprecia. Divorciado y con dos hijas a las que apenas ve, este personaje siente la necesidad de cuidar y ocuparse de las pocas personas con las que cuenta en su entorno. La preocupación por su sobrina y el acercamiento al hijo de Laporte nos enseñan cómo el protagonista reclama la presencia de alguien a quien querer. Él mismo afirma que se alejó de todo el mundo, que ya apenas conoce a su familia. El mar, como se muestra en un hermoso plano paisaje, es un elemento distanciador que contribuye a la jubilación de Marco, quien se ve de pronto devuelto a tierra y sumido en un cúmulo de dificultades y conflictos ajenos, pero de los cuales se hace responsable por elección propia. Una vez que descubre el lugar donde Laporte celebra sus fiestas personales desata su odio contra el socio empleando los puños y corre a visitar a la chica ingresada. Es en esta visita a las afueras de la ciudad donde se hace visible la apatía y desidia de la madre, que incluso llega a ser inverosímil.

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La media sonrisa que acompaña a Sandra en el instante en el que Marco le firma el talón la delata, se descubre así la única inquietud de la mujer. Después de perder a su marido está a punto de perder a su hija y también la empresa familiar. Opta por el camino más fácil, su única lucha es la de intentar salvar su compañía, preservar su dinero más su estatus. Incluso cuando Justine escapa del centro, su enfado, su reacción, parece que solo están cumpliendo un papel, el papel de madre preocupada y agitada, algo que en la realidad no siente. Es aquí donde reside lo mejor de la cinta, en la ausencia de planos largos e inmóviles, en la fijación de la directora por mantener la cámara en mano y seguir a cada personaje desde muy cerca, retratando cada paso y cada gesto, de modo que cámara y persona se vuelven una sola cosa.

Dicho esto, se echa en falta una mayor inmersión en el personaje de la niña, alrededor del cual giran todos los problemas. El protagonista es Marco porque el argumento del filme comienza cuando él aparece en pantalla. A pesar de que la historia se deriva desde tiempo atrás, la cinta evade la cuestión principal y va directamente hacia las consecuencias y la manera en que los personajes se enfrentan a ellas. En este sentido, las imágenes de la cámara de seguridad son un punto clave a la hora de comprender la gravedad y el alcance del conflicto. Esa visiónica, la mirada de la cámara, muestra el origen de todos los problemas que atormentan a Marco y a su familia. Denis decide contarnos así, desde una mirada objetivo y fría, los encuentros de la niña junto con su padre y Laporte.

Respecto a la aventura del protagonista con la mujer de Laporte nunca sabemos si de verdad la quiere o si solamente la emplea como una manera fácil de llegar hasta ese prepotente hombre de negocios. Al lado de Laporte, Raphaelle (Chiara Mastronianni) se vuelve débil e indefensa, incluso se ve apartada de su hijo tras la insolente decisión del padre, apareciendo de nuevo el mar como sutil símbolo de distancia y abatimiento. La mujer se vuelca en Marco, pero no sabemos si es correspondida. Es irónico que siendo una figura aparentemente superflua, es Raphaelle quien pone fin a la lucha de nuestro protagonista, cuyas verdaderas intenciones quedan en la oscuridad.

Esta es una de las muchas cosas que Denis se priva de contarnos, así como los sentimientos y pretensiones de la chica, dilema resuelto en un final presumido. Parece por eso que el drama de la directora francesa intriga más de lo que realmente expone. La minucioso mirada de la autora no es más que un escamoteo. Esta película presenta una tórrida cadena de acontecimientos con el fin de desvelar los enigmáticos vínculos que unen a dos familias completamente diferentes. Con los geniales Tindersticks, Claire Denis esboza la rabia y las pasiones contenidas que envuelven las turbias relaciones entre personajes. Tan brutal y perverso como su nombre indica, este es un filme contundente y rebuscado, difícil de seguir a veces, pero fácil de admirar.

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