MAPS TO THE STARS, de David Cronenberg

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Estrellas a contraluz

El inclasificable John Waters ha declarado recientemente que Maps to the Stars (David Cronenberg, 2014) se había convertido en su película favorita del año pasado: “amo este film más de lo que amo a mi propio bigote”. Y uno puede pensar que se trata de una obra innovadora, que lo es, pero más lo son las de Waters; escatológica, que lo es, pero más lo son las de Waters; o satírica, que lo es, pero más lo son las de Waters. Entonces, ¿qué tiene la última película de David Cronenberg para haber dejado tanta huella en Waters? Pues posiblemente un estudiado control para no rebasar esos límites que Waters ha cruzado cuando ha querido, pero acercándose lo máximo permitido para obtener un film oscuro, a veces repugnante, y no recomendado para todos los públicos.

Maps to the Stars no es un drama, tampoco una comedia, aunque es las dos cosas a la vez. Como Birdman (Alejandro González Iñárritu, 2014), la película de Cronenberg es un retrato negro e irónico sobre el mundo de los actores, sus agentes y otros seres involucrados en el negocio del espectáculo, aunque se aleja de los reconocidos teatros de Broadway para aterrizar en el perverso Hollywood. Puede parecer que esa premisa la acerca a cintas como Sunset Boulevard (Billy Wilder, 1950) o Mulholland Dr. (David Lynch, 2001), pero hay una diferencia esencial: el sueño hollywodiense nace muerto en la película de Cronenberg, no hay proceso de desmitificación, no somos testigos de ningún descenso a los infiernos ni hay una Norma Desmond acabada profesionalmente o una Betty Elms/Diane Selwyn profundamente desilusionada. Cuando el personaje de Agatha (Mia Wasikowska) llega a Los Angeles en la primera escena, está llegando al inframundo. Al contrario de lo que sucede en la obra de Lynch, en Maps to the Stars no hay un momento de quiebra, una escena en la que se rompa la película y seamos testigos del reverso de ese supuesto mundo de sueños y éxito prometido, sino que estamos delante de una fotografía detallada de Hollywood y sus habitantes.

El director canadiense nos ofrece un análisis, clínico y a la vez hiperbolizado, de esas estrellas. No hay prisa en armar esa constelación, en presentar a los personajes, sus relaciones, su pasado y su presente. Así es como conocemos a la psicótica Havana (Julianne Moore, ganadora al premio a la mejor interpretación femenina en Cannes 2014), al gurú de los famosos Stafford Weiss (John Cusak), a su sufrida esposa (Olivia Williams), al caprichoso hijo de ambos, el niño prodigio de la interpretación Benjie Weiss (Evan Bird), o incluso a Carrie Fisher interpretándose a sí misma. Esta última elección no parece ser casual, atendiendo a la tumultuosa relación de la actriz con Hollywood: su estrellato, su caída en el olvido, su alcoholismo, su adicción a las drogas y su reconversión en escritora. Entre tanto personaje tarado, destaca la normalidad del conductor de limusinas y aspirante a actor Jerome (Robert Pattinson), indudable alter ego del guionista Bruce Wagner, quien en su juventud fue chófer en Bervely Hills.

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El manuscrito de Wagner, ácido y correoso, es el alma de Maps to the Stars. De él manan propuestas con la intención de romper tabús propios del cine más comercial, aquel al que aspiran y del que viven los personajes del film. Tabúes sexuales (las conversaciones de los adolescentes sobre el sexo sin protección), escatológicos (la escena de Julianne Moore en el lavabo) y morales (la inclusión del incesto o la secuencia en la que Moore salta y celebra la muerte del hijo de otra actriz). Tal vez, eso sí, Maps to the Stars se quede un poco corta a la hora de hacer crecer esa expectativa que va preparando: deja el regusto final de pensar que, a pesar de sus braverías, había más para contar, especialmente teniendo en cuenta que Wagner no es precisamente un novato en las lides de profundizar en las heridas y vergüenzas del show business; y sin olvidar que en los últimos años Cronenberg se ha graduado en obras valientes con gran atención en la psicología de sus protagonistas, como Spider (2002) o A Dangerous Method (2011).

Además de la disección quirúrgica de esas neurosis hollywoodienses, Wagner y Cronenberg dejan un espacio importante para los fantasmas de los personajes, para inmiscuirse en sus mentes y hacernos partícipes, cual psicoanalistas, de miedos y fobias que no han podido superar y que parecen querer marcarles para toda la vida. No obstante, no hay cámaras nerviosas, ni decisiones efectistas, ni tan siquiera caracterizaciones de esos espectros que son tratados como elementos cautivadores de los extasiados cerebros de esas estrellas cinematográficas. Sus apariciones en pantalla se diluyen como una alucinación de los personajes principales, pero sin artificios, como una prolongación más de esos seres de los que no se despegan. Esa obsesión por el pasado está presente no solo por esos fantasmas, sino por todo el empaque melodramático de la mayoría de personajes. Todos sufren por secretos que esconden y magulladuras que tapan.

Maps to the Stars es, con todo, una extraña mezcla de sátira, melodrama familiar e historia de fantasmas con estructura de tragedia griega. Comedia negra y oscuridad a partes iguales. Tal vez los acontecimientos se aceleren de manera algo descontrolada y atropellada al final del metraje, pero para entonces ya nos ha quedado claro que Wagner y Cronenberg suscriben la lapidaria frase de John Cusack durante la promoción del film: “Hollywood es una casa de putas donde la gente se está volviendo loca”.

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