MONICA DEMES: «CREO QUE EMPIEZAN A DAR ESPACIO PARA QUE LA MUJER JUEGUE UN ROL DIFERENTE EN EL CINE»

En la pasada edición del 21 Festival de Cine Internacional de Ourense una rara avis entró dentro de la Competición Iberoamericana. Se trataba de Lilith’s awakening (2016), un film de autor y de terror dirigido por una mujer, Monica Demes que mezclaba reivindicaciones feministas y cine de vampiros dando lugar a una de las obras más interesantes del festival.

Fotografia: Daniel Gallego

Fotografia: Daniel Gallego

Comentabas en el pase posterior a tu película que habías estado en Galicia hacía años haciendo turismo pero también investigando a las meigas.

Estuve aquí creo que hace diez o doce años en un pueblo que se llama O Carballiño. Tenía una historia del 1978 o así que había leído en El País sobre unas meigas que vivían allí. No sé si las llamaban brujas o meigas en El País, pero eran unas hermanas con una historia que me impresionó mucho. Que su casa acabase quemada… era todo como las viejas historias que conocía, pero había ocurrido hace muy poco tiempo. Así que vine a investigar sobre ellas pero ya habían muerto hacía 2 años o algo así; y las personas que las conocían también. Entonces volví a Madrid con eso todavía en la cabeza y terminé haciendo otro documental allí con mujeres; pero esa historia me impresionó mucho.

¿Ese documental también se centraba en el misticismo, brujería?

Iba sobre misticismo celta pero llevado a los días de hoy. Se llama Diario de una hechicera (2012). Investigando he ido a parar a una casa en Ávila, entre las montañas, en un fin de semana que se llamaba Campamento Europeo de Brujería Celta. Llamé a una amiga mía antropóloga para que me acompañara porque no sabía a lo que iba… si me iban a sacrificar allí (risas). Entonces fuimos las dos juntas y ha sido todo un descubrimiento porque he conocido a mujeres de toda Europa que venían a un pueblo a reunirse y a practicar antiguos rituales celtas antiguos para vivir mejor a raíz de esto. En realidad era como conectar con una misma y con la naturaleza que hay alrededor para ser una mujer más integrada.

Desde fuera parecen comunidades muy cerradas, ¿tuviste algún problema filmando con ellas?

He sido muy honesta desde el principio. Llegué allí y había un círculo de mujeres donde todas se presentaban y dije: “He venido aquí porque estoy investigando para un documental”, y me miraron con sospecha, pero me quedé un año con ellas. Yo las veía cada mes o dos meses, participaba de los rituales y fueron viendo que no era una persona con intención de hacer daño a nadie. Y a raíz de los rituales, yo mismo he ido cambiando. Yo misma conectaba de otra manera con los bosques, con la naturaleza que me rodeaba… Y al final del año, hubo un viaje a un lugar mágico para ellas: Glastonbury. He ido con ellas y grabé varios rituales que ocurren allí, y que sale en Diario de una hechicera.

¿De dónde viene todo tu pasión por lo místico y sobrenatural?

Tenía una abuela que me permitía todo. Yo, como todos los niños, no me podía quedar viendo la televisión hasta tarde, y había un día, los martes, que echaban películas de terror hasta las cinco de la mañana. Y nos quedabamos encerradas en la habitación las dos… Desde pequeña las que más me impactaban eran las historias de vampiros. No sabía por qué. Todas las noches, tu imagínate que empecé a ver estas películas con tres años, dormía todas las noches con una sábana alrededor del cuello. Y decía “sé que el vampiro no existe… pero por si acaso…”. Y fíjate como es la adolescencia que me acuerdo exactamente cuando tenía 13 años, tuve una pelea con mis padres y empecé a poner la sábana en mi cuello y paré. Y dije “¡No! Prefiero que me muerda un vampiro que seguir en esta vida desgraciada” (risas). Y quité la sábana y me quedé esperando.

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Tu película es un caso extraño. Primero porque no es habitual que una película de terror entre en la selección de un festival de cine independiente como éste, pero también porque no es habitual que una mujer dirija un film de terror.

Quizás la única película que haya visto de este estilo es de la iraniana Anne Lily Amirpour que se llamaba A girl who walks alone at night (2014) y que esutvo en Sundance hace poco. Hay otra que me gusta mucho, que también ha estado en Sundance, que se llama The Witch (Robert Eggers, 2015). Está grabada por un hombre, ha ganado el premio de Mejor Director en Sundance, y es un alegato feminista brutal. Me ha hecho recordar mucho a Goya, está toda inspirada en las pesadillas de Goya. Son las dos películas que creo que van por esa vertiente feminista de terror.

Ayer cuando el director del festival me preguntó qué influencias tenía del cine de terror, le he tenido que decir ninguna. Pero lo he hecho porque basicamente el cine de terror está, en su mayoría, dominado por una visión bastante masculina de las mujeres. Normalmente las mujeres van en tanga, hay sexo y asesinatos despues. Algo muy punitivo y puritano a la vez. Las dos películas que te digo van por otro camino diferente. Y creo que son caminos que se abren, a partir de un momento en el que la mujer entra a hacer historia en el cine.

En el último Star Wars, Star Wars: The Force Awakens (J.J.Abrams, 2015) pasa algo así. Cuando era pequeña me encantaba, pero la princesa era la princesa, Han Solo era el que tenía carisma y el que seducía, y el guerrero jedi era otro chico. Me acuerdo cuando era niña que quería ser los dos: quería ser la princesa pero quería ser Han Solo. Y el último Star Wars han cambiado el orden; creo que empiezan a dar espacio para que la mujer juegue otro rol en el cine.

Parece que, y menos mal, está cambiando el cine en este aspecto…

Es muy curioso porque a raíz de las preguntas, ayer, por ejemplo, una incorporó la mano y dijo: “¿Pero nosotras que vamos a hacer con éso? Este es un alegato de odio contra los hombres”. Y volví pensando para casa: la gran cosa de la película es ser sutil, y no hacer un alegato de un odio específico a un acto y a una persona que ha hecho algo. Es todo un alegato a un estilo de vida que empieza cuando la chica está caminando y el tipo le dice suba al coche y le dice: “Tu caminando sola por aquí, cualquier cosa te podría pasar”, y que se une al padre que le dice lo de tienes que casarte y tener hijos. La idea era esa.

En el coloquio hablaste de que el blanco y negro es una elección estética para marcar el carácter ficcional del cine, pero tu película tiene secuencias en color. Por ejemplo, hay una, al inicio, en la que el rostro de Lucy sale en color…

Cuando ella comete su primera transgresión, después de besar a Arthur en el coche. Creo que es para darle vidilla, para demostrar que ella comete una transgresión, que ella está viva y que cuando entra en casa está oprimida, está en blanco y negro otra vez. La segunda vez es cuando Lilith la mata dentro de su propio sueño, le chupa la sangre y vemos que la luna pasa a toda velocidad por el cielo. Y el tercer momento es cuando las dos se unen, la sombra de Lucy y su luz, y se transforma en el murciélago. He elegido tres momentos: el padre, el hijo y el espíritu santo.

¿Por qué la sangre en color frente al blanco y negro de toda la película?

La sangre porque tiene la cosa del vampiro pero es también la regla.

Esa era otra cosa que quería comentar. En la secuencia en la que Lucy se levanta con la cama manchada de sangre, interpreté que no era la regla, sino la pérdida de la virginidad.

Es una iniciación, exactamente. Hay elementos mezclados, yo voy uniendo el rito de la iniciación con otras cosas como que muchas mujeres, el día antes de tener la regla, es el día que más apetito sexual tienen. Es el colmo de la hormona femenina. Era la iniciación pero ella también estaba con ese deseo y ¡boom! Ya está, empieza a transformarse: a ser Lilith.

¿Decidiste incluír toda la crítica al patriarcado al llegar al lugar donde rodaste o ya lo tenías decidido de antemano?

Cuando llegué al pueblo, se llamaba Fairfield en Iowa, descubrí que es la capital mundial de la meditación trascendental. Hay un gurú que llevó la meditación oriental allí en los sesenta. Tu imagínate a un mogollón de hippies siguiendole en ese pueblo. Pero ese pueblo es en el midwest de Estados Unidos, que es el lugar más puritano de Estados Unidos, donde la gente es un muy cerrada, muy blanca y muy puritana. Hay una iglesia en cada esquina. Entonces hay dos realidades paralelas: los meditadores y la América profunda. Y llegué allí con una idea de una película que quería grabar, que será mi segunda película, pero después meditar, de estar, de observar las calles vacías, la gente aislada, el puritanismo, las convenciones sociales…

De repente estaba en un ambiente que me hacía volver a aquellos tiempos de las películas que veía de pequeña y me di cuenta de que quería grabar una película que ocurriera en una gasolinera. Yo pensaba: “¿Cómo será vivir en esa gasolinera en la mitad de la nada y ver que los coches van y vienen y tu sigues allí, aplastado, sin poder salir? ¿Cómo será eso siendo una chica?”. Las distancias en Estados Unidos no son como aquí en Europa, allí después de conducir dos horas sigues en el mismo rincón del mundo y no hay salida. Entonces, a raíz de eso, pensé qué representaba la gasolinera, ¿qué puede haber más masculino que una gasolinera en un pueblo de ese tipo? Y el opuesto de esto es el bosque, y había una naturaleza brutal allí que casi comandaba tu cuerpo y te decía que te rebelaras. Eso lo intenté reflejar en la escena en la que Lucy está mirando al bosque y le dice a Jonathan: “Si voy al bosque, nunca volveré”.

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En tu película hay múltiples referencias a la religión, ¿por qué?

Esas referencias vienen porque es una leyenda de vampiros y porque también dentro del cuento de Bram Stoker ésto está incluído. Cuando tu eliges que se combata el vampiro con la cruz, siendo el vampiro el símbolo de la lujuria… Hay dos tipos de películas de vampiros, vamos a empezar por ahí: las de chicos y las de chicas. Cuando tu tienes una película de vampiros con mujeres protagonistas, esa película habla de represión sexual, entonces todo tiene sentido. En el midwest lo que hay mucho son locutores de radio: preachers. Y como no hay que hacer los fines de semana, no es como España que la gente sale, la gente aislada en su casa y los domingos van a la iglesia que es el gran acto social todavía hoy. Entonces en lugar de la cruz tengo la voz del preacher en la radio diciendo como hay que comportarse y lo qué hacer, pero para mi es la misma referencia, pero traída a los días de hoy.

Has comentado también que la mordida del cuello es para ti un hecho con una carga muy sexual. A pesar de esto, lo filmas de una forma muy sutil, al igual que el resto de la película. ¿Cómo conseguiste esa sutileza a la hora de rodar?

Que pregunta difícil me haces. ¿Cómo llevé esa sutileza a la imagen? (pausa) Es una película extremadamente sutil porque es intelectual, creo. Tu tienes que pensar para llegar a la conclusión de qué esta ocurriendo en cada momento. Hubo un director de cine que la vió en Estados Unidos que me dijo una cosa que ni había pensado: “has tomado un punto de vista Brechtiniano al contar una historia porque das tiempo a que el espectador piense mientras la ve”. Yo creo que esa sutileza es posible por los tiempos de la película, así tu puedes ver y luego pensar, y porque no quería hacer una película de terror en la que tu te estás asustando todo el rato porque al final es como si fuera, y me encantan, ir a Disneylandia. Tienes un rato de susto, lo pasas, sales y después no ha pasado nada. Creo que prefiero una película más lenta, donde tengas tiempo para reflexionar, es el tipo de película que me gusta. No podría hacer de otra forma la película.

Es inevitable hablar de la influencia de Lynch. No solo hay múltiples homenajes a sus trabajos, sino que además, él jugó un gran papel en la historia. Leí en una entrevista que el te ayudó a superar el bloqueo del guión.

Yo llegué a aquel pueblo, escribía, meditación, la gasolinera, todo eso que te conté. Y estaba escribe, escribe, escribe y llegaba a un punto, me bloqueaba y no ocurría nada con mis personajes. Empecé a escribir otra historia. Y me di cuenta de que la segunda historia era la misma que la primera, con otros personajes, y que se bloqueaba en el mismo punto. Me puse con la tercera historia, pero me di cuenta que era la misma historia pero con otros personajes. “No puede ser, estoy atrapada en The Twilight Zone…”. Y ahí es cuando tuve la oportunidad de hablar con Lynch. Me dijeron: “Puedes preguntar lo que quieras pero jamás puedes contar la historia que estás escribiendo”.

Entonces le comenté lo que me ocurría y que no sabía que hacer. Y me dijo: “Monica, la imaginación no existe. Tu cerebro está conectando con las ideas que están flotando. Y tu cerebro está trayendo esa idea y la está transcodificando a imágenes de tu vida real para que se convierta en una película. Es normal que la idea vaya cambiando de personaje a personaje hasta que encuentre los adecuados para salir al mundo. Pero… ¿por qué te estarás quedando bloqueada?”, y puso la mano en el mentón. “Estás mintiendo Monica! En algún lugar de la historia tu estás mintiendo y es por eso que te quedas bloqueada”.

David Lynch me dice que estoy mintiendo. Y vuelvo a casa con eso en la cabeza: ¿dónde estaré mintiendo? ¿Dónde? Estoy toda la noche con eso en la cabeza. Y me acordé del momento exacto donde yo, en lugar de que hubiera una mujer en la gasolinera, dije que iba a ser un hombre para no exponerme tanto. Y era cierto, me estaba mintiendo, no tenía ningún sentido si no era una chica la que vive en la gasolinera.

David Lynch como un chamán, psicológico y espiritual, porque el no sabe la historia que estoy contando pero va directo al problema que tengo como creadora.

Después de acabar el curso, Lynch nos recibió en su casa en Los Angeles. Me acuerdo que estabamos allí y empecé a hablarle de Lost Highway (David Lynch, 1997) y el me dijo: “Monica, esta es la habitación de Lost Highway”. Y entonces me giré y… Yo vi la película sola en Río de Janeiro, y cuando salí del cine caminaba sola y pensaba: “¿Qué es eso? Me ha cambiado la vida”, y no sabía cómo ni por qué pero había pasado un ritual dentro de la película de Lynch de iniciación.

Pero además de Lynch, también hay claras influencias del cine de Bergman y de Persona (1966), especialmente.

Nuestro estreno europeo ha sido en el Lund Fantastisk Filmfestival en Malmö, y me acuerdo cuando hablaban de nuestra película en la prensa que titulaban “¿Bergman o terror?”. Y realmente mis dos directores muertos favoritos son Dreyer y Bergman; el vivo es Lynch.

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