BELLEZA, VENGANZA Y REDENCIÓN. EL CINE DE PARK CHAN-WOOK

Con apenas un puñado de películas, Park Chan-wook (Seúl, 1963) despertó el interés de occidente hace más de una década cuando ganó con Oldboy (올드보이, Park Chan-wook, 2003) el Gran Premio del Jurado del Festival de Cannes 2004, revelando así lo que ya era patente en el circuito cinéfilo desde hacía varios años: que el cine coreano supone un vasto territorio de creatividad y un caramelo para la gran pantalla que debería tenerse muy en cuenta, sobre todo teniendo a autores de la talla de Im Kwon-taek, Hong Sang-soo, Boon Joon-ho, Kim Ki-duk o Kim Ji-woon.

Park, filósofo de formación y crítico de arte otrora, ocupa un lugar privilegiado en esa lista, pese a tener dividida a gran parte de la crítica: muchos admiran su arriesgado manierismo formal, mientras que otros consideran que se ha dejado llevar demasiado por la influencias occidentales. Una cuestión, esta última, no del todo discutible, puesto que Park ha declarado siempre su admiración por el cine de Alfred Hitchcock, como ha dejado patente en su última película, Stoker (Park Chan-wook, 2013). Quizás un análisis pormenorizado de sus obras más relevantes pueda dar las claves de un cineasta con el sobrado talento como para combinar géneros e influencias extrayendo de esa amalgama un estilo totalmente propio.

Los Comienzos

En el mundo hay dos clases de personas: los cabrones comunistas y los enemigos de los cabrones comunistas” (JSA: Joint Security Area)

Aunque para algunos parezca un recién llegado al negocio del séptimo arte, lo cierto es que Park lleva ya dos décadas de carrera en las que ha alumbrado más de una veintena de películas. Por desgracia, por estos lares es casi una misión imposible visionar algunas de sus primeras creaciones, como The Moon Is… the Sun’s Dream (달은해가꾸는꿈, Park Chan-wook, 1992), Trio (삼인조, Park Chan-wook, 1997) o el cortometraje Judgement (심판,Park Chan-wook, 1999), que según los expertos en la materia podría considerarse como un trabajo paradigmático de las constantes formales y temáticas del surcoreano. En líneas generales, esta obra muestra un presente apocalíptico en donde una serie de personajes se encuentran en una morgue para identificar el cadáver de una niña que podría ser, paradojas del destino, la hija del propio forense…

JSA: Joint Security Area (공동경비구역 JSA , Park Chan-wook, 2000)

Pero el ‘bautismo’ del surcoreano como cineasta en letras mayúsculas llegaría un año después con el estreno de JSA: Joint Security Area (공동경비구역 JSA, Park Chan-wook, 2000), no tanto por la representatividad de esta obra en sí misma, como por la repercusión que tuvo en su país, convirtiéndose en una de las películas más taquilleras de aquel año. Claro está que con una película que narra un tiroteo en la frontera de seguridad entre las dos Coreas (la susodicha JSA, o área de seguridad compartida), el morbo estaba servido. Pero lejos de lo que pueda parecer, Park Chan-wook se abstiene de realizar una obra de carácter político y lleva el guión (inspirado en la novela DMZ de Park Sang-yeon) hacia los fueros de un thriller militar con ciertos tintes de humor negro y su característica originalidad formal, en este caso remarcada por una inusual introducción de flashbacks y travellings. Por supuesto, el director no se mantiene ajeno a la situación de las dos Coreas y ofrece una visión crítica del absurdo recelo mutuo que existe entre el Norte y el Sur, así como del papel mediador de Naciones Unidas, que en la mayoría de los casos es inútil. Estos tres puntos cardinales están magistralmente reflejados en los protagonistas del film: la oficial suiza de origen surcoreano que interpreta Lee Yeong-ae, encargada de esclarecer unos hechos que involucran al sargento surcoreano y supuesto asesino al que da vida Lee Byung-hun, y una de sus supuestas víctimas, el militar norcoreano que encarna el ahora celebérrimo Song Kang-ho.

Sin entrar en detalles sobre esta película, que ha sido incluida por Quentin Taratino entre sus veinte obras de referencia, JSA va dando algunas pistas sobre cómo se desarrollarán las posteriores andanzas de Park como cineasta, especialmente en la llamada “Trilogía de la Venganza”: en todas estos títulos, el director surcoreano se afana por mostrar a los personajes como títeres de un destino ya dictado que, en la mayoría de los casos, no les deparará nada bueno. Y para empezar, en el área de seguridad compartida, ese sino fatalista vendrá marcado por vivir a un lado u otro del paralelo 38.

Comienza la Trilogía

Sé que eres buena persona… pero tengo que matarte” (Sympathy for Mr. Vengeance)

Impulsado por el éxito de JSA, Park emprendió entonces uno de sus proyectos más personales y ambiciosos, la ‘Trilogía de la Venganza’. La primera parte de esta obra fue Sympathy for Mr. Vengeance (복수는 나의 것, Park Chan-wook, 2002), y pese a ser un fiasco de público, consiguió conquistar a la crítica occidental, ávida de nuevas experiencias cinéfilas llegadas del lejano oriente. Con una técnica arriesgada y un guión original bien labrado, Sympathy for Mr. Vengeance cuenta la historia de un joven sordomudo (Shin Ha-kyun) que se desvive por conseguir un riñón a su hermana enferma, llegando hasta el punto de secuestrar a la hija de su antiguo jefe (Song Kang-ho) con el propósito de obtener dinero para pagar la costosa operación. Con un inicio lento y pausado en el que Park se atreve con imágenes cercanas al documental, como las de la fábrica de fundición en el que trabaja el ‘primer’ protagonista, el filme avanza increscendo en una segunda parte que nos lleva de lo cómico a lo trágico en apenas media hora, con una secuencia de violencia final que puede dejar a más de uno boquiabierto o descolocado.

Sympathy for Mr. Vengeance (복수는 나의 것, Park Chan-wook, 2002)

Pese a que el público no llegó a entender del todo lo que Park pretendía con esta película, lo cierto es que el juego de venganzas en el que se ven inmersos los personajes está bien trabado y retratado a través de unos encuadres portentosos y una fotografía diáfana que parece emular las acuarelas que pinta el chico sordomudo. Además, también aporta un trasfondo de crítica social contra el estado de la sanidad coreana, la impunidad con la que actúan algunas mafias (en este caso, de tráfico de órganos) o la alienación de los trabajadores de las tan afamadas factorías del país asiático. Lo único que se le puede reprochar al director es, en este caso, una cierta incoherencia en el tempo que le imprime a la película, y sobre todo que acabe dejando algunos cabos sueltos. Aunque de todo se aprende, y estas pequeñas asperezas acabarán siendo limadas en su siguiente obra.

Del Manga a Cannes

Sé que soy un monstruo, pero acaso ¿no merezco vivir?” (Oldboy)

2004 fue un gran año para el cine coreano, gracias en parte al triunfo en Cannes de Oldboy y también al éxito de público de la sobrevalorada Hierro 3(빈집, Kim Ki-duk, 2004). Obviando el hecho de que el jurado de Cannes estaba presidido ese año por Quentin Tarantino (al que ya hemos mencionado una vez en este artículo), el premio que ganó el film de Park supuso el impulso definitivo de su nombre en las pantallas occidentales. Oldboy es, simple y llanamente, una película redonda, ya sea por su concepción artística, su argumento (basado en el manga homónimo de Minegishi Nobuaki y Tsuchiya Garon), sus interpretaciones o sus innovaciones técnicas. Park engendró un título profundamente visceral que consigue meter al espectador en la piel del apocado Oh Dae-su (inmenso Choi Min-sik) en su epopeya homérica hacia el conocimiento de una verdad que acabará por transformarlo, según él mismo afirma, “en un monstruo”.

Oldboy (올드보이, Park Chan-wook, 2003)

Puede que el remake que está a punto de estrenar Spike Lee (en noviembre de este año) nos ofrezca una nueva visión del mito creado por Park, contribuyendo así a llevar esta apasionante historia a los espectadores más reticentes hacia el cine asiático. Por el momento, lo que se rumorea, es que la versión del director de Do the Right Thing (Spike Lee, 1989) no desprestigia a la original, y que Josh Brolin mantiene bastante bien el tipo en su encarnación de Joe Doucett, el trasunto americano de Oh Dae-su.

Termina la Trilogía, Continúa la Experimentación

¿Y esa sombra de ojos? / No quiero parecer buena” (Sympathy for Lady Vengeance)

Sympathy for Lady Vengeance (친절한 금자씨, Park Chan-wook,2005) cerraba el ciclo de la venganza de un modo que para muchos resultó ser una decepción, pero no se trata en absoluto de una obra menor. El director surcoreano no se cortó ni un pelo a la hora de seguir buscando un estilo visual rompedor y propio para relatar el drama de Kum-ja (Lee Young-ae, aquí protagonista absoluta), una mujer dispuesta a vengarse del hombre que la llevó a la cárcel. Una vez más, la película repite el esquema de las dos anteriores, de forma que el objetivo de la protagonista acabará sirviendo de catarsis para muchos otros personajes. También aquí se respira un aire trágico ante el conflicto de la primera protagonista femenina absoluta de la filmografía de Park, que se debate entre su necesidad de ajustar cuentas con el pasado y la posibilidad de comenzar una nueva vida junto a su hija. Pese a que la historia flaquea por momentos, la estética y el virtuosismo formal de Park son sin duda lo más destacable de esta película.

En su afán de fomentar el I+D+i en el terreno de la industria cinematográfica, Park alumbró al año siguiente un inclasificable cuento futurista que daba un respiro a las historias de redención de la Trilogía de la Venganza. En I’m a Cyborg, but that’s Ok (싸이보그지만 괜찮아, Park Chan-wook, 2006) traslada la acción a un psiquiátrico en donde una de las pacientes está convencida de que es un robot que solo debe alimentarse de pilas y baterías usadas. Junto a esta protagonista se nos presentará una particular galería de personajes que componen una película coral que comienza como Amélie (Jean-Pierre Jeunet, 2001) y acaba derivando hacia el terreno de One Flew Over the Cuckoo’s Nest (Milos Forman, 1975). Park Chan-wook sacó aquí su lado más amable –por así decirlo, porque las escenas violentas tampoco escasean- para reivindicar esa reflexión latente en todas sus películas sobre qué es lo normal y quien tiene la potestad para opinar sobre el estado mental de otras personas.

I’m a Cyborg, but that’s Ok (싸이보그지만 괜찮아, Park Chan-wook, 2006)

Tras esta fábula colorista, Park quiso darle una vuelta de tuerca al género de los vampiros con Thirst(박쥐, Park Chan-wook, 2009), una historia de religión, culpa y amores prohibidos basada de soslayo en la novela Thérèse Raquin de Émile Zola (1867). Por supuesto, los vampiros no son más que una excusa para que Park juegue una vez más con la mixtura de géneros y la originalidad formal que nos recrea el devenir de “almas heridas que buscan la redención” (el propio director dixit). Ahora bien, Thirst hace honor a su nombre y está salpicada –si se permite la expresión- de escenas sangrientas intercaladas con otras de alto voltaje erótico (o lo que da de sí una camilla de hospital…), todo ello fomentado por la química existente entre la pareja protagonista: un irreconocible Song Kang-ho, en su papel de sacerdote atormentado, y la bellísima Kim Ok-bin, cuya esquizofrénica metamorfosis de apocada costurera a desaforada chupasangre. En este punto, y pese a que muchos calificaron la película de tediosa y desequilibrada, Park ganó otro premio en Cannes -esta vez el Premio del Jurado- y se dejó tentar por los cantos de sirena de la American film industry.

Cruzar el Charco… y no Ahogarse

No tenemos que ser amigos; somos familia” (Stoker)

Existe una cierta paranoia en el mundillo cinéfilo cuando un ‘autor’ se pasa al cine de Hollywood: parece que la cosa no puede acabar bien. De ahí que los más incondicionales de Park Chan-wook expresasen sus recelos ante su primera incursión en el cine occidental, temiendo que pudiese resultar un fiasco, cosa que no ha sido así. Stoker es, sin exagerar, una película excelente, aunque sólo sea por dos elementos extrafílmicos: por un lado, confirma que un buen director es capaz de rodar una buena película ya sea en Seúl, en Nashville o en Tombuctú; y por el otro, sirve para acercar la obra de Park Chan-wook al público no familiarizado con el cine oriental.

En un nivel ya puramente cinematográfico, Stoker se puede calificar más bien como una película ‘correcta’, tanto en su concepción como en su puesta en escena. Park insistió mucho en que esta cinta pretendía homenajear al cine de su idolatrado Hitchcock ofreciendo una versión muy libre de Shadow of a Doubt (Alfred Hitchcock, 1943). En este caso, el hándicap con el que partía Park no era tanto el estar trabajando en Hollywood como estar filmando un guión que no era suyo: la historia viene firmada por Wentworth Miller, el intérprete protagonista de la serie Prison Break (Paul Scheuring, 2005-2009), que compuso un thriller familiar interesante pero un tanto falto de sustancia y suspense al que, teóricamente, Park debería haberle puesto la pizca de sal que le faltaba. Lo cierto es que en momentos puntuales el surcoreano lo consigue, apoyándose en un buen reparto (estupenda Wasikowska y bienhallada Kidman), y en una factura visual impecable.

Stoker (Park Chan-wook, 2013)

Es por ello que esta primera experiencia de Park Chan-wook lejos de su país deja buen sabor de boca y aún más, sabiendo que hay más cosas en el horno. Por lo pronto, ya se puede ver algún adelanto del bellísimo cortometraje co-dirigido junto a su hermano Park Chan-kyong, que lleva por título Day Trip (청출어람, Park Chan-kyong y Park Chan-wook, 2012), y esperamos con expectación la muy apetecible Snowpiercer (Bong Joon-ho, 2013), que podría estrenarse a finales de este mismo año, en la que ha ejercido el papel de productor.

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