PASOLINI, LA CIRUGÍA DE SU PROPIA VIDA

Fundación Luís Seoane

Pier Paolo Pasolini (Bolonia, 1922 – Ostia, 1975) está considerado como un pionero a la hora de emplear el lenguaje cinematográfico para desarrollar obras de pensamiento y no de ficción. En sus appunti, filmes que reflexionan sobre cómo hacer un filme, el director italiano se mueve, con su cámara, en el terreno del ensayo. Sin embargo, esa profunda introspección sobre su propio trabajo, como la de un cirujano que estudia a un paciente, es anterior a los Appunti per un film sull’India, de 1967, y está presente desde sus inicios. Se demuestra en la exposición La voz de Pasolini. Primeros apuntes de un ensaysta cinematográfico, que se puede visitar hasta el 10 de abril en la Fundación Luís Seoane, en A Coruña.

La muestra recoge material inédito o case inédito, centrado fundamentalmente en dos de las primeras obras de Pasolini como realizador, Mamma Roma (1962) y La rabbia (1963). Gracias a la colaboración del Centro de Estudios-Archivo Pier Paolo Pasolini y, especialmente, de Carlo di Carlo, cineasta, crítico e historiador del cine, que fue ayudante de dirección en ambas largometrajes, y que cedió parte de sus archivos personales. Mediante los diarios sonoros de trabajo de Mamma Roma, gran parte de ellos inéditos, textos manuscritos, dibujos, esquemas, guiones anotados e incluso del cuaderno de montaje de La Rabbia, el visitante tiene ante sus ojos un impresionante testimonio de las huellas que el director italiano dejó tras de sí.

Pasolini era un hombre de una enorme presencia, dominaba el espacio a su alrededor. Siempre era consciente de dónde se encontraba él mismo, su cine y su literatura”, afirma José Manuel Mouriño, comisario de la exposición. En las fotografías de rodaje en la Fundación Seoane, la mayoría tomadas por Angelo Novi durante la filmación de Mamma Roma, queda clara el aura que rodea al realizador boloñés.

Su fuerte personalidad se reflejaba también en su voz que, como el título indica, se puede escuchar en esta muestra a través de varias grabaciones cedidas por Carlo di Carlo. Contienen reflexiones realizadas durante el rodaje, “en las que Pasolini se muestra como un increíble narrador oral, y se convierte a sí mismo en uno de sus cines”, afirma el comisario. En cabinas, puntuadas mediante las instantáneas de Novi, el realizador le habla al público de su trabajo, a través del tiempo, “una oportunidad fascinante para todos los que aman este arte”, según Mouriño.

Fundación Luís Seoane

Orson Welles en 'Ro.Go.Pa.G.'

De este modo, la primera de las cabinas de audio y vídeo instaladas de la Fundación Seoane reproduce una discusión entre el director y su actriz principal, Anna Magnani, sobre cómo interpretar una escena de Mamma Roma, en la que la diva compartía los planos con un grupo de ragazzi, niños que Pasolini había llevado directamente de las calles de la Italia de los 60 ante su cámara. La gran intérprete chocaba con la naturalidad de los chicos, que lograban la mejor actuación posible al hacer simplemente de sí mismos, y quería evitar las comparaciones. Pero el realizador, un novato al fin y al cabo, le pedía, precisamente, que intentase imitarlos.

En otra de las instalaciones, Pasolini expone un recuerdo de la Magnani. Cuenta como un día ella se le acercó y le pidió rodar sin peluca la escena final del filme, en la que tenía que aparecer marcada por un fuerte impacto emocional. “La actriz acabó por ceder, apareció desprovita de adornos”, señala el comisario.

También es posible escuchar al director reflexionar sobre el papel de Franco Citti, que encarna al proxeneta Carmine, “un papel que la prensa no entendió”, según el italiano. O hablar de cómo la luz que emplea en Mamma Roma, al igual que la de Accatone, la sacó de un sueño. Al igual que hará en el futuro en sus appunti, se permite dar un paso atrás para observar, desde la distancia, su propia obra. En la muestra se puede ver una imagen que da un perfecto testimonio de la forma de trabajar. En ella, Pasolini medita frente a una moviola de montaje, clavando una mirada perforante en el celuloide, e imponiéndole a la máquina su poderosa presencia.

Versos y found footage

Pasolini tuvo siempre dentro una fuerte necesidad de comunicar. Comenzó a escribir poesía con siete años, y publicó su primer libro a los 19. En 1961, con Accattone, se pasa al cine por la necesidad de “poder escribir en otro idioma”, según le contó a Carlo di Carlo. Sin embargo, trabajaba con la misma materia prima en uno y en otro campo artístico, sus ideas y su sentido estético. Como afirma el comisario , “sus versos tienen una fuerza increíble, la misma que luego le traspasa a sus películas”.

Fundación Luís Seoane

Pasolini meteuse no cinema para empezar a escribir noutro idioma

Eso hace que el cineasta italiano siempre tenga muy presente la dimensión del cine como lenguaje, que el desarrollo de su faceta como ensayista cinematográfico sea, hasta cierto punto, natural. Se nota también en su siguiente trabajo, La rabbia. Se trata de un montaje de 50 minutos, en el que Pasolini emplea material de Mondo libero, el noticieiro cinematográfico italiano. Sumergiéndose en sus archivos, y reinterpretando aquel material propio de la Guerra Fría, Pasolini logra “un ensayo ideológico y poético sobre los acontecimientos de la década de los 40, y, al mismo tiempo, inventa un nuevo género, el found footage”, segén explica Mouriño. A la vista del resultado, marcado por la fuerte ideología marxista de Pasolini, los productores de la televisión italiana obligaron al director a reducir el resultado final a menos de una hora. Y le encargaron al periodista Giovanni Guareschi, bien conocido por su posición en la derecha, que realizara una segunda parte, para comparar ambas visiones. Ninguna de las dos llegaría a estrenarse en las salas de cine.

La rabbia condensa, ya en una obra cerrada, las ansias que se insinuaban en Mamma Roma, la necesidad de avanzar hacia un ensayo cinematográfico. Partiendo de fragmentos sueltos, que hay que reconstruir, el director forma su propio discurso, jugando con el lenguaje cinematográfico al igual que juega con los versos en sus poemas.

Tenemos ante nosotros una obra inmoral, obscena, llamada a enfangar aun más nuestra sociedad”, se puede leer en otra de las áreas de la exposición, en un panfleto editado en 1963 para desprestigiar la La ricotta, la obra de Pier Paolo Pasolini que se sitúa entre La Rabbia y Mamma Roma. Fue su contribución a una obra colectiva, Ro.Go.Pa.G, un filme en cuatro partes, en el que también participaron Rossellini, Godard y Gregoretti.

En esta ocasión, el realizador se atreve con un complicado salto mortal. En la ficción, un equipo de rodaje trabaja para hacer un filme sobre la crucifixión de Cristo. En la realidad, Pasolini emplea este argumento para hacer una crítica de la degeneración de la sociedad italiana. Al final de esta cinta, Orson Welles, interpretando a un director de cine, alter ego del propio Pasolini, lanza su opinión a un periodista: “Yo soy una fuerza del pasado”. Una muestra de los ecos que el cineasta era capaz de producir.

Pasolini era un visionario. La palabra tiene una cierta carga negativa, pero aquí hay que utilizarla sin miedo. Su impacto en el mundo del cine de ensayo, en el cine poesía, como a él le gustaba decir, fue enorme, trabajó con conceptos muy avanzados, y no está lo suficientemente estudiado. Seguirá siendo enorme en las generaciones próximas”, sentencia José Manuel Moriño.

La exposición La voz de Pasolini. Primeros apuntes de un ensayista cinematográfico se puede ver en la Fundación Luís Seoane de A Coruña hasta el 10 de abril

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