The Florida Project, de Sean Baker

FLORIDA PROJECT DESTACADA

En el año 2015, durante el Festival de Cine de Sundance, el director Sean Baker acaparó todas las miradas con el estreno de su rompedora Tangerine (2015). Rodada íntegramente con teléfonos iPhone, la película se convirtió en una de las grandes sensaciones del certamen estadounidense. En un primer momento, la proeza técnica de la cinta ocupó casi todos los titulares en la prensa especializada. Sin embargo, fueron su historia y particular enfoque los que señalaron a Baker como uno de los directores más prometedores del panorama independiente. La película, que tiene lugar durante la víspera de Navidad, narra las desventuras de una pareja de prostitutas transexuales en las calles de Los Ángeles, con un tono descarnado y lleno de contrastes que golpea al espectador mientras lo mantiene pegado a la pantalla. Después de la buena acogida de sus primeras obras en Estados Unidos –Prince of Broadway (2008), Starlet (2012)-, la llegada de Tangerine supuso para Baker un éxito y reconocimiento a nivel mundial, que hicieron depositar en él grandes esperanzas de cara al futuro.

No fue necesario esperar mucho. Apenas dos años después, The Florida Project (2017) demostró estar a la altura de las expectativas. Estrenada en la Quincena de los Realizadores durante el último Festival de Cannes, fue una de las obras más aclamadas de la temporada. A pesar de no haber recogido tantos galardones como cabía esperar durante su paso por festivales, la nueva apuesta de Baker deja una fuerte pisada allá por donde pasa, y parece destinada a convertirse en un clásico instantáneo del cine independiente. Escrita entre Baker y Chris Bergoch, colaborador habitual del director, la historia vuelve a tratar un tema de gran relevancia social: la inestable situación que atraviesan miles de ciudadanos y familias estadounidenses que no pueden permitirse una vivienda digna, recurriendo a moteles y alojamientos temporales en la periferia de las grandes ciudades (en algunos casos como última alternativa antes de verse forzados a vivir en la calle).

La acción nos traslada al motel The Magic Castle, situado en las afueras de DisneyWorld (‘el lugar más feliz del mundo’), cuyo nombre inicial iba a ser The Florida Project. En esta peculiar edificación, en forma de castillo y pintada con un excéntrico tono púrpura, viven la pequeña Moonee y su madre Halley, de 6 y 22 años respectivamente. Como ocurría en Tangerine, la crudeza del tema colisiona directamente con el glamour y la “magia” ligadas a los espacios donde tiene lugar la historia. La intención de Baker es poner el foco en esta ambivalencia, precisamente para acentuar la ironía y el ridículo, y lo hace con un tono tragicómico que se adapta perfectamente a ese contraste. A lo largo de un caluroso verano, que impregna el ritmo de la obra, seguimos la vida de estas dos supervivientes que ponen cara a una masa informe compuesta por “nómadas forzados”, esparcidos por todo el país en establecimientos de suerte similar. Mientras que Halley salta de un trabajo precario a otro, con la esperanza de poder pagar el alquiler una semana más, Moonee pasa el día en la calle, jugando con sus amigos, planeando travesuras, creciendo y adaptándose al mundo que la rodea con una curiosidad incansable y el aire resuelto de una niña acostumbrada a cuidar de sí misma. Ambas representan la otra cara del “sueño americano”, una especie de letargo para aquellos olvidados por el sistema, que se ceba especialmente con las mujeres más desfavorecidas.

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El trabajo del reparto es simplemente extraordinario, y constituye la piedra angular sobre la que se edifica The Florida Project. La pequeña Brooklynn Prince (Moonee), una auténtica revelación que no pasará desapercibida, carga sobre sus hombros con el peso de la película. Los espectadores observamos todo a través de sus ojos y nuestra experiencia está ligada de forma indisoluble a sus vivencias y aprendizaje, tapizadas por el filtro de la infancia. El trabajo de Bria Vinaite, descubierta por Baker a través de Instagram, es otro de esos milagros de casting que raramente ocurren pero que condicionan enormemente el resultado de una obra. En un papel tan complejo como el de Halley, esta debutante logra manejarse con solvencia y alcanzar una química envidiable con su hija en la ficción, fruto de largas horas de ensayo, una magnífica dirección de actores y, por supuesto, un talento natural. Coronando el apartado interpretativo encontramos a Willem Dafoe en el papel de Bobby, el entrañable encargado del motel, que actúa como la voz de la conciencia en una obra que nunca cae en el moralismo. La crítica es unánime a este respecto: Dafoe entrega una de las mejores interpretaciones de su carrera, y cosecha la mayor parte de las nominaciones que ha recibido la película (Mejor Actor de Reparto en los Globos de Oro, BAFTA y Oscar, entre otros).

A pesar de su “reducido” presupuesto y alcance, The Florida Poject ha sido elegida como una de las mejores películas del año por el National Board Review y el American Film Institute, y esto se debe a una completa suma de factores que hacen de ella una obra memorable. Además de su carácter reivindicativo y el citado trabajo de reparto, la película crea su propio cosmos alrededor de los espacios, las sensaciones y los colores. La fotografía de Alexis Zabé, rodada en celuloide, logra componer un limbo sorprendentemente estético en el que se diluyen tiempo y espacio, dotando de luz y entidad propia a lugares que habitualmente viven a la sombra de los focos. Por su parte, Baker imprime un ritmo óptimo a la cinta, que no se caracteriza por un argumento particularmente dinámico. El guion está estructurado en base a situaciones y diálogos, que no siempre hacen avanzar la trama, centrándose en los personajes, sus circunstancias y las relaciones entre ellos. La película aborda conceptos dolorosos como la pobreza, la crisis y la fragmentación familiar, pero lo hace de un modo natural y conmovedor a través de la mirada de los niños. La grandeza de la obra vive sobre todo en el “subtexto”, en eses fragmentos de información que los pequeños reciben sin comprender, y que los espectadores debemos construir en nuestra cabeza. Se trata probablemente de la obra más afinada de Baker y en ella vuelve a ofrecer una encomiable construcción de personajes femeninos, así como de las complejas relaciones de amistad y conflicto entre ellas.

Habitualmente, cuando la ficción trata ciertos temas y colectivos marginales, muchos directores caen en una actitud condescendiente y paternalista hacia los sujetos que intentan retratar. En otros casos, algunos realizadores pecan de un acercamiento demasiado analítico a estas problemáticas, desde una posición distante y carente de empatía, tratando además de imponer su propia tesis. Por el contrario, la mayor virtud de The Florida Project es el amor y respeto que demuestra por sus protagonistas. Ante un colectivo tradicionalmente invisibilizado, al que se le niegan oportunidades y espacios, Baker aprovecha los límites de la farsa para dejar que sus personajes hablen y se expresen con naturalidad. Se acerca a ellos desde el más profundo humanismo (probablemente el rasgo que mejor describe su estilo y dirección), aderezando la crítica social con inteligentes dosis de humor y sarcasmo. Porque a pesar de la dureza de su temática, la película también está llena de risas, de ternura, de inocencia… de una alegría tan pura como la que solo experimentamos cuando somos niños, al descubrir el mundo y transgredir las pequeñas normas de nuestro universo infantil. The Florida Project no es solo una película, es una ventana a la que asomarse para ver y entender otras vidas, tan real como solo puede serlo el cine.

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