TORRES & COMETAS, de Gonçalo Tocha

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Entre junio y julio de 2012, Gonçalo Tocha y Dídio Pestana estuvieron en Guimarães por invitación del área de programación de cine y audiovisual de Guimarães 2012 Capital Europea de la Cultura, para rodar un cortometraje. Más allá de “ver”, “oír” y “vivir” la ciudad, los dos artistas fueron desafiados a hacer una película sobre la plaza del Toural, un espacio icónico y afectivo para la ciudad clasificada por la UNESCO como Patrimonio Mundial de la Humanidad, y que a lo largo del último siglo ha sufrido diversas renovaciones urbanísticas. Guimarães es popularmente considerada “ciudad-cuna” o “cuna de la Nación”, por haber ocurrido ahí los primeros acontecimientos políticos y militares que estarían en el origen de la independencia y de la fundación de la nacionalidad.

La película comienza con imágenes históricas del Toural, imágenes que documentan las diversas configuraciones urbanísticas del espacio desde finales del s. XIX hasta a la última intervención concluida en 2011: “(…) La mutación de la ciudad. La historia se edifica, todo cambia. Castillos que aumentan, iglesias por aumentar, murallas que desaparecen, estatuas que cambian de sitio, fuentes que cambian de sitio, calles que cambian de nombre, jardines que desaparecen”, como sintetiza el propio Gonçalo Tocha, que divide la narración de la película en permanente diálogo con Dídio Pestana. El propósito parece ser intentar comprender de qué forma el presente fue siendo moldeado por el pasado y de qué forma las seculares tradiciones de la ciudad influencian lo cotidiano de sus habitantes y viceversa.

A primera vista, se encuentran diversos puntos de contacto entre este trabajo y los dos anteriores de la misma pareja: la ópera prima Balaou (2007), rodada en homenaje a la madre de Tocha, fallecida algunos meses antes, que propone un viaje por la tierra natal de la familia del realizador en la isla de São Miguel (Azores); É na Terra não é na Lua (2011) es el diario de viaje de Gonçalo Tocha y Dídio Pestaña por la isla del Corvo, la más pequeña del archipiélago de las Azores (17 km2 y 430 habitantes), con la misión de “filmar todo lo que allí pasa”.

Con Torres & Cometas, la filmografía de Tocha presenta tres diarios de viaje que documentan las experiencias sensoriales y afectivas sobre espacios y comunidades, de las cuales poco conoce, pero que despiertan su curiosidad e interés. La película funde fórmulas de diversos “géneros” documentales, como el documental de lugar, la auto-ficción o el documental etnográfico, pero más que la objectividad de los hechos propia de las expediciones científicas, Tocha quiere sobre todo conocer las miradas subjetivas de los habitantes locales. Más que por la historiografía, Tocha se interesa por conocer los “desvíos históricos” a la narrativa consagrada, los discursos populares oídos al margen de los discursos oficiales, las historias escondidas, los supuestos milagros (como el de D. Afonso Henriques), las rivalidades identitarias o los enigmas (como el del naciente de agua de la montaña de la Penha).

Tocha no quiere oír a historiadores, antropólogos, geógrafos o etnógrafos. Prefiere oír y dar voz a diversos habitantes locales, curiosos y entusiastas con las pequeñas historias de la historia de la ciudad. Pero nunca deja la narrativa a la deriva. Y por eso es que la película está llena de episodios donde es enorme un deseo de ficción o de dramatización: los testimonios sobre la nunca construida torre de la Basílica de São Pedro o sobre la recalificación de la Torre da Alfândega, la espera por el “milagro” que resuelva el supuesto fallo técnico en la captación de sonido en São Torcato o el aparatoso momento musical protagonizado por los Minhotos Marotos. También hay dos escenas anecdóticas protagonizadas por una silla de bebé desgobernado, como haciendo una referencia al Acorazado Potemkin de Eisenstein, que también parecen subrayar la importancia que pequeños episodios humanos pueden desempeñar en la comprensión de la “gran” historia.

Pero Guimarães es probablemente la más histórica de las ciudades y pueblos portugueses. Y Tocha no puede contornar los iconos turísticos: comienza la película en el Toural, pasa por el Castillo, por la estatua de Mumadona Días (fundadora de la ciudad), por el busto de João Franco (último dictador de la Monarquía, que, al contrario de lo que Tocha afirma, no es vimaranense), por la inauguración de la Plataforma de los Artes y de la Creatividad (la obra-legado de la Capital Europea de la Cultura), por una tienda de ‘ferragens’ en el Toural, por la tertulia de un ‘alfarrabista’ cerca de la Praça da Oliveira, por la Fonte do Carmo, por la montaña de la Penha y su respectivo santuario, nuevamente en el Toural para hablar de la Basílica de São Pedro, pasaje por las festividades de São Torcato, regreso al Toural y a su Torre da Alfândega, un salto al corazón histórico para el número musical en los antiguos Pazos do Concelho y, por fin, la emblemática estatua de D. Afonso Henriques, el rey fundador de Portugal.

Y la película vive mucho en esta simultáneamente tensa y divertida convivencia entre la historia – la “grande narrativa” – y las historias – “pequeñas” narrativas – que pueblan el imaginario de los oradores. Esa ambigüedad acaba por resultar a favor de la película y crea empata y complicidad.

Y aún queda la meta-película, pautada por los diálogos de Tocha y Pestana. Unas veces aparentemente ingenuos y fascinados, otras veces atrevidos y provocadores, la pareja va relatando sus impresiones de aquello que ven y oyen, compartiendo sus dudas y certezas. Incluso sin los cuatro años de trabajo de É na Terra não é na Lua (dos de rodaje y dos en el montaje), Tocha y Pestana aplican la fórmula a otro objeto con las variaciones necesarias a las especificidades del nuevo territorio.

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