18.ª Mostra Internacional de Cinema Etnográfico: Sección Impropias
*Un año más, en colaboración con la MICE – Mostra Internacional de Cinema Etnográfico, A Cuarta Parede invita a la coordinadora de la sección Impropias a compartir el proceso de selección de las obras que componen este programa. En esta edición, la firma invitada es la cineasta Ainhoa Rodríguez.
El cometido era vincular mi ópera prima, Destello Bravío, con otros dos filmes de mujeres cineastas con los que mi película dialogara, dos filmes que fueran inspiradores y poderosos. El reto no se me antojaba difícil, ya no solo por la cuestión de la contemporaneidad y lo rururbano; sino, además, porque el hecho de que las tres fuéramos directoras era ya suficiente valor de confederación fílmica en un territorio como el audiovisual donde aún hoy resulta proeza serlo. Las películas elegidas fueron Cow, de Andrea Arnold, y Eldorado XXI, de Salomé Lamas.
En Destello Bravío retrataba un pequeño pueblo rural en proceso de descomposición demográfica y cultural y me radicaba cerca de sus mujeres como aquellas que soportan la peor de las cargas de esa tensión entre el mundo viejo tradicional y ese nuevo mundo globalizado y gentrificado en torno a las ciudades. Más tarde, en ese entorno, eran los animales aquellos que también resistían enjaulados, cazados, dominados.
Cow, de Andrea Arnold supone no solo un acercamiento a esa concepción animalista que se comienza a abordar en el cine, sino que se sitúa en aquel confín que revelaba Silvia Federici, el del “cuerpo de la mujer como la última frontera del capitalismo”. Una frontera que la película de la directora trasciende y dilata centrando en esta ocasión la mercantilización sexual en el cuerpo de una vaca de la industria lechera. Y es aquí donde reside el hallazgo y, del mismo modo, la concepción genuinamente feminista del documental. Sin romanticismos ni artificios, pero delicado y certero, a través de los ojos de esta vaca asistimos a la cotidianeidad de la explotación reproductiva a la que es sometida por el hecho de ser hembra.
En Eldorado XXI, Salomé Lamas elige estampas con el escrutinio de una exquisita coleccionista que decide las piezas más valiosas para su colección. Recupera el valor del plano ante un mundo nuevo donde parece que este esté en devaluación, y eso es una transgresión frente al contexto de bulimia de imágenes muchas veces vaciadas de contenido que vivimos. Así, por mi parte, me parecía una aventura para mi largometraje invitar al espectador a sentarse a contemplar, como cuadros de museo, esos planos secuencia estáticos durante tiempos más prolongados que aquellos que la industria del consumo rápido dictamina.
En Eldorado XXI presenciamos la prudente distancia de quien se sabe extranjera en territorio que no le pertenece, pero con la herida profunda de quien se ve arrebatada por lo que mira; la película abraza aquello que se ve para ir a lo recóndito, lo que queda en el fuera de campo, y hacernos saber que como espectadores tenemos el don poderoso de mirar más allá de lo que se nos muestra. Cine.