19.ª Mostra Internacional de Cinema Etnográfico: Secciones Oficiales
Un año más, Santiago de Compostela volvió a acoger la MICE (Mostra Internacional de Cinema Etnográfico) del Museo do Pobo Galego, cuya decimonovena edición tuvo lugar entre el 20 y el 26 de marzo. La política y la tensión social a través de las pulsiones de intereses fueron las protagonistas este año, otorgándonos piezas que no solo nos hablan de pueblos y culturas, sino también de los agentes externos a los que se ven sometidos. Esta idea no solo vertebró las secciones oficiales, también son las premisas que impulsan Lindes, Impropias y Trazas, que abrieron debates y diálogos sobre las realidades que nos rodean.
No obstante, todo tiene un principio, y en este caso fue el emotivo homenaje al legado de la etnomusicóloga Dorothé Schubarth, fallecida el pasado septiembre y a la que le debemos gran parte del estudio de nuestro patrimonio musical, recogido en el Cancioneiro Popular Galego. 586 Cantos fue una oportunidad única para sentir el trabajo que tanto Dorothé como Antón Santamarina dejaron para el entendimiento de la cultura gallega. El montaje visual realizado por las cineastas Laura Piñeiro y Fran Rodríguez Casal y el acompañamiento musical en directo de Frank Barcia, Tania Caamaño y Antía Ameixeiras supuso una inauguración dorada para la MICE.
La importancia de estos estudios no solo repercutió en el ámbito académico de la etnografía y antropología gallegas, también nos acercó al punto de explosión discursivo que estamos viviendo y que vemos reflejado en el arte de la tierra: la música, la performance, la pintura, la fotografía y, por supuesto, el cine. La Sección Galega de este año nos llevó de la mano de cuatro piezas de gran valor histórico, poético y social. Representante indiscutible de esta idea es la obra de Anxos Fazáns, Habitar (2023), ganadora del Premio MICE a la mejor película de Galicia, que ya pudimos disfrutar en la pasada edición del Festival Curtocircuíto. ¿Podemos vivir cómodes en un hogar que no sentimos nuestro? La pregunta sobra, de igual manera que sobran las dudas sobre la capacidad de habitar un cuerpo en el que no nos sintamos a gusto. Por supuesto que no. Anxos escoge esta premisa donde la percepción del “yo” y del “nosotros” buscan cabida en planos arquitectónicos en blanco, donde las personas protagonistas del film eligen y construyen su hogar soñado. La obra documental hila entrevistas con planos detalle de enorme emotividad que nos llevan a la autopercepción, a cómo nos miramos al espejo para conocer el lugar que habitamos.
En esta idea de género permean otras cuestiones sociales que nos empujan a reflexionar sobre la vivienda y el arte como bienes colectivos. Temas que subyacen a la actualidad en términos del encarecimiento de la vivienda para la juventud o el problema de la gentrificación en núcleos urbanos, por lo que hay una pulsión entre este impedimento y la necesidad de crear redes en el entorno de las ciudades.
Por otra parte, el sábado 23, el Teatro Principal se rindió ante Mar Caldas y su 12 de maio de 1937 (2023), otorgándole el Premio del Público. Haremos hincapié en el posesivo, pues este documental de archivo es un ensayo sobre la vida y muerte de su abuelo, José Caldas, sindicalista y exconcejal socialista, fusilado por un pelotón falangista durante la guerra civil española. La mirada minuciosa y sensible nos trae a la pantalla un análisis de la sociedad viguesa de la época, tanto de los últimos años de la república como del comienzo de la guerra. Mar Caldas nos guía con su propia voz a través de fotografías de archivo del estudio Pacheco, mostrándonos las realidades de clase, ideológicas o incluso de género a través de una perspectiva feminista. La pieza audiovisual es una representación de un proyecto más amplio de la artista visual que nos llama a recuperar las voces silenciadas.
La propia directora, en la presentación de la proyección, habló de la mirada empática que podemos conseguir con este tipo de relatos, la situación particular que llama a la realidad colectiva que se vivió en esa época de tensión y represión. Es muy interesante la comparación entre la obra de Mar sobre la irrupción del franquismo y las consecuencias directas para su familia y el ensayo visual de María Ruido, Paula Barreiro-López y Lee Douglas, A Revolución (é) probable (2022). Mientras que en el Estado español podemos sentir las consecuencias del franquismo por una transición cuestionable con una fuerte intervención de la monarquía, en el país vecino sí se vio un movimiento reaccionario con la revolución del 25 de abril de 1974. Esta obra documental repasa, como en la pieza de Mar Caldas, el pasado a través de imágenes de archivo e investiga los hilos que llevaron al alzamiento del poder popular y la caída del heredero de la dictadura portuguesa, Marcelo Caetano.
Esta obra se llevó el Premio Crea, otorgado por la Asociación Galega de Profesionais da Dirección e Realización, manifestando la importancia de la pieza en lo que se refiere al estudio y memoria de uno de los momentos más importantes dentro del marco de las democracias europeas. Las directoras decidieron crear un ensayo visual donde se mezclan imágenes de la actual Lisboa, con discursos donde ellas mismas reflexionan sobre cuestiones sociales y las implicaciones para la actualidad portuguesa de la revolución; con imágenes de archivo donde le ceden la voz al pueblo luso a mediados de los años 70. Los discursos políticos sobre las cuestiones de las raíces coloniales del país y la necesidad de una soberanía popular se resaltan durante todo el visionado del film.
La voz más poética de la sección gallega fue Lavadoiro (2023), de Ana Amado y Lois Patiño, donde se centran en la imagen y la cuestión social de un trabajo invisibilizado a lo largo de las décadas, pero con una arquitectura que todas las gallegas conocemos. A pesar de tratar con recursos documentales donde se nos quiere mostrar una realidad histórica con planos del trabajo manual y la presencia de música tradicional en las reuniones de lavado, resalta una potencia poética que no pasa desapercibida.
Desde lo alto de la montaña, en el nacimiento de un río, una mujer lava ropa de cama. Poco a poco, desde el interior del bosque, aparecen el resto de protagonistas que nos acompañan en el cuarto de hora que dura este poema visual sobre la realidad del trabajo femenino en la Galicia del siglo pasado. Este viaje no solo atiende a la materialidad del propio trabajo, sino a la idea y la importancia social del mismo. El lavadero no es una oficina ni un escritorio individual, es una construcción colectiva donde se ve mezclado el duro trabajo con la reunión de amigas y vecinas. Más allá del valor artístico de la obra, en el Teatro Principal tuvimos las opiniones de las actrices, mujeres que emplearon a lo largo de su vida estas estructuras y que nos contaron la importancia para su día a día. La propia Ana Amado nos habló de la sensibilidad a la hora de llevar esta historia a la pantalla y de la implicación documental y poética de la pieza.
Por otra parte, la MICE proyectó nueve piezas de dirección internacional durante los días del evento que, como las de la sección gallega, indagaron en la implicación política de los estudios etnográficos.
El Premio MICE a la mejor película internacional fue para Taxibol (2023), de Tomasso Santambrogio, que demostró maestría a la hora de jugar con la ficción y el documental, así como retratando una Cuba en blanco y negro que ya había investigado en el cortometraje Los océanos son los verdaderos continentes (2019). Dividida en dos secciones técnicamente contrarias, la pieza emplea un montaje dinámico para la primera parte, con un plano/contraplano constante, mientras que en la segunda esta dinámica se ve ralentizada con planos fijos y escenas largas.
La política permea a través de dos realidades culturales. El cineasta filipino Lav Díaz conversa y expresa sus inquietudes sobre el pasado de su país con el taxista Gustavo Flecha, que escucha y empatiza con el director. El diálogo radica en una petición clara, que Gustavo ayude a Lav a encontrar y matar a Juan Mijares Cruz, uno de los generales más sanguinarios del ejército filipino durante la dictadura de Ferdinand Marcos y que ahora parece esconderse en el país caribeño.
En este momento, el mediometraje rompe su dinámica de diálogo y nos encontramos frente al propio Juan Mijares Cruz en un ambiente tenso, pausado y de tormento. La cámara, con distancia mortuoria, nos sitúa frente a un personaje grotesco, lleno de odio y maldad que, en contraposición al movimiento y viveza de la primera sección de la pieza, nos dejan estáticas e impotentes. Vemos a un general atormentado por su propio ser que vive en una mansión solo habitada por él y su servicio, personas que trabajan como entes a su alrededor; se masca el desprecio por ambas partes. La obra no solo funciona como llamamiento político, su estructura nos marcan una constante sensación anticlimática que, frente al sentimiento de estimulación de la primera conversación, nos aleja de las ideas de una victoria revolucionaria en la segunda. El realismo se convierte en un muro de hormigón en blanco y negro imposible de derribar.
Sin movernos de las Antillas y también con un discurso anticolonialista, se lleva el Premio Agranto a la excelencia antropológica El signo vacío (2023) (2023), de Kathryn Ramey. Esta vez, para hablarnos de la problemática sobre la ocupación estadounidense en el territorio de Puerto Rico. Este documental de archivo, que mezcla la etnografía con un montaje experimental de gran riqueza, nos muestra una visión de la realidad actual de la isla. La voz de la propia directora narra sus visitas a Puerto Rico, estableciendo una similitud consigo misma y la base aérea militar estadounidense Ramey (al norte de la isla). Ni ella, apellidada Ramey, ni el general al que está dedicada esta base tienen nada que ver con el país caribeño ni con su pueblo. A partir de imágenes de archivo de la propaganda estadounidense de los años 50 dirigida al movimiento turístico y militar en la zona, estructura un discurso antiimperialista para dejar constancia de que la presencia de EE. UU. no es positiva para la población puertorriqueña.
La película se estructura como un diario de viaje donde la propia Kathryn nos cuenta el proceso de investigación y la captura en vídeo. Refleja también la parte experimental donde emplea filamentos de hojas tratadas por ella misma para la impresión de celuloide que se mezcla y texturiza la imagen.
El país norteamericano también recibió críticas sobre su gestión interna en la obra de Daniel Wolff y Jonathan Demme, Guardians of the Flame (2023), que nos sitúa en una Nueva Orleans devastada por el huracán Katrina. Esta obra transcurre durante los 17 años siguientes a la catástrofe, donde la familia Harrison resiste la ineptitud de los gobiernos que se suceden, teniendo que buscar su propio camino en una sociedad que los deja de lado. El hilo conductor que mantiene la esperanza de esta familia son sus raíces africanas y la cultura que sustenta el sentimiento de pertenencia.
Hay una especial atención por la cultura del carnaval del lugar, el Mardi Gras, y el colectivo al que pertenece la familia Harrison. La importancia del evento se vio reducida después del huracán, y estos colectivos siguen luchando por recuperarla. El sentimiento de un pueblo que presionó durante casi dos décadas para recuperar tradición y derechos es palpable en cada momento. A pesar del fallecimiento de Jonathan Demme en el 2017, podemos entender la importancia que vio el cineasta a la hora de preservar en vídeo la lucha de personas que necesitan expresar su poder colectivo.
Al igual que lo expresó la activista y artista Thalia Campbell como portavoz hippie y pacifista. Aunque siempre se mostraron como un movimiento fracasado contra las voces del poder político, Rakel Aguirre tiene otra verdad que mostrar con Sew to Say (2023). Parece que el militarismo venció a este contraculturalismo, pero por piezas como las de Aguirre podemos ver los matices de la historia hegemónica. Todo esto ligado al arte que quedó de ese momento, las pancartas empleadas en las numerosas marchas y campamentos. En este caso, centrándose en Thalia y la antigua base militar de Greenham Common, donde acamparon durante diecinueve años millares de mujeres.
Dentro de esta lucha contra los poderes políticos también hay un peso protagonista para el feminismo, para luchar contra el poder militar históricamente masculino. Thalia nos habla de las dificultades dentro del propio activismo para alzar la voz como mujeres enfadadas, con niños, con familias, con trabajos; pero también con inquietudes y necesidades políticas.
La década de los ochenta fue un momento de tensión para occidente, la nube gris de sensación bélica cubrió el cielo europeo, el miedo a que los endebles tratados posteriores a la Segunda Guerra Mundial fueran pisoteados era cada vez más real. En un mundo de violencia regido por los poderes políticos y económicos, sin interés por el bienestar general, se alzan las voces de líderes de la libertad como Thatcher o Reagan, contra las voces como la de Thalia y los millares de mujeres que emplearon sus cuerpos y su vida como muro de contención.
Se proyectaron tres filmes que, desde puntos totalmente dispersos del planeta, logran una misma sensación: vivimos en un mundo donde el poder económico está por encima de cualquier ética social. Dentro de estas piezas está la Mención Especial del jurado destinada a Flotacija (2023), de Eluned Zoa Aiano y Alesandra Tacic. Este documental serbio nos habla sobre la venta a una empresa china de la mina que da trabajo a la ciudad de Majdanpek, situada al norte del país.
Las directoras le ceden la palabra a las familias que sufren las consecuencias, dando lugar a una elocuente interpretación de la realidad que se mezcla con una cultura mágica y misteriosa. Para hilar la denuncia se centran en dos hermanos, Dragan y Desa Markovic. Él es un extrabajador de la mina y se enfrenta a las dificultades para salir adelante en la ciudad, así como a la preocupación por su hijo, a quien le prometieron un trabajo que parece no llegar nunca. Por otra parte, Desa se presenta como la viuda del líder del sindicato minero de Majdanpek, que vive momentos duros debido a las condiciones de la hipoteca de su piso, propiedad de la nueva empresa minera. El documental tiene un peso etnográfico muy grande, pues no solo habla de la denuncia social y política, sino que retrata la sociedad y las formas de socializar y expresarse de los habitantes.
Más allá de esto, Dragan es el último de un linaje de cazadores de dragones. La magia y el misticismo que rodean estas cacerías trabajan en medio de las propias entrevistas, visitas a la mina y paseos por el monte. La importancia de la tradición también se ve involucrada con la presencia de la mina, ¿hay menos dragones desde el traspaso?
También podemos ver parte de esta pérdida de tradición que sucumbe ante el poder de un gobierno o la presencia de capital de inversión en el caso de 西昆 (Vida y muerte en Xikún) (2023) de Jiandong Huang, que parece explorar ambas. Una pieza que narra las disputas familiares, de vecindario, políticas y religiosas en una villa rural de China. La narración se hace a través de Kong Qingping, nieto de la 73 generación de Confucio, secretario del partido que intenta mediar y llevar cierta comodidad a la aldea, pero no todo es tan sencillo.
La presión de una empresa turística, interesada en explotar la aldea y reformar casas para hacer un lugar de recreo, choca con las necesidades laborales de las propias vecinas que aún emplean las tierras. Por otra parte, la empresa asegura que reformaría las casas antiguas para salvarlas de su abandono completo y desaparición. Desde los poderes políticos instan a dejar las enseñanzas de Confucio y atenerse a una educación laica proyectada desde el ministerio, dejando sin ayudas a la escuela rural, mientras que la población parece seguir con esta filosofía con un cierto secretismo.
En este tipo de direcciones se ve lo importante que es la creación y preservación de estudios audiovisuales sobre lugares que cambiarán drásticamente por la presencia imparable de la modernidad y las nuevas necesidades. Jiandong nos guía por los conflictos, preocupaciones e inquietudes de los habitantes, mostrando la dificultad de encontrar un bien comunitario y la ética volátil del patrimonio. A veces ni siquiera hay opciones, ya que deciden por ti sin tenerte en cuenta.
Con su Riada (2022), Carlos Tobón se llevó por delante nuestras emociones, con la fuerza que un día llevaron las aguas del río Cauca, antes de que la presa Hidroituango parara en seco la vida y la economía de las personas que lo trabajaban. Esta es una obra sobre la población del municipio colombiano de Ituango. Un documental crudo y directo con un culpable claro, un gobierno que intenta satisfacer a inversores extranjeros sin tener en cuenta las realidades de la población local.
De nuevo, la voz se les cede a las personas que sufren esta realidad. Los trabajos y vidas perdidas, directa e indirectamente, son incontables. Las personas, que mayoritariamente trabajaban en las playas fluviales donde podían extraer pepitas de oro o pescar, se ven forzadas a marcharse por la subida del río; en el interior parece no haber trabajo para todo el mundo y comienza una inestabilidad económica y social. Durante la película también hay entrevistas con expertos sobre esta infraestructura que hablan de un impacto medioambiental innecesario, debido a la poca rentabilidad económica de la explotación energética de la presa, además de contar con varios problemas técnicos que no permiten el total funcionamiento de la misma. Todo esto se suma a la represión militar y la extorsión a los vecinos para abandonar sus lugares de trabajo, evidenciando, gracias a la obra de Carlos Tobón, medidas de un gobierno disfuncional que una vez más parece no atender al bien de la mayoría.
Cuando en el hilo de la propia percepción de identidad cuelgue un cuchillo social, deberíamos hablarnos como se habla a sí misma Stela Roxana Pascal en With love, Stela (2023), directora y protagonista de este documental autobiográfico. Una carta que se graba a sí misma, al igual que se había escrito otra a comienzos de su transición.
Igual que Anxos Fazáns nos hablaba en su Habitar sobre el privilegio de sentirnos cómodes con nuestro hogar, Stela construye para habitarse. Nos demuestra que solo existe un camino y tiene que ver con el amor que nos podemos dar, una red de autocuidados que comparte con sus seres queridos. Una pieza sensible y emotiva que combina momentos de humor metafórico.
Todos los títulos que venimos de describir representan estudios sobre las culturas, pueblos y sociedades de diferentes lugares, pero, ¿qué pasa con el estudio del propio medio? João Pedro Rodrigues y João Rui Guerra da Mata revisan esta idea a través de su obra Onde fica esta rua? (2022). Este es el homenaje sobre la reinterpretación de la mirada de la pieza audiovisual más querida de Portugal, Os verdes anos (1963), de Paulo Rocha, que también emerge como un trabajo etnográfico dentro de una obra de ficción sobre la sociedad de la Lisboa de la época.
En el caso actual, los directores deciden vaciar los planos de personajes, nos muestran cada esquina empleada en la obra original, pausan el tiempo y deciden el punto de vista que analiza el escenario. Si en los sesenta había un travelling lateral con una escena de baile, ahora la cámara parece imaginar la escena. No vemos a los personajes, pero existen en el imaginario. Las ventanas, balcones y puertas se convierten en las protagonistas y las espectadoras acabamos de llenar el espacio. Es un estudio comparativo, pero también un juego constante con el recuerdo social de una obra que sentó precedente en el cine portugués.
Isabel Ruth, protagonista en ambas obras, interpreta un nuevo mundo que convive con una sociedad diferente. El discurso pro-LGTBIQ+ y feminista subyace en el propio entendimiento de la obra, incluso compactando la propia realidad de la pandemia; las puertas vuelven a ser difíciles de abrir. Los tiempos cambian, pero no por eso tenemos que dejar nuestro legado atrás.