VILA DO CONDE 2013: A MÃE E O MAR
El Método Tocha, Opus 4
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Después de Balaou (2007), É na Terra, não é na Lua (2011) e Torres & Cometas (2012), Gonçalo Tocha prosigue con su viaje y con sus diarios cinematográficos. A pesar de abordar realidades muy concretas (São Miguel, Corvo, Guimarães y Vila Chã), sus películas tienen algo en común, el método: Tocha observa y comparte sus impresiones, siempre en busca de la memoria y del imaginario de las personas y de los lugares por donde pasa, mostrando siempre una clara sensibilidad a la hora de encontrar un efecto dramático que prenda en el espectador. Y, una vez más, la fórmula ha resultado eficaz. Será que el Método Tocha ha venido para quedarse?
El punto de partida de A Mãe e o Mar es un mito hipotético, una leyenda del pasado: la existencia de las mujeres pescadoras de Vila Chã, las únicas mujeres del mundo que comandaban embarcaciones de pesca, las llamadas mulheres arrais. El ‘cebo’ dramático que nos amarrará a la película aparece en sus primeros segundos, antes incluso de los créditos: ¿Dónde están esas mujeres? ¿Dónde están esas historias? Como las pruebas son sólo tres textos publicados en periódicos portugueses, La propuesta de Tocha es aplicar precisamente su método: trabajar sobre el terreno, viviendo en el espacio que quiere filmar y con las personas a las que quiere documentar. Para eso, convive dos meses y medio con la comunidad local, en busca de sus recuerdos individuales y colectivos.
En sus buenos tiempos, Vila Chã contaba con 120 barcos de pesca, pero ahora sólo quedan 9 y “caben todos en el mismo plano”, como dice el propio Tocha en voz en off. Las mulheres arrais eran 17 en 1942, y hoy sólo resta Gloria, la última pescadora. Y Gloria, junto con su historia de vida, se convertirá en la protagonista de la película, aunque el verdadero protagonista, paradójicamente, será siempre el propio Tocha. Lo que le interesa no es sólo el pasado (las historias, las imágenes, la genealogía, las leyendas) sino también el presente de la comunidad: sus rutinas cotidianas, el trabajo de la playa y del mar (como la secuencia épica en la que Gloria recoge el sargazo), sus hábitos de sociabilidad, sus manifestaciones colectivas, sus creencias.
Pero digo que el mayor protagonista de las películas de Gonçalo Tocha es él mismo porque, en todas ellas, él funciona como un filtro entre el espectador y la realidad proyectada: su presencia, mediante la voz en off o dentro del encuadre, es fundamental para su método. El estilo diarístico documenta sus experiencias sensoriales y afectivas en espacios y comunidades que el apenas conoce, pero que despiertan su curiosidad e interés. Al igual que en sus anteriores películas, más que la objetividad de los hechos, Tocha nos ofrece la mirada subjetiva de una experiencia personal e (in)transferible. La realidad está allí, al alcance de cualquiera, pero es la mirada de Tocha sobre esa realidad lo que nos fascina, porque él se implica en el proceso y decide voluntariamente formar parte de él.
A medida que el Método Tocha va progresando, hay procesos y estrategias que pasan de unas películas a otras. Hacia el minuto veinte de A Mãe e o Mar, hay una conversación en una ventana entre dos pescadoras que es idéntica a una secuencia de Torres & Cometas. Además del encuadre y de la puesta en escena, el contraste entre la luz exterior y la completa oscuridad del interior es lo que vincula las dos secuencias. Esta estrategia resulta sintomática de la actitud ética que Tocha adopta en sus películas: las personas cuentan la historia (luz) como si la rescatasen del olvido (oscuro), pero nosotros no sabemos qué es verdad en estas historias, porque se cuentan mediante una verdad subjetiva propia de la memoria. No sabemos, pero creemos y queremos creer. Y creemos a pesar de la pose escenificada de varias secuencias, ya sean los planos frontales de los protagonistas, las diversas conversaciones que terminan con un “corten!” del realizador, los planos en que se ve la cámara y los miembros del equipo en plena acción, dialogando con los autóctonos, o el monólogo final de Guilherme.
Al igual que ocurre con las obras de João Canijo y Pedro Sena Nunes, la filmografia de Gonçalo Tocha empieza a diseñar un retrato cinematográfico de Portugal mediante la búsqueda de una supuesta ‘portugalidad’ presente en las gentes y en los lugares más genuinos. Sin embargo, al contrario que los cineastas anteriores, la obra de Tocha no parece premeditada: Balaou fue una película luctuosa, mientras que Torres & Cometas y A Mãe e o Mar han sido encargos, cosa que no les quita mérito y verdad, sino todo lo contrario. En este sentido, los casos particulares de sus películas ganan una dimensión más metafórica, simbólica y alegórica.
Dado que tres de sus películas han sido rodadas en comunidades pesqueras, o por lo menos a la orilla del mar, Tocha ha sido calificado de ‘cineasta marino’ o ‘cineasta del mar’. Esta clasificación, además de reductora, me parece excesiva. El conjunto de sus cuatro películas es bastante coherente como para entender que sus trabajos no se reducen al mar, sino que se preocupan mucho más por las personas y sus recuerdos, ya sean azoranos, vimaranenses o vila-condenses. Es lo mismo que pienso de las películas de Pedro Costa, que no son sobre As Fontainhas, sino sobre sus habitantes. Después de Torres & Cometas, yo esperaba que Tocha ya no volviese a filmar comunidades pesqueras o lugares de vacaciones, porque esa película ‘no-marítima’ demostró, en mi opinión, que el método y el proceso son mucho más importantes que cualquier contenido o paisaje.
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