ALDEMAR MATÍAS: “INTENTO CREAR LAS CONDICIONES PARA QUE LA REALIDAD SURJA MIENTRAS FILMO»

Aldemar-Matias

Aldemar Matias (Manaus, 1985) es un cineasta brasileño formado en Los Baños de Cuba. Su cortometraje de graduación, El enemigo, compitió en Sección Oficial de Visions du Réel y fue premiado en el Festival de San Sebastián y en DocumentaMadrid. Tras su paso por la Berlinale Talents, acaba de estrenar La arrancada, su primer largometraje, en la sección Panorama de la Berlinale.

Para tu primer largometraje estuviste explorando diferentes temas, concretamente un proyecto en torno a la sociología de la playa, pero finalmente es evidente que recuperaste elementos de tu anterior cortometraje, El enemigo. ¿Podrías comentarnos cómo surgió esta idea y cómo fue el proceso?

He dado muchas vueltas hasta llegar a ese resultado. Cambios radicales de personajes, temas y estrategias de dirección. Al dirigir esta película, quería desafiarme a hacer algo que no había experimentado formalmente: múltiples personajes, una misma localización, yo apareciendo en cámara. Noté que estaba priorizando más una necesidad de afirmarme como director versátil que necesariamente servir a la historia. ¡Mal! ¡Muy mal! Felizmente lo detecté en tiempo.

Tenía a varios personajes en la playa, con situaciones y diálogos acerca de libertades y represiones de sus cuerpos. Sentía que el proyecto no estaba funcionando. Pedí a Marbelis que viniera en el último día de rodaje. Ella es la fumigadora jefa y protagonista de mi corto El Enemigo. Es la persona más intensa que he filmado en la vida y quería tenerla otra vez en cámara. Un día antes, Marbelis me pregunta si podría llevar a su hija Jennifer a la filmación en la playa. Yo acepto la propuesta. Al observar la dinámica de las dos, decidí abandonar toda la propuesta anterior. Me fui de Cuba con la idea de hacer una película entera con esa relación entre madre e hija. Tenían personalidades muy distintas y a la vez estaban muy conectadas. Hablé con el productor, que aceptó mi idea y meses después volví a Cuba para 3 semanas seguidas de rodaje con ellas.

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¿Podrías decirnos cómo fue el trato y trabajar con estos personajes? ¿En algún momento se te pidió retirarte o no incluir alguna conversación o escena?

A Marbelis yo la conocía bien. A Jennifer no tanto. Fue un proceso distinto con las dos. A veces, al llegar a su casa, Marbelis me gritaba desde su ventana que no quería filmar, aunque lo hubiéramos cuadrado el día anterior. Yo sabía cuándo era capricho e iba a convencerla para que nos dejara estar presentes con la cámara. En otros momentos, la vi extremadamente triste por problemas con su hijo (el tercer personaje), y sentí que necesitaba dejarla sola. Aunque no me dijera nada, yo apagaba la cámara y le daba su tiempo y su espacio. No había una regla. Cada relación director-personaje es distinta y pide códigos distintos. A veces Marbelis y Jennifer se hablaban al oído para que yo no escuchara. Yo me enfadaba, pero lo respetaba. Al final no es fácil tener una cámara metida en tu vida durante varias semanas seguidas.

El film orbita entre el documental observacional, realizando bellos planos donde parece que te encuentras cómodo, y por momentos se recurre a una estética del cine directo con un acercamiento muy corporal a las personas, sin llegar a incluirte en la diégesis narrativa. ¿De qué manera encontraste la distancia con tus personajes?

Yo no soy muy fan de solo sentarme y esperar con la cámara para que las cosas ocurran. Aunque a veces lo haga, lo admito. Tampoco doy instrucciones directas a los personajes. Intento crear las condiciones para que la realidad surja mientras filmo. Y, claro, conocer bien a los personajes para anticiparme a sus acciones. Por ejemplo, cuando supe que Jennifer recibió la noticia de su medica que no podría competir por una lesión, me anticipé para llegar a su casa antes que ella, porque sabía que se lo contaría a su madre y sería un momento importante. O esperaba al final del día cuando Jennifer iba a hablar con su novio en el parque del wifi. Eran momentos preciosos porque Jennifer se abría con él de una manera diferente a la que lo hacía con la madre.

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En lo referido a la producción, ¿en qué momento decidís que estáis ante un largo y no ante otro corto como la vez anterior?

Filmé mucho en esas 3 semanas (casi 40 horas) con la intención de hacer un largo porque creía que la historia merecía ser contada en por lo menos 1 hora. Además, toma tiempo para que el espectador entienda los dos universos, el de la madre y de la hija, y cómo los dos se encuentran, como se contraponen. Sería difícil desarrollar esa construcción en un corto.

Me parece que abordas un asunto especialmente interesante, que es cómo viven las nuevas generaciones la situación social y política en Cuba. ¿Cómo te posicionas ante esa realidad y cómo sentiste que se percibe desde la comunidad y desde las instituciones el hecho de que filmes lo real?

Nadie es indiferente cuando se habla de Cuba. Las opiniones están siempre muy polarizadas. Yo sabía del riesgo, pero tenía muchas ganas de filmar algo que ayudara a la comprensión de que ni todo es “pro-Fidel” o anti-Fidel”. Que una madre puede dar un discurso de viva la revolución por la mañana a sus trabajadores y por la tarde ayudar al hijo a que se vaya del país. O que una joven puede tener ganas de dejar el país y a la vez preocuparse por su carrera de atleta nacional. Sentía que mi misión era desarrollar este tipo de personaje y que el espectador comprendiera la contradicción y cómo funcionan esas posiciones políticas de manera práctica en el día a día. Al final Jennifer y Marbelis son de generaciones distintas, naturalmente tienen aspiraciones distintas, pero a la vez tienen que conectarse por el lazo familiar afectivo que poseen.

Creo que el énfasis en el afecto, más que en conflictos políticos directos, hace que el documental pueda ser bien recibido por las instituciones.

Por último, quería preguntarte cómo sentiste la acogida de la película en Berlín.

Todas las proyecciones en Berlín fueron muy bonitas. Los debates después de cada pase enseñaban que la relación entre Marbelis y Jennifer había tocado a la gente. A la vez, ese núcleo familiar hacía que la gente comprendiera mejor el contexto político cubano actual con sus matices. Incluso tuvimos oportunidad de discutir cómo la transición política brasileña me afectó en el proceso final de la película. Claro, son transiciones muy distintas. Pero igualmente hemos tenido que aprender a reposicionar los afectos entre familiares cuando los caminos políticos van hacia direcciones distintas.

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