As Armas e o Povo, del Colectivo dos Trabalhadores da Actividade Cinematográfica
Hace cincuenta años la Revolución de los Claveles en Portugal ponía fin a cerca de medio siglo de dictadura salazarista. De entre los diversos filmes que se han hecho sobre el tema, As Armas e o Povo, del Colectivo dos Trabalhadores da Actividade Cinematográfica, es uno de los que más destaca por diversos motivos. En primer lugar, inmortalizó in situ el acontecimiento, con todo el valor histórico que esto tiene. Grabado entre el 25 de abril y el 1 de mayo de 1974, recoge por lo tanto los días inmediatamente posteriores al alzamiento militar que trajo al país vecino la democracia. El largometraje retrata un momento de efervescencia libertaria caracterizado por una genuina felicidad compartida, más que obvia en las entrevistas hechas a diversos trabajadores, militares, políticos y estudiantes en las calles de Lisboa. Con mucha honestidad, el colectivo intenta salirse del epicentro de las manifestaciones para recorrer barrios periféricos de la capital, tanto de ambiente pequeñoburgués como eminentemente obrero, sin olvidar las duras condiciones de vida en las barracas de las afueras, tomando así una posición crítica ante las injusticias del régimen de Salazar. A este conjunto de voces —es el pueblo el que habla, esa es la tesis— se unen los presos políticos, con registros de su liberación de la cárcel, en los que varios se atreven a compartir sus historias de cómo fueron torturados.
Hay en la película quien articula su discurso político con una capacidad de argumentación enorme, hay quien no sabe muy bien qué decir, pero se repite una misma palabra siempre: “libertad”. La cinta hace un análisis absolutamente marxista de la dictadura, ofreciendo la versión de la historia del colectivo, resumida en que el “fascismo corporativista” ha ido de la mano del “patronato organizado”, estableciendo un sistema de gobierno que favoreció la opresión de los trabajadores con riesgo de “encarcelamientos sistemáticos”. El control de los medios y condiciones de producción, sin contestación posible, favoreció a una élite que se enriqueció a costa del pueblo portugués. Y, por supuesto, nadie quiere ya la guerra y la colonización que sustentaron este sistema. La voz en off desarrolla esta tesis partiendo de un análisis histórico cronológico para hablar de los condicionantes que llevaron a la Revolución de los Claveles y después se para más en detalle en algunos de los acontecimientos de esos días, tirando de archivo oral de noticiarios para poner al espectador en contexto.
Cincuenta años más tarde, algunas de estas declaraciones, las de la voz en off y las del pueblo a pie de calle, podrían considerarse naifs. El filme toma una posición tan militante que parece que en Portugal hubiese triunfado en esos días una revolución socialista democrática. Los deseos para el futuro con los que se cierra el filme y ese tema tan mítico de Grândola, Vila Morena sin duda emocionan, pero si uno compara las estampas recogidas por los cineastas, con las calles de Lisboa repletas de gente clamando libertad, con las calles repletas de turistas de hoy; comprueba con pena cómo el corporativismo, fascista o no, parece más vivo que nunca.
Consideraciones políticas aparte, la cinta está muy bien filmada porque en ella participa el dream team del cine portugués de la época. No hablamos de militantes que toman la cámara, como en otros colectivos amateur coetáneos en Europa, estamos ante cineastas militantes, y esto se nota. Contar con Acácio de Almeida, António de Macedo o António da Cunha Telhes tras las cámaras no es poca cosa. Las referidas entrevistas son austeras pero bellas, con una suntuosa fotografía a color que recoge las intensas tonalidades de los claveles. Los encuadres siempre están en el punto preciso entre el respeto por el entrevistado y la captación de lo colectivo, permitiendo observar las masas y las calles de Lisboa en toda su magnitud. Fijarse en cómo visten las personas o los gestos que adoptan, el portugués que utilizan, es una ventana al pasado, a ese momento concreto, de enorme valía. Un emocionado Glauber Rocha, el enfant terrible del Cinema Novo Brasileiro, que vivía en Portugal en ese momento, es quien realiza las preguntas. Son siempre las mismas: qué opina de la revolución, qué espera del futuro… El matiz en las respuestas es lo que permite trazar el retrato poliédrico de la Lisboa de 1974 que el filme captura.
Junto a estas entrevistas, hay otras filmaciones de esos días que están captadas con cámaras de menor formato, con imagen de peor calidad, pero idéntico valor histórico y documental. Son principalmente los planos generales y ciertos acontecimientos políticos. La cinta tiene el reto de mantener el ritmo cuando, en su segunda mitad, recoge los largos discursos ofrecidos en el 1 de mayo por las autoridades políticas y sindicales de las organizaciones que luchaban por legalizarse esos días. El socialista Mário Soares, quien se convertiría en primer ministro un año más tarde, ofrece una apasionada arenga, mientras el histórico comunista Álvaro Cunhal pide un juicio justo a los militares salazaristas fugados en Madeira. Uno de los momentos más interesantes de la cinta tiene lugar aquí, cuando los cineastas deciden montar por encima de los discursos políticos imágenes de gente común del pueblo hablando, a quien no podemos escuchar. Podría esto considerarse una advertencia del error de constituir otras élites y que poco cambie, la voz en off también recuerda que queda mucho camino para ganar una libertad plena. Con todos sus buenos deseos, el Colectivo dos Trabalhadores da Actividade Cinematográfica mantiene el espíritu crítico y nunca cae en triunfalismos. Este trabajo constituye un importantísimo documento histórico, fundamental para comprender hoy cómo Portugal acabó con el salazarismo.