BLUE, de Apichatpong Weerasethakul
BLUE: LA IMPOSIBILIDAD DE CONCILIAR EL SUEÑO
El Festival Internacional de Cortometrajes de Clermont-Ferrand nos ha permitido descubrir en pantalla grande, en su sección internacional, la última obra del tailandés Apichatpong Weerasethakul: Blue (2018). Se trata de una evocadora pieza no narrativa que nos sumerge en el mundo de duermevela de su autor, solo que con una interesante variación que funcionaría casi como el espejo incómodo de su anterior Cemetery of Splendour (2015). Se entenderá esto si se explica su puesta en escena y particular montaje. Se nos muestra ante todo a una mujer que, contrariamente a los enfermos de la anterior cinta, intenta dormir, pero no logra conciliar el sueño, se revuelve en su cama. Por otro lado, contamos con un plano de unas telas con paisajes pintados de un amanecer y un atardecer que, operadas por una suerte de poleas, van apareciendo ante nosotros por turnos al son de una suerte de gong. Un poco como los fondos de esos primeros fotógrafos familiares. Un tercer elemento es una pantalla de cine que, conforme avanza el montaje y se nos muestra la disposición de los objetos, abriendo los planos, descubrimos que se encuentra ante estas telas que representan el paso continuo del tiempo. Por lo tanto, una ventana al mundo, la que representa la propia pantalla cinematográfica, pero también puede ser una ventana a la propia habitación en la que esta mujer intenta conciliar el sueño. Un cuarto elemento sería una lumbre que arde sin cesar.
Con estos cuatro planos, con los que Weerasethakul juega con ligeras variaciones de apertura y perspectiva, está construido toda el corta. Más allá de comprender esta configuración espacial, de una mujer atrapada ante un mundo repetitivo, como de pesadilla, en continua espiral y primitivo – de ahí la lumbre y los paisajes preindustriales – juega un importante papel el diseño sonoro. Ese gong que suena de fondo como una suerte de llamada espectral, unido al desagradable sonido de las poleas en el silencio de la sala y a un incesante incremento del crepitar de las llamas del fuego hacen que el intento por dormir sea insoportable. Si el sonido en el cine de Apichatpong actúa normalmente como una suerte de mantra balsámico que invita a la meditación y puede incluso incitar al sueño – y el autor no está en contra, casi que alienta que el público se quede dormido – aquí ocurre todo lo contrario. Estos sonidos disruptivos no ofrecen descanso y en ningún momento, en lo poco que dura el corto, siente uno acomodo en la butaca. El sonido del fuego llena la sala y nos sentimos engullidos por él, la calma habitual deja paso al más incómodo malestar. Non hay reposo.
Esta sensación que causa Apichatpong en el espectador la explicita mediante el montaje en su protagonista, superponiendo la llama cada vez más extensa sobre su cuerpo, haciendo que literalmente la queme en un trucaje de corte fantástico que parece casi pasado de moda, como sacado de un filme silente de los años veinte. Aquí está el charme de un autor a contracorriente, que con un truco tan sencillo intensifica más si cabe este malestar.
El cambio de mensaje, más que de registro, en su cine, hay que buscarlo en causas personales, y para eso encontramos información valiosa en la entrevista que le realiza Hugues Perrot en el número de enero de Cahiers du Cinéma1. En ella indica que todos los filmes que ha hecho en los últimos tiempos parten de síntomas físicos y que en concreto Blue sería el resultado de querer plasmar en pantalla sus experiencias con alucinaciones sonoras – acúfenos – que no le dejan dormir desde hace años. Por la noche oye una suerte de “bongs” que le están quitando el sueño, lo que provoca que esté durmiendo unas tres horas y sufra de insomnio. Indica además que su próximo largometraje, que presumiblemente debiera ser rodado en Colombia, hablará de esa experiencia.
No es una casualidad citar esto, pues el estado de ánimo de Apichatpong Weerasethakul, su fuero interno, su bienestar espiritual y la lectura política que hace de su país siempre han influido y marcado el cine que hace. En efecto, en Cemetery of Splendour había mucha gente durmiendo y era un filme que inducía al sueño, pero un sueño también de la historia enterrada de un país desmemoriado que el tailandés criticaba, en un intento de su estado de escribir la Historia con mayúsculas a sus designios, pues ya se sabe que quien controla la narrativa, tiene el poder. ¡Y cómo conviene tener a ciudadanos adormecidos y desmemoriados! Blue vendría también a trasladar la incomodidad con un país en el que ya non se encuentra cómodo ni para dormir, donde ve que el régimen militar está apretando cada vez más y donde no se ve de momento haciendo cine, donde dice que de hecho resulta para él ya imposible en estos momentos. De ahí que otee otros horizontes internacionales.
Mientras gira la cabeza a Latinoamérica, de momento ha sido L’Opéra de Paris quien ha financiado esta pieza, Blue, que puede consultarse ya íntegra online. Recomendamos verla en sala si podéis, pero a continuación el corto si no os queda ningún festival a mano.
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1“Une idée politique du sommeil. Entretien avec Apichatpong Weerasethakul”, por Hugues Perrot, en Cahiers du Cinéma, num. 751, xaneiro 2019. pp.92-95.