Cannes 2023 (I): eterno Godard
Cada vez que sale un filme de Jean-Luc Godard, esto se convierte en un acontecimiento en la comunidad cinéfila. Si ésta es una cinta póstuma y se presenta en Cannes, el asunto adquiere dimensiones colosales. Así fue nuestro bautismo ayer en esta cita festivalera. La sala Debussy, espacio dedicado a las propuestas más autorales y la preferida del certamen para JLG en vida, repleta para ver un cortometraje. Entre los presentes, como recordó el delegado general Thierry Frémaux en su discurso, cineastas como Albert Serra, Jim Jarmusch o Constantin Costa-Gavras en una lista demasiado larga para seguir nombrándolos aquí. Nadie quería perderse este momento histórico, que tuvo mucho de rito celebratorio de una de las figuras más libres que ha dado la historia del cine mundial.
Para llegar a su obra, antes había que pasar por el peaje de la enésima hagiografía, ideada por France Télévisions y encargada a Florence Platarets. Filme con todo aplicado, lo peor que se puede decir de Godard par Godard (2023) es que, al ser tan corto para encajar en las emisiones de la pequeña pantalla, no acaba por desarrollar todos los aspectos que componían la obra magna de este señor. La cinta deja incomprensiblemente de lado filmes y etapas enteras de su filmografía. Olvida también su compromiso político —con una única y breve mención al Mayo del 68 y a su participación activa en la cancelación de este festival ese año— o la importante publicación de ensayos críticos, con un efímero capítulo dedicado a su paso por Cahiers du Cinéma, sin explicar cómo esa actividad acaba por repercutir en el modo de hacer filmes. En resumen, es un retrato muy incompleto que tiene la virtud de la claridad narrativa y el didactismo.
Para quien no conozca la obra del autor de À bout de souffle (1960), Godard par Godard puede servir como una introducción a su cine que invita a ver más. La estrategia usada por Platarets, que no se enfrenta a una tarea sencilla, es la de dar voz directamente al autor, montando de manera cronológica entrevistas de archivo y mezclándolas con declaraciones de diversos colaboradores en sus filmes, además de secuencias de estas películas. Una aproximación conservadora, pero muy bien ejecutada, que acaba por dar como resultado un filme ágil que se sostiene ya solo por el magnetismo del discurso del propio Godard. Lo malo es que sabe a poco. Uno habría deseado que cada uno de los capítulos de este filme durase la hora que dura la película. Habría funcionado mejor como serie, extendiendo cada uno de estos trechos a un episodio con el que cubrir más en profundidad las múltiples y complejas vicisitudes de un artista que no cabe en esta película, la desborda de lejos con su torrencial tsunami creativo.
Y para muestra, el botón que nos dieron después. Film annonce du film qui n’existera jamais: “Drôles de guerre” (2023), financiado por Saint Laurent, que también paga en esta edición de Cannes el capricho wéstern de Pedro Almodóvar, es un esbozo de lo que podría haber sido un filme más ambicioso y, al mismo tiempo, resulta ya de por sí una pieza perfecta llena de estimulantes fugas de carácter estético, político e histórico. Este “filme anuncio de un filme que nunca existirá” es la adaptación de varias novelas del escritor trotskista Charles Plisnier. En un momento dado, un Godard con voz ya muy débil explica en un off lo mucho que le impresionó la forma en la que evocaba rostros en su narrativa, más como un pintor que como un novelista. Para un cineasta que concebía el séptimo arte como cuadros en movimiento, estas evocaciones debieron sin duda causar un impacto en él. Parte de la historia gira en torno a militares en los años veinte y Godard no puede evitar llevarse este argumento al presente con una mención velada a la guerra de Ucrania. En una escena, la voz de una mujer, un diálogo que parece tomado de un filme preexistente, dice: “no quiero hablar ruso en este momento, no me fío de esta lengua”.
Es solo un ejemplo para comprender que lo que le interesa a Godard es apuntar ideas en diversas direcciones, no componer un relato de ninguna clase. Esto es como acceder a su cuaderno de anotaciones hecho película. Compuesta principalmente de frases, fotografías y collages, la mayor parte dispuestos sobre el reverso de papel fotográfico Kodak (es una ironía, Godard vuelve a rodar “en película”), Drôles de guerre es una búsqueda, más que nada, una invitación a la investigación, un misterio a medio resolver. Godard buscaba, y al documentar este proceso, regala a los espectadores un filme muy especial, en el que se ve ayudado por Nicole Brenez, Fabrice Aragno y Jean-Paul Bataggia, sus guionistas de los últimos tiempos y que firman el trabajo a ocho manos junto a él, por mucho que el festival y Saint Laurent pongan el nombre de GODARD en el cartel. Juntos, en una dinámica de colaboración establecida durante tiempo, componen este extraterrestre que se dice, de forma muy elocuente: “es difícil encontrar a un gato negro en una habitación oscura, sobre todo si no está ahí”. Godard, que se nos fue hace unos meses con 91 años de edad, no dejó de buscar hasta el último momento. ¿Qué encontró? Quién sabe. ¿Qué nos dio? CINE, como él bien decía, no películas, CINE. Con mayúsculas.