CONTINENTAL, de Xavier Villaverde

Continental fue la película elegida para abrir Cinegalicia el 23 de noviembre del año 1989. Estaba dirigida por Xavier Villaverde, que ya tenía cierto recorrido en el audiovisual, especialmente en el videoarte y el cortometraje. Continental era su primera y prometedor largometraje, que le valió la candidatura al Goya como mejor director novel.

Villaverde quiso experimentar con los esquemas del cine de gánsteres hecho desde Galicia. No obstante, Continental no es una historia que transcurra en un lugar concreto en un momento concreto, sino que habla de conflictos humanos universales a través de una trama de enfrentamiento entre dos bandas enemigas y de amores imposibles. La ambición, los juegos de poder, el sexo y las drogas ocurren en Galicia como podrían ocurrir en Nueva York o Londres. En este caso esos conflictos se trasladan al pequeño, la una historia en una ría como podría haber miles. ES un espacio tan pequeño que podría ser cualquier sitio, y es también esta deslocalización la que por momentos juega en contra del propio filme al negar al espectador un contexto en el que situar la historia.

Nos movemos, entonces, entre cinco espacios concretos: el Continental, la calle, la casa de Ventura, la casa de Pincho y el bar Navy. Además, en el universo de Continental es siempre noche, porque los universos de los personajes no se pueden desarrollar a la luz del día: el contrabando, la prostitución, los asesinatos y los encuentros amorosos son actividades clandestinas que hay que esconder en la oscuridad de la noche. Nosotros, como espectadores, tenemos que aceptar este universo reducido y aislado, en el que no entra nadie que no conozcamos, no hay policía ni peligro de que aparezca, no hay mas ley que la que establecen Otálora y Ventura. Tenemos que aceptarlo y lo aceptamos, y no es hasta que analizamos en profundidad a película que surge la duda: ¿nadie advierte lo que está pasando en el Continental?

Por otra parte, la ambientación de esta película merecería un texto independiente. Se nos presenta una iluminación casi siempre en clave baja, especialmente en las escenas de la calle y los encuentros sexuales, con grandes contrastes que parecen, por momentos, evocar el blanco y negro del cine negro clásico. También se emplean colores excesivamente vistosos, tanto en la iluminación como en el vestuario. El Continental siempre está bien iluminado, con música tranquila y festiva, es un refugio para unos y una condena para otros. Lo que está claro es que es mejor que la calle: presenciamos un exterior casi en ruinas, en el que a través de los colores y las luces podemos sentir la humedad del espacio y el frío de la piedra.

La máxima muestra de este uso de los colores y la iluminación está en las secuencias de sexo entre Pincho y Anabel, en las que los cuerpos se iluminan de un azul fuerte sobre un fondo negro. Este azul eclipsa los colores reales de la desnudez de los personajes y genera un ambiente íntimo y onírico. Parecen momentos soñados creados a través de un gran contraste entre las figuras y los fondos. Es inevitable recordar a través de esta ambientación Querelle, de Fassbinder, estrenada siete años antes, que Continental podría tomar como referencia para lo teatral de esos decorados iluminados con luces exageradas y colores fuertes, nada realistas.

Todo esto es prueba de que Wolfgang Burmann, director artístico, no dejó nada al azar; tampoco el diseñador del vestuario, Javier Artiñano, con un trabajo en el que destaca la elección de los colores en las prendas de los personajes: los hombres, que son los que trabajan en la oscuridad, en la clandestinidad y en el crimen, visten todos colores oscuros; mientras que las mujeres, que representan la alegría y la inocencia, llevan los colores vivos.

Raúl Veiga, guionista de Continental, creó una trama que gira alrededor de dos historias: la de Otálora y Ventura y la de Pincho y Anabel. Evidentemente, las tramas se mezclan y se entrelazan durante la hora y promedio que dura la película. Hay que reconocerle al guion de Continental uno cierto riesgo en la estructura narrativa: comienza con el triunfo de Gonçalves, el capo y dueño del lugar, y Ventura, Otálora y Ruda deben respetar sus palabras: “el Continental no se reparte”. Quince años después, muerto Gonçalves, todos los personajes tienen un pasado latente, a veces difícil de descifrar. Así, Continental puede resultar difícil de comprender en un principio: muchos personajes, mucho misterio y muchas tramas entrelazadas. Con todo, esta es una película para no quedarse en un primero visionado, sino para verla varias veces y poder entender bien todos los hilos, todas las tramas complejas que llevan a los personajes a hacer lo que hacen.

Xavier Villaverde contó con un elenco muy numeroso y con actores y actrices, la mayoría españoles, con grandes trayectorias, como Marisa Paredes, Héctor Alterio o Eusebio Poncela, e intérpretes en sus primeros años como Jorge Sanz o Cristina Marcos.

Aunque Continental es una historia de dos bandas enemigas que luchan por el poder, este conflicto es el trasfondo de una historia mucho más interesante: la de Anabel, interpretada por Cristina Marcos, que podríamos considerar la verdadera protagonista de la película.

Todo el optimismo de la historia se personifica en un único hombre: Pincho. Pincho trae al Continental a esperanza y la bondad en su juego con Anabel, pero también la inocencia y la ingenuidad. Anabel es consciente de su condición y sabe que no va a poder escapar. Pincho es mucho más libre y cree que puede salvarla. No la convence hasta que confiesa que mató a Ventura, y solo en ese breve instante hay un fugaz vestigio de esperanza para ella, que dura el poco que tardan en encontrarlos en su huida y matar a Pincho. Es precisamente en estos últimos minutos de la película cuando vemos por primera vez a luz del día. Así, Xavier Villaverde emprende un sutil engaño al espectador: todo el tiempo fue noche y ahora es día, cuando los protagonistas están a punto de conseguir huir y dejar atrás el infierno que vivían. Los llegan a través del amanecer un indicio de esperanza para Anabel y Pincho, pensamos que llegó su momento, que por fin acaba la pesadilla de esa larga noche. Pero la luz del día no es suficiente para sobrevivir: Pincho acaba muriendo asesinado y Anabel debe quedar en el Continental.

Anabel es un personaje bastante críptico, especialmente en su relación con Ventura: sabemos que él le paga para que le inyecte a morfina como si se tratase de un servicio sexual, pero no son visibles sus sentimientos cara él. ¿Qué siente? ¿Amor, lástima, odio?

El director juega con el personaje de Anabel igual que juegan con ella Ventura y Otálora. Porque Otálora y su banda la podrían matar. Porque nosotros, cómo espectadores, casi deseamos que la maten después de Pincho: el que le espera es, seguramente, peor que eso. Después de vivir la muerte de su padre de niña, de tener que dedicarse a la prostitución y verse obligada a rechazar por naturaleza cualquier forma de amor que se le presenta, tiene que soportar que asesinen delante de sus ojos a su única esperanza de dejarlo todo atrás y poder tener una nueva vida. Así, tiene que volver a la noche, a la pesadilla que es para ella el Continental.

El último plano de la película confirma lo que ya sabíamos: Anabel está de vuelta en el Continental. Este plano, tan hermoso como desolador, pone de nuevo a Anabel en el lugar en el que empezó; a lo mejor, ahora más rumbo, pero también más fuerte. La historia que empieza ahora, mientras Anabel mira su rostro en el espejo, es bien distinta y mismo más profunda. Y en realidad es en Anabel donde más vivo está el recuerdo del capo Gonçalves, que, aunque solo sale en los primeros minutos de la cinta, es un personaje más de la historia. Un fantasma que está presente todo el tiempo y cuya muerte cambió la vida de todos y cada uno de los personajes del filme.

Hay en el Continental una figura materna para Anabel: Julia, la prostituta mayor, interpretada por Marisa Paredes. Julia es, igual que Anabel, una de las verdaderas víctimas de la muerte de Gonçalves. Es un símbolo del pasado y en ella también sigue vivo ese fantasma. Quiere evitarle a Anabel la vida de la que ella ya no puede huir, el dolor que ella ya no puede evitar. Hay un momento en el que Julia dice: “yo tendría que ser músico, como ese”. Podemos imaginarnos porque lo dice: ser músico parece más tranquilo que ser prostituta. Con todo, más tarde, en su monólogo en el que habla a Gonçalves, recupera esta idea cuando dice: “tenías que haber sido músico, Gonçalves, así no te mataban”. Así entendemos que su vida no solo carece de sentido por su trabajo, como pudimos entender antes, sino también por su pérdida. No le bastaría con ser ella música. Tendría que serlo él también, para así estar vivo.

Xavier Villaverde nos sitúa como espectadores en una posición externa, no vemos lo que pasa en el Continental a través de los ojos de un personaje concreto, sino que asistimos a (casi) todo: el falso asesinato de Otálora, los encuentros de Anabel y Pincho, la muerte de Ventura. Esto nos da libertad a la hora de juzgar los actos de cada uno. Y ese es uno de los puntos fuertes del filme: al no tener una perspectiva concreta, reconocemos los errores y las intenciones de los personajes, y eso los hace más humanos, más creíbles. Es la forma que tiene Xavier Villaverde de hablarnos de la vida, de la ambición, del amor y del orgullo.

Estamos, entonces, en el año 2019 reflexionando sobre la huella de Cinegalicia 30 años después. Continental no tuvo la acogida que se esperaba, quizás porque era un género demasiado ajeno y el público estaba acostumbrado a consumir ese cine de gánsteres en versiones americanas. Se habló también de la complicación de la trama o de si realmente se podía considerar cine gallego, pues estaba en castellano, no estaba rodada en Galicia y apenas había actores gallegos. Hay que tener en cuenta que el filme llegó en un momento en el que no había en Galicia una industria cinematográfica, no había, siquiera, centros de formación audiovisual (aún quedaban dos años para la inauguración de la Escola de Imaxe e Son de A Coruña). En ese sentido, Xavier Villaverde hizo una aportación al cine gallego especialmente valiosa. Continental puso sobre la mesa la posibilidad de hacer cine de género desde Galicia, los espectadores y los futuros cineastas pudieron comprobar que esto era posible. Por eso parece injusto valorar su repercusión atendiendo únicamente a la taquilla, porque aportó algo mucho más importante: plantar los errores que no se repetirán; porque las películas son también manuales de instrucciones, y cada uno puede ver en Continental esquemas que descartar o que repetir.

Incluso yo, que nací siete años después de aquel estreno de Sempre Xonxa, Urxa y Continental, puedo llegar a sentir nostalgia de aquel momento que no viví, en el que lo más bonito y excitante era que no se sabía el que iba a pasar; si Galicia podría estar por fin en el mapa del cine.

Con el paso de los años, Continental las tiene todas para convertirse en una de esas pequeñas joyas que pasaron desapercibidas pero que acabaremos valorando como merece y agradeciendo que alguien hubiese tenido el valor de hacer algo así.

Deseño de Pepa Prieto Puy

Referencias

Veiga, Raúl (1991). “Continental: O Guión”, A Coruña: Os libros da fenda.

Los testimonios de Pepe Coira (del equipo de organización de Cinegalicia) y Rosa Suárez (espectadora), que aportaron su recuerdo y lo que para ellos significó Cinegalicia.

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