CLERMONT-FERRAND (II/III): INTERNACIONAL, BIEN SÛR

Esta crónica sigue de una anterior, y continúa en otra sobre la sección Labo.

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'A Million Miles Away' adapta á linguaxe cinematográfica modos de comunicación propios da mocidade.

‘A Million Miles Away’ adapta al lenguaje cinematográfico modos de comunicación propios de la juventud.

En la sección internacional, vemos la misma diversidad, siendo la ficción imperante, frente a la animación y el documental. En este registro, encontramos cuatro grandes vertientes, diría que bastante representativas de la producción mundial de cortos, tras pasar un año viendo cientos y cientos de filmes llegados de países muy diversos. Estos cuatro subgéneros son: corto de gags o sketches, drama social, género fantástico para probar efectos especiales, cine de autor con referentes en grandes cineastas de largometrajes. Podría parecer que esta última vertiente es la más arriesgada o de interés, pero también del arte puede hacerse mercado, y no es oro todo lo que reluce, como veremos.

El primer tipo de cortos parece ser uno de los preferidos para el público de Clermont. Quien haya visto este año Relatos salvajes (Damian Szifron, 2014), sabe a lo que me refiero. Estos filmes ponen al espectador en una situación, a menudo conocida, y juegan con sus expectativas para crear humor, bien a través del reconocimiento y la profecía autocumplida, o por la vía de la sorpresa, rompiendo la convención. Por momentos, esto se logra a través de lo absurdo, como es el caso de Sortie de secours (Vladimir Tagic, 2014), que ya ni recuerdo de quéiba, pero la gente se riómucho viendo una situación surrealista tras otra. De Smet (Thomas Baerten, Wim Geudens, 2014) era la representante belga que no podía faltar. Este tipo de comedia ya casi parece un subgénero nacional: personajes ridículos, hipérboles grotescas de tipos reales reconocibles, encuadrados simétricamente en un decorado de colores vivos, como si todos los cortos estuviesen rodados en un Disneyland flamenco. La llegada de un elemento desestabilizador, en este caso una tipa despampanante que llega a la vecindad, hace que los personajes se comporten de forma irracional, hiriéndose entre ellos, haciéndose toda tipo de putadas; para volver a un estatus quo de aparente normalidad, con guiño final al espectador, cómo no. Hay casos en los que estas comedias pueden contener un comentario social interesante. Personalmente, me resultan fotocopias, más o menos inspiradas, hechas para amenizar una sesión – y consiguen su objetivo – pero yo al cine le pido algo más que un punto de incorrección, para lo que ya están los cómicos televisivos.

El segundo pack, el del drama social, es el más abultado. En Clermont hubo uno de esos ejemplos que, de tan malos, acaban por resultar en comedia involuntaria, con la que uno pasa un buen rato: Modernidad (Roberto Barba Rebaza, 2014). Afortunadamente, ésta es la excepción a un conjunto de cortos, con buena factura, que hablan de toda suerte de dramas sociales conocidos. ¿El más osado? QuizáHole (Martin Edralin, 2014), en el que el actor Ken Harrower merece todos los aplausos del mundo – el filme se llevóel gran premio de la competición – por su interpretación de un hombre tetraplégico que intenta encontrar un modo de expresar su sexualidad. Por cómo estáfilmada, tan próxima al actor, y su gran trabajo, algunos pensamos en un inicio que podía tratarse de un documental. La también canadiense Prends-moi (Anaïs Barbeau-Lavalette, AndréTurpin, 2014) conecta espectacularmente bien con ésta en tema y forma, al mostrarnos a un enfermero que tiene que ayudar a una pareja con problemas motrices a posicionarse para poder hacer el amor. Son filmes un poco molestos para el espectador, al inmiscuirse tanto en la intimidad de estas personas, que nos obligan a reflexionar sobre los distintos modos de expresar la sexualidad.

Otros filmes hablan de cómo aceptar una paternidad involuntaria – Niño de metal (Pedro García-Mejía, 2014) – de la soledad – Parking (Ivaylo Minov, 2014), Las ventanas (Maryulis Alfonso Yero, 2014) o Oh Lucy! (Atsuko Hirayanagi, 2014) – de las relaciones laborales – El corredor (JoséLuis Montesinos, 2014) – de vencer los miedos Zarautzen Erosi Zuen (Aitor Arregi, 2014) – o de bodas forzadas – Jane’s Wedding (Cole Stamm, 2014) – por citar solo algunos de los ejemplos que vimos. Todos ellos están ejecutados con una gran corrección técnica, y cuentan con actores solventes. Sin embargo, tampoco destacan en nada, ni toman ningún riesgo.

Algo parecido le ocurre e la tercera categoría, que tenía en The Nostalgist (Giacomo Cimini, 2014) el supuesto bombazo fantástico del festival. Protagonizada por el popular actor Lambert Wilson, cuenta la historia de su hijo autómata, que vive pensando que es un niño de verdad en una realidad virtual, en medio de un mundo distópico. En esencia, una revisión de Pinocho que pasa sin pena ni gloria, y que sirve al director para probar efectos especiales, seguramente apuntando a un largometraje.

Evidentemente, tiene que haber cine para todos los gustos. Yo me reconozco más de la última categoría; si bien, como decía, la etiqueta de autor es un compartimento industrial más, y no siempre equivale a creatividad. Este último tipo de filme se inscribe en una tradición concreta, la de los autores, pero en muchos casos copia fórmulas ya vistas. Cuando esto ocurre, la única diferencia entre estos últimos cortos y las otras categorías, es que los de autor están hechos para explotación en festivales, y los demás aspiran a entrar en el circuíto de exhibición comercial tradicional. Algo, por otro lado, que es más habitual en los largos, porque los cortos suelen quedarse en los festivales. En todo caso, esta lógica se traduce a un estilo, y esto es aplicable a filmes de cualquier duración.

Copias hubo varias en Clermont, hechas con mucho arte, todo hay que decirlo. La que levantómás ampollas fue Hosanna (Na Young-kil, 2014), una suerte de infierno en la tierra, en la que un chaval es capaz de sanar a gente muerta, volviendo éstos a la vida solo para que se les vuelva a infringir el mismo daño físico insufrible. Copia de Kim Ki-duk, el acelerador de la violencia lo pisaron demasiado, no hay hierro o anzuelo del maestro surcoreano que supere el nivel de bestialidades de este filme, un tanto perdido y nihilista hasta la nausea.Birthday in Chongqing (Hu Yichuan, 2014) es una copia aceptable de los filmes más patrimoniales de Zhang Yimou, vía adaptación literaria de Mo Yan. Unos hijos se disputan la herencia de un padre aún en vida, en una zona rural del interior de China. Lo mismo puede decirse de Beeke (Charlotte A. Rolfes, 2014), que estámuy bien, pero huele claramente a Escuela de Berlín. Filme de escuela, en el que una chica debe lidiar con su padrastro, la autora aún tiene tiempo para desarrollar su mirada en la tradición en la que se inserta.

Después, hay apuestas que logran trascender su tradición, sin negarla, para erigirse en filmes con caligrafías más innovadoras y personales. Sem Coraçao (Nara Normande, Tião, 2014) es una de ellas. Retrato de chicos adolescentes que descubren la sexualidad, estáhecha con actores no profesionales, que se interpretan en su contexto, como puede ocurrir en las historias de otros colegas sudamericanos como Nicolás Pereda, Óscar Ruiz Navia o AndréNovais Oliveira. Sin embargo, cada uno de ellos tiene su estilo, un modo de aproximarse a la realidad, y asíocurre con Normande e Tião. Hay un modo de acercarse a los cuerpos, de descomponerlos con una intencionalidad política, que hace del filme algo muy poético, al mismo tiempo que sucio – desde un punto de vista sexual – y magnético. Idéntica frescura puede verse en A Million Miles Away (Jennifer Reeder, 2014), uno de los descubrimientos del festival, en el que su autora juega con el género del instituto para acabar representando un retrato también de la sexualidad, escindido en dos partes entre profesora y alumnas. Cada una de éstas introduce en la narración la forma de comunicarse de las redes sociales, con distintas soluciones visuales que van más alláde la sobreimpresión de carteles que simulen el diseño de éstas en pantalla. El ritmo acaba por ser musical, sin existir una narrativa convencional, sino más bien una cadencia de ideas que se van repitiendo, con mayor o menor intensidad. Las chicas irradian seguridad y frescura, realmente A Million Miles Away es un meteorito que rompe con la calma chicha de la sección internacional, una bofetada de puro cine que nos dejósin palabras.

'Dinner for Few'. interesante animación, fábula da crise grega.

‘Dinner for Few’. interesante animación, fábula de la crisis griega.

El arma secreta de Clermont

Pero el secreto mejor guardado de la sección internacional, el lugar donde se ocultan varios de los grandes títulos del festival, estáen el sector de la animación. De todos los registros, éste puede ser el más coherente y homogéneo. Bien en su vertiente más fantástica o realista, más trascendente o lúdica; todas las animaciones tienen algo de fábula, de metafórico, que nos habla de temas universales del mundo real. Tienen incluso más de real que algunos de los documentales. La fábula estáservida en Deep Space (Bruno Tondeur, 2014) y Dinner for Few (Nassos Vakalis, 2014). La primera es una comedia muy divertida, con una animación muy precaria y gamberra estilo Jeffrey Brown, sobre un astronauta que va en busca de vida inteligente a otro planeta, y acaba por sucumbir a prácticas sexuales de dudosa moral con otras especies ante la falta de humanos en el astro. El poder le tiene atrapado en el espacio, sin vuelta posible a la tierra, hasta que cumpla la misión; mientras en su casa le roban todo lo que es suyo. Más altas pretensiones tiene Dinner for Few, en algún lugar entre Enki Bilal y una rotoscopia al modo de Vals con Bashir (Ari Folman, 2008), que presenta una cena de cerdos comilones, bien vestidos con ropas de banqueros, empresarios, líderes religiosos, políticos y demás casta; que se están dando un atracón hasta agotar todos los recursos a su alrededor. No diremos cómo acaba la cosa, pero hay cuchillos y mucha sangre. Es necesario decir que el corto viene de Grecia, y no por nada el cura-cerdo sentado en la mesa es ortodoxo.

Fuligem (David Doutel, Vasco Sá, 2014), Vicenta (Carla Valencia, 2014) y The Bigger Picture (Daisy Jacobs, 2014) son ejemplos de cortos más intimistas, con también grandes cargas metafóricas. En el primer caso, la memoria de las ruinas, tema universal en el cine, nos lleva a un contexto evocador de un tiempo pasado; mientras que en Vicenta esa evocación llega por la palabra, la de la historia personal de una mujer campesina que sale adelante como puede. Todas están hechas con diversas técnicas tradicionales a mano, aunque en The Bigger Picture llama la atención la mezcla curiosa entre el 3D, el stop-motion y la acuarela – y, seguro, otras técnicas que no identifico – para jugar con las perspectivas y el volumen de un modo muy particular. En lo narrativo, destaca por su sencillez, contando la relación entre dos hermanos, que cuidan de modo desigual a su madre enferma.

Entre todos los cortos de animación, había algunos con un pie en Labo, como Beauty (Rino Stefano Taglafierro, 2014) o Démontable (Douwe Dijstra, 2014). El primero anima cuadros clásicos con diversas bellezas mitológicas, acercándose a ellos con un inusitado detalle y perspectivas novedosas. El segundo convierte un ambiente casero en un campo de batalla, haciendo que soldaditos de plástico y otros objetos cotidianos se transformen en soldados y armas reales, en tamaño reducido, simplemente para divertirse con la técnica. Más pruebas técnicas que un trabajo acabado, son interesantes como experimento, pero salían un poco de la línea marcada en el resto de la sección.

Por último, el documental estápoco representado en la competición internacional, si bien cobra más relevancia en Labo. La premiada Smile, and the World Will Smile Back (Familia Al-Haddad, Joab Gross, Ehab Tarabieh, 2014) es uno de esos casos de compromiso político, en los que prima más el documento, que la forma fílmica. Se trata de un único plano, la grabación de una familia palestina ante el abuso de poder de las tropas israelíes en la franja de Gaza, que un día entran en su casa a hacer un control sin motivo aparente. Estas prácticas son comunes, y los palestinos están autorizados legalmente a registrar lo que ocurre coma un mecanismo de defensa. Testimonio de una realidad, la película no aspira a más, y ya es bastante.

Tras La part de l’ombre (2013), Olivier Smolders se confirma como un virtuoso del falso documental con La légende dorée (2014). Con aspecto de reportaje clásico, la película acaba por configurarse coma un ensayo ficcionado sobre grandes locos de la historia. «Las historias son como el viento de un desierto, no hay explicaciones»; parece ser el principio conductor de una propuesta que, de nuevo, no ficciona solo por una cuestión lúdica, sino que lo hace para interrogarse sobre el significado de la verdad en cualquier relato. Propuestas como éstas están más cerca de Labo, la tercera sección competitiva del festival, a la que asistimos a todas las sesiones, al ser nuestra preferida.

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