PLAY-DOC 2018: UN AÑO BIPOLAR

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La decisión del jurado de distinguir, ex aequo, las películas The Waldheim Waltz (Ruth Beckermann, 2018) y Lamaland (Teil I) (Pablo Sigg, 2018) despertó más de un comentario sarcástico entre el público que seguía, copa en mano, la solemne entrega de premios de la última edición de Play-Doc. Hubo quien opinó que, puestos a repartir, bien podía ser un premio ex aequo entre las cinco películas a concurso. También hubo quien fantaseó con la posibilidad de que los ganadores rompiesen in situ el hermoso trofeo tallado por el artista Juan Vázquez para llevarse a casa su respectiva mitad – y si fuese en la cabeza de alguno de los presentes, todavía mejor. Malas lenguas aparte, el ex aqueo sirvió para destacar las dos líneas principales de la competición de este año: la revisión del archivo y la observación de lo cotidiano.

Pasado y Presente

The Waldheim Waltz recupera un episodio ominoso de la historia austríaca, ignorado o olvidado en medio mundo: la elección de Kurt Waldheim –antiguo secretario general de la ONU (1972-1981) y antes, también, antiguo oficial del ejército nazi– como presidente de este país en 1986. Ruth Beckermann se sumerge en el archivo televisivo de la época, al que añade imágenes filmadas por ella misma en aquel momento, para construir un relato sólido y eficaz que combina un cierto suspense para aquellos espectadores que no saben lo que pasó con una lúcida reflexión sobre los esqueletos que Austria todavía guarda en el armario. La cineasta cuestiona las imágenes a través de un comentario en primera persona, por veces autobiográfico, y pone en valor los momentos inmediatamente anteriores y posteriores de las grabaciones oficiales, que resultan especialmente reveladores para desenmascarar la hipocresía de la clase política.

El verdadero escándalo que denuncia The Waldheim Waltz no es tanto que este político combatiese con los nazis –como hicieron la mayor parte de sus compatriotas– sino que omitiese y tergiversase sistemáticamente este hecho durante treinta años. La temporalidad de la película se vuelve así múltiple: regresa al pasado reciente (los años ochenta) para remontarse a un pasado más alejado (la Segunda Guerra Mundial) sin salir de un presente en el que la ocultación y la desmemoria siguen siendo tácticas habituales entre los miembros de la clase política. En este sentido, la proyección de la película en la semana en que Cristina Cifuentes dimitió como presidenta de la Comunidad de Madrid después de conocerse, entre otros escándalos, la falsificación de su título de máster, resultó especialmente oportuna.

The Waldheim Waltz (Ruth Beckermann, 2018)

The Waldheim Waltz (Ruth Beckermann, 2018)

El trabajo con el archivo televisivo de Beckermann tuvo su complemento en el trabajo con el archivo digital que el cineasta canadiense Dominic Gagnon lleva una década desarrollando. Going South (2018), segunda entrega de la tetralogía sobre los cuatro puntos cardinales de internet que comenzó hace unos años con Of the North (2015), es un nuevo mosaico de imágenes apocalípticas y discursos alucinados sobre la desorientación del presente, donde todo youtuber presume de estar en posesión de la verdad absoluta. El metraje no escatima vídeos polémicos, como destacan las dos críticas y el videoensayo elaborados durante el taller de crítica feminista que organizamos durante el festival: da la impresión de que Gagnon, tras las críticas recibidas por reproducir los estereotipos negativos sobre el pueblo inuit en Of the North, decidió echarse al monte y huir hacia delante, perseverando en su proyecto de confrontarnos con aquello que no queremos ver: la estupidez y los perjuicios que dominan nuestros propios desechos audiovisuales.

El espectáculo de la vida

Otras películas atendían antes a los gestos que a los discursos, como Terra Franca (Leonor Teles, 2018), la obra más vitalista de esta edición, un documental observacional sobre un pescador de Vila Franca da Xira que se va transformando poco a poco en el retrato colectivo de toda su familia. La estrategia de Leonor Teles –ganadora del Oso de Oro del Festival de Berlín por su cortometraje Balada de um Batráquio (2016) mientras rodaba Terra Franca– es anclar este largometraje en una imagen concreta –la soledad del pescador en el río, a primera hora de la mañana– para después dejar que la vida, el azar, el humor y la emoción atraviesen todo el metraje.

Terra Franca (Leonor Teles, 2018)

Terra Franca (Leonor Teles, 2018)

Las distintas subtramas –la pérdida de la licencia de pesca, los preparativos para la boda de una de las hijas, la obsesión de la mujer con su nuevo aspirador– dan continuidad a la sucesión de comidas y conversaciones que constituyen la columna vertebral de la película. A medio camino entre los trabajos de la productora Terratreme y los retratos populares de João Canijo y Anabela Moreira –quizás como resultado del montaje a cuatro manos entre Luísa Homem, una de las socias de Terratreme, y João Braz, el montador habitual de João Canijo desde Ganhar a Vida (2001)– Terra Franca consigue capturar el espectáculo de la vida sin énfasis ni ínfulas, con una frescura y espontaneidad que resulta sin duda notable.

El lento camino hacia muerte

Lamaland (Teil I) se anuncia como la primera entrega del proyecto que el cineasta mexicano Pablo Sigg tiene con Friedrich y Max Josef Schweikhart, dos supervivientes directos de una comunidad utópica fundada a finales del siglo XIX en Paraguay por Elisabeth Förster-Nietzsche, la hermana del filósofo homónimo. Ese lugar, tal y como aparece en esta ficción documental, es un limbo analógico retratado con toda la exuberancia de la tecnología digital: la cámara se recrea en los cuerpos de los ancianos, en sus manos, en sus gestos, en sus rutinas ralentizadas por la edad y el clima. La contemplación ritual de su eterno presente esconde un relato que avanza de forma elíptica e inexorable hacia un desenlace anunciado, por lo que el sentido de la película está en la recreación obsesiva de esa espera, como ya ocurría en A torinói ló (Béla Tarr, 2011), una obra con la que Lamaland (Teil I) tiene muchos puntos en común, comenzando por la referencia nietzscheana de su título.

La competición incluía un segundo trabajo alineado con el ritmo y la estética del slow cinema: Les Unwanted de Europa (Fabrizio Ferraro, 2018), una recreación de la huida del filósofo Walter Benjamin a través de los Pirineos. El cineasta italiano Fabrizio Ferraro propone, con un estilo posnarrativo que recuerda los primeros largometrajes de Albert Serra, una exploración del paisaje y de la experiencia de la frontera franco-catalana durante el bienio 1939-1940, cuando fue un lugar de tránsito para miles de refugiados en una dirección u otra. La cámara acompaña a los personajes por los caminos de montaña mediante largos planos secuencia que se recrean en la contemplación de la naturaleza. El relato, igual que en Lamaland (Teil I), importa menos que la evocación sensorial, que conduce la película hacia una dimensión metafórica y psicogeográfica: la decisión del cineasta de filmar la penosa marcha de sus intérpretes por los mismos caminos que setenta y cinco años antes recorrieron los refugiados de media Europa no deja de ser una clara alusión a la nueva ola de desplazados que recorre ahora mismo el continente.

Les Unwanted de Europa (Fabrizio Ferraro, 2018)

Les Unwanted de Europa (Fabrizio Ferraro, 2018)

Elogio de los Malditos

Pasado y presente, vida y muerte, trabajo de archivo y observación cotidiana, esos fueron los polos entre los que se movieron los cinco títulos a competición de esta última edición de Play-Doc, que también recuperó el trabajo de tres cineastas poco conocidos por estos lares: el estadounidense Peter Emanuel Goldman, autor de varios largometrajes de culto con un fuerte poso existencialista, como Echoes of Silence (1965) o Wheel of Ashes (1968); y los brasileños Ozualdo Candeias y Aloysio Raulino, dos resistentes empeñados en seguir filmando durante los años más oscuros de la dictadura brasileña, el primero como realizador de títulos como Aopção ou As Rosas da Estrada (Ozualdo Candeias, 1981) y el segundo, sobre todo, como director de fotografía de documentales como Braços Cruzados, Máquinas Paradas (Roberto Gervitz & Sérgio Toledo, 1978) así como también, más adelante, en este siglo, O Prisioneiro da Grade de Ferro (Auto-Retratos) (Paulo Sacramento, 2003) o Serras da Desordem (Andrea Tonacci, 2006). Todos estas películas, en la competición o en las secciones paralelas, ayudaron por unos días a ‘subvertir la normalidad’, como diría Cebe, la protagonista de Out of the Blue (Dennis Hopper, 1980), otro de los títulos proyectados en el festival, dentro del ciclo (Anti)Heroínas, porque no todo van a ser relatos en tres actos filmados en plano / contraplano. Play-Doc, por suerte, sigue ahí, como fiesta y como desafío, para ayudarnos a ver y a comprender algunas de las muchas cosas que se nos escapan.

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