Curtocircuíto 2022: Explora
Los festivales de cine que más me interesan siempre han sido esos capaces de realizar apuestas propias y ganarse una identidad singular, mientras en cada edición se preguntan sobre su modelo y van incorporando nuevas indagaciones. Cuando un proyecto ya está asentado, surge una pregunta lógica y de difícil respuesta: ¿qué hacer con esos cineastas por los que se ha apostado desde el inicio y que de forma continuada presentan filmes al certamen? ¿Los meteremos a todos en la competición? ¿Rechazaremos cintas que no merezcan la pena según nuestro criterio? ¿No podrán tomar esto como un insulto? ¿O les ofreceremos un espacio diferenciado, en el que su obra se contextualice sin la necesidad de optar a premios? Al fin y al cabo, algunos, ¿para qué los necesitan ya?
Son todas preguntas válidas y no existe una única solución. Lo que desprestigia seguro a estos eventos es caer en una dinámica de sospechosos habituales que no deja espacio apenas para nada más. Lo criticamos cada año en Cannes, pero en una escala más independiente yo lo he identificado en manifestaciones muy queridas como el FID Marseille o con el equipo de Carlo Chatrian, primero en Locarno, ahora en la Berlinale. Lo que no quiere decir que estos programadores hagan un mal trabajo. Simplemente, existe un respeto excesivo por las vacas sagradas. Esta evolución pareció apoderarse este año de la sección Explora en Curtocircuíto. De los 16 cineastas que optaban al galardón, ocho, la mitad, son viejos conocidos: Siegfried A. Fruhauf, Adina Camhy, Peter Tscherkassky, Morgan Quaintance, Ben Russell, Pedro Maia, Lois Patiño y Deborah Stratman.
Esta última se llevó el premio principal por Laika (2021). Es el ejemplo perfecto de cómo una realizadora fundamental en el cine de vanguardia contemporáneo a veces también entrega trabajos más modestos —casi que por encargo, en este caso— que acaban por llevarse galardones desmedidos. Laika se compone de tres partes muy diferenciadas. La introducción y el desenlace muestran a perros en paisajes abstractos, muy manipulados en posproducción. El bloque central es un plano del lanzamiento de una nave de la NASA, en concreto de la caída al mar de una pieza que se desprende en el despegue. Al estar invertido, la vemos ascender a cámara lenta, mientras los paracaídas se van abriendo. Todo es una panorámica vertical muy bien recogida. Sin embargo, no por Stratman, que en los créditos especifica que estas imágenes son de la NASA y también las hay de los acreditados Jeremy Inglis y Suan Hsi Yong. Ella es editora y cámara. ¿Cámara? ¿De qué exactamente? El corto dura 4 minutos, no es que se filmara mucho más de lo descrito. Y el efecto del bloque central, ¿darle a un botón en el programa de montaje?
Parece que esto es un homenaje a los perros-astronauta enviados al espacio exterior o a todos aquellos bichos a los que explotamos en nombre del progreso. Por mucho manual teórico que acompañemos a la pieza, la realidad es muy sencilla: son imágenes más o menos efectistas que ilustran el tema Laika, de la compositora Olivia Block, incluido en su álbum Innocent Passage in the Territorial Sea. Es un encargo que poco significa en la trayectoria casi inmaculada de una de las más grandes cineastas vivas en Norteamérica. Una anécdota que, ya que no entra en la MTV, rasca algo en ambientes más intelectuales.
Siegfried A. Fruhauf, mención del jurado joven por Camera Test (2021), sin ofrecer nada nuevo, se muestra más en forma. El cineasta estructural austríaco sí realiza un trabajo de montaje muy minucioso. Tomando pruebas de cámara de filmes en 16 mm con motivos naturales, escoge esos fragmentos en los que los operadores apartaron la mano antes de cortar la grabación. De este modo, obtiene planos absolutamente movidos con rápidos movimientos verticales u horizontales, que edita con diversas disoluciones, separados por colas de celuloide en verde. Sin solución de continuidad, intercalando extractos de apenas cuatro fotogramas, casi lo mínimo que el ojo humano puede percibir; introduce también en el sonido una disrupción enorme, al incluir, en simbiosis rítmica con las imágenes que van de un canal a otro en sistema estéreo, ruidos de la naturaleza como olas del mar batiendo contra las rocas o cantos de pájaros. Estos destellos acaban por crear efectos estroboscópicos que juegan con la percepción visual y penetran de forma violenta en el cuerpo humano. Es un filme que, como Arnulf Rainer (Peter Kubelka, 1960), podría verse con los ojos cerrados. Menos mal que dura 4 minutos, no se soportaría mucho más. Pero hay que ver. Hay que abrir los ojos, porque esas colas verdes y el paisaje que se desmorona son indicadores de que la emergencia climática preocupa mucho a Fruhauf, por eso nos mete en esta pesadilla sensorial.
En resumidas cuentas, estas dos piezas ejemplifican muy bien lo que es la sección Explora del festival Curtocircuíto a día de hoy: un estimable espacio de experimentación formal al que le vendría bien una renovación de nombres y mayor diversidad.