Curtocircuíto 2023: Sección Cosmos
La vigésima edición de Curtocircuíto (3 – 8 de octubre) trajo consigo algunos cambios en la división del programa de las secciones oficiales, en un intento de acercarnos las piezas proyectadas eliminando las fronteras entre ellas, con la decisión de unificar las antiguas Explora, Radar y Penínsulas en una nueva sección oficial denominada Cosmos. Esta decisión no solo se ve reflejada en la pluralidad estilística y temática de las obras, sino que facilitó la comprensión de cada pase de proyecciones como bloques cohesivos a lo largo de 8 sesiones. En esta línea, se definieron tres premios para la sección: mejor película, mejor película innovadora y mejor película española, con sus respectivas menciones especiales.
Podemos entender directamente la reinterpretación de esta sección con la pieza premiada con el Premio Cosmos a la mejor película: Nazarbazi, un corto de la cineasta Maryam Tafakory. Esta obra, que se traduce del persa como “juego de mirar”, mezcla la tensión poética con el trabajo de recuperación histórica de películas posteriores a 1979, donde la prohibición del gobierno iraní censuraba cualquier muestra de contacto físico entre mujeres y hombres en la pantalla. La pieza se desarrolla en un pulso constante donde las manos de las protagonistas nunca llegan a tocarse, una deriva documental con la presencia continuada del desgarro poético como denuncia, pero que también nos muestra la capacidad emocional y de síntesis de aquello que no se enseña.
En la misma sesión de proyecciones también se propuso la obra Nearest Neighbor, de Rebecca Baron y Douglas Goodwin, con la que consiguieron la mención especial a la película más innovadora profundizando, como Nazarbazi, en las peculiaridades de la comunicación; en esta ocasión, desde la perspectiva de la tecnología, las aves y los humanos. Este documental experimental comienza con el intento de comprensión humana del lenguaje de los pájaros a través de la tecnología. Su seriedad paródica y el perfecto diseño sonoro tienen momentos brillantes que hacen que dudemos de la intencionalidad real de la pieza, concluyendo en el absurdo del empleo de la tecnología para la deducción y comprensión humana del entorno.
Esta misma paradoja sobre el trabajo humano y tecnológico se muestra en la obra con mención especial a la mejor película, otorgada a March of Time, de Pedro Maia, un cineasta portugués con residencia en Berlín y viejo conocido del festival compostelano. Reconocido por sus piezas experimentales creadas a partir de material analógico, el luso nos trajo en este caso una pieza que emplea este trabajo artesanal y directo con el celuloide de 16 mm para la creación de imágenes abstractas, mezclada con el trabajo de algoritmos de inteligencia artificial. Consigue así un metraje extremadamente plástico que remite a la tierra, la lava, el agua o incluso al cielo y los astros, de la mano de una banda sonora constante y poderosa que nos sumerge en la sucesión de fotogramas. La presencia del director durante el coloquio posterior nos ayudó a las presentes a entender la idea principal de este experimento, asegurando que estas inteligencias artificiales no tienen nada de inteligentes, siendo necesaria la mano omnipresente del artista para obtener el resultado pretendido.
Pedro Maia clausuró las proyecciones de su sesión, una muy interesante programación de tres títulos que nos llevaron por la materialidad técnica. Mientras que White Ant, de Shalini Adnani, trabaja con imágenes 3D sobre celuloide, creando sensaciones llamativas y diferentes, Deborah Stratman, ganadora de la sección Explora en 2022, nos mostró el peculiar punto de vista de los minerales sobre la historia del universo a través de su película Last Things, una pieza que camina en la línea de lo experimental y lo abstracto, incorporando un lenguaje documental científico, un complemento perfecto para March of Time.
Más allá de una perspectiva técnica, encontramos la pieza que se llevó el Premio Cosmos a la película más innovadora, además del premio del Xurado Novo: An Asian Ghost Story, de Bo Wang. Desde una premisa sencilla que se mueve entre el falso documental, el terror y la comedia, la cinta narra una historia de miedo alrededor de la modernización asiática de la segunda mitad del siglo XX. El embargo estadounidense sobre la importación de pelucas en la década de los 60 por miedo al comunismo en China hace que se estanque la producción de esta industria, afectando no solo a las trabajadoras del sector, sino también a los espíritus que residen en las pelucas. La subyacente crítica al capitalismo se mezcla con un tratamiento del color impecable, escenarios urbanos cerrados y marcos ambientales que podrían encajar tanto en una obra de terror como en un documental, con la remarcada lectura de la cultura y modo de vida de la China de la época.
Acompañando la estética de la pieza de Bo Wang, también se proyectó en esta sesión Todas las fiestas de mañana (Wo de peng you), de Zhang Dalei, otra obra china que trabaja alrededor de la sensación de nostalgia a través de la permanencia y de la llegada. Destaca técnicamente por un plano secuencia minucioso que se sitúa en la mitad del corto, pero trasciende en una historia intuida y contada con la levedad de un momento que ocurre en ese mismo periodo. Terminan los juegos asiáticos de 1990, el único motivo de alegría de la protagonista que trabaja en la secretaría de una fábrica, mientras se organiza la proyección de Los cuatrocientos golpes (1959), de François Truffaut. Por otra parte, vemos cómo llega un joven que dedicó su vida a la aventura y a la poesía, pero que decide asentarse debido a la preocupación de sus padres. En este punto de unión entre la nostalgia y el regreso a la realidad, se intuye el resto de la pieza entrelazada con el simbolismo rebelde de la obra de Truffaut.
Caminando con esta sutileza en el empleo del color, de la puesta en escena y de la subtrama intuida, nos gustaría resaltar la mención especial a la mejor película española, La niña mártir (2022), de María Pérez Sanz, una reinterpretación de la historia de Santa Teresa de Jesús desde la perspectiva de la infancia e inspirada en el libro de Cristina Morales Últimas tardes con Teresa de Jesús (Anagrama, 2020). La pequeña Teresa quiere confesarle a su madre que no quiere llamarse Teresa, ya que el nombre no aparece en el santoral, por lo que decide llamarse Cristina. Las escenas, de pulcro tratamiento artístico, giran alrededor del juego entre ella y sus primos, donde teatralizan los martirios bíblicos, permeando sutilmente la crueldad de una transición tan sencilla como querer vivir a gusto consigo misma. Una idea que choca con los ideales cristianos y que demuestra una sensibilidad compleja por parte de la directora para tratarlo con gusto y cuidado.
Mientras la sutileza de María Pérez Sanz nos deja intuir, Ion de Sosa, con su mediometraje Mamántula, cierra cualquier posibilidad de malinterpretación o duda sobre el humor del colectivo, alzándose con el Premio Cosmos a la mejor película española del festival y demostrando que hay espacio para la comedia. La pieza, con estética de serie B, presenta una trama donde dos detectives buscan a un asesino en serie causante de las muertes más grotescas de la ciudad: los cuerpos de las víctimas aparecen reducidos a piel, y la causa de la muerte parece ser succión por felación de un supuesto hombre-araña. Una obra entregada a la representación camp, dirigida sin miedo y con el desenfreno de la autopercepción, mezclada magistralmente con un escenario de distopía absurdista entre España y Alemania.
Como contrapartida total a Mamántula, pudimos sufrir el lado oscuro y cruel del mundo del colectivo LGBTIQ+ con la pieza I Can See the Sun but I Can’t Feel It Yet, de Joseph Wilson, una distopía mucho más real de lo que al mundo le gustaría admitir, donde cinco jóvenes se ven obligados a sufrir una terapia de conversión. Una pieza en la que se plasma el ilógico posicionamiento de la iglesia y las mentalidades conservadoras, donde la ética y la moral sobre la existencia de personas trans y homosexuales se ve diluida en un aire prohibitivo y morboso que tiende a la erotización. La presencia de Joseph en la proyección también nos hizo ver la realidad compleja y represiva de las personas del colectivo en el este de Londres, dejando claro que la existencia de estos tres últimos filmes de los que hablamos son necesarios en cada una de sus formas y estilos.
A pesar de la importancia de todos los premios que acabamos de mencionar, para los que asistimos este año a Curtocircuíto hay un hueco emocional para la película que recibió el Premio del Público. Aunque es de noche, de Guillermo García López, retrata la Cañada Real en Madrid desde la perspectiva de dos jóvenes, Toni y Nasser, presentes en las proyecciones de la pieza en el Teatro Principal y que tuvieron su espacio para expresarse. Esa obra transcurre en el mismo espacio que habitan los actores, por lo que la interpretación es natural y directa, la cámara pasa a sus manos en varias ocasiones y permea la idea neorrealista de acercar el relato a las personas a las que pertenece el espacio, el lenguaje y su modo de vida. La historia se desarrolla a través del amor, de la amistad, pero también subyace la continua crítica social, pues estamos hablando del asentamiento irregular más grande de Europa, sin acceso a suministro eléctrico y con grandes dificultades para la vida.
Este tipo de denuncias críticas a través del medio cinematográfico se hacen necesarias en el convulso momento de tensión política, diplomática y territorial que está viviendo el mundo, donde la supuesta hegemonía ética occidental retiene su relato. Por lo tanto, recomendamos dos filmes que propusieron diferentes puntos de vista a este tipo de conflictos: 45th Parallel, de Lawrence Abu Hamdan, que narra a través de un duro monólogo las leyes ilógicas y desiguales de la política internacional desde el punto de vista de las fronteras como líneas imaginarias que se diluyen segundo necesiten las potencias; y Buurman Abdi (Mi vecino Abdi), de Douwe Dijstra, que cuenta desde la perspectiva de Abdi la violencia que sufrió en su país de origen, Somalia. Esta obra traspasa los límites del lenguaje del medio, así como la exploración en el apartado documental, mostrando escenarios de maquetas con imágenes superpuestas, una visión diferente y original que le valió la mención especial del Xurado Novo.