Estiu 1993, de Carla Simón
Se ha escrito tanto sobre las familias como ha mudado el concepto con el paso del tiempo. Cada familia, y lo sabemos por la experiencia propia de cada uno de nosotros, es un mundo y, al fin y al cabo, “en todas las casas se cuecen habas”. Estiu 1993 (Carla Simón, 2017) es un hermoso trabajo alrededor de la reconstrucción de la familia después de la muerte de alguien. Reconstrucción que tiene el centro en Frida, una niña huerfana que tendrá que aprender a llamar a sus tíos, padres. La película de Carla Simón consigue dibujar un panorama familiar muy próximo a lo que todos podemos conocer aunque las circunstancias sean diferentes; esto es gracias a que la directora no se regodea en la tragedia, sino que crea su alrededor una película sobre la infancia en el que la muerte, aunque transversal, no es una piedra que arrastramos durante todo el metraje.
Hablar de Estiu 1993 es hablar de Laia Artigas, la actriz que interpreta a la Frida de seis años y que demuestra una profesionalidad delante de la cámara y unas dotes interpretativas que parecen el resultado de años y años de trabajo. Si algo es necesario poner en valor en la película es que aquella norma de “nunca trabajes con niños” de Hitchcock tiene su excepción en esta pequeña gran actriz de pelo rizo.
Frida, el alter ego de Carla Simón en la película, ve como su vida cambia de un día para otro. La ciudad que antes albergada su hogar, aquella jungla de hormigón en la que jugaba con sus amigos mientras escuchaba estallar los cohetes los días de fiesta es ahora un paisaje verde, donde los únicos ruídos que se oyen son los grillos y los pájaros, y donde sus amigos son ahora su prima pequeña. Su vida queda a kilómetros de distancia que se van aumentando mientras la vista mira la carretera que el coche va dejando atrás. En Léon: The Professional (Luc Besson, 1944) Mathilda le pregunta a Léon: “¿Es siempre la vida así de difícil o solo cuando eres un niño?”; Frida se podría preguntar lo mismo, pero las prisas, la rapidez en la que todo ocurrió aun no le dejaron soltar ni una lágrima. El verano, ese parón que siempre se hace muy corto cuando eres un niño, es aquí un tiempo de adaptación, de redescubrimiento, de aprendizaje donde Frida deberá volver a aprender a ser una niña y donde sus nuevos padres deberán aprender a volver a ser padres.
Carla Simón logra convertir la nostalgia que hoy en día tanto vende, especialmente en formatos del estilo “Yo también fui a EGB”, etc., en un recurso que estiliza pero no aburre. Como niño que vivió su particular ‘estiu’ del 93, me reconozco a lo largo de la película en muchas cosas: en los Mosqueperros en la televisión, en el ‘Come mucha fruta’ de Bom Bom Chip, e incluso en la forma de jugar entre Anna y Frida; pero, en ningún momento este autorreconocimiento en la película causa un distanciamiento en mi como espectador. Esto es porque la directora es muy sutil en el uso de estos recursos, optando por espacios comunes de la generación de los 90 pero evitando los espacios ya machacados por otros. Una sutileza que la directora vuelve a usar a lo largo de la película en varias ocasiones para hablar de la muerte de la madre de Frida sin necesitar que, en ningún momento, la causa de ésta sea verbalizada por ninguna de los personajes de la serie.
Hacia el final de la película, Frida y Anna juegan saltando en la cama. Las advertencias paternas de “no salteis en la cama” son ignoradas y contestadas con más saltos. De pronto, Frida deja de saltar y rompe a llorar. Sin razón aparente, las lágrimas llegan a sus ojos. Solo en ese momento, pasados ya meses desde la muerte de su madre, Frida encuentra esas lágrimas que al principio de la película no tiene. En un momento de felicidad plena, ese llanto rompe e inunda sus mejillas que solo encuentran reposo en los brazos de su familia. Igualmente, días después de ver la película, vuelven a mi cabeza detalles de los que no me di cuenta durante la proyección. Como Frida, solo en el tiempo encuentro el reposo para poner mis ideas en orden, para ser consciente de lo que ocurrió ese verano, para aprender que no todas las heridas se curan solo con Betadine y tiritas.