FICBUEU 2024 — SECCIÓN OFICIAL #5
En el centro justo de la España peninsular se encuentra La Cañada, el asentamiento irregular más grande de Europa. Ahí es donde empezamos esta poliédrica sesión con Aunque es de noche (Guillermo García López, 2023), que sigue las andanzas de Toni, un adolescente de La Cañada, y su amigo Nasser, quien está a punto de marcharse a Francia. Planea sobre la historia una leyenda contada por la abuela de Toni una noche junto al fuego (la zona no cuenta con suministro eléctrico desde 2020, año en que fue cortado); según la leyenda, el abuelo de Toni golpeó tres veces una puerta, esta se abrió y le mostró el futuro: un cielo rojo, paredes moradas, amarillas, pájaros de mil colores volando en todas direcciones.
Los ecos de esta leyenda resuenan a lo largo de la obra, que alterna imágenes filmadas en película con las imágenes digitales que Toni y Nasser registran con sus teléfonos móviles. Resulta interesante ver los retratos tan distintos, antagónicos incluso, que ambos formatos ofrecen de un mismo espacio. Estos vídeos son el pasatiempo principal de los muchachos y funcionan como una vía de escape en medio del panorama de pobreza; los filtros del móvil alteran los colores de La Cañada y muestran cielos rojos, llanuras moradas, amarillas. ¿Será que el futuro asoma a través de este lenguaje expresivo, fuente de creación y de complicidad; a través de esta herramienta que permitirá a los dos amigos seguir conectados en la distancia? Los pájaros de mil colores también hacen su funesta aparición en la deprimida realidad del barrio, sellando un camino de vida; y cuando Toni golpea tres veces una vieja puerta de metal, esta no se abre, como si dijera: el futuro no es aquí. Sin embargo, el título invoca los esperanzadores versos de San Juan de la Cruz: Qué bien sé yo la fuente que mana y que corre / aunque es de noche.
La segunda película del programa es Sciaraballa (Mino Capuano, 2023), una obra delicada y sutil acerca de la relación entre un padre y un hijo. Otras películas exhibidas previamente en el festival abordaban temáticas parecidas: por ejemplo, la glacial O frío en la primera sesión, o la devastadora Obraza en la tercera. Aquí el conflicto es de carácter cotidiano, sin oscuros secretos ni tensiones sociopolíticas de por medio; tiene que ver más bien con una cierta vergüenza o incomodidad entre dos personas que no saben demasiado cómo comunicarse. Tanto es así que el joven Mimmo deja pasar las horas en un vivero, donde el tiempo parece quedar suspendido, con tal de no cruzarse con su padre, quien se ha presentado en su piso de estudiante para supervisar unas facturas que sospecha equivocadas. Este acabará pasando el día con los compañeros de Mimmo hasta el regreso del joven, ya entrada la noche.
En Obraza, la única conversación significativa entre el protagonista y su padre se encuadraba en una composición quebrada: el padre ocupaba el centro del plano y el hijo solo aparecía mediante un reflejo en el cristal de la ventana. Algo hay de esto en Sciaraballa, en la composición desigual que reúne a padre e hijo en la cocina y que nos habla de los desajustes en la relación. El padre, en primer plano, está de frente a la cámara y da la espalda a Mimmo, que aparece ligeramente desenfocado en el fondo del plano. La diferencia, sin embargo, es significativa: a pesar de sus posiciones, Mimmo y su padre sí comparten el espacio físico del plano, su distancia no es para nada insalvable, y sus posiciones pronto se reorganizarán cuando Mimmo, mirándole a los ojos, le invite a quedarse para la cena.
Si Sciaraballa combina regularmente el plano general con la intimidad de los primeros planos, pasamos a una lógica completamente distinta con Cross my Heart and Hope to Die (Sam Manacsa, 2023), compuesta únicamente por planos generales estáticos filmados con una gran profundidad de campo. En una apuesta estilística reminiscente de cineastas como Tsai Ming-liang o Lav Diaz, la película rompe con la convención clásica de que los planos generales cumplen una función más descriptiva que narrativa (en inglés, ciertos planos largos se llaman establishing shots, es decir, planos de establecimiento), y confiere todo el peso —narrativo, emocional, descriptivo— a un único valor de plano. La protagonista de la película es Mila, y lo primero que sabemos de ella es que intenta poner fin a su vida, primero con un cúter y después con una bolsa de plástico.
El contexto de su desespero queda esbozado con un par de planos más. Mila malvive trabajando en una sombría oficina al borde de la quiebra, sin recibir su salario y con turnos que a menudo se alargan hasta altas horas de la noche. Una única vez la vemos salir del local para ir a un restaurante, donde le ha dado cita un misterioso hombre que la llama regularmente; por lo demás, su vida se reduce a este espacio estrecho y profundo, siempre en la penumbra, lleno de ventiladores que aumentan la sensación de sofoco. Adivinamos, por medio del sonido, el mundo que se extiende más allá de esta cueva donde el tiempo no parece existir: voces, cláxones y motores se mezclan con las sintonías televisivas y la música de la radio en el interior de la oficina. Y en esta sucesión de composiciones que remiten al tableau vivant, la película va encaminándose hacia un desenlace oscuro, inesperado, que deja a Mila aún más sola y desamparada en su precaria situación.
Sigue en el programa Il compleanno di Enrico (Francesco Sossai, 2023), una extraña película que el director presenta como inspirada en un recuerdo de infancia. La historia se desarrolla en los últimos días de 1999 bajo la atmósfera de incertidumbre causada por el millennium bug, un error de software vinculado al cambio de milenio que, según se decía, podía llegar a sembrar el caos en el mundo entero. Visto a través de los ojos de un niño, este constituye un primer elemento que enrarece el ambiente de la fiesta de cumpleaños a la que está invitado, la de Enrico, quien vive en una casa en mitad del campo. Entre acontecimientos singulares y banales, va tomando forma otra historia menos aparente: la de un tránsito que parte del final de la infancia y se adentra en un territorio desconocido.
Filmada en 16 mm, Il compleanno de Enrico es un ejercicio de memoria y especulación (en qué proporciones, no lo sabemos) que toma un aire retro. No solamente por la textura de su formato, que ciertamente ayuda a la ambientación, sino también por su puesta en escena, reminiscente del cine de terror italiano de los años setenta, representado por cineastas como Mario Bava: los zooms (a veces lentos, otras repentinos), ciertos cortes rápidos, la iluminación espectral de las escenas nocturnas, o el uso de una paleta contrastada y sugerente (los verdes y los rojos discretamente omnipresentes) son algunos de los elementos que evocan este lenguaje cinematográfico. El giro final, bordeando lo fantástico, es la culminación de un tono singular que transita entre lo humorístico y lo inquietante.
Estas últimas palabras —humorística, inquietante— también podrían servir para describir la película que cierra la sesión, Wander to Wonder (Nina Gantz, 2023), sobre tres seres diminutos que protagonizan una serie de televisión infantil de éxito y que, tras la muerte del creador del programa, se quedan solos en la casa-estudio. También aquí hay una invocación de una estética retro, tanto a través del formato VHS (con el que se recuperan los momentos estelares del programa) como de los decorados que habitan las tres criaturas, con ecos de Los Teletubbies.
Hecha con la técnica del stop-motion, la película juega a explorar el reverso inquietante de su bucólico escenario infantil, lleno de árboles y de flores y con un sol sonriente en medio de un cielo azul. Ya los disfraces de los tres protagonistas, que les convierten en criaturas peludas con grandes bocas abiertas y ojos desorbitados, constituyen un primer punto de extrañamiento en medio de un paisaje que, por lo demás, se corresponde claramente con un cierto imaginario popular. Sin embargo, la muerte del creador (único personaje de carne y huesos en el universo stop-motion de la película) desencadena un proceso de degeneración en el que asoman el desespero y la locura, donde lo idílico brilla ahora bajo la hilarante luz del terror.