Katrin Rothe: “El mundo sería un lugar mejor si todos hiciéramos en el trabajo cosas que creemos que son buenas para la sociedad”
Puedes leer la entrevista original en inglés aquí.
La guionista, productora y cineasta alemana Katrin Rothe fue una de las invitadas destacadas de la edición 08 del Festival Internacional de Cinema de Pontevedra Novos Cinemas, que organizó la primera retrospectiva en España dedicada a la singular obra de Rothe. Además de proyectar algunas de sus obras más destacadas, como 1917 – The Real October (2017) y Johnny and Me (2023), la artista alemana impartió una conferencia-taller en la que dio a conocer su proceso creativo y la inspiración que hay detrás de su peculiar estilo. Su enfoque a menudo implica una mezcla de animación digital y manual con elementos documentales. Aprovechamos su visita a Pontevedra para profundizar en su trayectoria y en su obra, marcada por un decidido compromiso político.
Desde muy joven desarrollaste un interés por trabajar con el material cinematográfico. En tu película de graduación, Until Grass Grows (1996), ya podemos identificar esa pulsión por alterar y manipular las imágenes. ¿Por qué te atrae esta forma artesanal de hacer cine?
Tengo formación artística. He dibujado toda mi vida, desde la infancia, como una forma de expresarme. En realidad quería ser artista, y cuando descubrí que los dibujos podían moverse, fue un gran punto de inflexión. Esta revelación ocurrió durante mi primer año en la escuela de arte. Me sentí realmente atraída por el concepto de grafismos en movimiento y lo que hay entre las imágenes. La idea de mi película de graduación era “arañar los recuerdos” que había en esas imágenes, como un intento de recuperar el pasado. Utilicé una cámara rostrum, empleando una técnica similar al stop-motion. Manipulando el material, se pueden crear imágenes totalmente nuevas de un modo fascinante, formando un mundo completamente nuevo.
¿Así que tu objetivo nunca fue convertirte en cineasta?
No, yo quería ser artista visual. Quería trabajar con el dibujo porque siempre me ha ayudado a concentrarme y a controlar mis pensamientos. En mi ciudad natal teníamos un teatro de marionetas extraordinario que ofrecía obras para adultos y obras realmente experimentales. Entonces no me daba cuenta de lo especial que era. A mí me parecía bastante normal tener este tipo de arte, con visuales en el escenario. Al principio me imaginaba creando visuales para grupos de rock. Sin embargo, en aquella época no era fácil conseguirlo. Cuando trabajé en mi película de graduación con animación me di cuenta de que eso era exactamente lo que había querido hacer desde niña, como un teatro de marionetas experimental en una habitación oscura.
Tu trabajo combina diferentes géneros y estilos. Sabemos que todo empezó con la animación, pero ¿de dónde surge el interés por el documental? ¿Cómo decides mezclar ambos?
Las obras de arte que creo siempre abordan temas de mi entorno. Mi primera película como estudiante trataba sobre la superación de la muerte de seres queridos, y otra posterior abordaba tópicos sobre Alemania Oriental. Los temas siempre han sido cruciales en mi trabajo. Al acabar mis estudios, mi objetivo era encontrar trabajo en la industria de la animación. Sin embargo, me costó adaptarme al estilo de la animación infantil, ya que mis dibujos tendían a ser toscos y poco convencionales. Simplemente intenté encontrar una vía alternativa, así que me presenté a una convocatoria de televisión para cineastas noveles, y mi proyecto fue seleccionado. Era un documental sobre jóvenes universitarios en busca de empleo, en el que las entrevistas de trabajo se presentaban a través de animación. Me gusta mucho esta mezcla de documental con imagen real y animación, porque mejora ambos medios, facilitando la explicación y la transmisión de diferentes aspectos.
¿Cuándo dirías que tu arte adquirió un verdadero compromiso político?
En 2012 me desahuciaron del piso en el que vivía desde hacía 16 años debido a la gentrificación del centro de Berlín. Decidí documentar el proceso, que se convirtió en una gran lección sobre política y capitalismo. Con mi primera película me nominaron a un prestigioso premio de la televisión alemana, lo que atrajo mucha atención hacia este nuevo proyecto. Una vez terminado, tuvo mucha presencia en los medios de comunicación, donde destacaban que no solo los pobres tenían problemas con el alquiler en Berlín, sino también la clase media. La película se convirtió en un tremendo éxito. Todos los partidos políticos querían organizar una proyección y debatir conmigo. De repente, mis películas se volvieron muy políticas. Antes de la caída del Muro de Berlín, participé en muchas manifestaciones, pero nunca hubo una conexión directa con mi trabajo artístico. Esta película lo unió todo y, de repente, me convertí en una cineasta política.
¿Cómo pasas de relatos tan personales a abordar un acontecimiento histórico monumental como la Revolución rusa en 1917 – The Real October?
Estaba ansiosa por explorar los orígenes de la cómoda vida que disfrutamos hoy en día: ocho horas de trabajo al día, fines de semana, vacaciones… Hubo gente que luchó por estos privilegios en el pasado. Como crecí en Alemania del Este, aprendí mucho sobre la Revolución Rusa, pero sentí la necesidad de ofrecer una nueva perspectiva sobre ella desde el punto de vista actual. Imaginé cómo debía ser para un artista en aquella época. Me interesaba especialmente el papel activo que desempeñaron los artistas en aquellos acontecimientos: los escritores elaboraban eslóganes para los líderes de la revuelta, mientras que algunos como Vladimir Maiakovski difundían noticias a través de poemas entre la clase obrera. Los artistas también contribuyeron significativamente a la educación de los soldados que se negaban a ir al frente. Entonces pensé en utilizar el arte de la Revolución Rusa para contar la historia, inspirándome en artistas constructivistas como Kazimir Malevich para las partes animadas.
Tras la revolución, los artistas se sintieron algo decepcionados con el resultado, y creo que ese es también un tema recurrente en tus películas.
Siempre es así. Tras la revolución, discutían sobre trivialidades y cuestiones secundarias: qué monumentos crear o destruir y qué hacer con los consejos de soldados. Al final, los bolcheviques tomaron el poder. Quería transmitir que no se trata de luchar contra la persona que tienes al lado, sino de buscar al verdadero enemigo. Con mi última película, Johnny and Me, intenté introducir este diálogo en las conversaciones actuales. La película explora la vida de un artista marcada por el poder y el éxito, pero también por decepciones y controversias, todo ello mientras establecemos un diálogo con el pasado.
¿Por qué elegiste a John Heartfield para personificar esta idea?
Heartfield hacía sátira, revelando los verdaderos rostros de los líderes nazis antes que nadie, y mezcló a la perfección diversos formatos. Las imágenes son increíblemente poderosas, y la sátira tiene el potencial de llegar a más gente. Tras la Segunda Guerra Mundial, se hizo mundialmente famoso y fue estrechamente vigilado desde ambos bandos; todos tenían miedo de su arte como arma. Hay mucho que aprender de él. Además, su estilo de collage complementa mi propia forma de trabajar con el papel y el dibujo.
Hay un momento en la película en que los censores discuten las sátiras de Heartfield y dicen: “El arte no es algo de lo que reírse”. Tus películas siempre incluyen algo de humor.
Creo que todas mis películas tienen un toque de sátira irónica. Es una forma de enfrentarse al mundo. Me preocupa de verdad que nos dirijamos hacia una sociedad en la que los chistes y el arte estén bajo control. Ya hay indicios de ello. En Alemania Oriental, artistas como Hartfield se vieron obligados a crear obras de apoyo al gobierno socialista, lo que dio lugar a piezas planas y dialécticamente limitadas. No era una sociedad abierta, y es peligroso que ese control se repita.
¿Por qué optaste por una diseñadora gráfica como su homóloga en Johnny and Me?
Al principio era una directora de películas de animación, pero con el tiempo evolucionó hasta convertirse en una diseñadora gráfica que no sabe si lo que hace está bien. Es buena en su trabajo, pero se dedica a crear anuncios para cosas que no le gustan. La historia gira en torno a una persona que atraviesa una crisis con su profesión.
¿Alguna vez te has cuestionado tu propio trabajo y su significado?
Siempre te enfrentas a estas preguntas. Se trata de seguir tu intuición. El mundo sería un lugar mejor si todo el mundo hiciera en el trabajo cosas que cree que son buenas para la sociedad.