Leon Hirszman: El infierno (no) son los demás
Texto elaborado para el ‘Seminario de crítica: Voces recuperadas y nuevos cánones’, organizado en colaboración con Play-Doc 2024.
Existe un cine más allá del canon oficial, de aquel que aparece en los libros de historia del cine, un cine recluido en sus fronteras originales o en círculos cerrados y de difícil acceso. Gracias a la labor de curadores, críticos y festivales, estas obras consiguen salir a la luz, llegar al gran público y de alguna manera reinventar esos cánones, creando una historia del cine viva y en constante evolución, lo que es una delicia para los amantes del séptimo arte, pues siempre queda algo nuevo que descubrir, algo nuevo con lo que deleitarse.
Dentro de este tipo de cine, encontramos la obra de Leon Hirszman, conocido en su país natal, pero con una trayectoria no tan comentada fuera de sus fronteras brasileñas. En la pasada edición del festival Play-Doc, pudimos disfrutar de algunas piezas restauradas de la filmografía de Hirszman (presentadas además por su hija).
Los pilares principales del cine de Hirszman son la identidad brasileña (centrándose sobre todo en la expresión de esta a través de la música tradicional como la samba o el Partido Alto), el movimiento obrero (mostrado a través de manifestaciones y de la realidad cotidiana de la clase obrera), la familia, la educación (identificada como uno de los únicos caminos para mejorar la situación del país), la alienación y la colectividad.
Los ritmos de la samba pueblan algunos de sus documentales. En Nelson Cavaquinho (1969) acompañamos a Hirszman mientras se adentra en la intimidad del músico titular, a través de sus composiciones, sus conversaciones y sus recuerdos. Nos convertimos en un oyente más, invadiendo los espacios privados (su casa, el bar) que el director convierte en el escenario de un espectáculo que deja de ser privado para deleitarnos a todos. Con una motivación algo más pedagógica, en Partido Alto (1976-1982) vemos un documento histórico de la mano de algunos músicos que dominan este estilo basado en la improvisación.
Una de las películas más paradigmáticas de su filmografía para comprender su estilo es, en mi opinión, Pedreira de São Diogo (1962), un corto con una historia sencilla, pero que trata a la perfección las inquietudes de Hirszman. Un poblado peligra debido a unos trabajos mineros, por lo que los obreros tratan de evitar la barbarie uniéndose a los aldeanos y apoyándose entre ellos. La única manera que tiene el obrero de enfrentarse al sistema injusto (el patrón) es mediante la unión y lo colectivo. Esta unión a veces se ve lastrada por la alienación representada aquí por el sonido del trabajo (utilizado magistralmente por Hirszman) que impide y dificulta la comunicación entre los sujetos oprimidos y aquellos que intentan organizarse colectivamente para poner fin a esta opresión. Al final, solo mediante lo colectivo se logra alcanzar los objetivos de clase.
En otras obras como Eles Não Usam Black-Tie (1981) vuelve a estar presente la alienación. Las falsas esperanzas por conseguir una vida mejor alejan al protagonista tanto de su familia como de sus intereses como miembro de la clase proletaria. En la cinta se pone de manifiesto cómo el capitalismo y el trabajo asalariado crean las contradicciones de clase que llevan a los obreros a una vida miserable. Estas mismas contradicciones crean un contexto que les separa de su emancipación, causando la aparición de sujetos sin conciencia de clase, tales como el protagonista de la película o los personajes a los que podríamos denominar como lumpen, como los distintos criminales que aparecen a lo largo de la narrativa. Por suerte, Hirszman nos recuerda que necesitamos tanto el perdón como a los demás, en un final esperanzador.
No corre la misma suerte el protagonista de S. Bernardo (1972), otro personaje alienado, con ansias arribistas, que tras hacerse poseedor de algo de capital y comprar una hacienda deja atrás su pasado como desposeído para replicar las lógicas de explotación capitalista hacia sus empleados. Tan solo entiende la importancia de lo colectivo tras haber perdido a causa de su egoísmo a sus seres queridos.
El cine de Leon Hirszman, además de una jovial expresión de la identidad brasileña, es un abrazo cálido, para recordarnos que no estamos solos y que hay gente que no solo comparte nuestros problemas, sino que pueden ser clave para solucionarlos; así como un recordatorio constante de los peligros de la alienación.