ENTREVISTA A MIGUEL ÁNGEL HUERTA

Este texto forma parte de la serie de entrevistas realizadas a docentes que iremos incluyendo a lo largo de este mes en nuestro especial sobre cine y educación. En consecuencia, los asuntos abordados son esencialmente los mismos con todos los participantes, con el fin de ofrecer diversas perspectivas sobre una misma cuestión.

 

«LA UNIVERSIDAD DEBE SER EL FARO Y NO LA FACTORÍA»

John Ford es a Miguel Ángel Huerta lo que Wilder a Trueba. El fervor de este extremeño por el maestro que “hacía westerns” eclipsaría la de Torrente por El Fary, y su apasionada defensa del cineasta de las gafas ahumadas, el parche y la pipa sólo puede compararse en contundencia con la de Angela Merkel y su pacto fiscal. Es más: corre el rumor de que este cacereño socarrón fue un personaje fordiano en una vida pasada…

Miguel Ángel Huerta, Michi para amigos y alumnos, desempeña más cargos en la Facultad de Comunicación de la Universidad Pontifica de Salamanca que Isabel Carrasco en León, pero, aún así, siempre se regala ese paréntesis en el que se sienta ante su pantalla de plasma, con los pies sobre la mesa, y revisiona alguno de los pocos capítulos de Los Soprano de los que aún no se haya memorizado los diálogos. Aunque para diálogos, pensará él, los de su admirado Paul Schrader, a quien define como “guionista compulsivo” y “rompecabezas existencial”, y cuya “esquizofrenia artística e intelectual” desgrana en un libro publicado por Ediciones Akal.

Pero volvamos a Michi. Pese a que no concuerda del todo con aquello de que “ya no se hace cine como el de antes”, sus querencias cinematográficas sí dejan entrever a un cinéfilo nostálgico, o, como mínimo, clásico: de Hawks a Wilder y de Hitchcock a Peckinpah, aunque su corazón merengue también alberga espacio para Buñuel o Visconti. Prueba visible de este clasicismo podría ser el hecho de que, mientras la hibridación evolutiva del cine contemporáneo se obstinaba en diluir las fronteras de género, él dedicaba incontables días de su vida (incluidos sábados, domingos y fiestas de guardar) a su tesis doctoral Los géneros cinematográficos. Usos en el cine español 1994-1999, a los que define como “entidades que se transforman y readaptan en función de los intereses y necesidades de los usuarios”.

Decía Kurosawa que con un buen guión puede hacerse una película buena o mala, pero que con un mal guión el resultado siempre será una mala película. Fiel a ese espíritu, Michi coordina junto a Pedro Sangro y Ernesto Pérez el Máster en Guión de Ficción para Cine y Televisión de la UPSA: “la niña de sus ojos”, confiesa. Este máster cuenta entre sus colaboradores con profesionales de la talla de Enrique Urbizu, Rodrigo Cortés o Xavier Pérez, y lleva una década formando a alumnos para “ser guionistas y no morir flotando en una piscina”.

Como profesor, Michi Huerta atesora la cada vez menos frecuente virtud de contagiar al alumno su entusiasmo y pasión, gracias a una oratoria (hay quien lo llama labia) que reúne con eficacia la elocuencia avezada, el entusiasmo cinéfilo y el humor castizo. Aunque luego no resulta tan convincente, a su pesar, cuando toca abogar por su Real Madrid. Ardua tarea la de abogado del diablo…

Michi Huerta: ardiente cinéfilo y convencido madridista, y viceversa.

Los planes de estudio de carreras como comunicación audiovisual, periodismo, publicidad, bellas artes, historia del arte o filología incluyen asignaturas de cine, pero, ¿por qué no existe una facultad de cine?

Creo que con la adaptación al EEES y los planes de Bolonia ha habido alguna universidad privada que ha reconvertido su antigua licenciatura de Comunicación Audiovisual en un nuevo grado de Cine y Televisión. Y es posible que en el futuro haya quien siga esa línea, si bien cada vez tiene menos sentido hablar del «hecho cinematográfico» si no es en relación con el revolucionario paisaje del «hecho audiovisual» en su conjunto. Las imágenes en movimiento viven actualmente en una promiscuidad estimulante, difusa, híbrida y mutante. El asunto da para divagar mucho, tanto que ignoro si he contestado correctamente la pregunta.

¿Cuáles crees que son las principales diferencias entre aprender cine en la universidad y en una escuela profesional?

La Universidad tiene la obligación de cuestionar el sentido más profundo de la praxis profesional. No sólo debe proporcionar herramientas para un buen hacer, sino que tiene la misión de reflexionar sobre los principios, los procesos y las consecuencias del discurso audiovisual. Una escuela enseña el oficio y ayuda a dominar la técnica. En cualquier caso, no conozco un cineasta importante que, haya pasado o no por las aulas universitarias, no haya dedicado infinito tiempo al cuestionamiento último de la personalidad de las imágenes que nacen de su cámara.

Para muchos alumnos interesados esencialmente en cine, la heterogeneidad de una carrera como comunicación audiovisual puede provocar, al finalizar sus estudios, una sensación de saber poco de mucho y mucho de nada…

Saber poco de mucho me parece estimulante. Lo importante no es lo que «conoces», sino el entrenamiento intelectual para saber adaptarte con naturalidad al pasillo por el que te adentres después. Por otro lado, creo que el problema de la heterogeneidad de los planes de estudio se ha corregido en muchas universidades que han conquistado, por fin, la mayoría de edad de los estudios de Comunicación Audiovisual. Además, el aprendizaje es un hecho que no termina nunca. Si el paso por una facultad te sitúa al menos en un mapa, por esquemático que sea, cada uno debe ocuparse de decidir aumentar su visión poniendo la lupa en el territorio que más le interese.

¿Cuál es el impacto que está teniendo el Plan Bolonia en la facultad de comunicación? ¿Qué ha transformado, facilitado o dificultado?

En sí, nada. Pero ha permitido a las universidades replantearse los contenidos de sus planes de estudio. Algunas lo han aprovechado y otras no. Afortunadamente, aquella en la que trabajo pertenece al primer grupo y basta con escuchar someramente a nuestros alumnos para saber que hemos acertado, sin ninguna duda.

¿Qué función cumplen los masters como especialización y acercamiento al mundo profesional?

Depende. Hay masters orientados a la investigación y otros que tienen un perfil más «profesionalizante», utilizando la terminología administrativa al uso. Un máster, en cualquier caso, sí obliga a la especialización de la que hablábamos antes y viene en auxilio del alumno para ampliar su visión del territorio. Ya que una neurona me ha venido al auxilio con la metáfora de la lupa recurro a ella de nuevo: un máster debe ser esa lupa.

¿Cómo valoras estos siete años del Máster de guión de la UPSA?

Que son más, pues tuvo tres años previos como Curso de experto. Ha sido una década apasionante que ha demostrado que el amor por el trabajo bien hecho da sus frutos. Todo el mundillo profesional e industrial nos conoce y nos reconoce como la referencia en este ámbito. Hace unos días comí con Enrique Urbizu, que visitaba nuestras aulas, y me confirmaba que es un hecho indiscutible. Estamos muy orgullosos de lo que hemos logrado ser y de la imagen que de nosotros tienen nuestros antiguos alumnos.

¿Cuál crees que debe ser la relación entre universidad, industria y empresas?

Si tuviera tiempo daría una respuesta eterna, casi un ensayo, a semejante pregunta. La Universidad debe ser el faro y no la factoría. Por desgracia, el discurso utilitarista y pragmático insiste en que el templo del saber debe ponerse al servicio de las necesidades industriales y formar profesionales que las satisfagan. Pero ése es el final definitivo de la institución universitaria, que tiene la obligación de centrarse en el «deber ser» y no en la transmisión de lo que «ya es». Debe forzar al pensamiento crítico y proponer alternativas, jamás empeñarse en reproducir mensajes interesados que suelen terminar siendo destructivos. Uno ve Inside Job y atiende a los mecanismos financieros para dominar el discurso académico, y se echa a temblar sobre el papel de sometimiento al que la Universidad está llegando.

¿Qué lugar consideras que debe ocupar el audiovisual en la enseñanza primaria y secundaria? ¿Qué se está haciendo mal o debiera hacerse?

Debería ocupar la misma relevancia que otros lenguajes, sean el escrito, el hablado o el de las artes plásticas. Los niños deben aprender a leer todos los discursos, sean escritos o audiovisuales. Pero una mezcla de ignorancia y mala intención lleva a considerar que los discursos audiovisuales son evidentes porque la imagen se ve y su significado se comprende al instante. «Ver para creer». Pero ya nos enseñó algo Kuleshov, creo. Uno podría preguntarse las razones que explican esta querencia al analfabetismo audiovisual y hasta podría contestarse que las decisiones de los individuos están muy determinadas por esa ignorancia disfrazada de significados evidentes. ¿Qué se está haciendo mal? Cuando no se hace casi nada se está haciendo todo mal. El lenguaje audiovisual debe tener un papel esencial en la escuela y en el instituto, pero sospecho que queda muy lejos el día en el que eso suceda.

Para acabar, una pregunta para filosofar. ¿Cómo se enseña a un alumno/espectador a enfrentarse a un texto fílmico?

El único modo efectivo que conozco es el contagio de una pasión personal sincera e intensa por el objeto de estudio. Si al alumno/espectador le entra ese virus pasional que te lleva al placer del análisis, la función principal del docente estará cumplida.

Miguel Ángel Huerta es Vicedecano de Posgrado y Extensión Académica de la Facultad de Comunicación da UPSA.

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