Novos Cinemas 2021: Sección Oficial
Siempre resulta estimulante acercarse a Novos Cinemas, una cita ineludible que suele cerrar nuestro calendario de festivales. En su sexta edición, el encuentro pontevedrés no hizo más que afianzar el espíritu que lo caracteriza: ofrecer un espacio humilde, cuidado y comprometido con las nuevas voces. Una oportunidad ideal para “tomar el pulso” a las corrientes cinematográficas actuales y descubrir pequeñas joyas que hayan podido pasar desapercibidas a lo largo de la temporada. Un festival siempre consciente del lugar que ocupa y la función que quiere asumir: ponerse al servicio de las obras que selecciona, y no al revés (algo que, lamentablemente, no ocurre en todos los eventos).
La edición 06 de Novos Cinemas (14-19 diciembre) tuvo que volver a enfrentarse a circunstancias adversas, adaptándose a la fluctuante situación impuesta por la pandemia, pero esto no impidió que el público del festival disfrutase de una programación coherente y sin apenas fisuras. Además de los títulos de apertura y clausura (A Virxe Roxa, de Marcos Nine, y Espíritu Sagrado, de Chema García Ibarra), de una arriesgada sección Latexos (de la que también hemos dado cuenta en la revista) o del foco dedicado a la cineasta extremeña María Pérez Sanz, la Sección Oficial a concurso volvió a brillar con 9 largometrajes diversos, valientes y reflexivos. Obras marcadas por la relación entre los personajes y su entorno, por la necesidad de alcanzar algún tipo de redención, la superación de un luto o la deconstrucción de paradigmas ligados a un pasado colonial.
El Premio Novos Cinemas al Mejor Largometraje, entregado por el Jurado Oficial (formado por Álvaro Gago, Inês de Lima y Cora Velasco), fue para Eles transportan a morte, la esperada ópera prima de Helena Girón y Samuel M. Delgado. Este dúo de realizadores, que cuentan con una amplia y reconocida trayectoria en el cortometraje y el videoarte, firman un poderoso trabajo que examina y cuestiona el relato oficial sobre el “descubrimiento” (y posterior expolio) de América. Una pieza que mezcla los códigos del cine de época y de aventuras con el cine experimental y el ensayo político. A nivel narrativo, la obra se divide en dos líneas argumentales desiguales pero entrelazadas, que nos trasladan al año 1492. Por una parte, acompañamos a tres hombres proscritos, miembros de la tripulación de Cristóbal Colón, que protagonizan una persecución por las islas Canarias tras robar la bandera de una de las carabelas de la expedición. Por otra, asistimos a los intentos de una mujer por salvar la vida de su hermana en la Galicia rural, mostrando otra visión de esa “épica travesía”, que conecta con las heridas abiertas de aquellas que esperaron en tierra. Girón y Delgado ofrecen una revisión histórica que nos sacude por su pertinencia, desafiando algunas corrientes actuales que buscan perpetuar ciertos mitos nacionales. En el aspecto visual, el preciso minimalismo de la puesta en escena, sumado al trabajo de José Ángel Alayón en la fotografía en celuloide y la edición casi alquímica de Manuel Muñoz Rivas, logran que de las imágenes emerja una fuerza simbólica que nos golpea y emociona más allá del discurso y del puro formalismo.
La mención especial del jurado oficial fue para Actual People, de la prometedora cineasta estadounidense Kit Zauhar, que además interpreta el papel protagonista en el film (en el que filtra ciertos aspectos autobiográficos). Estrenada en el Festival de Locarno, la cinta logra capturar a la perfección esa sensación de vértigo que mucha gente joven experimenta al terminar su etapa académica, o ante cualquier cambio vital. Ese “mirar al abismo”, ese desengaño ante la ausencia de expectativas y los fracasos amorosos, sumado a la experiencia alienante de crecer como una persona racializada en los Estados Unidos. La cineasta/protagonista se desnuda en este retrato honesto de la generación millennial, que no tiene miedo a hurgar en las inseguridades propias y ajenas, raciales y de género. Aunque pueda parecer frívola o superficial por momentos, la obra nunca deja de resultar genuina, manteniendo una plena autoconsciencia. A nivel técnico, la realización está marcada por la cámara en mano, que acompaña a la protagonista sin ocultarse, así como las transiciones entre escenas, en las que se intercala un mosaico de pantallas verticales que apelan a lo generacional, lo íntimo y lo compartido.
Entre las obras galardonadas en esta edición también encontramos la conmovedora Clara Sola, ópera prima de la costarricense Nathalie Álvarez Mesen, que recibió el premio a la Mejor Dirección otorgado por el Jurado Joven (formado por estudiantes de la Universidad de Vigo). La cinta está protagonizada por la bailarina Wendy Chinchilla, que ofrece una interpretación impresionante y llena de matices. La historia gira alrededor del personaje titular, una mujer de unos 40 años que vive en una aldea remota con su madre y su sobrina adolescente. Clara es una mujer anulada, víctima de la superstición y de una crianza restrictiva, además de una condición de salud que nunca llega a explicitarse (parece tener escoliosis y encontrarse en algún punto del espectro autista). La gente acude a ella con devoción en busca de ayuda y respuestas, debido a sus dones y vínculo especial con Dios. Clara vive para servir a los demás, pero privada de una voz propia, sin capacidad para expresar sus deseos y necesidades. Los miembros del jurado destacaron la “visión orgánica” y la “sensibilidad” de la realizadora a la hora de representar a sus personajes sin caer en el perjuicio y la estigmatización. A lo largo de la obra, asistimos al despertar sexual de Clara, un proceso convulso y liberador, con momentos de puro realismo mágico, en el que la mujer lucha por tomar el control de su vida y acaba por moldearse (literalmente) a sí misma.
El jurado joven también decidió otorgar una mención especial a Rendir los machos, de David Pantaleón, que además fue merecedora del Premio del Público. Pantaleón (que, como curiosidad, también interpreta a uno de los marineros huidos en Eles transportan a morte), presenta una mezcla de drama familiar y western, en el que dos hermanos enfrentados emprenden una travesía de más de 100 km a pie a través del paisaje volcánica de Fuerteventura, acompañados por 7 cabras, para cumplir la última voluntad de su padre, recientemente fallecido. Una mirada fascinante a la masculinidad tradicional y los relatos fratricidas (que se remontan a la historia de Caín y Abel), adoptando un enfoque y sensibilidad muy particulares. La experiencia teatral del cineasta se refleja en la puesta en escena y la dirección de fotografía, construida a base de planos fijos en los que el público decide dónde colocar el foco. El imponente paisaje canario se convierte nuevamente en un marco incomparable para este viaje cargado de patetismo, en el que los protagonistas encarnan una masculinidad hegemónica y risible (en general, la obra hace gala de un humor singular y lacónico). Un enfrentamiento que, de forma previsible, termina en una suerte de reconciliación tácita, fiel a los códigos primarios de los personajes. Cabe destacar la espléndida dirección de arte de Leonor Díaz, que se apoya en lo popular y lo kitsch, sin perder la oportunidad de señalar algunos de los males que asolan las islas en la actualidad (en especial el turismo).
Cerrando el palmarés de la sección oficial encontramos otra propuesta que juega con los géneros y las tradiciones populares: la cautivadora Re Granchio, de Alessio Rigo de Righi y Matteo Zoppis, que se hizo con el premio del Jurado de la Crítica (compuesto por Júlia Gaitano, Cristóbal Soage y Florencia Romano). Estrenada mundialmente en la Quincena de los Realizadores del Festival de Cannes, la cinta sorprende con un relato de aventuras en el que volvemos a encontrar elementos del western mezclados con el folclore italiano y sudamericano. Dividida en un prólogo y dos capítulos, la película narra la trágica historia de Luciano, hijo de un médico rural en la Italia de finales del siglo XIX. Estamos ante el arquetipo del antihéroe, “un pobre, un noble, un santo, un borracho”, tal y como se describe en la obra, que tras enfrentarse al dirigente local y perder a su amada se ve forzado al exilio. Su viaje nos lleva de repente a la otra punta del mundo, hasta la Tierra de Fuego, donde el protagonista acaba envuelto en la búsqueda de un tesoro mítico. Re Granchio es un canto a los perdedores e inadaptados, que se resiente por momentos a causa de su ritmo y tendencia a la introspección, pero sobresale por su cuidado simbolismo, la interpretación hipnótica del artista Gabriele Silli, la materialidad fotográfica de Simone D’Arcangelo y la recuperación y conjunción de leyendas populares para crear un relato mágico y universal.
Construyendo un peculiar tándem involuntario, la cineasta holandesa Joke Olthaar y el director estadounidense Fern Silva firman dos ensayos visuales en los que la naturaleza asume el papel predominante. Con Berg, Olthaar exhibe una auténtica carta de amor a la montaña (en la que pasa gran parte de su tiempo de ocio junto al director de fotografía y operador André Schreuders). La cinta está compuesta por planos amplios y monumentales de los Alpes eslovenos, en un blanco y negro prístino que acentúa las líneas y formas del paisaje, y en un formato cuadrado que resalta la verticalidad de las elevadas cumbres. Una dirección de fotografía eminentemente estática, en la que los únicos movimientos perceptibles son el avance lento de las nubes o las diminutas figuras humanas que transitan por el cuadro. Un recordatorio cruel sobre la insignificancia del ser humano ante el medio natural, subrayada por imágenes de archivo en las que vemos a equipos de rescate recuperando cadáveres de la montaña. Por su parte, Silva introduce una investigación mucho más fragmentada y arriesgada en Rock Bottom Riser, pero con un mayor magnetismo. El cineasta nos traslada al archipiélago de Hawái, confrontando reflexiones sobre la exploración náutica y astronómica con la historia colonial de las islas. Toda la obra es una exploración en sí misma, en la que nos fundimos en un flujo de pensamientos y discursos que confluyen y se ramifican, al igual que los impactantes ríos de lava que atraviesan el territorio.
La desgarradora Piccolo Cuerpo, de Laura Samani, y la cinta de animación Absolute Denial, de Ryan Braund, completaron la selección de este año. Samani presenta un drama sobre la maternidad y el luto, ambientado en el norte de Italia a comienzos del siglo pasado. El film comienza con Ágata, la sufrida protagonista, dando a luz a un bebé muerto. Para evitar que su alma quede atrapada en el limbo, la joven decide emprender un viaje en solitario hasta una misteriosa ermita escondida en las montañas, donde pueden devolverle el aliento a la criatura durante un instante, el tiempo suficiente para bautizarla y salvar su espíritu. De este modo, acompañamos a la protagonista en su periplo (tanto físico como emocional), a través de una tierra que siempre parece hostil y amenazadora, forzando en muchas ocasiones los límites de lo plausible, pero revelando la voz de una directora con un pulso decidido que cuenta tanto como sugiere. Finalmente, el británico Ryan Braund obsequió al público con una enérgica película de género, con ecos de The Twilight Zone o la más reciente Black Mirror. Un portentoso trabajo de animación (más de 30.000 fotogramas dibujados a mano), que vuelve a indagar en los límites de la inteligencia artificial. A pesar de los esperados giros de guion, Braund logra mantener nuestra atención, sacando el máximo partido de los mínimos recursos narrativos. Una pieza que vuelve a demostrar la capacidad de Novos Cinemas para rastrear esos destellos de talento que delatan incipientes y prometedoras carreras.