Novos Cinemas 2023: Sección Oficial
El cierre del ciclo de festivales gallegos siempre va de la mano de Pontevedra y Novos Cinemas. En esta edición 08, que se desarrolló entre el 12 y el 17 de diciembre, nos acercamos al Teatro Principal de la ciudad para seguir una programación desafiante con los marcos del lenguaje y el encuadre, premisa con la que también jugó la Sección Oficial.
Si hay un hilo conductor que atraviesa las películas de esta edición, este es el valor social y la trascendencia de lo cotidiano en las relaciones humanas. No hay mejor ejemplo de esta filosofía que la ganadora del premio al mejor largometraje de la Sección Oficial, así como del premio del Jurado Joven: The Bride, de la directora ruandesa Myriam U. Birara, que rompe los esquemas apostando por una historia donde la complejidad recae en los gestos.
Situándonos en la Ruanda posterior al genocidio tutsi de los años noventa, la pieza nos muestra una sociedad en recomposición con sentimientos de tristeza y arraigada memoria familiar. Eva, una joven que sueña con entrar en la universidad para estudiar medicina, es secuestrada por el que será su futuro marido mediante una práctica matrimonial forzosa llamada guterura, donde el hombre decide unilateralmente quién será su mujer.
Intentando huir de cualquier juicio occidentalista, la obra muestra la crudeza de un momento de desolación y separación del “yo” por un “nosotros” inexistente y sin lazo sentimental. La protagonista crea un fuerte vínculo con una familiar de su marido, un vínculo que vemos tejer poco a poco y tratado magistralmente gracias a la economía de planos, a un ritmo pausado y al peso de una actuación austera donde las sutilezas ayudan a entender lo no hablado. Si en un primer momento el largometraje acarrea un pesar y dolor constantes, posteriormente parece regalarnos una ventana de paz y perspectiva sobre la sororidad africana.
En el lado opuesto al lenguaje cinematográfico de la obra de Birara se encuentra la ganadora de los galardones del Jurado de la Crítica y del Premio del Público: An Evening Song (for three voices), de Graham Swon. Esta propuesta nos lleva a los Estados Unidos del año 1939, donde el peso de la estética del cine clásico y la voz narradora que nos acompaña durante toda la película marcan las pautas de una historia muy literaria y melosa.
Dos escritores de renombre se mudan a un pequeño pueblo del Medio Oeste. Barbara, escritora prodigiosa y explotada en su infancia, se recluye con su marido, Richard, escritor de ficción de tirada nacional pero de poca calidad literaria. Ambos de clase alta y acomodada contratan a Martha, una joven humilde que se ocupará de las tareas del hogar. La llegada de Martha desequilibra a la pareja, que se aleja manteniéndola a ella como punto en común con cierto grado de morbosidad clasista. La historia se desarrolla alrededor de los tres personajes de arraigada introspección emocional con una voz narradora que entrelaza la historia del trío, dando título a la obra.
Esta narración, junto con la cuidada estética, recrean un ambiente clásico. Tanto en lo referente a la iluminación y al color, como a la hora de crear escenarios centrados y profundos. Destaca además la textura viñetada conseguida gracias a una forma de grabar que mezcla técnicas antiguas y modernas, así como a la propia estructuración narrativa de la historia. A mayores, creemos que un punto destacable del film es que renueva la idea de cine clásico de género fijo, disipando los mismos y girando alrededor del melodrama y el cine de misterio y suspense.
Las dos menciones especiales del Jurado Internacional fueron para dos piezas de ritmo pausado y crítica al sistema hegemónico. Por un lado, la cinta francesa Peter Pan, dirigida por Natacha Samuel y Florent Klockenbring, nos lleva hacia lo marginal con Marsella como escenario protagonista. Este paseo por los márgenes sociales está encarnado por Djibril, un joven que busca su propia forma de vida dentro de un bosque de hormigón violentamente mercantilizado. Los paisajes marítimos idealizados o los colores luminosos del verano quedan relegadas a un pequeño espacio hacia el final de la película, mientras que la cara obtusa de la ciudad, de incomprensión e insatisfacción social, tienen el papel principal.
Esta pieza nos habla de la intimidad a través de su cámara, que tiembla en cada interacción, llevándonos al mundo de la idealización de lo bohemio y lo austero. La película intercala las imágenes estéticamente cargadas de teatralidad bucólica con la hipocresía urbanística de una ciudad que parece perder identidad. La contraposición continuada de edificios modernos choca de frente con el resto de imágenes de interiores y fachadas humildes. El mar Mediterráneo es un telón de fondo que también nos acompaña en gran cantidad de escenas, pero casi siempre es eclipsado por edificaciones portuarias y barcos de carga.
Parte de la pieza se desarrolla en los planos de los tejados de Marsella, en los interiores pobres y en el trabajo precario de la construcción. Colores saturados y sucios que nos alejan aún más de lo natural, de lo cómodo, pero que cambian drásticamente para mostrarnos la luz de la libertad hacia el final de la obra. Aunque el empleo de colores y el escenario sean componentes muy importantes, la película recae mucho en una poética imposible en cada diálogo, separándonos parcialmente del intento de realismo general.
La otra mención especial del Jurado Internacional fue para el largometraje japonés Ishi Ga Aru, de Tatsunari Ota, que comparte trasfondo con la obra de Natacha y Florent. Ambas profundizan moviéndose en los márgenes de lo socialmente idóneo. En el caso de la obra de Ota, parece que desde un punto rupturista con la propia cultura del esfuerzo y la productividad capitalista.
El film se centra en el deambular de una mujer por los alrededores de un pueblo al que se muda a causa de un nuevo trabajo. El espacio por el que transita es una mezcla de lo natural y lo urbano que nunca terminan de juntarse. La protagonista, en la búsqueda de atracciones turísticas o paradas de interés, pregunta e intenta informarse, pero una serie de eventos casuales e interacciones hacen que se deje llevar por el momento, avanzando sin punto fijo.
Muy pausada, la obra se centra en el proceso de caminar, en la importancia del tiempo de ocio y de la desconexión de la rutina. Reinterpretando la forma de gastar el tiempo libre adulto que, de una forma u otra, también suele buscar productividad.
Cambiando completamente la dinámica pausada de las piezas hasta ahora mencionadas tenemos Cambio cambio, un film argentino dirigido por Lautaro García. Si vives en el sistema, aprovéchate de él. El director proyecta en esta obra la realidad nacional más conocida del país, la voraz inflación económica a la que está sometido. En este margen aparece en acción una juventud empobrecida y desesperada por conseguir recursos para la supervivencia.
Dos jóvenes, Pablo y Florencia, se conocen cerca de la peatonal Florida, una calle famosa por los trabajos de cambio de divisas, punto estratégico para aprovecharse de los turistas y poder ganar algo de dinero en el campo especulativo de la inflación. A pesar de que la pareja tiene trabajos ajenos al intercambio de monedas, tienen influencias y amistades dentro del mismo, por lo que Pablo acaba cayendo en la tentación en busca de una retribución mayor. Esto también favorece la obtención de dólares americanos que ayudarán al ahorro para el viaje a Francia de Florencia, pendiente de una beca de estudios en el país galo. Con todo, el dinero está siempre manejado por gente de poder, con mucho que ganar y poco riesgo de pérdida. En un intento de emplear el dinero de su jefe para sacar rédito, Pablo acaba siendo imprudente. En una especie de Uncut Gems (2019) del desenfreno económico y el caos especulativo, la pieza argentina recoge con maestría la angustia de lo imprevisible y lo peligroso.
También desde Argentina, Camila Fabbri presenta Clara se pierde en el bosque, una propuesta narrativa mezclada con una estética semidocumental que profundiza en un hecho traumático para su protagonista, Clara. Interpretada por Camila Peralta, la actriz hace doblete en esta edición de Novos Cinemas, ya que también participa en Cambio cambio.
El largometraje toma un recuerdo basado en la tragedia de la discoteca argentina República Cromañón, la cual fue destruida por un incendio en el año 2004, cobrándose 194 vidas. Clara intenta recopilar los recuerdos que no fueron devastados por el fuego. La pieza, de aire melancólico, habla mediante notas de voz de Whatsapp de los recuerdos de un pasado caótico y juvenil, pero no necesariamente positivo, que radican en el horrendo hecho.
Mientras tanto, la protagonista se encuentra en un viaje con la familia de su pareja en el campo. Aunque el carácter de la joven no sea muy familiar, podemos ver cómo avanza en las relaciones interpersonales y comienza a abrirse una pequeña ventana hacia la maternidad que está experimentando su amiga Martina. La historia mezcla las ansias documentales de la protagonista, de encontrar respuestas o refugio en su pasado, mientras descubre su camino en el presente. Una obra lenta que se apoya quizás demasiado en una narración indirecta mediante audios y mensajes, a veces creando un ritmo irregular que no deja fluir la interacción en las actuaciones.
Con un tono mucho menos esperanzador, pero tratando un tema de importancia plena, Michael Salerno firma Le coeur du masturbateur, obra francesa que nos sumerge en la cruda realidad de la salud mental.
Un joven de personalidad reservada parece dispuesto a participar en un desafío en Internet por el cual se levanta cada noche para escribir en un chat, mostrando la poca conexión familiar y la monotonía de su existencia fuera de este reto virtual. A pesar de que el ritmo de la película es tranquilo, notamos constantemente una tensión apática que se mezcla con una estética de poco contraste y colores pastel. Este desafío es un reflejo de los trastornos de salud mental que cierta parte de la juventud emplea como herramienta para acabar con su vida. Se trata no solo de un reflejo de un problema asociado a las nuevas generaciones, sino de un obstáculo con el que las generaciones no-virtuales no son capaces de lidiar ni entender.
El protagonista se muestra abiertamente antisocial, rechaza cualquier acercamiento de la familia vecina, no parece tener amistades y solo se debe a su propio fin. Cuando se habla de una sociedad individualista, también se habla de los procesos de soledad emocional. Esta trama de pesadumbre muestra procesos y situaciones de apatía continuada en un mundo deshumanizado que parecen ausentarse u olvidarse de los sentimientos. Hacia la última parte del film, todo coge un tono mucho más azul, se pierde cualquier sentimiento de esperanza y radica la tensión que acarreamos desde el inicio.
Si la obra de Michael Salerno muestra el final del camino y la incapacidad de la sociedad para crearlo, Antoine Bourges nos habla de construirlo cuando todo lo que conocemos está a miles de kilómetros. La obra canadiense Concrete Valley explora la idea de lo desconocido a partir de una familia inmigrante.
Este núcleo familiar, conformado por Farah, una actriz de teatro en su país natal que ahora trabaja en una droguería en Toronto, y su marido Rashid, un doctor que no encuentra espacio para su ocupación en la tierra de acogida, mientras intenta mejorar su inglés y ayudar a otras personas inmigrantes con sus conocimientos, pasan el día cuidando de su hijo Ammar y adaptándose a la nueva ciudad. Una película que recoge cada momento familiar en el proceso de adaptación interno y externo. Cocinada a fuego lento, los diálogos y la lengua tienen un papel esencial, pero, sobre todo, destaca a nivel de dirección la capacidad de trabajar la escena fuera del plano. Pese a contar con una construcción del escenario con planos fijos e íntimos que nos acercan al núcleo familiar, la construcción del fuera de campo marca una diferencia crucial y aporta nueva información.
Puede que por el acercamiento a la diglosia gallego-castellano, uno de los puntos que más llaman la atención es el empleo del árabe y del inglés, de la comodidad del primero y del intento de adaptación al segundo. A pesar de que hay escenas especialmente dedicadas a este hecho en las clases de inglés de Rashid, es una idea que permea durante toda la obra y acerca la necesidad comunitaria de los inmigrantes de países con lenguas no comunes al lugar de llegada.