Lo mejor de 2023
Manteniéndonos fieles a la senda inaugurada hace tres años, desde A Cuarta Parede volvemos a proponer nuestro particular balance de este año que termina. Intentando huir de las clasificaciones y listados tradicionales que buscan condensar y jerarquizar la experiencia cultural, en la revista queremos abrazar la singularidad de la misma. De esta forma, invitamos a nuestros colaboradores a contribuir a un resumen libre y ecléctico del año, ajeno a restricciones temporales, de formato y de género, en el que poder compartir y recomendar todo aquello que hizo de este 2023 un año memorable. Un viaje subjetivo a través de las emociones y reflexiones que el cine, la música, la literatura y cualquier otra disciplina artística (o experiencia vital) despertaron en nosotros a lo largo de estos últimos doce meses. En resumen, lo que significó para nosotros Lo mejor de 2023.
Colaboran en este repaso: Pablo Aguilar, Denís Area Fernández, Martín Arufe, Severiano Casalderrey, Alberto Hernando, Óscar Iglesias, Manuel Iglesias Vila, Xavier Montoriol, Víctor Navarro Remesal, Nacho Ozores, Víctor Paz, Jorge Pérez Iglesias, Marta Pérez Pereiro, Daniel Ribas, Brais Romero, Manel Sa, Jesús Silva Vilas, Víctor Soho, Cibrán Tenreiro e Iván Villarmea.

O corno, de Jaione Camborda
Pablo Aguilar Martín
(Ordenado alfabéticamente, sin orden de preferencia)
The Death at The Club, Candela Capitán
Primera vez que puedo asistir a una de las performances de la bailarina y coreógrafa gaditana Candela Capitán. El pasado mayo, Capitán representa en Teatro Réplika (Madrid) su icónica voltereta infinita con la ayuda de dos bailarinas. 135 minutos en los que, por turnos de unos 45 aproximadamente, se sitúan en la esquina de una tarima, hacen la voltereta y vuelven al emplazamiento de origen, y así una y otra vez, una y otra vez, hasta que sus cuerpos ya no se sostienen sobre sí mismos y abandonan la sala como pueden, entre techno industrial y luces estroboscópicas, dando paso a la siguiente bailarina. Esto es The Death at The Club, una apuesta verdaderamente drástica que, por un lado, hace de una exploración de los límites corporales y energéticos toda una reflexión sobre las dinámicas del mundo de la fiesta y el estar despierto hasta la extenuación, y, por otro, reafirma a Capitán como una intérprete de lo mínimo, lo cotidiano a través de usos del cuerpo que desafían lo que entendemos por danza.
Kenneth Anger
Imposible no destacar este año al fascinante Kenneth Anger, fallecido el pasado año tras una histórica y extensa trayectoria cinematográfica iniciada en el underground más subversivo de los 50. Scorpio Rising (1963), Lucifer Rising (1972), Fireworks (1947), Inauguration of the Pleasure Dome (1954)… Una figura fundamental en el cine de terror y en el experimental, que propuso nuevas maneras de hacer y contar historias, además de tratar sin tapujos la disidencia sexual, el monstruo como potencia afirmativa y que ha influido, consciente o inconscientemente, en un grupo significativo de cineastas contemporáneos.
Kosmogonía, Deneb Martos
A pesar de la fugacidad de sus imágenes, la obra de Deneb Martos es algo que se queda grabado en la retina. Artesana fílmica, trabaja con técnicas de cine sin cámara, explorando relaciones materiales entre soporte fotoquímico y elementos de la naturaleza. Pude ver su última performance en el Festival Punto de Vista, un espectáculo que recrea las texturas del universo sobre película de 35 mm y las proyecta circularmente sobre la bóveda del planetario de Pamplona, acompañada instrumentalmente por el artista sónico Wade Matthews. Una pieza en la que fusiona la experimentación técnica con lo táctil y lo personal, realizando quimigramas y rayogramas sobre huellas y rastros de sus mitologías personales, del amor, la familia, la vida y la muerte, usando como molde las pisadas de un bebé, la piel de su pareja o las cenizas de su padre. La potencia emocional de la premisa, sumada a la excepcionalidad de su puesta en escena y la belleza de las imágenes abstractas, hacen de Kosmogonía una suerte de experiencia cinematográfica.
Liebestod, el olor a sangre no se me quita de los ojos. Juan Belmonte, Angélica Liddell
Si hablamos de radicalidad, Angélica Liddell destaca indomable en el panorama teatral contemporáneo. Este año he podido verla por primera vez en directo en la visceral Liebestod, el olor a sangre no se me quita de los ojos. Juan Belmonte. Aquí recupera la estética taurina para establecer una comparativa poética entre el toreo y el salir al escenario. Angélica no actúa, torea. Torea un público fanático al que no acepta, y entre gritos e insultos, textos de Cioran y música de Las Grecas, se hace cortes en las manos y suplica por un amor que, según ella, ya no llegará por su vejez. Una fallida Isolda que trabaja desde la rabia, el odio y la honestidad, desde los lugares más oscuros del alma, y el espectador, ya quizás acostumbrado a sus maneras, recibe entre vítores el escupitajo a “las mujeres y los maricones”. Por momentos, aparece una niña pequeña en Angélica, y su desgarro apela con ternura a pesar de toda su violencia.
Periferia de la noche, Apichatpong Weerathesakul
Por último, mencionar a uno de mis cineastas favoritos con motivo de la muestra de su trabajo en ‘Periferias de la noche’, en Matadero Madrid. Aquí el cine de Apichatpong se asienta en el espacio expositivo, creando un recorrido onírico a través de algunas de sus piezas audiovisuales menos conocidas. Así, asistimos a un partido de fútbol nocturno que acaba con el incendio de una pantalla de cine (Phantoms of Nabua, 2009), la reencarnación de Rousseau en su actor fetiche Sakda Kaewbuadee (Rousseau, 2012), o una Tilda Swinton durmiendo ante una cámara quieta y paciente (Durmiente, 2021). Un gran trabajo instalativo, por otro lado, que juega con las superficies de proyección y los rincones de la sala, consiguiendo complementar la insignia más característica del cineasta: la de la disolución de las barreras entre la vigilia y el sueño.

The Death at the Club, de Candela Capitán
Denís Area
Que el mundo recuperase la violenta velocidad del paso del tiempo de la prepandemia es algo que no perdonaré fácilmente, pero si este año hubo una pieza que para mí resumió la ansiosa velocidad contemporánea, esta fue Beau is Afraid (2023) de Ari Aster. No tanto por su ritmo como por la capacidad de desear cada vez más inverosimilitudes por segundo, recreando la sensación insaciable de hipérboles y el sentimiento de tensión de que todo lo que conocemos puede colapsar en un instante.
Contrastándolo con la realidad, tengo que resaltar Matria (2023) de Álvaro Gago. Es difícil hablar de un filme cuando la emoción de ver una pieza traspasa la barrera de la percepción artística y te sitúa en las calles que paseas, en las carreteras que transitas y en los trabajos que consumen a tus seres queridos.
Este año a nivel personal también fue el momento de descubrir piezas pasadas a las que no me había enfrentado anteriormente, como es el caso de The Cameraman (1928) de Buster Keaton y Edward Sedgwick, la cual pude disfrutar en una sala de cine con música en directo, creando una atmósfera única que quedó grabada en mí.
Mientras tanto, en los auriculares he vuelto una y otra vez a escuchar el EP Fósforo (2022) del grupo gallego Néboa; concretamente el tema A xente cea nas súas casas, calmando parte de la ansiedad de este mundo sin freno.
Con todo, si hay una obra que este año se paseó por la línea de lo imposible fue el videojuego Baldur’s Gate III (2023) de Larian Studios. RPG que rompe todas las barreras conocidas en la industria a nivel de mecánicas jugables e interpretación de los personajes, pero que, por encima de todo, reclama un espacio seguro para el colectivo LGTBIQ+, frente a una parte ruidosa de la comunidad de videojuegos anclada en la masculinidad hegemónica.

Beau is Afraid, de Ari Aster
Martín Arufe
El fantástico caso del Golem, Juan González y Nando Martínez (Película)
Ya había intentado escribir sobre esta película en su momento, pero por distintos motivos no pude hacerlo. Ahora, casi terminando el año, tuve la oportunidad de echarle un ojo (está en Filmin). Y solo tengo que decir que es una película que quiero revisitar cada cierto tiempo para recordarme a mí mismo que cosas así existen, y que pueden hacerse, y qué envidia.
Mistborn, Brandon Sanderson (Trilogía literaria)
Este 2023 me reencontré con la lectura gracias a Sanderson, también descubrí que todos los que no lo leen están hartos de tener algún amigue que no deja de darles la tabarra diciendo que es el mejor del mundo, así que seré breve. Me flipó, era exactamente lo que estaba buscando y encontrarlo fue una sensación preciosa. Muy recomendable para cualquier persona.
Quieto Todo El Mundo, Facu Díaz y Miguel Maldonado (Podcast)
Después de una temporada desde el final de No Te Metas En Política, me hizo muy feliz poder escuchar otra vez a este dúo cómico, uno de mis favoritos de Internet.
Malva e Duarte falan de misterios, Malva y Duarte (Podcast)
Otro dúo maravilloso que estaba desaparecido por completo, en mi casa se celebró mucho su regreso. Me hace mucha ilusión tenerlos de vuelta y ojalá dure una larga temporada.
They Shot the Piano Player, Fernando Trueba y Javier Mariscal (Película)
Tuve la suerte de poder asistir a la proyección proseguida de un coloquio con Fernando Trueba, resultó ser un hombre encantador. Sobre este film, lo que tengo que decir es que incluye todo lo que me fascina: jazz, documental en código de ficción, un narrador carismático, thriller, un personaje que se transforma en leyenda, Brasil y dictaduras fascistas latinoamericanas.
Confess, Fletch, Greg Mottola (Película)
¿Conocéis esa sensación de leer un libro o ver una película y pensar “ojalá la hubiera escrito yo”?
RRR, S. S. Rajamouli (Película)
No se me ocurre nada que comentar que supere el comentario de un amigo, así que me voy a limitar a citarlo. “Todos los fallos que le puedes encontrar quedan completamente invalidados por el hecho de que le da completamente igual todo lo que no sea ir durísimo y odiar a los ingleses. Lo cual es totalmente respetable.” (Pedro Álvarez)
Hearthstone, Blizzard (Videojuego)
Llevaba desde la adolescencia sin jugar a esto. Volver aquí fue como un retorno a esa edad que no esperaba hacer este año. Sigo siendo igual de malo, pero qué bien lo paso.
Boogaloo (Género musical)
Este es un poco trampa porque en realidad ya escuchaba boogaloo antes de este año y ya me fascinaba, pero me faltaba el nombre, no sabía que se llamaba así el género. Y poder buscarlo por su nombre me abrió las puertas a un montón de música nueva y maravillosa que me hizo muy feliz.

El fantástico caso del Golem, de Juan González & Nando Martínez
Severiano Casalderrey
Parece que aún fue ayer cuando comenzaba el año y ya estamos de nuevo haciendo la revisión del mismo en A Cuarta Parede. Hacerlo supone todo un orgullo, ya que hablamos de un llamamiento convertido en un clásico esencial entre los amantes de las listas. Esto se debe a su formato libre en el que la única limitación reside en la imaginación de los participantes. Mantendré, por tanto, la premisa de la pasada edición en la medida de lo posible, dirigiendo mi mirada hacia las principales novedades del año saliente en sus distintas facetas audiovisuales. Estoy seguro de que algo bueno saldrá de aquí.
- El podio del año (por orden alfabético): Anatomie d’une chute (Anatomía de una caída; Justine Triet, 2023), Perfect Days (Wim Wenders, 2023) y Tótem (Lila Avilés, 2023). Tras ver la selección propuesta, queda claro que el ascenso del talento femenino es una realidad indiscutible. En Anatomía de una caída, asistimos a uno de los guiones más perfectos de los últimos años, con un dominio estructural admirable. En el caso de Tótem, se cuenta una historia familiar en la que destaca su calidad emocional y su naturalismo. Como final, Perfect Days es un film que convierte la cotidianidad en magia fílmica, además de suponer el regreso de Wenders a la senda de la ficción de calidad.
- Las pendientes del año pasado (por orden de visionado): EO (Jerzy Skolimowski, 2022) [7/02/2023], Pacifiction (Albert Serra, 2022) [24/04/2023] y Yin Ru Chen Yan (El regreso de las golondrinas; Li Ruijun, 2022) [13/10/2023]. Ya lo había avisado en la anterior participación: quedarían cuentas pendientes. Pues bien, aquí están esos títulos que no podían quedar en el olvido, tres propuestas de tres autores que siguen experimentando con el lenguaje cinematográfico.
- El documental: Samsara (Lois Patiño, 2023). La capacidad de reinvención de Patiño, figura esencial del Novo Cinema Galego, parece no tener límites. Aquí compone un díptico ambientado entre Laos y Tanzania, destacable por su habilidad a la hora de fusionar el documental, la ficción y el cine experimental. Destaca especialmente la sensorialidad de la secuencia central que conecta las dos partes del film.
- Una de animación: Kimitachi wa dô ikiru ka (El niño y la garza; Hayao Miyazaki, 2023). Después de anunciar su jubilación, Miyazaki regresó con este título para demostrar que su creatividad sigue tan viva como siempre. Sobresaliente en todos los sentidos, es imposible competir con tal genio, creando un universo de fantasía a la altura de sus obras más singulares.
- Una ópera prima: Past Lives (Vidas pasadas; Celine Song, 2023). El mejor debut del año también lo firma una mujer. Raramente hemos visto un relato en el que la pasión y los sentimientos se manifiesten desde la distancia. Este enfoque, que transmite serenidad, acerca una visión renovadora de la tristeza en esta historia de amor.
- Una decepción: Io capitano (Matteo Garrone, 2023). El último film de Garrone cae en el mayor de los pecados para un cineasta: el sentimentalismo. Aunque aborda una realidad importante, su ejecución parece demasiado calculada para seducir a los espectadores, dejando las buenas ideas del director en segundo plano.
- Una “bizarrada” (o dos): Rainer, a Vicious Dog in a Skull Valley y Nous les Barbares (Bertrand Mandico, 2023). Estos dos proyectos de mediometraje transforman el mundo legendario de Conan, el conocido personaje de Robert E. Howard, en un universo habitado exclusivamente por mujeres. Una vez más, el imaginario de Mandico vuelve a sorprender por excesivo e irreverente, pero también por hipnótico. Son dos piezas que se complementan con una tercera ficha: el largometraje Conann (2023), un trabajo pendiente de visionado al que espero acercarme muy pronto.
- Un bloque de cortos imprescindible: cómo no, la sesión perfecta de cortos también tiene su espacio. Las seis elecciones de este año son: Nada de todo esto (Francisco Cantón Rogers – Pato Martínez, 2023), drama argentino sobre la relación disfuncional entre una madre y una hija; Die graue March (Greylands; Charlotte Waltert – Alvaro Schoeck, 2023), animación de alcance artístico en la que el montañismo practicado por un padre y un hijo acaba en tragedia; Sensitive Content (Narges Kalhor, 2023), documental iraní que hace una reflexión profunda sobre la censura; Oyu (Atsushi Hirai, 2023), drama japonés que logra expresar lo íntimo y lo existencial a través de un calculado minimalismo; The Veiled City (Natalie Cubides-Brady, 2023), documental con imágenes de archivo que propone una visión ecologista del pasado, y 27 (Flóra Anna Buda, 2023), animación que reflexiona sobre la monotonía de la vida sin perder la sonrisa y el asombro. Estas propuestas ofrecen aproximadamente hora y media de celuloide mostrando las problemáticas de nuestro mundo desde distintas perspectivas.
- El festival de cine: Porto/Post/Doc (X edición, 17–25 de noviembre de 2023). Este año tuve la suerte de asistir a casi veinticinco festivales de cine. Además de una participación directa en algunos eventos, también hubo la oportunidad de hacerlo como jurado (IbizaCineFest, Curtas Vila do Conde, Mares da Fin do Mundo e IMAGINA 2030) —mi más caluroso agradecimiento a todos ellos—, en otros como cronista para la revista Tempos Novos (MICE, Cans, Curtocircuíto, Cineuropa, entre otros). En todos los casos, el contacto humano fue el mejor de los regalos, destacando los grandes momentos vividos en Porto/Post/Doc. Los días dedicados a las actividades de la “Industry” fueron enriquecedores para todo profesional del cine.
- Epílogo — una figura decisiva: Pier Paolo Pasolini. El pensamiento de Pasolini sigue tan vigente, si no más, como en su época. Reivindicarlo es un acto de reflexión política y social necesario en este mundo convulso. En el mes de noviembre se celebraba en Ourense una jornada dedicada precisamente a esta faceta del italiano. Aquí dejamos nuevamente constancia de la misma, destacando la importancia de los ensayos recogidos en Cartas luteranas (1975) y Escritos corsarios (1976).
Haciendo un balance final, este año omito la referencia al marco experimental y al mundo de las series por no encontrar obras semejantes en calidad a las comentadas. En compensación, no quiero cerrar esta repaso sin ensalzar el buen año protagonizado por el audiovisual gallego. El cine gallego de 2023 quedará en la historia, junto con momentos emblemáticos como 1989 (año fundacional del largometraje gallego) y 2010 (arranque oficial del Novo Cinema Galego). Fue un salto cualitativo con producciones únicas como Samsara (Lois Patiño, 2023), Matria (Álvaro Gago, 2023) o O corno (Jaoine Camborda, 2023), esta última capaz de hacer historia después de ganar la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián. Sin duda, estamos viviendo el inicio de una etapa totalmente nueva para nuestro audiovisual a la que prestaremos una merecida atención.

Anatomie d’une chute, de Justine Triet
Alberto Hernando
Una bonita mañana (Un beau matin, Mia Hansen-Løve, 2022) y La pasión de Juana de Arco (La Passion de Jeanne d’Arc, Carl Theodor Dreyer, 1928).
No sé si fue el pelo corto de Léa Seydoux o qué, pero viendo Una bonita mañana me acordé mucho de la película de Maria Falconetti. ¿Se tratará también de una película sobre la gracia? Ambas descansan sin lugar a dudas en el rostro de su actriz y una protagonista buena y generosa. En cambio —de Hong Sangsoo (La novelista y su película, 2022) a Las chicas están bien (Itsaso Arana, 2023)— el cine contemporáneo de tendencia naturalista, de herencia rohmeriana, prima el gesto y el movimiento sobre el rostro. Es una cuestión moral: respetar el carácter de los personajes, actores y actrices sin pretender hurgar bajo la performance cotidiana; renunciar por cruel a todo posible desenmascaramiento (comparen con la forma de filmar de Arnaud Desplechin en Asuntos familiares y Fantasías de un escritor); encontrar la belleza pequeña sin ínfulas de trascendencia. Se diría, en cambio, que su paso por La isla Bergman le ha permitido a Mia Hansen-Løve enfrentar esta forma de filmar con la del director de Persona y descubrir así cómo profundizar en un rostro sin explotar la vulnerabilidad de la actriz frente a la cámara y sin renunciar a la sencillez cotidiana.
Van así cuatro títulos: Una bonita mañana como estreno destacado del año; La pasión de Juana de Arco como inolvidable revisionado en una sala de cine; La novelista y su película como aquella película de Hong Sangsoo sin quien ya no pienso un balance del año, y Las chicas están bien, una película sobre el miedo y el coraje a abrirse al mundo (y a la cámara), que representa para mí lo mejor del cine español en el mismo año de O Corno (Jaione Camborda) y Creatura (Elena Martín).
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Cerrar los ojos (Víctor Erice), El maestro jardinero (Master Gardener, Paul Schrader), El chico y la garza (Kimitachi wa dô ikiru ka, Hayao Miyazaki), Los Fabelman (Steven Spielberg), Los asesinos de la luna (Killers of the Flower Moon, Martin Scorsese), El sol del futuro (Il sol dell’avvenire, Nanni Moretti), Extraña forma de vida (Pedro Almodóvar).
Hablando de la vejez de Picasso (de cuya muerte se han cumplido 50 años), Milan Kundera (otra efeméride fúnebre del 2023) se lo imaginaba “solo, abandonado por su grupo, abandonado también por la historia de la pintura que, entretanto, ha tomado otra dirección. Sin pesar, con un placer hedonista, se instala en la casa de su arte, a sabiendas de que lo nuevo no solo se encuentra por delante en el gran camino, sino también a la izquierda, a la derecha, arriba, abajo, detrás, en todas las direcciones posibles de su mundo, inimitable, que no le pertenece sino a él (porque ya nadie lo imitará: los jóvenes imitan a los jóvenes; los viejos no imitan a los viejos).”
Me gusta esta idea de una libertad en la vejez que ya no es la que hace avanzar la historia, sino la de quien se ha liberado de ella. Aquella “alegre irresponsabilidad” con que Fellini rodaba sus últimas películas. El 2023 está regado de películas de esta clase, anacrónicas, libres y hedonistas, tan irregulares como lo eran Cry Macho de Clint Eastwood, El irlandés de Scorsese y Madres paralelas de Almodóvar. Incluso cuando se entregan a la manía testamentaria, estas son películas singulares, que despistan por el tono y sorprenden con la apertura de su relato. ¿Son descuidos el digital apático de Erice, el relato precipitado de Miyazaki o el tono discordante de Michelle Williams en Los Fabelman? ¿O responden, más bien, a la exploración libre de unos directores absolutamente dueños de sí que ahora desdibujan el todo para concentrarse en lo realmente importante? Ahí están los fabulosos encuentros con el pasado de Cerrar los ojos o la expresividad impresionista del dibujo actual de Miyazaki. Películas libres y atrevidas como una segunda juventud.
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Tres títulos más y una serie:
Decision To Leave (Park Chan-wook, 2023)
John Wick 4 (Chad Stahelski, 2023)
Sparta (Ulrich Seidl, 2023)
Irma Vep (Olivier Assayas, 2022), saldo así una deuda con el año anterior. La serie de Assayas bien merecía haber entrado en el top.

Un beau matin, de Mia Hansen-Løve
Óscar Iglesias
Por mucho que les pese a señoros, fachas y críticos cinematográficos de La Voz, Barbie (Greta Gerwig) fue para mí el acontecimiento audiovisual del año. Contra todo pronóstico, pues a priori no esperaba que un blockbuster al servicio de una empresa juguetera escondiera dentro tal alegato feminista pop, pero su directora y guionista fue quien de mantener un discurso coherente con su obra previa, con una puesta en escena de imaginación desbordante, un elenco carismático y una banda sonora redonda. Además, con su movimiento de espectadoras de rosa se convirtió en un hito del cine-evento para ver en salas, algo muy necesario.
En la misma senda, Dungeon & Dragons: Honor Among Thieves (John Francis Daley, Jonathan M. Goldstein) y Spider-Man: Across the Spider-Verse (Joaquim Dos Santos, Kemp Powers, Justin Thompson) demostraron que se puede hacer cine industrial de explotación de IPs (un juego de rol y un comic-book) entretenido, accesible y con calidad. En el caso de la peli animada, incluso vanguardista.
Viejos conocidos siguieron ahondando en sus universos autorales: Wes Anderson entregó con Asteroid City otro caramelo recargado y luminoso, pero con un regusto amargo y melancólico; Aki Kaurismäki nos volvió a encandilar con su empática mirada humanista en la (tragi)comedia romántica Kuolleet Lehdet.
Las óperas primas de la temporada fueron Past Lives de Celine Song, quien a partir de una historia de reencuentro inesperado supo plasmar con sutileza ese sentimiento de perpetuo desarraigo de las vidas migrantes, y 20.000 especies de abejas de Estibaliz Urresola Solaguren, un delicado retrato de la asunción infantil de una identidad transexual que también normaliza el bilingüismo euskaldún.
Dos grandes interpretaciones: la de Leonie Benesch en Das Lehrerzimmer (Ilker Çatak) como una profesora idealista enfrentada a la implacable maquinaria punitiva del sistema educativo, y la de Franz Rogowski en Passages (Ira Sachs) como un cineasta narcisista y manipulador indeciso entre su marido y su amante.
Y como curiosidad Rotting in the Sun (Sebastián Silva), una astracanada meta que tal vez peque de excesiva e histérica, pero que para mí tiene cierto atractivo fascinante que engancha.
En cuanto a series de televisión, Fellow Travelers (Ron Nyswaner) resultó un cruce inesperadamente adictivo entre el revisionismo histórico de Mad Men y la pasión imposible de Brokeback Mountain; Scott Pilgrim Takes Off (Bryan Lee O’Malley, BenDavid Grabinski) y The Last of Us (Craig Mazin, Neil Druckmann) sorprendieron como los raros casos de adaptaciones que están a la altura del material original; Doctor Who recibió el regreso del showrunner Russell T. Davies a tiempo para celebrar un 60.º aniversario con altura, y La Mesías (Javier Ambrossi, Javier Calvo), aunque me decepcionó con su último episodio, fue hasta entonces una interesante exploración del fanatismo religioso.
Por último, según el Wrapped de Spotify, mi disco más escuchado del año fue Desire, I Want To Turn Into You de Caroline Polachek, una excelente colección de canciones art pop que sirve como testmonio del fantástico momento creativo de la artista desde la escisión de Chairlift. También sonaron mucho los últimos de Jessie Ware o Romy: ya que parece que todo se va a la mierda, por lo menos que el fin del mundo nos pille bailando.

Barbie, de Greta Gerwig
Manuel Iglesias
Llega el final del año, y con él, una suerte de recalibración de la realidad. Sabemos que no somos exactamente el mismo ente que éramos a comienzos de este 2023 y esperamos, retrospectiva mediante, encontrar algún tipo de patrón o casuística que nos ayude a localizar los caminos correctos a seguir. El audiovisual, del mismo modo, se encuentra en una incómoda convivencia entre la agotada y agotadora psique expansionista del siglo anterior y los infinitos universos de bolsillo que explotan aportando material que emplearemos como inspiración para la construcción de una nueva realidad. Presento una recopilación de obras recientes del cine que desplazan el eje articulado hacia el nuevo mundo.
The Kingdom: Exodus (2022, Lars Von Trier) muestra, en una tercera iteración 25 años después de su estreno, una serie de nuevos personajes que habitan el sustrato esotérico bajo el que partía la serie a finales de los años 90, manteniendo un tono cómico con rasgos kafkianos en una sociedad que se encuentra a sí misma en las pequeñas frustraciones.
De humanis corporis fabrica (2022, Lucien Castaing-Taylor y Verena Paravel) extrae la figura cómica de la ficción anterior para documentar los distintos trabajos desempeñados en varios hospitales públicos del sistema de salud francés. Sin aplausos ni héroes visibles, casi deshumanizante, el cuerpo frente a un instrumental, frente a un sistema.
Saint Omer (2022, Alice Diop) relata los paralelismos entre una novelista y la acusada particular en un juicio a través del cual la primera es quien de entender su propia humanidad a través de la explicación de un hecho en apariencia inhumano.
The African Desperate (2022, Martine Syms) dibuja un narrador potente y vocal, centrando la primera persona como ancla frente a una sociedad fluida y fugaz, pero considerablemente funcional, de cuidados mutuos pero sin exigencias o compromisos, que se muestra más amable pero menos sólida.
Más allá del cine clásico, en los intersticios de las grandes extensiones de la Terra Incognita que supone el espacio digital, hay numerosas creaciones que invitan a la reflexión sobre nuestra relación con el medio:
La plataforma AI Lost Media desarrolló a lo largo de este año obras hechas con IA (destaca Burger Blast Ad 1995) que se inspiran en los aspectos técnicos y estéticos de otras épocas para crear un producto que se hace familiar y ajeno al mismo tiempo.
El colectivo Ontoloxías Feministas y Júlia Barbany exponen, a modo de conversación ilustrada, una reflexión mordaz sobre el ser y su extensión frente a una realidad aumentada en Egotrip.
La artista iraní Sevdaliza juega sobre la percepción corporal en su videoclip para el tema Nothing Lasts Forever, retratando su rostro (y el de artistas como Madonna o Grimes) superpuestos sobre cuerpos musculosos bajo un fondo industrial que recontextualiza al sujeto en un espacio aislado ante sí mismo.
Los Backrooms constituyen la perversión del espacio físico al ser representado. Esta serie de vídeos muestra piscinas infinitamente largas que dejan paso a pasillos de supermercados o centros comerciales abandonados, asimilando una física totalmente imposible.
Para finalizar, y en homenaje a mi ensayo publicado en esta revista, tengo que mencionar Glitch Art.br, la plataforma más relevante de la actualidad sobre la disciplina, que indexa la miasma contenida por la etiqueta de glitch art y archiva obras pensadas para una exhibición en directo de artistas alrededor del mundo.

The Kingdom. Exodus, de Lars Von Trier
Xavier Montoriol
El cine es hoy para mí un lugar mucho más vasto que hace un año. En mi primera lista para A Cuarta Parede, diez razones de esta expansión en curso:
Retrospectiva Paulo Rocha
Empecé el año con la retrospectiva de Paulo Rocha, que llegó a Barcelona de la mano de Atalante. Sigo pensando mucho en sus películas, especialmente en este extraño objeto que es A ilha dos amores (1982).
Serge Daney y Jean-Louis Schefer
Releí Persévérance, el libro-testamento en el que Serge Daney, poco antes de su muerte, revisa y condensa su pensamiento en conversación con Serge Toubiana. Es un libro inagotable al que volver una y otra vez. Daney me llevó, finalmente, a Jean-Louis Schefer: leyendo El hombre ordinario del cine, una puerta se abrió, no sé hacia dónde. Tal vez haya otros libros que logren aproximarse de esta forma al corazón misterioso de la experiencia cinematográfica, pero aún no he dado con ellos.
Gigi la legge (Alessandro Comodin, 2022)
Comodin planta la semilla del noir en el corazón de este ¿documental? protagonizado por su tío. Pude verla finalmente en el marco del Atlántida Film Fest para constatar que es uno de los estrenos más importantes de la temporada.
Retrospectiva Kinuyo Tanaka
En mayo llegó a Porto, gracias a The Stone and the Plot, la retrospectiva integral de Kinuyo Tanaka. Vi la mayor parte de sus películas en el Teatro Campo Alegre. Salía del cine hacia unas tardes cada vez más largas, el mundo parecía un lugar misterioso y bello. Empecé a pensar mucho en eso que Nathaniel Dorsky llama la experiencia post-fílmica.
Retrospectiva Maurice Pialat
El verano empezó con la retrospectiva de Maurice Pialat en el cine Trindade de la mano de Medeia Filmes. Claro que es fácil que todas tus ideas acerca del cine se vean sacudidas cuando, por lo que sea, nunca habías visto una de Pialat…
L’auberge rouge (Jean Epstein, 1923)
En junio fui por primera vez a Il Cinema Ritrovato. Nunca olvidaré las proyecciones en 35 mm de The Woman on the Beach (Renoir), City Streets (Mamoulian) o Crossroads (Kinugasa); pero la experiencia más arrebatadora fue la nueva restauración de L’auberge rouge, el primer largo dirigido en solitario por Jean Epstein hace exactamente un siglo.
Le p’tit Parigot (René Le Somptier, 1926)
También fue mi primera vez en el festival de cine mudo de Pordenone. A primera hora de la mañana, por mucho que insistiera el sueño, siempre había algo mejor que hacer: el día empezaba con un capítulo de Le p’tit Parigot, un serial delirante que parece una parodia de las intrigas de Feuillade. Así descubrí al grandísimo Georges Biscot.
Una sesión doble bajo el auspicio de Bénard da Costa
Empecé a leer las hojas de sala de João Bénard da Costa, que escribió sobre el cine con una pasión inigualable y un conocimiento enciclopédico. En los sótanos de una gran biblioteca di con un catálogo llamado Como o cinema era belo y vi que, años atrás, en un domingo 5 de noviembre, se había proyectado en la Gulbenkian una sesión doble de Some came running (Minnelli, 1958) y Splendor in the grass (Kazan, 1961). El calendario marcaba exactamente la misma fecha, así que decidí reproducir el evento en casa. La fuerza de ambas películas desbordó la pequeña pantalla de mi portátil, esa noche me costó dormir.
Les naufragés de l’île de la Tortue (Jacques Rozier, 1976)
Nueva restauración. La vi primero en casa y, unos días después, de nuevo en el cine Batalha durante el Porto/Post/Doc. Pasamos días enteros hablando de esta película, creo que llegamos a inventarnos cosas que ni siquiera suceden. Ojalá poder dedicarle tanto tiempo a tantas películas que lo merecen.
Chantal Akerman: News from home (1977) + D’Est (1993)
Una la vi en el marco del Play-Doc, la otra en el Porto/Post/Doc. De abril a noviembre, las películas hablan entre ellas. Atravesadas por esos larguísimos travellings en transformación constante, ambas se cuentan entre las proyecciones de este 2023 que no olvidaré fácilmente.

A ilha dos amores, Paulo Rocha
Víctor Navarro Remesal
En medio de superproducciones de más de 200 millones de dólares que fracasan en taquilla, miles de despidos en el videojuego, plataformas que retiran sus producciones y otros desastres, 2023 ha traído algunas cosas buenas:
- Past Lives (Celine Song). Posiblemente, mi película favorita del año. Un relato maduro y complejo en el que no hay salidas fáciles. Quizá solo la maravillosa The Holdovers (el regreso de Alexander Payne, que aquí llegará el 3 de enero) ha tenido en 2023 personajes tan sólidos y memorables.
- Hundreds of Beavers (Mike Cheslik). ¿La película más experimental en años? Slapstick clásico, Looney Tunes y lógica de videojuego en una comedia muda en blanco y negro que fue mi favorita de Sitges.
- Cunk on Earth (Charlie Brooker). La comedia televisiva ha seguido fortísima en 2023 con nueva temporada de I Think You Should Leave y nueva serie de Aunty Donna (Aunty Donna’s Coffee Café). De todas las novedades, el acontecimiento para mí ha sido lo nuevo de la serie Cunk on…, una parodia de los documentales de la BBC en la que Diane Morgan interpreta a Philomena Cunk, una idiota que es puro espíritu de nuestros tiempos. Su estreno en Netflix ha permitido que mucha gente descubra a Cunk y se atragante de tanto reír.
- Storyteller (Daniel Benmergui). Quizá, mi juego del año: un puzle narrativo en el que hemos de manipular estructuras clásicas y arquetipos para formar historias que es, además, un excelente juego cómico.
- Tres formas alternativas de jugar: Playdate, Evercade y PSVR2. Playdate es una pequeña consola lo-fi con una pantalla en blanco y negro y una palanca como control, con un catálogo de juegos experimental, imaginativo y accesible que se ha elegido a mano. Evercade es una portátil dedicada al videojuego retro, con una curaduría estupenda que combina preservación y disfrute. PSVR2 es una máquina de realidad virtual en alta definición con la que he podido perderme en Moss: Book II, Humanity, Synth Riders, Resident Evil Village o Resident Evil 4. Juntas, estas plataformas demuestran que se puede ser feliz con el videojuego, aunque el mainstream y su sobredesarrollo te agoten.
- Saben aquell (David Trueba). Si el biopic es difícil, el biopic de cómicos y humoristas es casi imposible. Saben aquell se une a la lista de pequeños milagros como Man on the Moon, Stan & Ollie y Lenny que consiguen sacarlo adelante. Mi película española favorita del año, y en muchos años.
- Los reestrenos en salas. Este año pude ver por primera vez en pantalla grande After Hours, mi favorita de Scorsese, e Historia de un vecindario, que ha sido, además, la primera vez que he podido ver en cine a mi director favorito, Yasujirô Ozu. Más reestrenos así, por favor.
- The Makanai. Hirokazu Kore-eda ha tenido un año de lujo: antes de estrenar la fantástica Monster, empezó el año con una serie adorable, amable e hipnótica que provoca ganas de mudarse al Kyoto contemporáneo.
- Las tempestálidas. La última novela de Georgi Gospodinov se ha traducido con un nombre extraño que esconde su concepto central, unos “cronorrefugios” que se expanden como una pandemia por una Europa vieja obsesionada con volver al pasado. Mi novedad literaria del año.
- El excelente año, un año más, que ha tenido la animación. La europea ha brillado con En nombre de la tierra, Robot Dreams y Mars Express, el entretenimiento americano nos ha dejado caramelos como Teenage Mutant Ninja Turtles: Mutant Mayhem y en series hemos podido ver, ¡por fin!, la adaptación a anime de Pluto, de Naoki Urasawa, un proyecto largamente esperado que ha estado a la altura de su potencial.

Past Lives, Celine Song
Nacho Ozores
Aquí mis recomendaciones de proyectos culturales que he descubierto este 2023 y que me han hecho mucho bien. ¡Que viva el cine, el arte, la cultura y los que la hacen posible!
Una película: El sol del futuro, de Nanni Moretti, por su sencillez, humor, libertad creativa y por las necesarias verdades que suelta. No pensé que fuese a ser una peli tan curativa, pero esa secuencia del protagonista girando y girando con la música de Battiato rodeado de su equipo… aiiis, me pilló desprevenido y un par de lágrimas sorprendieron a mi mejilla.
Otra película (¿por qué no?): Las ocho montañas, de Felix Van Groeningen y Charlotte Vandermeersch. Uff, esta también supo tocar la tecla. Por lo bien que muestra el paso del tiempo en la relación de amistad entre dos niños que crecen y a lo largo de los años, la vida los convierte en hombres que tienen que lidiar con los conflictos de su entorno que, poco a poco, los reconectan de nuevo con ellos mismos.
Un libro: Buda Blues, del colombiano Mario Mendoza. Es del 2010, pero me topé con él hace unos meses y me atrapó lo que cuenta y la forma en la que está escrito, a través de 3 cartas entre dos amigos que hace tiempo que no se ven. ¡Menudo viaje! Gracias a quien me lo recomendó por descubrirme a este autor, solo diré: “Parce, qué chimba de libro.”
Otro libro (Je je): El hombre duplicado, de José Saramago. Esa escapada a Lisboa que hice con mis padres en verano me dio muchas cosas buenas, entre ellas volver a enamorarme de la lectura de este hombre. Llevaba años con ganas de leer este libro después de haber sabido de su existencia gracias a la película de Denis Villeneuve, Enemy. Pues lo devoré. Me maravilló su narrativa, lo libre que es, se percibe lo bien que se lo está pasando Saramago mientras escribe y no quiero olvidarme de la importancia que eso tiene o debería tener. (Por cierto, después de leerlo me volví a ver la película de Villeneuve y años después por fin la comprendí, ahora me gusta más).
Una serie: How to with John Wilson, de John Wilson, por supuesto. No sé cómo no la había visto antes, pero qué maravilla, una joya documental que te hace adorar a su creador y querer abrazarlo.
Un creador de contenido online: El youtuber Atherion, por sus reflexiones y por recordar que hace falta muy poco para poder transmitir mucho.
Un grupo: Los Hermanos Gutiérrez. Llevo años escuchándolos, pero en este 2023 esas guitarras me han generado mucha calma.
Y… venga, otra peli, que no se diga: Sundown, del mexicano Michel Franco. A pesar de la dureza narrativa a la que nos tiene acostumbrados, yéndose siempre a la esencia de cada secuencia, enmarcando el tiempo con planos fijos que te tienen en vilo sabiendo que algo va a pasar, es capaz de contrastarlo con la belleza de lo que está mostrando. Fue una película que me resonó mucho, que me reafirmó en la manera de hacer cine y que me tuvo semanas dándole vueltas a la manera de entender la vida, la muerte y la relación con las personas que te rodean.
Sí, creo que es un buen resumen de gustos de este año. ¡Ojalá también os toquen tanto como a mí, disfrutadlos!

El sol del futuro, de Nanni Moretti
Víctor Paz
Destaques del 2023 (con enlace a alguna crítica)
En 2023 Lois Patiño extendió las posibilidades de lo que entendemos por cine con Samsara, una indagación formal y espiritual en la que nos invita a cerrar los ojos para reaprender a ver. Cerrar los ojos es el título literal de lo último de Víctor Erice, destacada reflexión sobre la (des)memoria. De desenterrar episodios históricos silenciados con rigor sabe algo Martin Scorsese. Killers of the Flower Moon restituye justicia para la nación nativoamericana Osage, como lo hace Wang Bing para los represaliados de la Revolución Cultural en Man in Black, en la que sustituye el habitual tono observacional por el performático con resultados sorprendentes. Alexander Payne, en la muy divertida The Holdovers, también mira al curso de 1970-1971 en una cinta que parece con todo atemporal, más interesada en indagar en las diferencias de clase aún hoy presentes —o incluso más acentuadas— en su país que en volver atrás la mirada sobre ese año concreto. En un tono más lúdico, entre los veteranos destaca además Christian Petzold con Roter Himmel, una deliciosa comedia romántica como pocas se ven.
Entre las generaciones más jóvenes, asistimos este año a la consagración de dos cineastas esenciales en el cine contemporáneo: Justine Triet y Alice Rohrwacher entregan con Anatomie d’une chute y La Chimera, respectivamente, sus mejores obras (maestras). Cerrando con dos clásicos, quizás no tan conocidos, quedé asombrado con todo en general, pero en particular con el color de Yoru no kawa (Yoshimura Kôzaburô, 1956), para mí a la altura de los trabajos de Jack Cardiff con The Archers. Uno de ellos, Michael Powell, está de 100.º aniversario y el BFI está organizando un completo homenaje con exposición, publicación y nuevas restauraciones. The Edge of the World (1937) no es una de ellas, pero yo tuve igualmente la oportunidad de descubrirla este año en una copia en 35 mm del archivo británico. Como Powell recoge cierta tradición del cine silencioso y lo convierte en algo modernísimo, que aún hoy quita el aliento, es de aplaudir.

Samsara, de Lois Patiño
Jorge Pérez
- All The Beauty And The Bloodshed (Laura Poitras, 2022)
- No Bears (Jafar Panahi, 2022)
- Infinity Pool (Brandon Cronenberg, 2023)
- The Banshees Of Inisherin (Martin Mcdonagh, 2022)
- Babylon (Damien Chazelle, 2022)
- Decision To Leave (Park Chan-Wook, 2022)
- Fumer Fair Tousser (Quentin Dupieux, 2022)
- Air (Ben Affleck, 2023)
- Mission Impossible. Dead Reckoning Part I. (Christopher Mcquarrie, 2023)
- Guardians Of The Galaxy Vol. III (James Gunn, 2023)
TV:
South Park. Joining The Panderverse (Trey Parker & Matt Stone, 2023)
Robodoc: The Creation of Robocop (Eastwood Allen & Chris Griffiths, 2023)
Killing It (Dan Goor & Luke Del Tredici)
Jury Duty (Gene Stupnitsky & Lee Eisenberg, 2023)
Paul T. Goldman (Jason Woliner), 2023
The Curse (Nathan Fielder & Benny Safdie, 2023)
Un año marcado por un mundo profundamente polarizado nos trajo algunas obras que también han extremado en exceso las opiniones: cintas arriesgadas sin término medio como Babylon, Beau is Afraid, Infinity Pool (cine sobre clase que deja a la altura del betún el horrible y snob cine de Ruben Östlund) o la última y descacharrante locura de Quentin Dupieux que dinamita nada más y nada menos que un cine de superhéroes en franca decadencia. En el otro extremo del espectro encontramos películas tan redondas y equilibradas como Air, The Banshees of Inisherin y, sobre todo, la perfección narrativa y hemorragia creativa de un Park Chan-wook en estado de gracia.
La temporada nos trajo también un excelente y reflexivo Wes Anderson, las dionisíacas Sisu, Renfield y las magníficas obras de madurez de veteranos como Paul Schrader y Trey Parker. Y no puedo olvidar las obras que más me han emocionado este año: el extraordinario documental All the Beauty and the Bloodshed, que a través de la epidemia de la adicción a los opiáceos radiografía la escena underground ochentera de Nueva York, y la confirmación de James Gunn como mayor autor pop de la actualidad en una Guardians of the Galaxy: Vol III soberbia.
Front runners:
Beef (Lee Sung Jin, 2023), Beau is Afraid (Ari Aster, 2023), Renfield (Chris Mckay, 2023), Sisu (Jalmari Helander, 2023), Dungeons & Dragons: Honor Among Thieves (John Francis Daley y Jonathan Goldstein), Master Gardener (Paul Schrader, 2022), Asteroid City (Wes Anderson, 2023), Spiderman: Across the Spiderverse (Joaquim Dos Santos, Kemp Powers y Justin K. Thompson, 2023).

All The Beauty And The Bloodshed, de Laura Poitras
Marta Pérez Pereiro
Trenque Lauquen (Laura Citarella, 2022) fue el film con el que más disfruté este 2023, con enorme diferencia sobre el resto. No esperaba coincidir con Cahiers du cinema en este juicio, pero me alegró mucho que lo escogieran como el mejor del año. Un guion que te lleva por caminos inesperados por los que hay que dejarse ir, aunque puedas soltarte de la mano de las Lauras guionistas, Citarella y Paredes, para explorar por donde quieras su mundo.
Si mi favorita absoluta fue aclamada por la crítica, no puede decirse exactamente lo mismo de O corno (Jaione Camborda, 2023) que ganó en San Sebastián y después fue olvidada en todos los premios del ámbito español (ya sé que los premios no son exactamente crítica, pero para el caso). No nos importa, porque O corno es un film magnético, en el que Camborda confirma la transición del foco del cine gallego del paisaje a los cuerpos, que la cámara retrata con una intimidad que casi hace apartar con pudor la mirada.
Dudo, a partir de ahora, del orden en el que pongo los títulos, así que este texto no debe entenderse como un podio o un clickbait de las 10 mejores películas del año. También conviene decir que hay ausencias importantes, porque no pude ver Anatomía dunha caída, Fallen Leaves, La Quimera o Aftersun , que seguramente, de haberlas visto, podrían estar aquí recogidas.
Pensé de la mano de Paul B. Preciado con Orlando, mi biografía política (2023) y me emocioné (lloré muchísimo, hay que decirlo) con 20.000 especies de abejas (Estibaliz Urresola, 2023), de nuevo los cuerpos en el foco, cuerpos que importan, como diría Judith Butler, y que libran una batalla esencial para la libertad en estos años turbios.
Fui víctima de un hype, y llevé una prenda fucsia al cine, para ver Barbie (Greta Gerwig, 2023). Ya sabemos que representa todo lo más perverso del capitalismo, que es un feminismo en el que empoderarse tiene más que ver con ganar dinero que con crear una sociedad más justa, pero en sus contradicciones reside lo más interesante del cine. Y cómo nos reímos. Hi Barbie!
Por seguir en una línea technicolor, vi un clásico que tenía pendiente, Brigadoon (Vincent Minelli, 1954). No soy muy fan de los musicales porque las interrupciones de las canciones y coreografías me cansan bastante, pero como es todo tan lisérgico en este filme, la entrada de la música parece que es consubstancial a lo que pasa en ella.
Tres thrillers muy distintos entre sí que me parecieron especialmente vibrantes son Holy Spider (Ali Abbasi, 2022), How to Blow Up a Pipeline (Daniel Goldhaber, 2022) y Decision to Leave (Park Chan-wook, 2022). De la primera me gustó sobre todo la oscuridad y la protagonista; de la segunda, que argumento y modelo de producción recuperan un cine de guerrilla para enfrentarse a la emergencia climática; de Decision to Leave, la atmósfera envolvente que solo Park Chan-wook puede crear en sus películas.
Termino con El juicio (Ulises de la Orden, 2023), un documental desolador, que vi en pedazos a lo largo de una semana, incapaz de aguantar los testimonios de las personas que habían perdido a sus seres queridos durante la dictadura militar argentina.

Trenque Lauquen, de Laura Citarella
Daniel Ribas
Las imágenes, en 2023, quedaron marcadas por el terrible genocidio en curso en la Franja de Gaza. ¿Podremos superar ese horror? La lista que sigue es una lista compuesta por películas y series —vistas en festivales, en el cine, en la televisión— que marcan mi tiempo, nuestro tiempo. Son propuestas que nos interpelan por el continuo flujo del mundo —un flujo interminable, que nos conduce al cansancio—. ¿Qué hacer cuando todo a nuestro alrededor nos falla?
(Orden alfabético)
Critical Zone, Ali Ahmadzadeh (2023)
De Humani Corporis Fabrica, Lucien Castaing-Taylor, Véréna Paravel (2022)
El Auge del Humano 3, Eduardo Williams (2023)
Here, Bas Devos (2023)
How to John Wilson S3.E6 – How to Track Your Package, John Wilson (2023)
Mal Viver, João Canijo (2023)
Retratos Fantasma, Kleber Mendonça Filho (2023)
Saint Omer, Alice Diop (2022)
Showing Up, Kelly Reichardt (2022)
Sucession S4.E3 – Connor’s Wedding, Mark Mylod, Jesse Armstrong (2023)

Critical Zone, de Ali Ahmadzadeh
Brais Romero
Otro año más, me enfrento a esta lista sin saber exactamente qué poner en ella. Así que me lanzo directamente al folio en blanco, sin intención de revisar el texto, excepto la lógica revisión ortográfica.
Intento sacar de memoria títulos de mi cabeza y pienso en series como We Own This City, Succession o Jury Duty, películas como My Own Private Idaho o videojuegos como Disco Elysium – The Final Cut. Soy consciente de que lo que cito son obras con poca actualidad, pero esto responde a una firme intención de huir del hype tan propulsado por las redes sociales y también la crítica. Si una película es realmente una obra maestra, puede esperar unos meses a que la vea. Quizá no es el argumento más lógico para alguien que se dedica a este sector, pero es lo que me reconectó con esa sensación al ver cine que llamamos placer.
Quiero terminar este pequeño repaso a mi 2023 destacando no algo audiovisual, sino algo escrito. Es el Diario de dúas casas de María Villamarín. Cogí el libro en un viaje de tren de vuelta a Galicia y, en menos de la mitad del viaje, ya lo había devorado. Un diario que recoge las contradicciones que tenemos con nuestro hogar cuando dejamos de vivir en él pero que, a la vez, no deja de transmitir esa sensación de calor que se siente cuando se está cerca de la chimenea de casa.

Jury Duty, de Lee Eisenberg & Gene Stupnitsky
Manel Sá
- Trenque Lauquen, Partes 1 y 2 (Laura Citarella). Laura Citarella hace una película simultáneamente leve y profunda. La imprevisibilidad narrativa y el ritmo dramatúrgico nos llevan de la mano. Una película feliz por ser película.
- Full Circle (Steven Soderbergh). Experimental y mainstream, ¡una serie americana con clases sociales! De los clásicos, solo Soderbergh hace televisión tan buena sin que sintamos ningún luto por el cine.
- Pass ton bac d’abord (Maurice Pialat). Estaba indeciso entre este y A nos amours, pero la belleza fulgurante de Sandrinne Bonnaire y la intensidad de aquellos dos famosos improvisados, me hacen olvidar el resto de la película. Pass ton bac d’abord, película libre, ejemplo máximo del raccord emocional de Pialat.
- Dar Ghorbat (Sohrab Shahid Saless). La mayor revelación del año para mí, el descubrimiento de un realizador mayor.
- Je, Tu, Il, Elle (Chantal Akerman). Una película de una libertad y un coraje envidiables.
- Morte de uma Cidade (João Rosas). Un documental que trata tanto sobre lo que está delante de la cámara como sobre un autodescubrimiento del realizador. Una película por encima de todo sobre el otro y el descubrimiento de la empatía.
- Chibusa yo eien nare (Kinuyo Tanaka). Un melodrama con un corazón enorme como ya no se hacen.
- Cerrar los Ojos (Victor Erice). No es una bellísima película y el montaje en esteroides no ayuda, pero es una voz con poesía que ya hacía falta.
- Saint Omer (Alice Diop). Una de aquellas películas de puerta entreabierta que nos deja imaginar.
- El cine 5 (Elisa Cepedal). El cine como artesanía, el montaje como cuestionamiento de la imagen.

Full Circle, de Steven Soderbergh
Jesús Silva Vilas
– En el 2023 tuve la oportunidad de saldar cuentas con varios títulos pendientes del año pasado, que se convirtieron inmediatamente en algunas de las experiencias cinematográficas más memorables de los últimos tiempos. Hablo de auténticos monumentos como Pacifiction (Albert Serra, 2022), Saint Omer (Alice Diop, 2022) o Godland (Hlynur Pálmason, 2022).
– A pesar de las múltiples ausencias, la inabarcable producción de este año se reveló como una de las cosechas más sólidas que recuerdo. Sin orden específico, algunos títulos que me conmovieron y sacudieron profundamente: Anatomía de una caída (Justine Triet, 2023), La Bête (Bertrand Bonello, 2023), Evil Does Not Exist (Ryûsuke Hamaguchi, 2023), La Chimera (Alice Rohrwacher, 2023), Fallen Leaves (Aki Kaurismäki, 2023), Poor Things (Yorgos Lanthimos, 2023), Passages (Ira Sachs, 2023), The Teacher’s Lounge (Iker Catak, 2023), 20.000 especies de abejas (Estibaliz Urresola, 2023)… Reconozco que no acabé de conectar con Afire (Christian Petzold, 2023), pero desde entonces los Wallners pasaron a formar parte de la banda sonora de este año.
– El cine gallego merece una mención especial en un año histórico: el éxito sin precedentes de O corno (Jaione Camborda, 2023), el viaje radical de Samsara (Lois Patiño, 2023) o la rabia transformadora de Matria (Álvaro Gago, 2023) son tres hitos por los que estar verdaderamente agradecidos.
– Fue un placer disfrutar de títulos como Saute ma ville (1968), Je, tu, il, elle (1974) o News from home (1976) en la pantalla grande, gracias al ciclo de Chantal Akerman organizado por NUMAX en colaboración con Filmin, así como descubrir cuatro de sus cortometrajes inéditos proyectados este año en el Festival Play-Doc.
– En cuanto a los nuevos espacios descubiertos en este 2023, un par de experiencias a destacar: la proyección de O río do ouro (Paulo Rocha, 1998) en la Filmoteca de Valencia, donde dedicaron una retrospectiva al cineasta portugués; gozar de Bellísima (Luchino Visconti, 1951), y de la presencia inmortal de Anna Magnani, en la Piazza Maggiore de Bolonia en mi primera visita a Il Cinema Ritrovato, o las calurosas noches de verano en el teatro al aire libre de Palić…
– Solo puedo sentirme profundamente agradecido por tener el privilegio de presentar ante el público de Outes cortometrajes indispensables que abordan problemas de nuestro tiempo y nuestra relación con el medio como Squid Fleet (Will N. Miller, Ed Ou, 2023), Haulout (Maxim Arbugaev, Evgenia Arbugaeva, 2022), L’effort des hommes (Jean-Gabriel Périot, 2022) o Aralkum (Mila Zhluktenko, Daniel Asadi Faezi, 2022), como parte de la programación de la Mostra Mares da Fin do Mundo.
– Participar como Jurado de la Crítica en la última edición de Novos Cinemas fue sin duda la mejor forma de despedir el año. Entre toda la estimulante y comprometida selección, debo destacar dos títulos que me golpearon como auténticas revelaciones: An Evening Song (Graham Swon, 2023) y The Wild Duck (Nadja Ericsson, 2023), por su forma de expandir el lenguaje y los géneros, bebiendo de lo literario para sublimar lo cinematográfico.
– El podcast volvió a ser el formato que ocupó la mayor parte de mis horas de vigilia “no productivas”. Entre todos los que sigo con devoción, me gustaría recomendar algunos “rincones terapéuticos” como Las hijas de Felipe, Quieto todo el mundo, los demasiado escasos episodios de La mirada encendida o el inestimable trabajo de Karina Longworth en You Must Remember This.
– Con mucha diferencia, los dos discos que más sonaron en mi Spotify durante los últimos 12 meses fueron Cabalgata, de Ataque Escampe, y Cracker Island, de Gorillaz.
– No puedo terminar sin mencionar la breve interacción que mantuve con Béla Tarr durante los European Film Awards, ante quien solo pude balbucear y encogerme con reverencia, como enfrentado a la mirada insondable de una ballena gigante.

La Bête, de Bertrand Bonello
Víctor Soho
El año a nivel cinematográfico comenzaba con una tristeza personal, una verdad con la que partía y que sabía que solo me quedaba aceptar desde la resignación. Este año no había nueva entrega del Avatar de James Cameron. Desolador. También partía con una alegría: solo queda un año para tener Avatar 3 (porque Dios aprieta, pero no ahoga). Esa era la base sobre la que cimentaría mi 2023 artístico, todo lo demás fueron sorpresas a mayores. Quería recomendar un poco de todo, porque luego me quedo con ganas de hablar de videojuegos o de música o de cualquier cosa. Como lo que me mola de esto es descubrir cosas nuevas, voy a hablar de un par de novedades que, hasta donde yo sé, no mucha gente conoce, con la esperanza de despertar curiosidad y reivindicar pequeñas cosas que me hicieron sentir vivo y apasionado de nuevo, en el período bastante apático que me tocó vivir estos doce meses conocidos como 2023 (en fin, la vida, como cansa en una mala época). No son favoritas per se, sino más bien un greatest hits de obras que considero altamente basadas, extremas, con un potencial político evidente y que movieron las emociones por las que sigo interesado por el arte pese a todo.
He Thought He Died (Isiah Medina, 2023) / Largometraje
Hace unos meses leí el famoso artículo de Hari Kunzru en The Guardian sobre el artista Damien Hirst. En él escribe: “Esto ya no es arte que exista en un mercado, o que vaya sobre el mercado. Esto es arte que es mercado, una serie de gestos que solo, o principalmente, existen para capturar y presentar un valor financiero”. El artículo está escrito hace una década, esta tendencia se vio especialmente intensificada hace unos años con los NFTs, cuya caída en desgracia es más que sonora en 2023, pero no por eso para la motivación ontológica del capital para que esto exista así: la fechitización de la mercancía. Remontándome más atrás, a inicios de mis estudios de cine, recuerdo hablar a menudo con mi compañero de piso del concepto “museo mausoleo”, la idea del museo como cementerio de la creación artística, donde van a morir las piezas que han perdido su valor disruptivo y que son almacenadas o, con suerte, expuestas en una infinita colección asimilada por las socialdemocracias del mundo entero. La última obra de Medina es un film de atracos, sobre un artista que pretende robar su propia obra de un museo, mientras une directore de cine está haciendo una serie de grabaciones para su siguiente proyecto. En realidad, se trata de una obra de resistencia, de un grupo de artistas intentando sobrevivir a la asimilación institucional de las democracias burguesas, al mismo tiempo que se ven ahogados por los procesos de especulación del mercado del arte. Muches artistas llorones de la pequeña burguesía de las capitales hablan de su situación precaria para hacer arte, pero Medina no tiende a victimismos, sino a una posición de lucha. No habla de precariedad, sino de proletariado. Sobre todo, no se contenta con ser exhibido, exige los medios de producción y distribución de su trabajo. Como las grandes historias de atracos, parece una misión imposible, pero ahí están esas narraciones para demostrarnos una y otra vez cómo romper las apariencias de lo imposible. Siempre es una alegría ver a Medina luchando y resistiendo por las cosas que valen la pena.
The Whaler (Home Is Where, 2023) / Disco
Vivo obsesionado con el siglo XXI, casi tanto como vivo obsesionado con el terrorismo. No es sorprendente que, por lo tanto, una parte de mi cerebro esté reservado para el 11S. Mientras el cine popular después de ese período intentó reproducir la paranoia, el terror, la sociedad de control y la digitalización armamentística, la mayor parte de la música se presentó o ignorándolo en un hedonismo desenfrenado precrisis del 2008 o, por el contrario, con una tristeza y melancolía solemnes demasiado reverenciales con los Estados Unidos de América. The Whaler es de las obras más post-11S, no tanto por ser posterior al conflicto, como, justamente, por no poder superarlo. La media hora que dura el disco presenta un bucle temporal donde cada día vuelve a ser el 11S, la sociedad es incapaz de avanzar y todos los días se repite una y otra vez el horror. No hay solemnidad, es puro punk, una angustia adolescente irascible y decepcionada, poco virtuosa, malamente articulada sobre una situación normalizadamente insoportable. Uno no se acostumbra al dolor haciéndolo desaparecer, sino aprendiendo a convivir con él. No hay resiliencia, no se supera el trauma, solo deja de comentarse. En un momento llegan a decir “Dios está en el / Cielo / donde está / a salvo de nosotros”. Una letra muy tryhard, sin duda. Me parece difícilmente asumible que alguien pueda pensar algo tan terrible de nuestra especie, una simpleza misántropa tan enfermiza. Esa pose edgy, más que crearme rechazo, me genera una enorme sensación de simpatía, porque también yo digo cosas que no pienso cuando soy incapaz de articular lo que siento. Puedo entender lo que supone vivir todos los días en el 11S, tampoco sé articularlo. Me gusta que la obra se explique mejor cuando es incapaz de explicarse, cuando resulta más excesiva e infantil y no puede asumir los problemas para hablarlos con calma. En esa apertura existe todo el poder incomunicador de la angustia.
TRAUMAKT~4.SEXE (communistsister, queenjazz, DOMINOCLUB, 2023) / Videojuego
La gente que graba sexo en el cine lo hace como si fuera cura. Si es Hollywood, porque es incapaz de mostrarlo, teniendo un pudor ultraconservador ridículo; en el cine europeo, porque tiende a ser violento casi como castigo (en gran parte por misoginia, en otra por su incapacidad de pensar el sexo de otra forma que no sea en negativo). Traumakt-4.Sexe está más cerca del segundo, ya que continúa la narrativa cristiana del demonio que posee a una mujer para llevarla al territorio hipersexual del satanismo, pero la relación parece más compleja en este caso. El sexo está problematizado, no necesariamente castigado, su mirada es porno-obsesiva en la creación de fantasías sexuales, misógina, pervertida y cosificadora; pero, cuando tiene la posibilidad de no serlo, cuando la fantasía rompe el juego y las estructuras que lo cimientan, esa fantasía tiene una capacidad liberadora, un poder disruptivo contra las miradas conservadoras que comentaba al inicio. El trabajo sexual está expuesto como trabajo, lo politiza sin banquearlo, sin caer en putofobias que criminalicen a las trabajadoras sexuales. Todo lo creepy que puede llegar a ser su perversión, también puede encontrar tendencias liberadoras. El juego con el espectador es violento, la tendencia a incomodar, tanto moral como en la propia sensación de juego. Su diseño de niveles y el movimiento del personaje son grotescos y ortopédicos, su imagen feísta y pobre, y el sonido irritante y agotador. Uno se siente retado a entrar en esos ciclos destructivos de la perversión, porque dentro de lo desagradable y lo sucio, acogemos distancia suficiente para analizar por qué ese rechazo existe, dónde lo creamos y cuánto de valioso o conservador es mantenerlo. En la mayor parte de las obras que buscan este impacto me encuentro, por lo general, aburrido, porque la provocación tiene sus propias tendencias y modas y continuarlas resulta, justamente, poco provocador. En este caso, el juego porno-obsesivo satánico digital de bucles sexuales y violentos consiguió que las imágenes de la perversión permanecieran conmigo de una manera más profunda.
Una mujer y la guerra (Yoko Kondo, 2012, 2023 en castellano) / Cómic
Gran parte de la búsqueda por el impacto en el cine y en el cómic vienen de un esfuerzo por la violencia en la imagen (en el mejor de los casos, un gore muy divertido, en el peor es sensacionalismo vestido de cultura). Encuentro estas formas, por lo general, poco estimulantes a cualquier nivel, además de políticamente inanes. En el caso de Una mujer y la guerra, la violencia no viene de la imagen, sino de una inversión de la cuestión del placer. Una mujer es incapaz de sentir excitación, salvo si es por la guerra, por su destrucción, por su fuego, por su horror y por su hambre. La perversión no está en una libido excesiva, sino en un cuestionamiento de lo que entendemos por deseo aplicado a lo más indeseable posible. No es que exista un punto liminar, fronterizo, entre el placer y el dolor, sino que el dolor se vuelve única causa de placer. En esta perturbación de los sistemas eróticos, la obra se presenta como un objeto muy fascinante y límite para pensar el trabajo sexual, la misoginia, la guerra y la identidad cultural japonesa.
Espacio negativo (B.R. Yeager, 2020, 2023 en castellano) / Libro
Me gusta mucho de We’re All Going to the World’s Fair, el debut de Jane Schoenbrum de 2021, cómo invierte el tópico de que Internet es una sobreestimulación hiperactiva cuando, en mi experiencia, esa sobreestimulación es profundamente anestesiante. He pasado tanto tiempo en TikTok que mi cuerpo se encuentra cansado, me levanto levemente mareado y con dolor de cabeza. Ese scroll infinito puede sentirse como una experiencia de intensidad frenética, pero en el fondo es estar atente a un punto fijo, sentado, durante horas, consumiendo contenido hasta la extenuación, en un proceso parecido a la hipnosis. Estar en línea es maravilloso, estar crónicamente en línea puede llegar a neutralizarte como persona. Con todo, nunca acabará tanto contigo y con tu fuerza de vivir como el sistema educativo, ni como el trabajo, ni como no tener trabajo, ni como sacar malas notas y que los cerdos del sistema educativo conocidos como “profes” digan que no vales nada. Espacio negativo recoge el tópico de la fascinación por el humano idealizado cerca de lo sobrenatural, la persona que puede abrirte la entrada a un mundo más intenso que aquel que conocemos, pero articulado desde un retrato de la apatía, del proletariado juvenil, de las percepciones alteradas de las drogas y de todas las formas de violencia que se ejercen cuando vives en la periferia (un extrarradio que es, al mismo tiempo, urbano y social). Ese malditismo decimonónico, del fumador de opio y la fascinación por la perversión sexual, encuentra un aliado natural en las formas de horror cósmico, de alteración perceptiva por nuevos descubrimientos o sustancias aditivas. Muy cerca de Fisher en el hedonismo depresivo y el trabajo sobre lo raro como elemento disruptor de la realidad, muy cerca de Korine en el retrato de la exclusión y la fascinación cultural que puede crearse sobre ella. No recuerdo quién está editando la colección de Caja Negra que contiene este libro, pero considero a esa gente mis San Pablos particulares. Nada malo leí ahí.
La muerte de Unabomber (Theodore Kaczynski, 2023) / Suceso histórico
Un conservador reaccionario, anticapitalista de derechas, absolutamente despreciable por cosas ajenas a aquellas por las que fue juzgado. También un hombre muy romantizable. Descansa en paz, camarada, una lástima que hayas sido juzgado por terrorista y no por homófobo.
Dejo también una lista de diez obras cinematográficas producidas en 2023 y que son poco conocidas, confiando en que anime a alguien a verlas. El resultado acabó así:
Île de beauté (Ange Leccia, Dominique Gonzalez-Foerster, 1996)
Don’t Look Up (Hideo Nakata, 1996)
Memory of Seaside (Mikio Yamazaki, 1982)
Turtle Vision (Hisayasu Satô, 1991)
Le Horla (Jean-Daniel Pollet, 1966)
The Big Road (Sun Yu, 1935)
Street Angel (Muzhi Yuan, 1937)
The Enchanting Shadow (Li Han-Hsiang, 1960)
Massage the History (Cameron Jamie, 2009)
Human Being (Ibrahim Shaddad, 1994)
A ver que nos espera en el 2024.
Yo confío en que seré más feliz, confío en que Avatar 3 saldrá a finales de año, Doctor Who volvió más chad que nunca y confío en la destrucción absoluta del PSOE. En esto último un poco menos, pero sería lo que más feliz me haría por mucho.

He Thought He Died, de Isiah Medina
Cibrán Tenreiro
Kuolleet Lehdet (Aki Kaurismäki, 2023)
No me gusta conducir (Borja Cobeaga, 2022)
Barbie (Greta Gerwig, 2023)
The Master Gardener (Paul Schrader, 2023)
Il sol dell’avvenire (Nanni Moretti, 2023)
News From Home (Chantal Akerman, 1976)
Assault on Precinct 13 (John Carpenter, 1976)
Bound (Lilly e Lana Wachowski, 1996)
Fogo fatuo (Joao Pedro Rodrigues, 2023)
Minhameninha (Helena González Rubianes, 2022)
Cada año es un poco distinto, pero mi vida tampoco cambia mucho: para mí lo más importante de la cultura es que crea una sensación de acompañamiento (y, por lo tanto, acompaña). Las películas (y los libros, y las canciones, y el resto) me hacen sentir que no estoy solo, a veces porque hablan de aquellas cosas que siento (y que a veces no sabía que sentía) y otras veces porque las comparto con gente a la que quiero. Me gustaría escribir algo menos evidente y más revelador, pero es que no hay más (ni menos), así que simplemente quiero hacer un pequeño apunte de las cosas que más me acompañaron este año.
Este año sacamos el carné Marta, Meri y yo, y probablemente pase un tiempo mezclando ese recuerdo con el de ver la serie No me gusta conducir. Como pasé tiempo pensando en vehículos y velocidad, me gustaron también mucho Nan Fang Che Zhan De Ju Hui y Speed Racer. De las Wachowski también vi Bound (1996), al hilo de la escucha de las últimas temporadas del podcast You Must Remember This, que conduce Karina Longworth y que es para mí un ejemplo estupendo de cómo pensar y contar el cine: a partes más o menos iguales desde lo personal, lo político, lo artístico y lo económico.
Y pensando precisamente en la parte económica, este año hubo varias películas acontecimiento que me encantó ver en el cine, como Barbie, Killers of the Flower Moon o Indiana Jones and the Dial of Destiny. Oppenheimer no me gustó y me faltó ver The Eras Tour porque no me relaciono con suficientes swifties. Pero hay acontecimientos más pequeños que fueron grandes para mí como Il sol dell’avvenire, O corno, The Master Gardener, Fogo fatuo, Decision to Leave, TAR o Tenéis que venir a verla y reposiciones que vi en Numax como News from Home o Assault on Precinct 13. Y hay acontecimientos aún más pequeños que son aún más grandes para mí. Os cuento tres: uno es ver cada vez más cine en la facultad en la que trabajo (dos momentos hermosos: Buena Vista Social Club en el Club de Cine Facom y Minhameninha en el Facom Fest), otro es haber comido un pannetone riquísimo (y otro menos rico) viendo La Mesías y el definitivo es el karaoke cinéfilo del Cineclube de Compostela: no hay sensación de acompañamiento más poderosa que la de cantar con otra gente, y me alegra también haber terminado el año reviviendo esa sensación al ver la preciosa escena de karaoke de Fallen Leaves.

Fallen Leaves, de Aki Kaurismäki
Iván Villarmea
2023 fue el año en el que vi menos películas de toda mi vida adulta. No fue cosa de una pandemia ni de tener mucho trabajo, fue simplemente la vida: tuve un hijo, por lo que aprecié mucho la discusión sobre la imposibilidad de conciliar el tiempo para criar y para crear que está en el núcleo de Anatomie d’une chute (Justine Triet, 2023). Vi ese film con mi pareja, en un prodigio de organización familiar en el día en que nuestro hijo hizo diez meses. Desde que nació, yo dejé de ver películas en casa, excepto por trabajo, y apenas conseguí ir alguna vez al mes a la sala de cine. No vi lo que quise: ni Barbenheimer, ni O corno (Jaione Camborda, 2023), ni The Killer (David Fincher, 2023), ni Retratos fantasmas (Kleber Mendonça Filho, 2023). Vi lo que pude, y aún tuve bastante suerte, porque adoré el virtuosismo narrativo con el que Killers of the Flower Moon (Martin Scorsese, 2023) y Trenque Lauquen (Laura Citarella, 2022) transforman la historia local en mitología universal. Disfruté mucho del optimismo inesperado de Master Gardener (Paul Shrader, 2022), de la elegancia burlona y brumosa de The Eternal Daughter (Joana Hogg, 2022), de ese plano fijo de quince minutos donde pasa de todo en R. M. N. (Cristian Mungiu, 2022) y también de ese plácido segmento filmado en Marina Rincón donde aparentemente no pasa nada en Cerrar los ojos (Víctor Erice, 2023), pero si tuviera que destacar un único film entre los pocos que vi este año sería probablemente La imatge permanent (Laura Ferrés, 2023) por su valentía radical para tratar cuestiones de representación y de clase mediante un insólito trabajo de dirección de actrices: su prólogo, sin ir más lejos, entierra toda una tradición agotada de representación de la memoria y del pasado para abrir un nuevo camino crítico, subjetivo, lúcido y desafiante que está aún por explorar.

Cerrar los ojos, de Víctor Erice